- Los resultados preliminares de la investigación Operación Jaguar muestran la interconexión entre el tráfico de jaguares y otros delitos graves en Bolivia, Ecuador, Perú y Surinam. Además, evidencian cómo el comercio ilegal de esta especie involucra diversas rutas que van de Latinoamérica a China.
- Los investigadores señalan que la convergencia del tráfico ilegal de partes de jaguar con otros delitos, como la trata de personas, el narcotráfico, el lavado de dinero o la minería ilegal, es clara. El comercio de estos félidos se ha integrado al crimen organizado transnacional.
- El propósito de la investigación —que se publicará completa en 2023— es revelar los mecanismos y la estructura de toda la cadena de suministro criminal, con especial atención en los proveedores ilegales de productos de vida silvestre, los comerciantes, los transportistas y los vendedores en China.
El tráfico ilegal de colmillos, los huesos y otras partes de los jaguares está ligado a otros delitos graves como la venta de madera tropical, la minería ilegal de oro, la trata de personas, el narcotráfico o el lavado de dinero realizados por redes criminales de Latinoamérica y Asia, revela una reciente investigación realizada en Bolivia, Ecuador, Perú y Surinam.
“Estas redes diversifican sus actividades para ganar más dinero”, explica Andrea Crosta, fundador y director de Earth League International (ELI), organización no gubernamental que lucha contra crímenes ambientales y hacia la vida silvestre a través de la investigación, análisis e inteligencia, y que lidera Operación Jaguar, un proyecto colaborativo con el Comité Holandés de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y el Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW), con el apoyo de la Lotería Holandesa.
Ante la creciente amenaza en contra de estos grandes félidos originarios de América Latina, Operación Jaguar se dio a la tarea de mapear los mecanismos y la estructura de toda la cadena criminal que interviene en el tráfico de esta especie, con particular atención en los proveedores ilegales de productos de vida silvestre, los comerciantes, los transportistas y los vendedores.
Los primeros resultados de la investigación Operación Jaguar: convergencia del crimen y tráfico de jaguares se publicaron en un reporte preliminar en noviembre de 2022; la versión extendida se presentará en 2023 y abordará las redes de tráfico de jaguar más importantes en Bolivia, Ecuador, Perú y Surinam.
Los datos preliminares resaltan que los enfoques tradicionales de aplicación de la ley, centrados en negocios ilegales aislados, ya no son apropiados para comprender y abordar las crecientes complejidades del crimen organizado. Analizar la convergencia de diversos delitos, se señala, ahora sirve para entender mejor y combatir el tráfico de esta especie desde Latinoamérica hasta Asia.
“Para los criminales, estos solo son negocios y no delitos diferentes. Por eso lo llamamos ‘convergencia del crimen’, porque al final todos convergen en las mismas manos”, explica Crosta.
Los especialistas que participaron en la investigación resaltan que los problemas para combatir el tráfico ilegal de jaguares no radican en las leyes de los países —pues están bien escritas y definidas—, sino en su aplicación y en las débiles capacidades investigativas de las autoridades que ahora enfrentan nuevos retos. Aunque también destacan que existen oportunidades de colaboración para trabajar con mayores recursos, seguridad, poder de búsqueda, incautación y arresto.
Cuando existe convergencia del crimen es posible involucrar a otras agencias de aplicación de la ley que por lo regular no investigan los delitos contra la vida silvestre, explica Crosta. Es decir, generalmente, cuando cuentan con información sobre tráfico de jaguares, pueden solicitar la colaboración de la policía de vida silvestre o de los ministerios de medio ambiente, pero son instancias que pueden hacer muy poco. Sin embargo, si descubren que los mismos criminales realizan lavado de dinero, trata de personas y narcotráfico, entonces tienen la posibilidad de llamar la atención de otras agencias en el mismo país que estén interesadas en detener a estas personas.
“Estamos tratando de usar la convergencia del crimen para que el gobierno persiga a estas personas, las acuse y las meta en la cárcel por delitos que son más graves que el tráfico de jaguares”, dice Crosta. “Así es como cambias el juego y finalmente elevas el costo del negocio para esta gente”.
