El Bd prefiere las ranas, mientras que el Bsal prefiere las salamandras, pero ambos hongos producen la misma enfermedad brutal llamada quitridiomicosis. Cuando las esporas de ambas especies se adhieren a un anfibio susceptible, los cuales se cuentan en cientos, cosechan sus células cutáneas para producir una llamada célula madre que genera incluso más esporas.

Esto es una pesadilla para estos animales, los cuales, como es bien sabido, usan su piel para absorber agua y, en algunos casos, respirar.

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“Burdamente, verás cómo estas úlceras se creen en la piel”, dice Matt Gray, ecologista de la Universidad de Tennessee, que ha estado estudiando el género Batrachochytrium durante años. “Parece que alguien haya cogido la colilla de un cigarro y quemado el animal. En última instancia, provoca la enfermedad y la muerte”.

Cuando el Bd fue descubierto en 1998, ya se estaba convirtiendo en una pandemia que infectaba a arroyos y estanques desde América del Sur hasta Australia y, por supuesto, a los animales que vivían en ellos. Ahora los científicos temen que el Bsal esté siguiendo el mismo camino —esta vez a costa de lo que podrían ser cientos de especies de salamandras.

Los científicos creen que el Bsal es originario de Asia, donde viven en una armonía relativa con los anfibios locales que probablemente han evolucionado conjuntamente con el agente patógeno durante el milenio. Pero en algún momento a principios de este siglo, el Bsal según parece viajó a los Holanda a través del comercio de mascotas. Allí, escapó al entorno silvestre, donde prosperó. En cuestión de años, el Bsal ha arrasado con casi el 96 % de la población nativa del país de la salamandra común

Una salamandra común (Salamandra salamandra) cubierta de pequeñas ulceraciones mortales del Bsal. Los científicos creen que el agente patógeno casi ha arrasado con la salamandra común en los Holanda. Fotografía de F. Pasmans.

Los científicos dicen que es solo cuestión de tiempo antes de que el hongo realice el mismo recorrido a los EE.UU., hogar del mayor número de especies de salamandras del mundo, más de la mitad de las cuales podrían ser susceptibles a la infección del Bsal, según el estudio sin publicar de Gray. Dicen que, ni siguiera una restricción impuesta recientemente en el comercio de mascotas — una prohibición en la importación de 201 especies que los científicos creen que son susceptibles — lo puede parar.

“Realmente parece ser una cuestión de tiempo”, dice Priya Nanjappa, la excoordinadora nacional de la organización sin ánimo de lucroa Socios en la Conservación de Anfibios y Reptiles (PARC, por sus siglas en inglés), uno de los dos grupos sin ánimo de lucro que abordan la amenaza del Bsal en los EE.UU.

Como otros expertos en anfibios, Nanjappa está preocupada. Pero señala una un importante lado positivo; los científicos, probablemente por primera vez, conocen con antelación la incipiente amenaza. Saben que el Bsal viene de camino, saben qué buscar y, gracias a décadas de investigación en el Bd, tienen una buena idea de cómo se propagará. Así que, en vez de esperar a que el brote les coja por sorpresa, pueden buscar el hongo y atacar cuando lo encuentren.

La trayectoria de un agente patógeno

No importa cuánto tiempo tengas, encontrar el Bsal no es fácil. Las salamandras pueden ser difíciles de ver en una excursión, pero están increíblemente extendidas, escondidas bajo troncos, en el barro y el agua en Nueva York, California y todos los estados en medio. Luego está el agente patógeno. Hay docenas de puertos a lo largo de la costa a los cuales llegan anfibios importados y miles de tiendas de mascotas. ¿Por dónde empezar?

Por todo lo que no sabemos, hay mucho que sí sabemos: la distribución de las especies de salamandra, la ubicación de las tiendas de mascotas, la cantidad de anfibios vivos importados en los diferentes puertos. Sabemos incluso las temperaturas a las que el Bsal puede prosperar (entre 15 y 20 grados centígrados, o entre 59 y 68 grados Fahrenheit). Con datos, puedes construir modelos, puedes adivinar dónde es más probable que el Bsal sea introducido.

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En el 2016, los investigadores del Servicio Geológico de los EE.UU. (USGS, por sus siglas en inglés) hicieron exactamente eso. Utilizaron la información geográfica sobre el comercio de mascotas, las salamandras y el agente para construir una serie de mapas de calor que muestran dónde es más probable que el Bsal entre en los EE.UU. y dónde es más probable que las salamandras sufran los declives más dramáticos.

