- Hay una pandemia en el horizonte. Más del 40 por ciento de las especies de salamandra estadounidenses ya están amenazadas de extinción. ¿Las exterminará la llegada de un nuevo patógeno?
- El patógeno fúngico llamado Batrachochytrium salamandrivorans (Bsal) ha eliminado casi por completo varias poblaciones de salamandra común en Europa y los biólogos piensan que podría ser cuestión de tiempo que llegue a Norteamérica.
Norteamérica es el punto de mayor diversidad de salamandras del mundo. El continente alberga todas las familias de salamandra del mundo excepto una (la Hynobiidae, que solo se encuentra en Asia) y casi la mitad de todas las especies que existen. Estados Unidos, en particular la parte Este, es, además, un foco de diversidad abundante con más especies que ningún otro país.
Sin embargo, a los biólogos les inquieta que una enfermedad emergente pueda acabar con esa diversidad. Se trata de un hongo llamado Batrachochytrium salamandrivorans, Bsal) que se come la piel de las salamandras, lo que les causa graves lesiones y, en muchos casos, la muerte.
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El Bsal se identificó por primera vez en Europa después de que casi eliminara varias poblaciones de salamandra común en Holanda, Alemania y Bélgica. Los investigadores creen que viajó a Europa desde Asia a través del comercio de mascotas, y piensan que podría ser cuestión de tiempo para que llegue a los Estados Unidos. Una vez allí, es posible,, según los biólogos, que el Bsal cause grandes daños a las poblaciones de salamandra. Las investigaciones preliminares indican que muchas, si no la mayoría de las especies de salamandra son susceptibles a la infección, y las que no mueren directamente pueden ser portadoras y ayudar a propagar la enfermedad a nuevas áreas y ecosistemas.
El Bsal no es la única amenaza para las salamandras norteamericanas. La pérdida de hábitat, las enfermedades actuales y otras presiones humanas ya han ocasionado declives pronunciados que han llevado a más del 40 por ciento de las especies estadounidenses a estar en peligro de extinción. A los científicos les preocupa que el Bsal sea la gota que haga colmar el vaso para las especies que ya están amenazadas, y priorizan su conservación mientras se apresuran a desarrollar un plan de acción para combatir una posible pandemia.
‘El lugar adecuado en el momento adecuado’
Las salamandras norteamericanas viven bajo tierra y bajo el agua, en los árboles y en el suelo del bosque, y han evolucionado en una cantidad vertiginosa de especies que son capaces de vivir en gran variedad de ecosistemas. Los biólogos piensan que su diversidad tiene que ver con el hecho de que laa mayoría de especies de salamandra pasan su vida en pequeños rangos de distribución en lugares con distintos tipos de hábitat. Eso significa que las poblaciones se separaron fácilmente las unas de las otras, y esta separación permitió que evolucionaran a nuevas especies durante millones de años.
Básicamente, la diversidad de salamandras norteamericanas se debe a una “mezcla de oportunidad y de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado”, dice David Wake, experto en salamandras y profesor emérito en la Universidad de California Berkeley. Wake lleva décadas investigando las salamandras y escribió el libro sobre Plethodontidae, la familia de salamandras más grande del mundo.
Según Wake, la familia Plethodontidae seguramente evolucionó en los montes Apalaches al sur de los Estados Unidos y debe su éxito a dos raras adaptaciones. En primer lugar, las salamandras pletodóntidas experimentan un “desarrollo directo”, es decir, no pasan por la fase de larva acuática típica en la mayora de anfibios. En lugar de eso, estas salamandras ponen huevos en la tierra (y a menudo los protegen), de los que salen diminutos facsímiles terrestres de los adultos.
Las salamandras pletodóntidas, además, no tienen pulmones, y “respiran” a través de la piel y absorbiendo aire con su boca vascularizada. La falta de pulmones tiene inconvenientes: la respiración cutánea implica que siempre tienen que estar húmedas para absorber oxígeno, e impone un límite a su tamaño. No obstante, también ha permitido que las salamandras pletodóntidas den un nuevo uso a los músculos y el cartílago que normalmente se utiliza para respirar: el lanzamiento de lengua. A diferencia de otras salamandras que necesitan acercarse a la presa para cazarla, las pletodóntidas proyectan su lengua para comer. La lengua puede llegar a ser casi tan larga como su cuerpo. Esto, según Wake, abrió nuevas fronteras de hábitat, como los trópicos, y contribuyó a la evolución de las más de 400 especies de pletodóntidos que existen en el mundo.
