- La merluza negra, que se comercializa comúnmente como mero chileno, desde hace tiempo es blanco de pescadores furtivos en el remoto y hostil océano Antártico.
- La pesca furtiva no solo ha dañado las reservas de merluza negra, sino que también perjudicó su estudio e hizo que la gestión sostenible fuera casi imposible.
- El grupo de conservación Sea Shepherd lanzó a fines de 2014 una campaña para detener la pesca ilegal de esta especie. Con el hundimiento del buque Viking, los seis peores infractores han sido destruidos o capturados.
El capitán Siddharth Chakravarty contó que estuvo siguiendo al Viking durante dos meses hasta que pudo averiguar hacia dónde se dirigía.
“Descubrimos el barco y pudimos determinar que iba en dirección a Indonesia, probablemente a puertos como Phuket, Batam o Johor, enclaves donde es frecuente que paren ese tipo de embarcaciones”, dijo a Mongabay.
El Viking, de bandera nigeriana, es uno de los “Seis Bandidos”, un notorio grupo de buques de pesca buscados por la Interpol debido a la pesca indiscriminada de merluza negra, una especie protegida pero muy lucrativa, de crecimiento lento, que vive en las profundidades del remoto océano Antártico. Por lo general, los cargamentos de merluza negra se dirigen a puertos del sudeste de Asia, en donde se descargan miles de toneladas al año.
Muy apreciada por su carne blanca, escamosa y de alto contenido de aceite, la merluza negra (tanto la especie Dissostichus mawsoni como la Dissostichus eleginoides) va aumentando de precio a lo largo del trayecto hasta las mesas de los restaurantes de marisco más caros del mundo.
Según la revista Foreign Policy un cargamento de 300 toneladas de este pescado produce una ganancia de entre 4-6 millones de dólares para los piratas. A pesar de que no está en la lista de especies en peligro de extinción, los científicos dicen que la pesca indiscriminada en el océano Antártico ha dañado a esta población y hecho imposible su recuento.
Las impresionantes ganancias obtenidas dan cuenta de que los beneficios de la pesca ilegal normalmente son mayores que los riesgos: los pescadores furtivos se aprovechan de leyes débiles y de oficiales de puerto inescrupulosos y así logran evitar ser arrestados durante años.
El grupo Sea Shepherd, conocido por sus campañas televisivas contra los buques balleneros japoneses, lanzó la “Operación Icefish” hace 15 meses con el objetivo de llevar a los Seis Bandidos a la justicia y combatir la industria de pesca ilegal de merluza negra.
Los expertos en pesquerías manifestaron sus dudas sobre el éxito de la campaña en una zona gris como el océano Antártico, donde Sea Shepherd no tiene autoridad para detener barcos y donde los pescadores furtivos han eludido a la Interpol durante décadas.
Algunos incluso desaprobaban las tácticas de acción directa que ellos utilizan —como confiscar redes o perseguir buques por cientos o incluso miles de kilómetros― porque temían que pudieran ser contraproducentes.
“Nos dijeron que no teníamos autoridad para actuar”, escribió en su sitio web Paul Watson, el fundador de Sea Shepherd, a comienzos de este mes, “y que cualquier intento de confiscación de redes [de pescadores ilegales] podría dar lugar a que se presenten cargos por robo o, lo que es absurdo, pesca ilegal”.
No obstante, para cuando el barco Viking apareció en el radar del Steve Irwin comandado por Chakravarty el mes pasado, las dudas sobre la capacidad del grupo conservacionista de poner freno a los Seis Bandidos se estaban disipando.
La captura del Viking
Gracias a la estrategia de Sea Shepherd de acosar a los buques de pesca y de facilitar la coordinación entre los gobiernos nacionales e Interpol, cuatro de los barcos de los Seis Bandidos —el Perlon, Songhua, Yongding y Kunlun― están actualmente detenidos. Los tres últimos, al igual que el Viking, fueron vinculados con la empresa española Vidal Armadores ubicada en la localidad de Ribeira. Posiblemente, ninguna de estas embarcaciones regrese al mar.
Otro buque de pesca ilegal, el Thunder, fue hundido el pasado mes de abril por su propio capitán después de una persecución épica de 16 km encarada por el capitán Peter Hammarstedt, del barco de Sea Shepherd Bob Barker. El autosabotaje aparentemente fue un intento de destruir evidencia de cargamento ilegal, y significó el fin de la persecución más larga de ese tipo en la historia marítima. Solo el Viking permanecía prófugo.
Este barco en realidad ya había sido detenido por autoridades de Malasia en marzo de 2015, pero fue liberado en poco tiempo, después de haber pagado $71 500 en concepto de multas por infracciones menores. En su artículo, Watson expresó su sospecha de que habría habido sobornos para asegurar que el barco fuera liberado. Luego de una posterior investigación para averiguar quiénes eran los verdaderos dueños, el gobierno nigeriano retiró su dominio y bandera sobre el buque, lo que lo convirtió en un barco sin estado, el equivalente legal a un pirata. Esta designación jugaría un papel fundamental más adelante en su captura.
“Después de pasar seis días patrullando el Estrecho de Malaca en busca del barco Viking, se hizo evidente que necesitábamos más ojos en el agua para dar con él”, explicó Chakravarty, en alusión a la franja de agua de 805 kilómetros de extensión que separa a la península de Malasia de la isla de Sumatra. “Ahí fue cuando contactamos con las autoridades de Indonesia para pedir ayuda”.
Sea Shepherd encontró en la ministro de Pesquerías de ese país, Susi Pudjiastuti, una colaboradora dispuesta.