Mapa de calor de los EE.UU. que muestra el riesgo total relativo del Bsal en las salamandras nativas de los EE.UU. basado en la introducción y la evaluación de las consecuencias, publicado en la revista Royal Society. Imagen de Richgels, et al., 2016, mediante CC BY 4.0

Los píxeles de rojo oscuro estaban concentrados en Florida, el Sur de California y Nueva York, los epicentros del comercio de mascotas. Sus mapas también muestran tonos oscuros en las montañas Apalaches y el Noroeste del Pacífico, donde la diversidad de especies es mayor.

Consideraron que cuando llegue el Bsal, ahí es donde es más probable que aparezca. Ahora solo tienen que salir a buscarlo.

Empieza la búsqueda

Haber investigado durante dos décadas al primo del Bsal, el Bd, tiene sus ventajas. En primer lugar, los científicos saben cómo examinar rápidamente la piel de los anfibios en busca de diferentes especies de hongos. Es como identificar al asesino en la escena del crimen: cuándo los investigadores se encuentran con una salamandra en sus búsquedas, recopilan tejido de su piel, realizan una prueba de ADN y buscan una coincidencia en su base de datos de hongos mortales, la cual ahora incluye el Bsal.

“Tomas un hisopo y lo frotas en la piel del animal”, dice Dede Olson, ecologista del Servicio Forestal de los EE.UU. “El hongo se pega a tu hisopo y luego analizas la genética en ese hisopo para ver qué encuentras”.

Los investigadores del USGS viajaron a los rojos más oscuros en el mapa con este método en el 2016 para empezar a examinar las salamandras —una abrumadora cantidad de 10 000 salamandras—. Si el Bsal estaba presente en los EE.UU., sin duda lo habrían encontrado.

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Robert Fisher es parte del equipo en el Sur de California responsable de la recopilación de una cuarta parte de las muestras. “Estamos cerca del aeropuerto de Los Ángeles, que es donde llegan la mayoría de las salamandras asiáticas”, dice Fisher, un biólogo del USGS. “Ver si el Bsal ha pasado de los animales domésticos a los animales silvestres es lo principal de esta vigilancia”.

Con herramientas para el análisis genético, encontrar el Bsal es solo tan difícil como encontrar sus húmedos huéspedes —lo cual puede resultar difícil, aunque están ampliamente distribuidos—.

A menudo estás en un estanque con el agua hasta el pecho, defendiéndote de los mosquitos y las moscas, dice Daniel Grear, un compañero de Fisher, quien lidera las actividades de vigilancia del USGS. “Normalmente depende de tener un equipo de personas con redes de malla fina que caminan alrededor de un estanque hasta donde creemos que van a estar los tritones”.

Una investigadora del USGS busca tritones del este (Notophthalmus viridescens) en un estanque en el condado de Dane, Wisconsin..

Y la búsqueda en tierra no es mucho más fácil. “Son muy difíciles de encontrar porque viven en madrigueras”, dice Fisher sobre las batrachoseps de Los Ángeles. “Cuando empezamos la vigilancia, estaba muy seco. Para cuando recibimos el kit de muestras [para coger muestras de las salamandras] era muy difícil conseguir cantidades abundantes de salamandras”.

El equipo del USGS persistió y analizó salamandra tras salamandra. Mientras tanto, otro estudio del Bsal estaba en marcha, en depósitos y terrarios por todo los EE.UU.

Los anfibios silvestres solo cuentan la mitad de la historia. O al menos ese era el razonamiento detrás de un proyecto dirigido por Blake Klocke, un científico de la Universidad George Mason, diseñado para detectar el Bsal en el comercio de mascotas. En el 2014, Klocke pidió a los propietarios de salamandras por todo el país que pasasen un hisopo por sus mascotas de sangre fría y enviasen por correo las muestras a un laboratorio para ser analizadas.

Dos años después, tenía 639 muestras que representaban a 65 especies, la mayoría de las cuales era susceptible al Bsal. Ahora solo tenía que realizar las pruebas genéticas.

Los científicos contienen la respiración

En diciembre del año pasado, los investigadores del USGS tomaron la muestra de su salamandra número 10 000. Después de analizarla, suspiraron de alivio y desecharon el hisopo de la muestra, como habían hecho con otros miles.

