- Sierra del Lacandón: el crimen organizado deforesta uno de los últimos bosques húmedos tropicales de Guatemala
- En los últimos 20 años, la Sierra del Lacandón ha perdido más de 46 mil hectáreas de bosque primario. Esta cifra implica el 36 % del total de su bosque, lo que equivale a más del doble del área de la Ciudad de Guatemala.
- Esta pérdida es consecuencia de la usurpación de tierras, el avance de la ganadería ilegal, los incendios forestales y la tala, en muchos casos impulsados por mafias organizadas que operan sin consecuencias legales.
- A pesar del deterioro ambiental, las organizaciones que coadministran el parque insisten en que su recuperación aún es posible, pero solo si el Estado actúa de forma coordinada para frenar la deforestación.
“Cuando vengo aquí, me siento como en una película de Tarzán”, dice Vinicio Mejía, ingeniero agroforestal y director de la Fundación Defensores de la Naturaleza (FDN) de la Reserva de Biósfera Sierra del Lacandón. Con esta comparación, Mejía intenta reflejar los distintos tonos de verde de la selva que alcanza a ver desde lo alto de la cordillera y que inundan ese paisaje donde el día permite escuchar el canto de diversas especies de aves, y las noches, el sonido de los monos aulladores negros (Alouatta pigra).
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El territorio que describe Mejía es apenas una pequeña fracción al oeste de la Sierra del Lacandón, una cordillera ubicada al norte de Guatemala, en el departamento de Petén, cerca de la frontera con México. En 1999, esta región fue declarada parque nacional y conforma, junto con otras áreas protegidas, la zona núcleo de la Reserva de Biósfera Maya, la selva maya guatemalteca.

La Sierra tiene 202 865 hectáreas (un poco más del doble del área de la ciudad de Nueva York, en Estados Unidos) y es uno de los territorios con mayor biodiversidad de Guatemala. Según el plan maestro del parque nacional, también es un territorio con corredores que garantizan la conectividad con áreas silvestres de la región. Su conservación es fundamental debido a que es una zona de recarga hídrica para las comunidades vecinas y para el país.
Dentro del parque existen más de 33 asentamientos humanos, hogar de más de 14 000 personas. Son comunidades que vivían en el territorio, antes de que fuera declarado área protegida. Para asegurar su permanencia, aplicaron a un convenio, “pero siempre con algunas condiciones de proteger, conservar y darle un manejo sostenible”, explica Mejía.
Es coadministrada por la FDN junto al Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP), que trabajan para conservarla, al igual que a otras tres reservas en el país centroamericano. Para lograrlo, realizan acciones que buscan proteger la cobertura boscosa, implementan planes de manejo de recurso forestal y monitorean la flora y fauna.
Sin embargo, el territorio donde está la Sierra de Lacandón está amenazado por la deforestación. El crimen organizado usurpa las tierras, provoca incendios forestales y sustituye la vegetación por ganadería ilegal.
Ese panorama rodea a Piedras Negras, una de las ciudades mayas más importantes de Guatemala, que aún hoy logra mantenerse como uno de los sitios más conservados y es la zona intangible del parque nacional. Está ubicado entre la Sierra del Lacandón y la cuenca del río Usumacinta, que marca la frontera con Tabasco, México, y en sus cercanías funciona uno de los puntos de observación y monitoreo biológico de la FDN. Llegar allí implica más de tres horas de viaje por carretera desde la isla de Flores, la cabecera departamental de Petén, para luego navegar tres horas en lancha por los rápidos del Usumacinta, desde la última comunidad habitada.