“El sistema especializado de alimentación de los pletodóntidos no era limitante sino bastante eficiente en muchos entornos ecológicos”, dijo Wake. “Si añadimos el desarrollo directo y el hecho de que no tienen que depender del agua, las salamandras tenían acceso a muchos microhábitats que no utilizan otras salamandras (por ejemplo árboles y bromeliáceas en árboles)”.
Las salamandras no son diversas solo en su apariencia y preferencias de hábitat. También han evolucionado gran variedad de comportamientos en el cortejo, algunos de ellos bastante complejos.
“Los rituales apareamiento y las feromonas de las salamandras pletodóntidas son una gran área de estudio para los científicos interesados en la evolución de estos comportamientos y componentes químicos”, dijo el candidato doctoral Todd Pierson de la Universidad de Tennessee. “Además, hay algo mágico en la idea de estar bajo la lluvia contemplando el baile de las salamandras”.
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Pierson se vio inspirado a estudiar la reproducción de las salamandras después de ser testigo de los bailes de cortejo de la salamandra Yonahlossee (Plethodon yonahlossee), un pletodóntido multicolor que se encuentra en el sur de los Apalaches. Sus colegas y él están acabando un estudio de las salamandras de dos rayas (Eurycea bislineata) con el que han descubierto que esta especie tiene dos tipos de macho: el “macho buscador”, equipado para encontrar hembras, y el “macho protector”, que protege a la hembra en los sitios de anidación.
Las salamandras norteamericanas suelen ser el vertebrado más abundante en su ecosistema, los investigadores encontraron tres salamandras por metro cuadrado en los bosques del este de los EE. UU. Los biólogos afirman que esta abundancia posiblemente contribuya a la magnitud con la que afectan a los ecosistemas.
“Es difícil cuantificar la importancia de las salamandras en el ecosistema, pero la increíble biomasa que alcanzan algunas especies sugiere que debe de ser considerable”. Opina David Beamer, biólogo en el Nash Community College en Carolina del Norte, quien ha estado estudiando las salamandras los últimos 15 años.
Los estudios han descubierto que al comer tantos insectos, las salamandras ayudan a regular el ciclo de nutrientes del bosque y las emisiones de carbono, y tienen otras funciones importantes como depredadores.
“Al menos en algunas situaciones como en las aguas vernales, funcionan como depredadores clave”, dijo Beamer. Los depredadores clave tienen un papel fundamental en el mantenimiento de la biodiversidad de un ecosistema al controlar las poblaciones de otras especies. Las propias salamandras son una fuente importante de presas para otros animales.
Sin embargo, las salamandras y sus funciones ecosistémicas están cada vez más amenazadas y muchas especies ya han sufrido graves declives. En la lista de la UICN hay 41 especies de salamandras en las categorías de Vulnerable, En Peligro o En Peligro Crítico; 35 de ellas son pletodóntidas. Las causas son casi tan diversas como las propias salamandras (y algunas no están claras), pero se agrupan bajo algunos encabezados habituales: pérdida de hábitat, especies invasoras y enfermedades introducidas.
Sin hogar y sin comida
La pérdida de hábitat y la degradación se suelen ver como la mayor amenaza para los anfibios de todo el mundo. La mayor parte del cambio de la cubierta terrestre en los Estados Unidos sucedió antes de 1910, pero la degradación, fragmentación y otros tipos de alteraciones siguen afectando al hábitat de los animales.
Estudios llevados a cabo en los 90 descubrieron que la densidad de salamandras era cinco veces más baja en zonas de los montes Apalaches que se habían talado que en bosques nativos maduros. Los investigadores calcularon que la extracción de madera en los bosques nacionales en el oeste de Carolina del Norte llevó a la pérdida de unos 14 millones de salamandras al año.
“También está reduciendo crónicamente las poblaciones regionales en más de 250 millones de salamandras (9 %) por debajo de lo que podrían estar si no se cortaran los bosques maduros”, escriben en su estudio.
Beamer dice que las salamandras son “relativamente resistentes” y pueden tolerar una pérdida de hábitat bastante grande, ya que no necesitan grandes territorios para sobrevivir.
“Las mismas características de la biología de las salamandras que han llevado a la gran diversidad de especies, seguramente las ayuda a reducir las consecuencias de la degradación del hábitat en relación con otras especies animales”, dijo.
