- Los consumidores están exigiendo saber de dónde viene el pescado que compran para asegurarse de que las capturas son legales, sostenibles y libres de abusos laborales.
- La tecnología que ofrece esa información, que en su día estaba fuera del alcance de los pescadores a pequeña escala, es cada vez más accesible en lugares como Filipinas.
GENERAL SANTOS, Filipinas — La primera vez que Maylene Bibat vio el punto verde en su tableta que señalaba la ubicación del barco de su marido, estaba entusiasmada. “Me sentí inmediatamente menos preocupada”, dijo esta madre de tres hijos. “Fue como saber que él estaba a salvo”.
Durante años, Maylene tuvo que esperar ansiosamente en silencio en su pequeña aldea en el sur de Filipinas mientras su marido, Harry, estaba en alta mar a la captura del atún del que depende la familia. A cientos de millas de la costa, él no tenía ninguna manera de comunicarse con ella, a menudo durante días. Hasta ahora.
Con las poblaciones de peces mermadas debido a la sobrepesca y después de un número de escándalos alrededor del uso de trabajo forzado en los buques pesqueros, los consumidores y las empresas están exigiendo cada vez más saber el origen del pescado que compran. Por ejemplo, en 2017 algunos de los mayores líderes de la industria en el sector lanzaron la Global Tuna Alliance para impedir que la captura ilegal de atún llegue al mercado y fomentar “mejoras en la sostenibilidad ambiental y los derechos humanos en la pesca del atún”. Tanto los grandes buques pesqueros como los barcos más pequeños están instalando ahora los sistemas para rastrear dónde capturan el pescado y registrar los datos para que otros en la cadena de suministro lo puedan ver. Estos sistemas están trasformando las vidas de los pescadores artesanales como Harry Bibat de una manera inesperada: al permitirles estar en contacto con sus familias.
“Ahora la vida de un pescador es más difícil de lo que solía serlo cuando ayudaba a mi padre [cuando era un niño]”, dijo Harry, quien es el propietario de un barco de palangre en el que solo caben dos personas.
La historia en 1 minuto: Chile: la ejemplar historia de los pescadores de Juan Fernández por la conservación de su mar. Video: Mongabay Latam.
El año pasado, Harry hizo espacio en su barco para un transpondedor pequeño que registra la posición de la embarcación y la envía a través de radiofrecuencias a la nube. Harry colocó el transpondedor encima de uno de los dos mástiles. Las empresas pesqueras pueden acceder a los datos del transpondedor, así como la tableta de Maylene a través de una aplicación que muestra la ubicación y la velocidad de su barco. “Para mi familia es una gran ayuda poder monitorizar mi ubicación mientras estoy pescando”, dijo Harry.
Hoy en día, el alivio emocional es más necesario que nunca. Los viajes de Harry se han vuelto cada vez más peligrosos, ya que tiene que pasar más tiempo en alta mar debido a que los peces alrededor de la ciudad de General Santos, la llamada capital del atún de Filipinas solo a unas pocas millas al oeste de la aldea de Harry, han desaparecido.
Menos peces significa ir a pescar más lejos
En un principio, la trazabilidad de los productos marinos surgió como herramienta de la seguridad alimentaria para permitir las retiradas de producto. Sin embargo, la sobreexplotación de las poblaciones de peces llevó a los gobiernos y a los actores del sector a buscar cómo mejorar el control de lo que se estaba capturando y dónde. Durante las dos últimas décadas se han desplegado sistemas de seguimiento y vigilancia en los buques pesqueros para disuadir la extracción ilegal de productos marinos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés), los recursos de la pesca marina se han ido reduciendo de manera continuada desde la década de los 70. Entonces, el 90 % de las poblaciones de peces que se pescaban estaban dentro de los niveles biológicamente sostenibles, pero ese porcentaje bajó hasta justo por debajo del 70 % en 2015, según el informe anual de la organización, “El estado mundial de la pesca y la acuicultura” para 2018 [pdf]. La situación es incluso peor para el atún: solo el 57 % de las poblaciones de las principales siete especies objetivo se pescaron dentro de los niveles biológicamente sostenibles en 2015. En la región Asia-Pacífico, los científicos de la Plataforma intergubernamental científico-normativa sobre diversidad biológica y servicios de los ecosistemas (IPBES por sus siglas en inglés) advirtieron que las poblaciones de peces explotables desaparecerán para 2048 “si continúan las prácticas de pesca actuales”.
Una práctica especialmente polémica es el uso de dispositivos de agregación de peces, o FAD (por sus siglas en inglés), refugios artificiales que atraen a los peces y facilitan la captura de grandes cantidades.