“No lo detectamos”, dice Grear. “Si el Bsal estuviese presente y extendido en cualquier zona donde tomamos muestras lo habríamos detectado —creemos—. En líneas generales, ha aumentado nuestra confianza en que aquí no está y no se ha extendido”.

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Los resultados del estudio de Klocke de salamandras domésticas eran igualmente favorables: ninguna mascota dio positivo en el agente patógeno (aunque algunas dieron positivo en el Bd, que los investigadores también buscaron).

“Hasta la fecha el Bsal no ha sido detectado en grupos en cautividad o en poblaciones silvestres en los EE.UU.”, escribieron los autores. “Nuestros resultados sugieren que si el Bsal está presente en conjutnos privados de salamandras estadounidenses, ocurre con una frecuencia extremadamente baja”.

Fantásticas noticas, ¿verdad? Sí, dice Grear, pero menciona rápidamente que los resultados no son definitivos.

“Diez mil son muchas muestras, pero todavía hay muchas zonas a las que no hemos podido acceder”, dice. “Todavía hay posibilidad de que se encuentre allí”.

Además, añade que no hay nada que cambie las perspectivas de las salamandras norteamericanas. No importa lo seguros que estén los científicos de que el Bsal esté confinado a Europa y a Asia debido al océano, siempre existe el riesgo de introducción. Y, por lo tanto, siempre hay una necesidad de vigilancia.

La búsqueda continúa

Grear dice que desde el estudio del USGS la supervisión de las salamandras ha amainado. Vigilar anfibios requiere una cantidad enorme de recursos y, después de que el estudio no encontrase el Bsal, mucha de la atención a la amenaza fue desapareciendo.

“No ha habido nada tan extenso como lo que hicimos”, dice Grear. “Es [una falta de] recursos, dinero y atención”.

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Eso no quiere decir que no haya científicos, hasta la cintura en agua de estanque, que buscan el hongo. Varias organizaciones gubernamentales, incluidas el Servicio de Parques Nacionales y las agencias estatales para la fauna silvestre, tienen programas en curso de monitoreo de anfibios. Para ellos, buscar el Bsal simplemente significa añadir el hongo a la plantilla de enfermedades existente que ya investigan.

“Coincide con nuestra vigilancia normal”, dice Lori Williams, bióloga de la Comisión de Recursos de la Fauna Silvestre de Carolina del Norte. “Ahora salimos al campo de trabajo y tomamos muestras para dos tipos de hongos quítridos”.

Se toma una muestra de una salamandra verde en busca del Bsal. El proceso es poco invasivo y los sujetos, generalmente, son puestos en libertad sin ningún daño. Fotografía cortesía de la Comisión de Recursos de la Fauna Silvestre de Carolina del Norte.
Un investigador toma una muestra de un tritón del este joven (Notophthalmus viridescens), el cual está en su etapa de desarrollo terrestre y de color rojo brillante. Fotografía cortesía de la Comisión de Recursos de la Vida Silvestre de Carolina del Norte.

Los parques nacionales como las Grandes Montañas Humeantes también están monitorizando a sus anfibios para detectar la enfermedad, dice Tracy Thompson, veterinaria del Servicio Nacional de Parques. “Tenemos grandes parques que están vigilando sus poblaciones de reptiles y anfibios”, dice. Durante los próximos meses, va a ayudarles a preparar un plan de vigilancia del Bsal, sobre todo en aquellas regiones con un mayor riesgo de invasión.

Incluso fuera de las iniciativas gubernamentales hay personas en busca del agente patógeno: científicos independientes, estudiantes de posgrado y, en un caso, un preocupado estudiante de secundaria, dice Olson. “Todo aquel que esté preocupado puede vigilar”, dice. “Tenemos algo así como recetarios sobre cómo recoger muestras”.

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También se pidió a la sociedad en general que ayudase en la búsqueda. En el verano del 2017, un programa dirigido por el Departamento de Defensa, Socios en la Conservación de Anfibios y Reptiles (PARC, por sus siglas en inglés), lanzó un sistema de alertas por correo electrónico que permite a cualquiera informar de avistamientos de salamandras enfermas o muertas.

“Queremos informes de animales aparentemente enfermos, moribundos o muertos con signos de la enfermedad”, dijo Olson en un comunicado de prensa que anunciaba el sistema de alertas. “Ayudaría si una mayor parte de la comunidad de amantes de la naturaleza y promotores de la conservación informaran de sus observaciones de la enfermedad, ya que estas pueden ser crípticas y pasar desapercibidas”.

