- La caza por la carne de animales silvestres afecta a más de 500 especies en África, pero es especialmente perjudicial para los grandes simios —gorilas, chimpancés y bonobos—, cuyas poblaciones reducidas y en peligro de extinción luchan por recuperarse de la caza excesiva.
- La carne de animales silvestres pone a los humanos en contacto cercano con la vida silvestre, lo que crea una vía principal para la transmisión de enfermedades como el ébola, así como también de enfermedades infecciosas nuevas. La propagación de enfermedades es especialmente preocupante entre los seres humanos y las especies de grandes simios africanos.
- En la actualidad, el consumo de carne de animales silvestres está impulsado por un mercado urbano africano de lujo; por la tala ilegal, que permite un acceso fácil al hábitat remoto de los grandes simios; y por los cazadores rurales empobrecidos, que necesitan ganarse la vida.
- Para resolver el problema de la carne de animales silvestres se debe tratar la aplicación ineficiente de las cuotas de caza y la protección insuficiente de las especies en peligro de extinción.
Los grandes simios deberían ser la mejor apuesta de la humanidad para la conservación: carismáticos, inteligentes, impresionantemente familiares, con ojos expresivos enormes. Es difícil pensar en criaturas con quienes el público se identifique con mayor facilidad o que sean consideradas como los que más vale la pena salvar que nuestros primos más cercanos.
Sin embargo, les estamos fallando.
Los chimpancés (Pan troglodytes), que pueden encontrarse a lo largo de África central y occidental, son los más numerosos de los grandes simios africanos, pero sus poblaciones están disminuyendo de forma drástica debido a la pérdida de hábitat y a la caza. Los gorilas orientales (Gorilla beringei) no alcanzan los 5000 individuos en libertad y ya tienen una zona de distribución sumamente restringida. Y, si bien los gorilas occidentales (Gorilla gorilla) están diseminados en una zona más amplia, solo el 22 % vive en áreas protegidas en la actualidad. Los bonobos (Pan paniscus) están limitados a franjas pequeñas de hábitat restante, que ha sido destruido por la guerra civil, la anarquía y la violencia.
Junto con los orangutanes, estos grandes simios representan nuestros parientes vivos más cercanos en la Tierra. Todos están En peligro crítico de extinción, excepto por los bonobos, que están En peligro de extinción, según la UICN. Y todos enfrentan una arremetida abrumadora de amenazas, que van desde pérdida de hábitat y comercio ilegal hasta cambio climático y guerra.
En la actualidad, una de las amenazas más graves es el comercio floreciente de carne de animales silvestres. La carne de animales silvestres obtenida a partir de la caza ilegal (elefantes, murciélagos, antílopes, monos, grandes simios, que aproximadamente suman unas 500 especies africanas) se vende en mercados de todo el continente, en especial en ciudades africanas con mejor posición económica, y hasta se exporta a Europa y a otros destinos.
Un antiguo hábito dietético amenaza la vida silvestre
La carne de animales silvestres ha existido desde el Homo sapiens sapiens, pero estaba limitada a algunas comunidades rurales que dependían de la carne para su subsistencia..
Hoy en día, la carne de animales silvestres se convirtió en un gran negocio y ayuda a alimentar a la población africana en auge. Se calcula que, anualmente, tan solo en la cuenca del Congo se producen unas cinco millones de toneladas de carne de animales silvestres.
Este crecimiento del comercio de carne de animales silvestres se debe en parte a la industria de la tala indiscriminada, en particular, a las rutas construidas para transportar maquinaria y leñadores, y para sacar madera. En toda África se están construyendo rutas a través de bosques primarios para llegar a concesiones nuevas de tala. Esos caminos les dan a los cazadores fácil acceso a poblaciones de vida silvestre, que solían encontrarse en lugares remotos, como los chimpancés, los bonobos y los gorilas.
Como consecuencia de esto, el comercio de carne de animales silvestres en África “está vaciando los bosques de vida silvestre más rápido de lo que las compañías madereras pueden sacar troncos”, sostiene Anthony Rose, director de The Bushmeat Project en el Biosynergy Institute de California. Los gorilas y otras especies en peligro de extinción son masacrados y apilados para su transporte por las rutas de tala para venderlos en el comercio multimillonario de carne de animales silvestres.