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El jaguar y sus amenazas
El jaguar (Panthera onca) está incluido en el Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y, desde 2016, está clasificado en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como Casi Amenazado. En la investigación de Operación Jaguar se destaca que diversos estudios científicos señalan que la población mundial de estos félidos varía mucho, sin embargo, estiman que ronda entre los 64 000 y no más de 173 000 individuos en estado salvaje, concentrados principalmente en la cuenca amazónica.
“El jaguar es uno de los últimos grandes felinos que todavía existe en relativa abundancia”, dice Liliana Jáuregui, especialista en casos de justicia ambiental para el Comité Holandés de la UICN y líder del proyecto Operación Jaguar. “No quiero decir que existan muchos —comparados con los otros grandes felinos del mundo, como el tigre y el leopardo—, pero es valioso porque, relativamente, es fácil de acceder a él y se usa para sustituir a los demás”.
Jáuregui y Crosta mencionan que una de las amenazas que enfrenta hoy el jaguar es que sus partes se comercializan como si se tratara de tigre —una especie con alta demanda en China— y que el tráfico ilegal de sus huesos y colmillos, entre otras acciones, provocó que sus poblaciones disminuyeran en forma considerable en el continente asiático.
“Es muy difícil encontrar tigres en libertad”, dice Crosta. “Hay menos de 4000 tigres salvajes en toda Asia. Entonces, de manera oportunista, los traficantes encontraron jaguares. Estos animales son tan grandes que los colmillos y los huesos se pueden vender como de tigre, por lo que los cazan furtivamente en América Latina y los trafican a China”.
Los colmillos de jaguar alcanzan un precio diez veces mayor en China que en Sudamérica. En el país asiático, a estas partes del jaguar se le atribuyen propiedades medicinales y se utilizan en joyería para demostrar estatus social. También existe un mercado —aunque menos redituable— para carne, testículos y piel del félido.
“El animal se descuartiza; se separan las partes más valiosas”, detalla Crosta. “Para la carne, en algunos de estos países, hay un consumo local en ciertos restaurantes, pero esto es barato y no da mucho dinero, por lo que el negocio no es muy interesante. Pero las partes de jaguar para el contrabando internacional —huesos y colmillos— se transportan a Asia de dos formas: con personas que pueden ponerlos en sus bolsillos o bolsos, o escondidos en otros envíos. Muchos de estos comerciantes internacionales también tienen negocios legales de importación o exportación, por lo que es muy fácil ocultar cosas ilegales en un contenedor que tiene cosas legales”.
Los penes, junto con los colmillos, son comprados, sobre todo, por empresarios chinos residentes en Bolivia, quienes, según la investigación Operación Jaguar, usan estos productos para sobornar a funcionarios bolivianos y asegurar contratos de construcción.
El reporte señala que el aumento en el tráfico de jaguares en Bolivia está estrechamente relacionado con la reciente afluencia de empresas chinas involucradas en grandes proyectos de desarrollo con el gobierno boliviano. “Estos proyectos han resultado en la apertura de territorios salvajes que antes eran inaccesibles, proporcionando nuevas fuentes de jaguares para satisfacer la demanda continua en Asia”, se lee en el documento.
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De lo local a lo transnacional
La escasez global de recursos naturales no se detiene y atrae cada vez más a las organizaciones criminales transnacionales. Por ello, desde 2017, la Operación Jaguar ha identificado e investigado a más de una docena de redes de tráfico de jaguares que operan en estos cuatro países sudamericanos y que también lo hacen a nivel regional e internacional. Sus investigaciones han permitido identificar a los principales actores, rutas de tráfico y destinos; parte de esta información se ha compartido con varias agencias gubernamentales e intergubernamentales.
En Sudamérica ya existía la caza furtiva del jaguar por diferentes motivos, pero en los últimos años las comunidades son corrompidas por agentes internacionales. Estos usan intermediarios para decirles que pueden comprarles tantos jaguares como les puedan traer.