“Antes siempre había una buena captura, siempre abundante atún cerca pero cuando se introdujeron estos FAD y hubo un desarrollo intenso de los FAD, estos pescadores municipales tuvieron que irse más lejos”, dijo Raul Gonzalez, portavoz de la Alianza de los Palangreros del Atún en General Santos. “Esto [el declive de la pesca] implica costes y también periodos de pesca más largos y también los peligros que son inherentes en este tipo de operación de pesca”. Sin embargo, las poblaciones de atún en la zona han mejorado ligeramente durante los últimos cinco años después de que la vecina Indonesia frenase el uso de los FAD en sus aguas, dijo Gonzalez.
Harry Bibat no ha notado aún un gran aumento en las poblaciones de atún y está viajando más lejos mar adentro que nunca para seguirlas. Sin embargo, gracias al transpondedor, se siente más seguro en alta mar. Maylene le envía información sobre las condiciones climatológicas y le orienta sobre dónde pescar o cuándo sería aconsejable volver al puerto a través de la aplicación. El transpondedor permite a Harry comprobar los mensajes de su mujer con su teléfono móvil y responder a través de los servicios de chat y de SMS.
“Esa vez que me perdí debido al fuerte viento y las inmensas olas. Esto no volverá a pasar si tengo un transpondedor porque hay un sistema que puede enviar información si hay una calamidad y ya estoy al tanto y preparado”, dijo. “Me siento seguro y confiado durante la campaña de pesca”.
Roger Tuasic tiene una esperanza distinta para el nuevo transpondedor en su barco: que mantenga tanto a él como a su hijo fuera de la cárcel. La escasez de pescado también ha empujado a Tuasic a aventurarse más lejos mar adentro y, a veces, a cruzar la frontera marítima con Indonesia. Tuasic, quien fue capturado siete veces en el pasado cuando trabajaba en un gran buque pesquero, pero siempre fue puesto en libertad rápidamente, dijo que las autoridades de Indonesia se han vuelto más estrictas. Encarcelaron a su hijo durante dos años y medio la última vez que fue arrestado, dijo Tuasic. Por esta razón, “he decidido usar barcos pesqueros pequeños y pescar localmente, aunque no consiga lo suficiente para mi familia”, dijo.
Sin embargo, el riesgo persiste porque los pescadores que van en barcos pequeños también pueden cruzar la frontera accidentalmente sin dispositivos para determinar su ubicación exacta. “También podemos ver […] cuánto han pescado y si el atún es grande o pequeño” antes de que el barco alcance la costa, dijo su mujer, Adelaida.
Fuera del alcance de los pescadores artesanales
Después de años de trabajo en una planta de conservas siete días a la semana por un salario miserable, Jason Albasi pensó que la manera de llegar a fin de mes era comprar un atunero de palangre. Había aprendido el oficio de su padre y había oído que un solo atún grande podía venderse por 60 000 pesos, casi 1200 dólares, en el puerto en General Santos —cinco veces su sueldo mensual en la planta de conservas—.
Sin embargo, no resultó ser tan fácil. Con el descenso en las poblaciones de atún, también la pesca se volvió más cara. “Una tercera parte de los ingresos son para cubrir los gastos del viaje, como el combustible o el hielo para preservar el atún”, dijo Albasi. Una vez en tierra también tiene que pagar a la tripulación. Al final, en su bolsillo no queda mucho.
Los requisitos de la trazabilidad solo aumentaron la carga. En 2014, el gobierno de Filipinas empezó a exigir que los barcos pesqueros llevasen un mecanismo de seguimiento de buques (VMM, por sus siglas en inglés), un dispositivo que registra sus movimientos para disuadir o penalizar la pesca ilegal. El requisito todavía no se aplica a los barcos pequeños de menos de 30 toneladas brutas, pero probablemente se aplique en los próximos años.
Algunos mercados, como el sector del atún, también exigen cada vez más que cada pescado venga con información de dónde y cuándo se pescó, principalmente a través de tecnologías de documentación electrónica de las capturas y trazabilidad (eCDT, por sus siglas en inglés) que envían la información a la nube para que los compradores puedan acceder a ella. “Ahora mismo, la ley no lo exige, pero sabemos que nos lo pedirán pronto”, dijo Albasi.
Los sistemas VMM y eCDT pueden costar cientos de dólares al mes en gastos de suscripción —inasequible para los pescadores artesanales como Albasi o Bibat—. A menudo, los sistemas de trazabilidad también implican tareas burocráticas que los pescadores, que a veces son analfabetos, pueden encontrar difícil de completar. Aun así, las pequeñas pesquerías representan más del 90 % del sector pesquero mundial y producen alrededor de la mitad de las capturas globales, según la FAO. Por lo que es esencial incorporarlos para que las iniciativas de trazabilidad funcionen.