La carne de animales silvestres y las enfermedades humanas
Los seres humanos compartimos más del 98 % de nuestro genoma con los chimpancés y con los gorilas. Esta relación genética cercana es el centro de un problema serio que enfrentan África y el mundo entero en la actualidad: la transmisión de enfermedades.
Los seres humanos son tan similares a los grandes simios que casi no se necesita una gran evolución para que un virus o bacteria perjudicial para la salud salte la barrera de la especie. Y este salto es de doble vía: es posible la transmisión de humano a simio y viceversa. Un resfrío común, que es un inconveniente menor para un ser humano, puede matar a un gorila.
La transmisión de enfermedades entre animales salvajes y seres humanos puede darse cuando exista contacto directo. Esto incluye encuentros de animales con leñadores, cazadores furtivos y turistas, y especialmente con quien compre, venda, manipule o coma carne de animales silvestres.
Los científicos están particularmente preocupados por las epidemias de enfermedades nuevas transmitidas por la carne de animales silvestres. “Los animales son una fuente habitual de introducción de enfermedades infecciosas nuevas en la población humana —explica Michael Jarvis, virólogo de la Universidad de Plymouth. Algunas de las zoonosis más conocidas son el VIH, la peste bubónica, la fiebre de Lassa, el SARS y, más recientemente, el ébola—. Hasta se cree que la malaria fue introducida originalmente a la población humana por medio de los gorilas”, afirma.
Y este no es un riesgo menor: las enfermedades transmitidas por los animales a los seres humanos representaron el 60 % de las enfermedades infecciosas emergentes entre 1940 y 2004.
Las enfermedades zoonóticas pueden originarse en los animales silvestres o en el ganado, pero más del 70 % de las enfermedades infecciosas emergentes zoonóticas provienen del contacto con animales salvajes. Si una enfermedad existente en la vida silvestre desarrolla la habilidad de infectar a los humanos, nuestra especie es sumamente vulnerable porque no tenemos una inmunidad preexistente.
“La invasión de lo que queda de zona selvática en África está explotando una fuente de microorganismos virulentos nuevos, lo que lleva enfermedades y muerte a las poblaciones humanas urbanas de todo el continente”, sostiene Rose.
Lecciones de la Historia
Una de las epidemias humanas más devastadoras en la historia reciente fue causada por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), y las pruebas abrumadoras señalan el origen en los grandes simios.
Los chimpancés pueden portar virus de inmunodeficiencia en simios (VIS), los ancestros salvajes del virus del SIDA, más común en los seres humanos: el VIH-1. En algún momento entre 1910 y 1930, un VIS en un chimpancé en Kinsasa, República Democrática del Congo, hizo un salto a los humanos, aunque pasarían otros 60 años antes de que la enfermedad llegara al nivel de pandemia en los Estados Unidos y en el mundo entero.
Mientras que los VIS necesitan algunos cambios genéticos para infiltrarse en el sistema inmune del ser humano, otros virus pueden infectar a múltiples especies primates al mismo tiempo. Uno de esos virus es tal vez el patógeno humano más temido, por lo menos hasta ahora: el ébola.
El virus del ébola apareció por primera vez en 1976, con unos pocos casos en la República Democrática del Congo (RDC) y en Sudán. El ébola parece infectar humanos, chimpancés y gorilas de manera indiscriminada. Es mortal entre un 50 y un 90 % de los casos, y tiene un impacto devastador en humanos y en animales salvajes en toda África Central.
Desde 1976, ha resurgido de forma esporádica, con más de 20 brotes en seres humanos e incontables en poblaciones de grandes simios silvestres. La epidemia humana que comenzó en África Occidental en el 2013 duró más de dos años y mató a más de 11 000 personas. También generó miedo en todo el mundo.
Muchas de estas epidemias humanas tuvieron brotes paralelos en simios, lo que mató a miles de gorilas y de chimpancés en los bosques tropicales de África Central. Esto redujo las poblaciones de estos primates dentro de las últimas fortalezas silvestres y probablemente eliminó un tercio de los chimpancés y gorilas desde 1990.
En busca de reservorios
Los virus y bacterias zoonóticas son sumamente difíciles de erradicar y de evitar el contagio, debido a su habilidad de ocultarse en regiones remotas y en una variedad de especies sin identificar, así como también a su capacidad de saltar de una especie a otra.