Durante la caminata en Piedras Negras, el biólogo Luis Trujillo, de la FDN, retiró una de las cámaras trampa con que realizan el monitoreo biológico. Entre las grabaciones encontró monos, tepezcuintles (Cuniculus paca) y un jaguar (Panthera onca). Este último provocó que el equipo celebrara y aplaudiera con emoción.
Esta zona “es uno de los últimos remanentes de bosque húmedo tropical y de las selvas verdaderamente lluviosas del país. Es parte de un ‘arco húmedo’ que entra de Izabal, sube por Alta Verapaz hacia [el parque nacional] Laguna del Tigre y [la Sierra de] Lacandón. Precisamente por estas características climáticas en términos de precipitación y humedad, reflejadas en patrones de vegetación, son zonas muy demandadas y altamente explotadas”, explica Trujillo.
Miles de hectáreas deforestadas
En el pasado, toda la Sierra del Lacandón solía verse como el territorio cercano a Piedras Negras. En los años 70 y 80, en pleno conflicto armado interno, se asentaron aquí algunas comunidades, conformadas por personas que llegaron allí porque alguien les decía que “en Petén había tierras”. Una de ellas fue Efraín Pérez, quien hoy es un docente de 70 años, de la comunidad La Técnica, en Las Cruces, Petén, a orillas del río Usumacinta.

“Cuando llegué aquí [en 1974] todo esto era selva, bosque. Nosotros caminábamos en pequeños caminitos para llegar a nuestras casitas, nuestras chocitas e íbamos a nuestros trabajos también en pequeños caminos. Admiraba mucho a los monos porque debajo de ellos pasábamos”, recuerda.
De ese bosque ahora queda poco. Es cada vez más difícil encontrarse con la fauna que antes habitaba el lugar. “Antes los monos llegaban a la casa, los pájaros a veces se miraban. Ahora ya no tanto. Hay mucha tala de árboles y se siente un gran calor, un gran vapor, que antes no se sentía”, cuenta Patricia Méndez, una joven de 22 años que vive en la aldea La Lucha, también en Las Cruces, Petén.

Según la herramienta Global Forest Watch, desde 2001 hasta 2024, la Sierra Lacandón perdió 46.1 mil hectáreas de bosque primario húmedo, lo que se traduce en la disminución de un 36 %. Esto equivale a más de dos veces el tamaño de la Ciudad de Guatemala.
Esta pérdida de bosque primario ha sido provocada por factores humanos, como la tala y los incendios forestales. Tan solo en la temporada de incendios 2023-2024, la FDN registró 108 de estos fenómenos en la Sierra del Lacandón. Estos afectaron 13 169.99 hectáreas del territorio, según un informe de la FDN.
La temporada de incendios más fuerte sucedió entre abril y mayo, los meses más calurosos y secos. Los puntos de calor iniciaron principalmente en las zonas agrícolas de las comunidades de La Revancha, Guayacán y El Caimán. Como resultado, en 2025, CONAP y la FDN colocaron un campamento provisional con bomberos forestales en las cercanías.
Según el informe de incendios forestales de la FDN, el 99 % de estos fenómenos fueron provocados “por mano criminal”. Además, alcanzaron lugares donde no se habían registrado con anterioridad, como el área cercana al Sitio Arqueológico Piedras Negras y la finca Naranjitos.

En el área protegida cambió el uso del suelo
Cuando Mongabay Latam viajó a la zona en abril y luego en agosto, tanto en las cercanías de Piedras Negras como en Naranjitos, observó rocas y árboles marcados con pintura roja. Tenían una X o las iniciales de un nombre. Estas X, son las marcas que dividen las parcelas o el territorio que se pretende usurpar, un delito contenido en el artículo 82 de la Ley de Áreas Protegidas.
En este parque nacional, “la principal problemática es la usurpación de grandes extensiones de territorio, las cuales son utilizadas principalmente para el desarrollo de actividades ganaderas. Se hacen talas de grandes extensiones de bosque y posteriormente se recurre a incendios forestales para utilizarse para cultivos anuales o directamente para ganadería”, explica Sergio Balán, director regional para Petén del CONAP.
En el territorio de Naranjitos, esta es una realidad evidente. En abril, organizaciones locales registraron al menos 1005 hectáreas de territorio deforestado. La selva que una vez se veía como la de películas como Tarzán, hoy ya no existe en esta parte de la Sierra del Lacandón. Imaginarse que alguna vez se veía así, es hoy una tarea casi imposible.
Los tonos verdes que caracterizaban la región de la selva lacandona en Guatemala hoy son reemplazados por montañas grises, cubiertas por ceniza de incendios recientes en Naranjitos. En la superficie se ven los árboles recién caídos como producto del fuego o la tala humana. Y muy cerca, a plena luz del día, un hombre, que portaba una motosierra, le prendía fuego a una porción de tierra.

