Maria Elisa Castillo confirmó que el caso llegó hasta oídos del Vaticano. “Nos mandaron una señal”, dijo la priora, “pero no entremos en detalles”. Y cerró el tema.
Mientras las 123 observaciones ambientales al proyecto El Canelo, elaboradas por los vecinos de El Peumo, comenzaban a ser estudiadas en los escritorios del Sistema de Evaluación Ambiental, el domingo 25 de noviembre de 2012 ─un mes y nueve días después de la entrega de ese documento─ comenzó a “quemarse todo” en las inmediaciones del convento de las Carmelitas Descalzas.
Alejandro Rabí era el vecino más cercano al monasterio. En la denuncia penal está su testimonio sobre el inicio del primer incendio, que fue recogido en el informe policial 1344/854 de la Brigada de Investigación Criminal de la Policía de Investigaciones: “sentí un sonido que venía del exterior, fui a mirar a la ventana del baño percatándome de que se trataba de fuego que provenía del sector del monasterio desde una parcela que está desocupada contigua a mi terreno”.
Y, después de contar que Coyanco había mantenido “conversaciones” durante más de seis meses “porque existe flora y fauna protegida”, el testigo Alejandro Rubí agrega: “nos causa extrañeza lo sucedido porque justamente el fuego arrasó con las especies arbóreas protegidas, quedando de alguna manera el paso libre para que esta empresa continúe su proyecto”.
Su casa y un auto se quemaron por completo. Mongabay Latam intentó ponerse en contacto con Alejandro Rabí pero fue imposible. Lo único que se supo es que se fue de la comunidad hace pocos meses sin avisarle al resto del grupo.
Desde el lado opuesto, en el monasterio, las monjas escucharon los estruendos de las llamas frente a la entrada del convento. Era como una gran tenaza parecida a los brazos de María Angélica Hernández cuando los extiende para hacer la representación de ese momento tras la barrera del locutorio. Recordó que de niña presenció un incendio de un auto, en Puente Alto, su barrio, pero lo que tenía enfrente era algo nunca antes visto.
Las 15 monjas salieron en chalas con palas y mangueras caseras. Se acercaron al fuego lo suficiente para quemarse la laringe y los pies. De poco les sirvió cubrirse las caras con sus hábitos. Una de ellas sufrió asfixia pero logró ser llevada al hospital a tiempo.
Al día siguiente, con las llamas apagadas, se observaron los cuatro costados del convento con vegetación quemada, de acuerdo al reporte elaborado por los vecinos. También afirman haber encontrado una lata de cera enterrada donde iniciaron las llamas. Este incendio, sin embargo, no figura en la bitácora de los Bomberos de San José del Maipo.
Las pruebas de lo ocurrido están en los hábitos quemados y en las idas al psicólogo de las monjas que durante meses vivieron con más zozobra de la que estaban preparadas para aguantar. Días antes del incendio, durante aquel noviembre, les había llegado una carta de Energía Coyanco solicitándoles 3000 metros de servidumbre para el proyecto. A la negativa de las Carmelitas Descalzas, siguió el incendio. Dentro del lugar de oración se desataron las conjeturas sobre un posible ataque incendiario.
Tres acontecimientos siguieron: la compra de equipo contra incendios, entrenamiento para usarlo y una lista con los pasos del procedimiento antiincendio colocados en una pizarra. A esto se suma una denuncia interpuesta por Energía Coyanco en junio de 2013 contra las religiosas y el arzobispo Ricardo Ezzati (su nombre fue retirado de la denuncia después de que el arzobispo demostrara que él no se oponía al proyecto).
Mientras tanto, la empresa compró el predio que se incendió. En declaraciones a la Brigada Especializada en Delitos contra el Medio Ambiente de la PDI (informe policial 115/851), Hernán Abad informó que al momento del siniestro, las parcelas ya estaban bajo su control. La compra ya estaba en trámite.
“Las parcelas ubicadas entre el señor Rabí y el convento fueron adquiridas por nosotros luego del incendio pero el trato había sido con anterioridad y se había demorado por los trámites notariales y legales de rigor”, declaró el gerente de Coyanco.
Siguieron los incendios. Los vecinos cada vez adquirían más entrenamiento y los niños afinaban el olfato, su pequeño sistema de alarma. Todos afinaron sus protocolos de seguridad, se nombraron a ellos mismos Los Guardianes del Peumo, pasaron mañanas, tardes y noches juntos apagando fuego. Se conocieron entre las brasas. Y todos juntos le colocaron una cruz a Rigoberto Catalán con sus firmas y mensajes de cariño.
En julio de 2014, la Comisión de Medio Ambiente de la Región Metropolitana rechazó el proyecto de la Central El Canelo y Energía Coyanco apeló el fallo en el Comité de Ministros y ahí se aprobó pero la resolución pedía un plan específico para la construcción del ducto.
Siguió la pugna legal. Los vecinos enviaron un recurso de anulación al Comité de Ministros (participan los ministros de Medio Ambiente, Economía, Minería, Energía, Salud y Agricultura) que no prosperó. Después lo intentaron con un recurso de reposición en agosto de 2016. Lo perdieron. El proyecto se ampara en que es de “interés nacional” general la energía que Coyanco propone generar, por el déficit energético que enfrenta Chile, y por lo tanto, debe recibir la servidumbre.