- La antropóloga ambiental conversó con Mongabay Latam sobre sus investigaciones en las comunidades del Valle del Colca y su relación con el agua.
- Stensrud considera que no debería haber división entre las ciencias naturales y las ciencias sociales para entender cómo el cambio climático afecta a los seres humanos.
Para Astrid Stensrud el interés por la antropología llegó cuando visitó Perú. Era 1995, tenía 19 años cuando dejó Noruega para vivir unos meses en Cusco, como parte de un programa de intercambio estudiantil, y descubrir que hay muchas formas de organizar las sociedades.
Desde entonces ha realizado varias investigaciones en este país, yendo más de una vez al Cusco para sus estudios de maestría y de doctorado, y al Valle del Colca, en Arequipa donde, en 2011, realizó un proyecto de antropología ambiental para entender cómo las comunidades se relacionan con el agua.
Actualmente es catedrática en la Universidad de Agder, en Noruega, y a principios de este mes regresó al Perú como ponente del XV Encuentro de Derechos Humanos: De vuelta al Mundo, ¿cómo podemos cambiar frente al cambio climático? organizado por el Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Universidad Católica (Idehpucp)
“Creo que temas como el cambio climático y el agua no deben ser solo para las ciencias naturales porque tienen mucho significado social y cultural”, dice en esta entrevista con Mongabay Latam en la que habla de los efectos del calentamiento global, de los nevados que desaparecen y de la relación de las personas con el agua.
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¿Qué investigaciones ha realizado en Perú?
Mi primera investigación fue en el 2001 para mi maestría, en Cusco. El tema era la organización de las mujeres en un comedor popular y su relación entre ellas y el Estado. La segunda fue para el doctorado, también en Cusco, entre el 2006 y 2007. Estudié la segunda generación en los pueblos jóvenes —hijos de migrantes de las zonas rurales— y su participación en la economía formal urbana. Pero también su relación con la comunidad rural y con la tierra, como actores en la economía formal.
¿Y por qué se interesó en Perú?
Cuando tenía 13 años, más o menos, leí sobre los incas y me empezó a interesar cada vez más su historia, la cultura precolombina, la conquista y en general toda la historia de Perú. Me fascinaba y mi sueño era aprender quechua. Entonces, en 1995 decidí viajar a Perú como estudiante de intercambio. Estuve en Cusco y aprendí español. Tenía 19 años y no había salido de Escandinavia. Mi primer viaje de avión fue directamente a Perú y cuando regresé a Noruega decidí estudiar antropología.
¿Su visita a Perú la llevó a elegir su carrera?
Sí, primero surgió mi interés por el Perú y de allí nació mi interés por estudiar antropología. Quería aprender nuevas formas de organizar la sociedad y otras formas de estar en el mundo.
¿Y logró aprender quechua?
Sí, cuando hice mi tesis de maestría me quedé un año y en el comedor popular al que iba todos los días aprendí quechua.
¿Cómo una antropóloga llega a interesarse por los temas ambientales?
Desde siempre tuve interés por el medio ambiente, pero no sabía que los antropólogos podían estudiarlo hasta que descubrí que hay una corriente que es la antropología ambiental. Creo que temas como el cambio climático y el agua no deben ser solo para las ciencias naturales porque tienen mucho significado social y cultural. La forma en la que se producen los cambios tiene que ver con estructuras sociales, económicas y con la cultura de consumo. Además, tiene consecuencias sociales, económicas, culturales y políticas. Creo que es importante tener una idea completa de cómo el cambio climático afecta a los seres humanos. Las ciencias naturales pueden explicar muchas cosas, pero no ven las relaciones entre la naturaleza y los humanos. Entonces, se presenta una división que no debería existir.
¿Cómo es esa división?