El ébola, por ejemplo, vive sin ser detectado durante años entre un brote y otro, ya que se oculta en un portador que no muestra síntomas, conocido como “especie reservorio”. Si bien los humanos y los simios muestran síntomas muy graves si son infectados, los portadores silenciosos facilitan cada brote nuevo. A pesar de las investigaciones, los científicos aún deben identificar de forma concluyente el verdadero reservorio.
Los candidatos más probables de reservorio del ébola, que se están investigando en la actualidad, son las especies de murciélagos. Hoy en día se cree que el brote 2013-16 se originó en un niño de dos años de Guinea, quien probablemente haya contraído el virus por un murciélago de la fruta.
Sin embargo, muchos brotes humanos de ébola han sido provocados no por las especies reservorio, sino por el contacto con los simios infectados. “Esto no sucedió una sola vez, sino que se ha repetido a lo largo del tiempo”, enfatiza Jarvis. El “manipuleo de cadáveres de simios infectados con ébola es responsable por alrededor del 30 % de todos los brotes humanos de ébola anteriores”.
Amenazas desconocidas e ignoradas de la carne de animales silvestres
Como se mencionó anteriormente, el riesgo de enfermedades zoonóticas no se limita a patógenos conocidos; siempre está la posibilidad de que, en cualquier momento, una enfermedad desconocida haga el salto entre especies.
El año pasado, un equipo liderado por Fabian Leendertz, del Instituto Robert Koch, en Alemania, anunció el descubrimiento de un patógeno nuevo, similar al ántrax, en animales silvestres a lo largo de África Occidental y Central.
El ántrax puede ser contraído por los seres humanos al entrar en contacto con esporas bacterianas o al consumir carne de animales infectados. La bacteria infecta a chimpancés y a gorilas, así como también a elefantes y cabras, y el equipo del Instituto Koch cree que esta variante podría haber sido la fuente de algunos brotes de ántrax en humanos.
A pesar de las pruebas, cada vez más concluyentes (desde el VIH hasta el ébola y el ántrax), la actitud de los locales respecto de los riesgos de la carne de animales silvestres en África sigue siendo relajada, según Marcus Rowcliffe, un investigador asociado del Instituto de Zoología en Londres, quien estudió los factores socioeconómicos que influyen las tendencias comerciales de la carne de animales silvestres. “En general, las encuestas han demostrado que la gran mayoría de aquellos involucrados en el comercio [de carne de animales silvestres] no perciben la enfermedad como un riesgo importante”.
En busca de soluciones
Aún no queda claro si el brote de ébola más reciente pudo haber modificado la percepción en África respecto de estos riesgos muy reales de transmisión de enfermedades de animales silvestres. Los expertos sostienen que los programas educativos que informen a los locales sobre los peligros del contacto con animales silvestres pueden ser una herramienta poderosa para reducir el consumo de carne de animales silvestres y podrían servir no solo para frenar la enfermedad, sino para conservar la vida silvestre al reducir la demanda de carne silvestre.
Otra herramienta prometedora para reducir la transmisión de enfermedades compartidas entre humanos y grandes simios, como el ébola, es vacunar a ambos. “Un programa exhaustivo de vacunación será muy importante para proteger a los grandes simios de la extinción”, afirma Jarvis.
Las primeras vacunas contra el ébola comenzaron a desarrollarse a principios de la década del 2000, pero quedaron estancadas en la fase preclínica debido a la falta de financiación, algo que parecía lógico considerando la cantidad relativamente reducida de personas impactadas por la enfermedad hasta aquel momento. Luego ocurrió la epidemia del 2013, donde más de 11 000 personas murieron en África Occidental.
Para el 2015, la vacuna del ébola pasó rápidamente hasta la fase III de las pruebas, donde se confirmó un 100 % de efectividad en humanos. Las buenas noticias son que las vacunas contra el ébola para humanos también pueden adaptarse para utilizarlas con animales silvestres, inclusive los grandes simios. Este es un objetivo que debe cumplirse pronto si queremos salvar a los primates de África de la extinción.
Entonces, ¿cómo se vacuna a un gran simio silvestre?
Si bien desarrollar una vacuna efectiva contra el ébola es un paso clave para proteger a los humanos, crear esta vacuna para los grandes simios no es suficiente para proteger a nuestros primos primates escurridizos. “El problema para vacunar animales silvestres, como los simios africanos, no es si tenemos una vacuna operativa, sino cómo llegamos hasta los animales para vacunarlos”, plantea Jarvis.