Sin embargo, añadió que ha visto declives locales debidos a la destrucción del hábitat. Señala, específicamente, a las salamandras pardas del género Desmognathus, muchas de las cuales viven en la llanura costera de EE. UU., una serie de territorios planos y pantanosos que se extienden a lo largo de la costa este de Estados Unidos hasta México.
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“El declive en estos casos es anterior a mis observaciones, pero al revisitar localidades donde históricamente se hacían capturas, está claro que muchas de las poblaciones (quizás incluso la mayoría) han disminuido”, dijo Beamer.
El hábitat de las salamandras pardas incluye el bosque de pino de hoja larga de la llanura costera. El bosque de pino de hoja larga llegó a ser el mayor ecosistema boscoso de Norte América, pero ahora queda menos de un 5 por ciento La llanura costera en conjunto se considera un lugar de gran biodiversidad, contiene más de 1500 especies endémicas de plantas y ha perdido más del 70 por ciento de su hábitat. También es hogar de más de especies de ranas que ningún otro lugar en Estados Unidos y Canadá y puede presumir de albergar a seis de las nueve familias de salamandras del planeta.
Una especie de salamandra parda que ha sufrido un declive particular es la salamandra parda del sur (D. auriculatus). La especie, que antes se podía encontrar en muchos lugares de Florida, Georgia y una parte de Alabama, ha desaparecido de más del 99 por ciento de su rango de distribución y solo existe en un puñado de lugares. Los investigadores aún están intentando averiguar qué causó ese descenso, pero creen que una pista podría estar en que las únicas poblaciones supervivientes que se conocen están en bosques protegidos y que no han sido alterados en mucho tiempo.
Otras salamandras de la llanura costera amenazadas por la pérdida de hábitat son el tritón rayado (Notophthalmus perstriatus), la salamandra de Florida (Ambystoma cingulatum) y la salamandra reticulada (A. bishopi). Todas estas especies son nativas del bosque de pino de hoja larga y dependen de islas de bosque protegido para sobrevivir. La salamandra de Florida y la reticulada están categorizadas como Vulnerables por la UICN, mientras que el tritón rayado se considera Casi Amenazado y hace poco se le denegó la protección federal.
Además de la pérdida completa de hábitat, Beamer dice que “la gestión de hábitat bienintencionada” también daña a las salamandras. Pone de ejemplo las salamandras de Florida que viven entre los pinos de hoja larga, una de las especies que más dependen de los incendios en Norte América. En lugar de hibernar durante el invierno, las salamandras de Florida hibernan bajo tierra en verano porque es la época de incendios en su hábitat. O al menos, solía serlo. Ahora, los gestores forestales provocan incendios controlados para imitar las condiciones naturales y ayudar a que el bosque de pino de hoja larga se restaure, pero lo hacen en invierno.
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Las salamandras pardas se reproducen en estanques efímeros que se secan en verano y se vuelven a llenar en invierno. Los estudios han descubierto que los incendios provocados en invierno son menos efectivos y no pueden quemar cuencas de estanques como lo harían en verano. Si no hay fuego para quemar la vegetación y proporcionar nutrientes, las larvas acuáticas de las salamandras podrían no crecer tan rápido como necesitan para hacer la metamorfosis a su forma adulta antes de que vuelvan a secarse los estanques, según sostienen los investigadores.
Para colmo, hay especies invasoras como los jabalíes que hocican en el hábitat de las salamandras y lo destruyen, se comen las salamandras y sus huevos y propagan enfermedades de un ecosistema a otro. Aunque llevan siglos allí, las investigaciones indican que ahora son una amenaza mayor para las especies cuyos rangos de distribución han disminuido por la pérdida de hábitat. Un estudio publicado en Nature de 2018 descubrió que los jabalíes comparten hábitat con casi el 88 por ciento de las especies en peligro en los EE. UU. continentales, una cifra que los autores predicen que aumentará en la próxima década. Esta lista incluye tanto a las salamandras de Florida como a las reticuladas, además de pletodóntidos amenazados como la salamandra de Barton Springs (Eurycea sosorum), la salamandra ciega de Austin (Eurycea waterlooensis), la salamandra de Jollyville Plateau (Eurycea tonkawae) y muchas otras.
Y a diferencia de la tala industrial, los jabalíes no evitan las zonas protegidas.
“Los costes anuales de controlar especies invasoras que ocupan hábitats de especies amenazadas de Estados Unidos se calculan en un total de 29-38 millones de dólares (dólar en 1997)”, escriben, “y sin un nivel de apoyo continuo, el 60 por ciento de estas especies podría sufrir declives o extinciones aunque sus hábitats, en teoría, estén protegidos”.