Hasta ahora, solo han recibido una docena más o menos de informes, dice Thompson, quizás porque pocas personas se encuentran regularmente con salamandras, mucho menos están familiarizadas con el sistema de alertas o la amenaza del Bsal. Ninguno resultó ser un caso verificado del Bsal.

El personal del Servicio Forestal también están estudiando fotografías presentadas por la plataforma de la ciencia ciudadana iNaturalist, dijo Olson, la cual captura visualmente decenas de miles de salamandras estadounidenses “Estamos mirando si hay algo que pertenezca a la categoría de la enfermedad”, dice

Una perspectiva incierta

Aun así, muchos científicos se preguntan si la actual labor de búsqueda es adecuada. El alcance de la zona en la cual el Bsal podría emerger es sencillamente demasiado extenso, dicen, y simplemente, no hay suficientes ojos sobre el terreno, u ojos sobre el terreno que sean plenamente perceptivos a los efectos del Bsal.

“A diferencia de lo que sucede en la salud humana, donde tenemos todos estos hospitales que prestan atención a cualquier cosa nueva, la posibilidad de coger el primer brote del Bsal es casi nula”, dice Katie Richgels, bióloga del USGS y autora principal del estudio del mapa de calor.

Gray está de acuerdo: “La probabilidad de que alguien lo vea, de cuenta de ello y confirme que es el Bsal […] es una inmensa secuencia de acontecimientos, así que la posibilidad de que sea introducido [y sea] detectado es baja. Para cuando nos demos cuenta de que está aquí, es probable que ya lleve un rato en el sistema”.

Incluso si, por azar, encontramos el agente patógeno cuando llegue, dice Richgels, aun así es poco probable que seamos capaces de parar un brote. Como ella y otros científicos señalan, no hay una cura ni tratamiento para una población afectada. “En mi honesta opinión, si llega aquí, se propagará y veremos pérdidas catastróficas de, al menos, un par de especies”, dice Richgels.

Esto plantea una importante pregunta: ¿Merece la pena una vigilancia con muchos recursos si los científicos no pueden parar la propagación del Bsal cuando llegue?

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Sin duda, dice Grear. Mientras que la propagación del Bsal no puede ser frustrada en su totalidad, sí que puede ser ralentizada, dice Grear, a través del vertido de antifúngicos en un estanque o poner en cuarentena los hábitats infectados. Estos métodos dan más tiempo a los científicos: tiempo para aprender más sobre la enfermedad; tiempo, quizás, para desarrollar una cura. Pero solo son efectivos si sabes dónde usarlos.

Identificar al agente patógeno también da a los científicos una mejor oportunidad para salvar las especies en mayor peligro, dice Grear. Por ejemplo, con los mapas de calor del USGS los científicos pueden predecir la ruta más probable para el Bsal cuando aterrice en tierra estadounidense. Si especies de salamandra en peligro de extinción se encuentran en su camino, los investigadores pueden ponerlas en cautividad antes de que llegue el agente patógeno.

Esta maniobra sería extrema, dice Grear, pero resalta lo que hace la amenaza del Bsal tan única entre las enfermedades de la fauna silvestre: días, meses e incluso años antes de que llegue el agente patógeno, los científicos están calculando diferentes estrategias de respuesta que están fundamentadas en estudios en profundidad.

“Con el Bd, la comunidad científica estaba midiendo el impacto a toro pasado, evaluaba cuánto daño estaba provocando mientras se propagaba”, dice Grear. “Aquí estamos obteniendo datos de referencia para que los grupos multiinstitucionales estén mejor preparados para tomar medidas. Eso es único y positivo en el mundo de las enfermedades de la fauna silvestre”.

Es precisamente esta preparación lo que da a muchos científicos la esperanza de que las salamandras no se enfrenten a la misma suerte que las ranas y los murciélagos (los cuales se están enfrentando a su propia plaga fungosa).

“Estamos más alerta de lo que nunca hemos estado para cualquier otro problema anterior de la fauna silvestre”, dice Olson. “Tengo esperanza”.

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Foto de cabecera: Una salamandra común (Salamandra salamandra). Fotografía de Christian Jansky mediante Wikimedia Commons (CC BY-SA 1.0)

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