Muy cerca, en uno de los pocos árboles que permanecían de pie, un mono asomaba la cabeza, el único mamífero visto en kilómetros. Le quedan pocos días de vida, sentenció Trujillo, pues su hábitat fue ya destruido.
Movilizarse por este territorio, una tarea que hace 20 años tomaría días, es hoy algo sencillo. Aunque es ilegal construirlas sin un estudio de impacto ambiental previo, existen ya carreteras clandestinas que lo permiten. Por ellas transitaban dos hombres en una motocicleta, con una bolsa plástica que parecía tener un animal muerto.
Las carreteras clandestinas se encuentran también en otros territorios de la reserva. Se utilizan para extraer madera, animales cazados y piezas arqueológicas. Debido a su ubicación geográfica, también han funcionado como tránsito para migrantes irregulares.

En Naranjitos, algunas parcelas, delimitadas de manera ilegal, fueron ya ocupadas por ganado y casas de madera, que incluso cuentan con antenas de Starlink, el servicio de internet satelital de Elon Musk que apenas es utilizado en Guatemala.
Ahí mismo también se realizaron “aguadas”, como llaman a pequeñas lagunas superficiales excavadas para captar agua destinada al consumo de los animales. Según una organización local, “este tipo de intervención altera el entorno natural, modifica el flujo hídrico y refleja un proceso de adaptación del terreno a fines productivos ganaderos ilegales”. Y lo peor, es que para algunos en la zona, ese pareciera el único futuro posible para el resto de esas tierras.
No muy lejos, se observaba la construcción de un campamento clandestino, con camas de madera, ropa, lavaderos y medicamentos. En el suelo, se podían ver algunos casquillos de arma de fuego.
Lo observado durante la visita evidencia una operación organizada, sostenida en el tiempo y sin temor a intervención institucional que amenaza con interrumpir los servicios clave como la regulación hídrica, la captura de carbono y la conectividad biológica, según una organización local.

La nueva realidad de la selva en Petén
La usurpación de tierras, vinculada a los incendios forestales y el cambio de uso de suelo, no es un fenómeno nuevo ni exclusivo de la Sierra del Lacandón. Según Francisco Asturias, guardaparques y director para al área de Petén de la Fundación para el Ecodesarrollo y la Conservación (Fundaeco), sucede también en otras áreas protegidas que conforman la Reserva de Biósfera Maya: el Parque Nacional Laguna del Tigre, el Parque Nacional Mirador-Río Azul y el área sur de Tikal, el sitio arqueológico maya más visitado.
La usurpación del territorio es una de las amenazas más fuertes que la conservación de la naturaleza en Petén enfrenta. Esto, sumado a otras como el ingreso del narcotráfico (pues se han deshabilitado ya pistas de aterrizaje clandestinas que lo confirman) y el poco interés de las autoridades en el tema, tiene a los parques nacionales “pendiendo de un hilo”, según Asturias.
En años anteriores, la Policía Nacional Civil (PNC) ha detenido a personas por ocupar el territorio de la Sierra del Lacandón. En marzo de 2024, por ejemplo, agentes de la División de Protección a la Naturaleza (DIPRONA) detuvieron a 12 personas que permanecían en el lugar de manera ilegal y portaban armas sin los permisos necesarios.
Sin embargo, cuando Mongabay Latam solicitó los registros de las detenciones en la Sierra del Lacandón en los últimos veinte años, el Ministerio de Gobernación (Mingob) respondió que no cuentan con información sobre el territorio en específico. Únicamente, a nivel departamental.