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Podría haber otro factor para la disminución de las poblaciones de salamandras, según David Wake: el descenso mundial de la abundancia de insectos.
Las noticias llegaron gracias a un estudio de 2017 en PLOS ONE que descubrió que la biomasa de insectos voladores en ciertos lugares de Alemania había caído en un 76 por ciento en un periodo de 27 años. No obstante, varios estudios ya se habían publicado antes con descubrimientos similares. Más recientemente, un estudio de 2018 publicado en PNAS descubrió que la biomasa de artrópodos en Puerto Rico era entre 10 y 60 veces más pequeña que en los 70.
Otros estudios han detectado declives de animales que comen insectos, como los anolis en Puerto Rico, y las aves en Alemania y Norte América. Aunque las salamandras no se han estudiado directamente en relación con este fenómeno, Wake dice que es “una amenaza grave que ha recibido demasiado poca atención”, y añade que tiene el potencial “de afectar de forma importante las poblaciones de salamandras”.
Una epidemia en camino
Al haber tantas especies de salamandra amenazadas, los investigadores están preocupados por lo que podría pasar si el Bsal llega a Norte América. La mayoría de especies en Estados Unidos son pletodóntidos, que según sugieren las investigaciones son particularmente susceptibles a la enfermedad. Los tritones de la familia Salamandridae también están entre los considerados de ser muy susceptibles a la infección.
Los biólogos se apresuran a hacer pruebas a tantas especies como pueden, y ya lo han conseguido con algunas decenas. Aunque no han publicado sus resultados, afirman que la mayoría de especies a las que han realizado pruebas podría infectarse. Están dando prioridad a las salamandras en peligro de extinción para saber a dónde destinar las acciones de conservación en caso de un brote y tienen planes de extraer especies de la naturaleza si parece que su extinción está en el horizonte cercano.
Los investigadores no solo están haciendo pruebas en salamandras, también comprueban si las ranas norteamericanas son susceptibles a la infección, y parece que sí. Hay varias especies que podrían ser portadoras.
Un factor que lo complica todo es la presencia de otra enfermedad. Un hongo relacionado llamado Batrachochytrium dendrobatidis (Bd) que ya se ha propagado por el mundo y ha afectado a unas 200 especies de anfibios, sobre todo ranas, y ha llevado a muchas de ellas a la extinción. El Bd, que favorece los entornos cálidos, está presente en muchos ecosistemas de Estados Unidos y las investigaciones indican que empeoran los impactos del Bsal.
“En general, pienso que hay buenos motivos para estar preocupados por el destino de las salamandras”, dijo Pierson.
Los biólogos dicen que lo mejor sería asegurarse de que nunca llega a los Estados Unidos imponiendo una prohibición estricta en el comercio para todos los anfibios que entren al país. En 2015, los investigadores, entre ellos Wake, publicaron un artículo en el que pedían “una prohibición inmediata en todas las importaciones de salamandras vivas” hasta que se aplicaran protocolos de gestión y prevención de declives efectivos. El gobierno de Estados Unidos respondió en enero de 2016 con una prohibición, aprobando una norma provisional bajo la Ley Lacey que categoriza 201 especies de salamandras como “perjudiciales” y restringe su comercio.
Desde entonces, las investigaciones han mostrado que las ranas también pueden ser portadoras. Algunas de ellas son especies estrechamente relacionadas con las que se suelen vender como mascotas.
“Ahora que sabemos que las ranas son vectores potenciales, la acción más contundente sería prohibir todas las importaciones de salamandras y ranas”, declaró Tiffany Yap, científica del Centro para la Diversidad Biológica especializada en enfermedades anfibias, a Mongabay en octubre.
Para Beamer, la prohibición sería un buen primer paso, pero le preocupa que el Bsal ya haya entrado gracias a los millones de salamandras que se han importado a Estados Unidos en los últimos 50 años. También sostiene que, seguramente, el Bsal no será la última enfermedad que amenaza a las salamandras, y recalca la importancia de la investigación.
“En la sociedad global en la que vivimos, sospecho que tendremos más problemas con patógenos que lleguen a nuevos portadores y ambientes, y hay una gran posibilidad de que se den dificultades generalizadas. Es una situación difícil para la que no hay respuestas fáciles”, dijo Beamer.
“Definitivamente, tenemos que apoyar la investigación para estudiar patógenos emergentes. Esa es la mejor manera de tener posibilidades de contenerlos”.
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