“Esto cambia completamente la dinámica y la caza pasa de oportunista a comercial. Ofrecen mucho dinero para las comunidades locales, por lo que las corrompen con ofertas realmente buenas por un esfuerzo relativamente pequeño”, destaca Crosta.
En el caso de Surinam, los participantes en el proyecto detectaron que los involucrados son traficantes chinos originarios principalmente de Fujian, provincia localizada en la costa sureste de China. La investigación encontró que los traficantes son muchos más de los que se sospechaba inicialmente.
Para Perú, se descubrió que las áreas amazónicas son los lugares en donde más se realiza el tráfico de jaguares, pues su geografía hace que sea difícil monitorear esta actividad ilícita. Además, la organización no gubernamental ELI documentó que para movilizar las piezas de jaguar se utilizan las mismas rutas y métodos del contrabando de drogas.
En Bolivia, Ecuador, Perú y Surinam, los investigadores encontraron similitudes en las operaciones de los criminales. “Es un tráfico transnacional porque las partes más valiosas de los jaguares no se quedan en Latinoamérica, sino que salen en su mayoría a China, por lo que no se puede considerar un problema local en absoluto”, dice Crosta. “La caza furtiva es local, por supuesto, es normal mover partes de jaguar de Bolivia a Perú; ahí ya tienes una primera parte transnacional de la cadena de suministro en América Latina y luego tienes otra parte transnacional cuando de Perú vuelan a Asia”.
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Los logros del equipo
La información reunida por la Operación Jaguar ha tenido diversos logros, asegura Jauregui. En Bolivia, por ejemplo, la policía utilizó los datos proporcionados para procesar a cinco traficantes, mientras que en Surinam y en Perú se incluyeron algunos de los hallazgos del proyecto en los planes nacionales de conservación del jaguar.
“A nivel de los territorios, hemos trabajado con las comunidades para que manejen la información de la vulnerabilidad de la especie”, dice la experta. “Finalmente, a nivel internacional, también hemos ocupado algunos espacios de incidencia, como recientemente en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES)”.
Con base en los resultados de las investigaciones, los expertos recomiendan brindar apoyo técnico a los gobiernos, con la capacitación de los organismos encargados de hacer cumplir la ley y la sensibilización de quienes laboran en las áreas judiciales y de fiscalía. Se debe considerar, resaltan, el aumento de los delitos ambientales y su convergencia con otros delitos, así como el ciclo de desarrollo de las redes criminales.
También recomiendan invertir en investigación para comprender la escala, la dinámica del comercio y la convergencia del tráfico de jaguares con otros delitos graves, para centrarse en desmantelar las redes de manera más efectiva y no apuntar solamente a los que están más abajo en la jerarquía criminal.
Entre las sugerencias del equipo también están el promover el intercambio de información y la colaboración con los países vecinos, para mejorar la coordinación entre los gobiernos y los organismos internacionales que trabajan contra otras redes ilegales activas en minería ilegal, narcóticos, trata de personas, falsificación de documentos y lavado de dinero.
Crosta insiste en que el tráfico y la caza furtiva son una amenaza para la supervivencia del jaguar a largo plazo y, para ejemplificar, recuerda el caso de los tigres: hace cien años, eran 100 000 ejemplares y ahora existen menos de 4000 en la naturaleza, afirma el experto.
“Lo mismo que les pasó a los tigres les puede pasar a los jaguares”, concluye Crosta. “Actuemos antes de meternos en esa situación, no la queremos, todavía hay tiempo de actuar. Aprendamos la lección de lo que sucedió en 100 años a los tigres y asegurémonos de que no vuelva a suceder con el jaguar”.
Los resultados de Operación Jaguar se integrarán con la información que se tiene sobre otros delitos ambientales en los países clave. Eso, señalan los autores del estudio, ayudará a los gobiernos en sus estrategias y acciones para combatir el tráfico de jaguares de manera conjunta.
Imagen principal: Jaguar (Panthera onca). Foto: Carlos Navarro.
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