- Durante mucho tiempo, el cardenalito ha sido el objetivo de comerciantes y criadores ilegales de aves debido a su plumaje rojo y negro único, y a su canto alegre.
- La especie En Peligro de extinción casi había desaparecido de la América del Sur tropical hasta el año 2000, cuando se registró una población en la región del Sur de Rupununi de Guyana.
- Las comunidades indígenas locales se han unido en apoyo de esta pequeña ave, han logrado mantener los niveles de población y han fomentado un movimiento de conservación más amplio que se centra en la educación y en disuadir la caza furtiva.
Durante una expedición al sur de Guyana, los investigadores del Instituto Smithsonian y de la Universidad de Kansas se sorprendieron al ver un cardenalito (Spinus cucullatus) que volaba sobre ellos. Era el año 2000 y nunca se había observado a este pajarito de pecho rojo brillante fuera de Venezuela, Colombia o Trinidad y Tobago. Incluso, en esos países los avistamientos eran extremadamente raros.
Para la expedición a Guyana, fueron los wapichan, los macushi y los wai-wai —comunidades indígenas locales de esta región conocida como Sur de Rupununi— quienes resultaron esenciales para ayudar a los científicos a comprender sus hallazgos. La asociación desencadenó un movimiento de conservación, liderado por la comunidad, que duró décadas y que ha protegido al cardenalito y ha ayudado a la gente del lugar a reconectarse con la naturaleza.
El cardenalito, que en el pasado era común en la zona tropical de América del Sur, ha disminuido drásticamente su población durante el último siglo. La especie está clasificada como En Peligro de extinción en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y su comercio internacional está prohibido según el Apéndice I de la CITES, la convención mundial sobre el comercio de flora y fauna silvestres.
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Sin embargo, a esta ave se le sigue cazando ilegalmente por su singular plumaje rojo y negro, que se utiliza como accesorio de moda. Los criadores de aves también buscan a esta especie, intentando producir un híbrido rojo del canario (ambas aves pertenecen a la misma familia de pinzones, Fringillidae). Más recientemente, los dueños de mascotas los han perseguido por su canto y belleza, y los mercados abarcan desde el Caribe hasta los Estados Unidos.
La noticia de una nueva población en Guyana causó revuelo entre quienes se dedican a la ciencia y a la conservación. “No había información sobre el ave en la región”, dice Leroy Ignacio, un indígena macushi que colaboró al principio de la Iniciativa Cardenalito, que los científicos del Smithsonian Mike Brown y Kathryn Rodriguez-Clark comenzaron poco después de avistar a las aves. “Nos pusimos a trabajar en la recopilación de datos sobre la población de aves, sus nidos activos y sus hábitos”.
La experiencia colaborativa alentó a las comunidades locales a establecer la Sociedad de Conservación del Sur de Rupununi (SRCS) para proteger la especie. Ignacio ahora es el presidente de la sociedad. “No somos biólogos con técnicas y metodologías ni nada de eso”, afirma. “Somos aldeanos, agricultores y profesores locales que queríamos utilizar nuestras capacidades para convertirnos en los guardianes de esta especie”.
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La organización estableció una de las primeras zonas de conservación del país para proteger la especie, que cubre 75 000 hectáreas de tierra indígena. El pasado mes de junio, Ignacio ganó un prestigioso premio del Whitley Fund for Nature para ampliar el área y fortalecer su vigilancia, gestión y sostenibilidad.
“Todavía estamos tratando de determinar con precisión la cantidad de aves activas en la región, ya que pueden trasladarse por largas distancias”, comenta Ignacio a Mongabay. “Pero hemos mantenido una población estable y eso ya es un éxito”.
Patrullas anticontrabando
El comercio de mascotas continúa siendo una de las mayores amenazas para el cardenalito. Cuando se supo de la población del Sur de Rupununi, los comerciantes ilegales acudieron en masa a la región. “Casi inmediatamente las aves empezaron a desaparecer”, dice Ignacio. “Hay mucho interés en esta especie, especialmente en la vecina Venezuela, donde está prácticamente extinta”.
Los comerciantes a menudo contratan a integrantes de la comunidad local para capturar aves en la naturaleza. El trabajo se ha vuelto atractivo en los últimos años, dado que el costo de vida en Guyana se disparó tras un gran auge petrolero. “Cada cardenalito se puede vender por $400, aunque los tramperos locales solo se quedan con una pequeña parte de esa cantidad”, dice Ignacio.