Claro que algunos simios son más accesibles que otros. Algunos grandes simios ya están habituados a la presencia de los humanos, ya sea por turismo o por investigaciones ecológicas y conductuales. Estos simios serían los más fáciles de vacunar y deberían ser los primeros objetivos de la protección contra enfermedades por su contacto frecuente con humanos, lo que los coloca en un serio riesgo de infección.
Jarvis sostiene que una forma de hacer llegar las vacunas a los animales silvestres es colocarlas en su alimento. “Colocar cebos con la vacuna incluida resultó muy exitoso para controlar la rabia en carnívoros salvajes en América del Norte y en Europa”, explica. Sin embargo, es poco probable que esta estrategia funcione con los simios africanos, ya que tienden a ser selectivos con los alimentos que consumen y que viven en ambientes cálidos y húmedos, donde los cebos se descomponen con rapidez.
Una opción prometedora es una vacuna de autopropagación, que se extiende de individuo a individuo, tal como lo hace el propio virus. Jarvis es parte de un proyecto de colaboración para desarrollar dicho sistema. En la actualidad, el equipo está poniendo a prueba una vacuna de dosis única en monos macacos, que luego podría desarrollarse como una vacuna de propagación para grandes simios.
Si tienen éxito, este enfoque podría ser un punto de inflexión, según Jarvis, lo que le daría a los conservacionistas “la habilidad para controlar muchas [enfermedades zoonóticas], no solo el virus del ébola”. Pero advierte que la vacuna de autopropagación está en las primeras etapas de desarrollo y podría no estar disponible para programas de vacunación de animales silvestres por otra década. Eso es mucho tiempo de espera para especies En peligro crítico de extinción.
El problema continuo de la carne de animales silvestres
Las vacunas desarrolladas para enfermedades conocidas solo abordan un aspecto del problema de contagio de primates. Mientras los grandes simios sean cazados por su carne, las poblaciones continuarán reduciéndose, y habrá riesgo de epidemias inesperadas causadas por un virus o bacteria desconocido, que salte del simio al humano, lo que provocará brotes de enfermedades contagiosas nuevas.
Para proteger a nuestra especie y a otras especies, necesitamos frenar el comercio de carne de animales silvestres para reducirlo a niveles sustentables, y debe hacerse rápido. Eso significa contar con medidas más fuertes de conservación de grandes simios, así como también una mejor protección para las otras 500 especies que se cazan por la carne a lo largo de África. Este objetivo no es algo que los países africanos pobres puedan alcanzar, pero es en beneficio de todos los países contribuir financieramente para detener nuevas epidemias zoonóticas antes de que comiencen.
Mejorar el control y la implementación de leyes y normas de conservación sería un paso clave hacia adelante, no solo en el ámbito silvestre, sino también en cada etapa de la cadena de suministro de carne de animales silvestres.
Pero proscribir la carne de animales silvestres no será suficiente. Comprender lo que motiva a las personas a cazar animales silvestres y a comer su carne es esencial si queremos abordar lo que se convirtió no solo en un problema africano, sino en un fenómeno mundial.
Desde el motivo de la subsistencia hasta el de la ganancia
Para muchas comunidades rurales, la carne de animales silvestres sigue siendo una fuente vital de proteínas, pero en las áreas urbanas de África se ha convertido en un producto de comercio regular.
“La tendencia principal [en el consumo de carne de animales silvestres] ha cambiado de un uso dominado por la subsistencia a un uso dominado por el comercio”, explica Rowcliffe. Este cambio ha sido generado por un aumento de consumidores urbanos ricos, provistos por cazadores rurales pobres, junto con una mejor conexión de transporte e intermediarios bien organizados.
La carne de animales silvestres encaja bien en este modelo, ya que es un producto altamente comercial: es bastante ligero y fácil de transportar, y es valioso. “Los pueblos y ciudades a lo largo del África tropical tienen mercados florecientes, donde la carne ilegal de animales silvestres se vende entre dos y seis veces más cara que el pollo o que la carne de res”, informa Rose.
A las ganancias empresariales hay que sumarle el hecho de que los cazadores pueden matar a los primates adultos y capturar a los más jóvenes para venderlos en las redes de tráfico de vida silvestre. Por lo tanto, la carne de animales silvestres y el comercio de vida silvestre van de la mano, junto con el tráfico de armas y de drogas.