El ingeniero filipino Acelio Fetizanan Jr. identificó esa brecha y descubrió cómo simplificar los complejos sistemas de seguimiento que usan los aviones y los grandes buques para que los pescadores artesanales también se puedan beneficiar de dichos sistemas. “En realidad lo que estamos haciendo es simplificarlo para que también los pescadores [artesanales]” cumplan con las regulaciones, dijo Fetizanan.
Con su empresa con sede en Manila, Futuristic Aviation and Maritime Enterprise (FAME), Fetizanan desarrolló un transpondedor que utiliza tarjetas de radiofrecuencia que automáticamente registra la ubicación y la hora de cada captura y crea una identificación para cada pez. “Ponemos [una tarjeta] en el atún, normalmente […] en la aleta, por lo que realmente podemos monitorizar y rastrear dónde y cómo fue capturado”, dijo Fetizanan.
La tecnología no solo permite a los pescadores cumplir fácilmente con las regulaciones de seguimiento de buques, también simplifica los sistemas de documentación de capturas que utilizan papel que todavía usan la mayoría de los pescadores a pequeña escala en Filipinas. “No necesitan escribir algo en papel o en móvil, solo con tocar [la tarjeta contra el transpondedor] ya están cumpliendo con las regulaciones”, dijo Fetizanan.
FAME también ha reducido el coste de la suscripción a 800 pesos al mes, alrededor de 185 dólares al año. Incluso así, sin estar seguros de que podrían obtener un precio elevado por su pescado si usaban la tecnología, los pescadores locales consideraron la inversión demasiado arriesgada. Solo se lo podían permitir con una subvención especial de la Asociación de Pesquerías y Océanos de la USAID, la cual hasta ahora ha cubierto los costes de suscripción de un año para 26 pescadores de General Santos, incluidos Bibat, Tuasic y Albasi. También ha provisto a los gobiernos locales con pequeñas oficinas para rastrear las ubicaciones y la información de los barcos.
“Los productos marinos ya no son un recurso ilimitado. Sin medidas contra la pesca [ilegal, no registrada, no regulada], no se puede garantizar el acceso continuo de los consumidores estadounidenses a las proteínas de las que dependen”, dijo Jeffrey Spence, el director en funciones de la misión de desarrollo regional para Asia de la USAID, en un correo electrónico, para explicar el interés de los EE. UU. en fomentar el uso de esta tecnología. Los EE. UU. es el segundo importador de productos marinos más grande del mundo e importa más del 90 % de los productos del mar que se consumen en el país.
Para alivio de Harry Bibat, el transpondedor de FAME en su barco también está equipado con un botón de emergencia que tanto él como su tripulación pueden presionar si se encuentran en peligro. “Cuando lo aprietas, envía automáticamente señales diferentes a la nube “, dijo Fetizanan.
Ese botón es una de las funciones favoritas de Maylene. “Si Harry lo presiona, podemos llamar a la guardia costera para que vayan a rescatarles. Además, desde que el barco está siendo rastreado, es fácil encontrarlos. Antes podían tardar días”, dijo Maylene. A pesar de todos los dispositivos modernos que ahora usan Maylene y Harry Bibat, la entrada a su casa todavía está bien protegida por un elaborado altar católico que preside una imagen de la Virgen María. “El dispositivo puede ayudar”, dijo Maylene, “pero Dios lo ve todo”.
*Imagen principal: Harry Bibat, un pescador de 36 años de General Santos, Filipinas, posa para una foto. Harry lleva pescando más de 25 años, pero sus viajes se han vuelto más peligros en los últimos años ya que son cada vez más largos y le llevan más lejos mar adentro en busca del escaso atún. Foto: Biel Calderon.
Laura Villadiego es una periodista independiente que se especializa en los derechos humanos, temas laborales y el medioambiente. Reside en Tailandia y cubre el sudeste de Asia desde 2009.
El artículo original fue publicado en Mongabay News. Puedes leerlo aquí.
Videos Mongabay Latam | La situación de los océanos en Latinoamérica
Conoce más sobre la situación de los océanos en Latinoamérica: especies amenazadas, pesca ilegal, nuevas especies y más.
Si quieres conocer más sobre la situación de los océanos en Latinoamérica y el mundo, puedes revisar nuestra colección de artículos. Y si quieres estar al tanto de las mejores historias de Mongabay Latam, puedes suscribirte al boletín aquí o seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram y YouTube.