Desde que asumió el cargo en noviembre de 2014, la ministra Susi (como se la conoce cariñosamente) hizo de la erradicación de la pesca ilegal no declarada ni regulada su objetivo número uno. Además de dictaminar una tanda de nuevas regulaciones sobre la pesca extranjera y de luchar de forma enérgica contra el uso de fuerza de trabajo esclava que sirve de base a la industria, Susi ha destruido casi 150 barcos acusados de delitos de pesca.
“Susi es audaz”, expresó Chakravarty a Mongabay. “Bajo la ley indonesia, ahora hay posibilidad de llevar adelante acciones más estrictas”.
Gracias a las pistas de ubicación provistas por Sea Shepherd, la Marina de Indonesia detuvo el 26 de febrero al buque Viking en aguas al sur de Singapur, por el cargo de no notificar a las autoridades de su ingreso a territorio indonesio.
Al abordar el barco, el grupo operativo especial del ministerio para la pesca ilegal incautó redes de enmalle de 400 km de largo. Ese tipo de redes, que capturan de forma indiscriminada todo tipo de vida marina, están prohibidas por la ley indonesia si superan los 15 km de largo. Tal evidencia de pesca ilegal puede ser utilizada para confiscar o incluso hundir un barco, cosa que no es posible en Malasia.
Dos semanas después de ser arrestado, el Viking fue trasladado a la ciudad de Pangandaran, en Java Occidental. Allí, el 14 de marzo se congregaron funcionarios del ministerio, periodistas y el mismo Chakravarty para presenciar cómo el barco era destruido con explosivos en una pequeña bahía de aguas prístinas.
“Que esto sirva como disuasivo para otros”, anunció Susi previo al hundimiento. “Podrán andar libremente en el resto del mundo, pero una vez que ingresan a Indonesia, esta es la consecuencia”.
El capitán del buque, un chileno llamado Huan Venesa, y la tripulación de diez personas provenientes de Indonesia, Chile, Argentina, Myanmar y Perú permanecen detenidas en el país.
Mientras tanto, el diario español La Voz de Galicia, informó que las autoridades de España, junto con Interpol y Europol, allanaron las oficinas de Vidal Armadores en Ribeira y que detuvieron a varios miembros de la empresa, entre ellos el jefe y su hijo. Un tribunal español aparentemente impuso a la familia Vidal una multa de 20 millones de dólares.
Aprovechar los resquicios
En la última década, tres factores permitieron a los Seis Bandidos operar prácticamente con impunidad total.
Primero: al centrar sus operaciones en aguas abiertas del océano Antártico (aguas internacionales fuera de cualquier jurisdicción nacional), los pescadores furtivos se colocan fuera del alcance de los gobiernos.
“Si la actividad tiene lugar en alta mar, (…) los buques gozan de libertad de navegación”, explica Chakravarty. “E interpretan que una de esas libertades es la pesca”.
Segundo: la regulación de la pesca en aguas internacionales se gestiona a través de asociaciones voluntarias conocidas como organizaciones regionales de pesca (ORP). En el océano Antártico, la ORP más importante es la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), que tiene 24 países miembros.
Si un país decide ser parte de una ORP, se convierte en parte contratante, pero si no, se refiere a él como parte no contratante.
“Bajo las reglas de una ORP, solo los barcos de propiedad y bandera de alguno de los países contratantes tienen permiso para pescar dentro del área de control de la ORP”, dijo Chakravarty. “Pero en caso de que un país no contratante opere un buque de su bandera dentro de la zona de interés de la ORP, no hay nada que los estados contratantes puedan hacer en forma directa para controlar o impedir esa actividad”.
Por último, está el hecho de que los Seis Bandidos se escapaban con su cargamento hacia puertos del sureste de Asia y de algunos países de África que no cuentan con los recursos suficientes para enfrentar estos delitos.
En conjunto, estos tres factores hacen que sea prácticamente imposible para un país pobre hacer frente de forma efectiva un delito cometido por un buque de propiedad española, con bandera nigeriana, bajo el mando de un capitán chileno, que pesca de forma ilegal en alta mar; en otras palabras, un barco como el Viking, como expresó Chakravarty.
¿Un nuevo modelo?
Ahora que el Viking fue destruido, Sea Shepherd dedicará más atención a la campaña que tiene en curso para detener la pesca con redes de deriva en las aguas internacionales del océano Índico, donde también prospera esta práctica destructiva.
Al ser interrogado sobre si el éxito conseguido por Sea Shepherd representaba un nuevo modelo de lucha contra delitos cometidos en alta mar, Chakravarty dijo que lo que de verdad serviría como medida de disuasión sería actualizar acuerdos como la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CNUDM), la cual actualmente coloca un 41 % de la superficie del planeta (el área que se denomina aguas internacionales) “en un vacío jurisdiccional por el cual se permite la explotación de recursos pero no la aplicación de leyes o regulaciones”.
También dijo que los gobiernos tienen que hacer más en términos de prevenir los delitos antes de que ocurran y de frenar la corrupción.
En cuanto a la pesca ilegal de merluza negra en el océano Antártico, las detenciones en Vidal Armadores significan que los peores pescadores furtivos ya no navegan las aguas, y que con suerte las poblaciones de peces podrán recuperarse.
“Aun así, la pesca ilegal de merluza negra reditúa millones de dólares de ganancias al año, por lo que no sería sorprendente que resurja su explotación el océano Antártico”, advirtió Chakravarty.
Si eso sucede, aseguró que el grupo volvería a la carga.