Detrás de las usurpaciones se encuentra una “mafia bien organizada” que engaña a grupos de campesinos y les vende tierras dentro de los parques nacionales “a precios bajísimos”, explica Asturias.
“Entonces, mandan a una, tres o cuatro personas ‘en avanzada’ a ‘rotular’ [pintar las X] las áreas que están comprando los campesinos. Después le dicen al campesino: ‘Allá está su finca, vaya’ y entonces entra el campesino a tumbar completamente la montaña, a prenderle fuego y a sembrar maíz. Posteriormente a esto, vienen estas mafias y compran a precios ridículos estas tierras y ya es donde empieza a extenderse la ganadería y la problemática ya no se para”, explica el director de Fundaeco.
Así, son estos campesinos (y quienes cuidan el ganado, una vez está establecido), quienes suelen ser detenidos por las fuerzas policiales. En la mayoría de los casos, el proceso no avanza en los juzgados o se les otorga un criterio de oportunidad (una medida alternativa a la condena) que los deja en libertad. Las investigaciones no avanzan dentro del Ministerio Público (MP), lo que impide conocer, con certeza, quién está detrás del problema.
En comunidades como La Técnica tienen conocimiento de este fenómeno. “La gente [de las comunidades] se mete porque desea un terreno donde trabajar. Necesitan comer”, señala Pérez.

Desde el año 2000 hasta julio de 2024, la FDN ha presentado 411 denuncias por posibles delitos cometidos dentro de la Sierra del Lacandón, como usurpación de áreas protegidas, atentado contra el patrimonio natural y cultural de la nación, tráfico ilegal de flora y fauna e incendio forestal. Sin embargo, solo 11 alcanzaron una sentencia condenatoria. También se realizaron cuatro desalojos y se giró una orden de aprehensión.
Un problema de gobernanza con consecuencias ambientales
Las áreas protegidas en Petén están, poco a poco, convirtiéndose en “tierra de nadie”. El Conap y las organizaciones que las coadministran se enfrentan al crimen organizado sin un apoyo real del Estado.

“El Gobierno no le pone atención a eso porque tiene al Ejército ahí ‘encuartelado’. En lugar de tenerlo en el cuartel, debería meterse acá a ver qué está pasando y a prohibir las usurpaciones”, dice Pérez.
Conservar la Sierra del Lacandón ha tenido un costo para algunas personas de Petén. Dos jóvenes trabajadores de FDN han sido obligados a abandonar sus hogares y desplazarse hacia otro territorio, producto de amenazas. Otras dos personas han obtenido asilo en otro país. En la dirección departamental de Petén del Conap, el personal también las ha recibido.
“Nosotros no somos Ministerio de Gobernación. No existe algo donde el Ministerio de Gobernación nos diga: ‘Miren, señores, esta es la estrategia de recuperación de la gobernabilidad del territorio de Lacandón. Ustedes van a estar aquí y nosotros vamos a tomar el territorio de esta, y esta, y esta otra forma’. Eso no hay”, explica Heidy García, directora de Áreas Protegidas de la FDN.
Mongabay Latam solicitó una entrevista con el gobernador de Petén, Mauricio José Acevedo, en al menos cinco ocasiones. Su comunicador solicitó que se le enviaran las preguntas y luego dejó de responder. También se comunicó con el Mingob, a través de su vocero. Él trasladó las preguntas al Viceministerio de Antinarcóticos, pero, al cierre de esta publicación, no se había obtenido una respuesta.

Aunque una porción relevante del bosque tropical ha sufrido daños, no todo está perdido. Según los análisis del Conap, aún puede recuperarse de manera natural, dice Balán. “Como guatemaltecos debemos manifestarnos y hacer valer la voz de la mayoría. Se trata de un recurso de todos los guatemaltecos, no solo de los peteneros o de cierto grupo que se quiere favorecer”, indica.
Esa esperanza es la que mantiene el compromiso de la FDN con la conservación de la Sierra del Lacandón. La confianza en que se puede recuperar uno de los últimos remanentes de bosque tropical y un área importante de conectividad biológica con otras áreas protegidas del país y de México.
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Foto Portada: El equipo de Mongabay Latam observó a un hombre, sonriente y armado, que acababa de iniciar un incendio forestal. Foto: cortesía
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** Este reportaje es una alianza periodística entre Mongabay Latam y Agencia Ocote **