Allí es donde entran la guerra y la agitación social. La guerra civil en la República Democrática del Congo en la década del 90 provocó que muchas personas huyeran de las ciudades y se mudaran a zonas rurales, lo que llevó a un aumento enorme del comercio de carne de animales silvestres y a una disminución impactante de las poblaciones de estos animales. Las milicias que se ocultaban en el bosque comían carne de animales silvestres y también la vendían, mientras participaban del tráfico de vida silvestre, armas y drogas, así como también apoyaban la tala ilegal y las operaciones mineras de minerales de conflicto, tales como el coltán, que se utiliza en los aparatos electrónicos.
“El conflicto estimula el comercio de carne de animales silvestres y debilita la conservación en general al quebrar la protección existente y sustituir un régimen en el que los militares buscan obtener ganancias con la vida silvestre”, explica Rowcliffe.
Entre 1990 y el 2000, la tasa de pérdida de bosque primario en RDC fue el doble de la tasa de posguerra, las ventas de carne de animales silvestres aumentó un 23 %, y la cantidad de grandes simios se derrumbó. Estas son particularmente malas noticias para los bonobos, cuya zona de distribución se encuentra dentro de la RDC.
Al igual que otros grandes simios, los bonobos no se reproducen con rapidez, con un tiempo entre generaciones de 25 años, lo que hace que las poblaciones sean especialmente vulnerables a la caza. Se cree que, en la actualidad, existen menos de 20 000 individuos silvestres. Son tímidos y tienden a evitar los bosques fragmentados o las zonas de alta actividad humana, lo que deja un 72 % de su zona histórica de distribución inutilizable. Esto coloca a la especie en un contacto cada vez más frecuente con los humanos, donde corren el riesgo de ser cazados por su carne o capturados para el comercio de mascotas.
Rowcliffe señala que las normas culturales continúan impulsando el problema de la carne de animales silvestres: algunos locales tienen un “apego cultural fuerte y persistente a la carne de animales silvestres” por encima de otras fuentes de proteínas y, hoy en día, entre 30 y 85 % de las proteínas que consumen los africanos provienen de la carne de animales silvestres. Sin embargo, según un estudio, solo los consumidores rurales prefieren la carne de animales silvestres de forma consistente, lo que sugiere que los mercados urbanos pueden ser reducidos con más facilidad si se implementan incentivos financieros, medidas legales disuasivas y/o programas educativos sobre riesgos de enfermedades.
Alternativas al comercio de carne de animales silvestres
Si queremos frenar el comercio de carne de animales silvestres, los Gobiernos y las ONG también deben ofrecer medios de vida alternativos —inclusive capacitación y equipamiento— para que los cazadores pobres y los intermediarios que transportan la carne de animales silvestres puedan mantenerse con empleos nuevos.
Un informe del 2011 del Convenio sobre la Diversidad Biológica sugirió una serie de alternativas viables a la caza de carne de animales silvestres, tales como apicultura, manualidades, cultivos de Comercio Justo y cría de animales pequeños (cobayos, ranas y hasta insectos). El informe plantea que el sostén de familia diversifica sus fuentes de ingreso en lugar de depender de un solo negocio. Por ejemplo, el Anne Kent Taylor Fund creó un proyecto para capacitar a las comunidades Maasai, dependientes de la carne de animales silvestres, para vender joyas de cuentas y para patrullar bosques y llanuras en busca de cazadores furtivos. Con las ganancias de las ventas en mercados locales, los trabajadores Maasai pudieron construir un molino de granos y abrieron su propio negocio, lo que les da una fuente adicional de ingresos.
Rowcliffe cree que el comercio de carne de animales silvestres puede convertirse en una actividad sustentable en África, “en teoría, pero se necesitará un cambio social profundo. Existen muchas especies productivas y resistentes en el comercio de carne de animales silvestres, que pueden sostener una caza sustentable”, explica, pero la demanda continua de carne de animales silvestres y la falta de un apoyo gubernamental efectivo para las restricciones de caza son obstáculos importantes para dicha transformación.
La preocupación es que ninguno de estos cambios sucederá con la suficiente rapidez para salvar a los grandes simios, cuyas poblaciones continúan disminuyendo. Mientras nuestros primos más cercanos tambalean por el ataque en conjunto de deforestación, pérdida de hábitat, tráfico ilegal, guerra y cambio climático, ¿serán la carne de animales silvestres y las enfermedades transmitidas por el hombre las últimas dos estocadas para los grandes simios de África?
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