La organización creó una brigada para vigilar el bosque en busca de contrabandistas y disuadir la actividad ilegal. “Salimos en grupos y buscamos centros de actividad durante días”, dice Ignacio. “Informamos de los incidentes al consejo del pueblo y tratamos de obtener información sobre quién está intentando comprar y vender las aves silvestres”.
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También quieren animar a la gente lugareña a ganarse la vida con la conservación. En los últimos años, han brindado capacitación en diversas habilidades, desde gestión de proyectos hasta narración de historias, con el objetivo de desarrollar una industria de ecoturismo que proteja al cardenalito y al mismo tiempo sustente a la comunidad.
Quema incontrolada
La SRCS también ha asumido la tarea de mitigar los incendios forestales cada vez más destructivos que amenazan el hábitat de las aves. En 2016, los incendios forestales fueron responsables de casi el 40 % de toda la pérdida arbórea en Guyana. En 2018, un informe de la Comisión de Silvicultura de Guyana concluyó que los incendios se habían convertido en una de las principales causas de deforestación del país.
En el Sur de Rupununi, los incendios incontrolados pueden arrasar los sitios de anidación y los árboles donde se alimenta el cardenalito. “A las aves les gustan estas pequeñas islas de bosque en medio de la sabana, que son bastante vulnerables a los incendios”, dice Kayla de Freitas, coordinadora de un programa de la SRCS. “Estos sitios normalmente se queman hasta los cimientos”.
Aunque la vegetación finalmente se regenera, las aves se ven obligadas a alejarse durante meses. “En una estación particularmente calurosa y seca, no tienen refugio. Eso representa una gran amenaza para la población”, explica de Freitas.
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Ella atribuye el aumento de incendios incontrolados al cambio climático y a los cambios en el uso del suelo. “La gente está plantando cultivos comerciales como maní y yuca. Son monocultivos que consumen más tierra y fuego y dejan menos tiempo para la reforestación”, afirma.
La SRCS ha estado trabajando para recuperar las estrategias tradicionales contra incendios para renovar de manera segura el suelo agrícola, promover la biodiversidad y prevenir incendios de mayor magnitud.
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En 2019, la organización se asoció con un programa de las Naciones Unidas para capacitar a un cuerpo de bomberos local en la realización de quemas prescritas y la supervisión de incendios activos, lo que también se conoce como “persecución de incendios”, estrategias que se han estado poniendo de moda otra vez. “Estamos buscando financiación para dar continuidad a estos esfuerzos para proteger el hábitat del cardenalito y ampliarlos”, dice de Freitas.
Las próximas generaciones
Para los líderes comunitarios, cada vez está más claro que el futuro del cardenalito depende de sus hijos. “Queremos que se conviertan en guardabosques, geólogos y administradores de conservación que continúen esta labor”, dice Alyssa Melville, coordinadora de educación medioambiental de la SRCS.
Para plantar las semillas de la conservación, han implementado un programa extraescolar en más de 16 comunidades, en el que enseñan sobre el cardenalito, incluyendo su hábitat y las amenazas a su población.
Las clases combinan conocimientos tradicionales y científicos. A las niñas y los niños se les enseña la investigación y el estudio ecológicos y también aprenden sobre la cultura y la tradición indígenas, lo que comprende las habilidades de control de incendios.
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“Sobre todo, queremos inculcar en estos niños y niñas el aprecio por los espacios verdes y la flora y la fauna silvestres”, explica Melville a Mongabay. “Cuando piensas en las comunidades indígenas, ellas ya viven en la naturaleza. Sin embargo, muchos jóvenes han visto cómo sus comunidades se desarrollaban y su entorno cambiaba, con la construcción de edificios a su alrededor”.
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El plan de estudios ha tenido tanto éxito que recientemente invitaron a Melville a viajar a otras dos regiones de Guyana que tienen interés en implementar proyectos similares. Ella dice que espera que el amor de la comunidad por la conservación se extienda por todo el país. “Es común que los niños sepan que los elefantes, los tiburones o los rinocerontes están amenazados, ¿sabes? ¿Pero qué pasa con la fauna silvestre aquí mismo, en nuestro patio trasero?”.
* Imagen de cabecera : Los comerciantes ilegales de aves han buscado agresivamente al cardenalito durante más de un siglo. Foto cortesía de la SRCS.
Esta historia fue publicada originalmente por el equipo de Mongabay Global aquí el 5 de agosto de 2024.