En las políticas de Estado todavía se tiene la idea de progreso y desarrollo basado en el extractivismo, pero también hay más conciencia de que los humanos somos los culpables del cambio climático. Entonces, hay que hacer cambios en la economía y en la sociedad para evitar el calentamiento global. Pero en los gobiernos no hay esa misma conciencia, es una paradoja. En mi país, Noruega, se habla mucho de cuidar el medio ambiente y de reducir las emisiones de carbono, hay medidas políticas para ello, pero se sigue dependiendo del petróleo. Es muy difícil cambiar el sistema económico y los hábitos de consumo en el mundo.
¿Y cómo es en Perú?
Hay un crecimiento basado en la minería y en la agroexportación, que es un tipo de extractivismo hídrico, porque reduces el agua a un recurso económico. Pero en el campo, por lo que conozco del Valle del Colca, la visión es diferente. El agua no es solo un recurso, es un ser vivo, tiene valores culturales, ecológicos y sociales. En el Colca las comisiones de regantes —organización que se encarga del manejo y distribución del agua— son las entidades más importantes en la política y en la comunidad. El agua es tan importante no solo como recurso económico sino para la vida.
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Del hielo a la piedra
Cuénteme de su experiencia en el Valle del Colca…
A mí siempre me interesaron las cuestiones ambientales por lo que en 2011 empecé la investigación llamada De hielo a piedra (From ice to stone), liderada por el profesor danés Karsten Paerregaard, que trataba de la escasez del agua y el cambio climático en el Valle del Colca. Trabajé con la comisión de usuarios para entender cómo manejaban el recurso hídrico, su relación con el agua y con la nueva Ley de Recursos Hídricos que se implementó ese año. Mis entrevistas y conversaciones con los usuarios eran sobre cómo perciben los cambios ambientales en sus alrededores, cómo lo explican, cómo lo experimentan y cómo responden.
¿Y por qué De hielo a piedra?
Porque los nevados están desapareciendo. Los glaciares antes eran permanentes y ahora son pura roca.
¿De qué manera está afectando eso a las comunidades del Valle del Colca?
Descubrí que todo el mundo hablaba del agua y del cambio climático. No era difícil encontrar información porque lo comentaban diariamente, para los agricultores era una preocupación constante. El Colca es un lugar semiárido, entonces, desde que empezó la agricultura sus habitantes dependen del riego. Hay andenes —terrazas escalonadas en las laderas de los cerros dedicadas a los cultivos— que tienen cientos de años y canales antiguos, entonces, siempre están buscando formas de tener el agua que demandan las chacras. También hay conflictos por el acceso al agua y ahora con el cambio climático se hace más aguda la crisis porque ya no hay nieve todo el año, entonces los manantes, que son fuente de agua, se secan por completo, así como los bofedales y los pastos.
¿Cómo afectan estos cambios a las comunidades?
Afecta a la agricultura, a las cosechas. A veces pierden grandes extensiones de sus cultivos. También hay más calor, lo que produce enfermedades en las plantas y necesitan regar más a menudo porque la tierra se seca rápido. Siempre hablan de eso, dicen cosas como que el sol está más cerca de la tierra, que ya no se respetan las estaciones. Todo es más irregular, más difícil, más impredecible. Eso se combina con los cambios socioeconómicos que afectan la agricultura como la volatilidad de los precios de los mercados y las financieras que dan préstamos para comprar nuevas semillas. Por ejemplo, antes había gran variedad de papas pero hace pocos años llegó la papa única. Entonces, se necesita dinero para comprar estas semillas, así como los fertilizantes y herbicidas químicos para estos cultivos.
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Subida a Hualca Hualca
Usted también hizo una investigación en Majes…
Sí, fui parte de un proyecto global que se llamaba Overheating: the three crises of globalization (Sobrecalentamiento: las tres crisis de la globalización). Investigamos las relaciones entre las tres crisis globales: la crisis ambiental, la crisis económica y la crisis de identidad cultural. Otras personas del equipo estuvieron en Australia, Sierra Leona, Filipinas, Sri Lanka, Canadá y Europa. Yo volví al Perú, estuve nuevamente en el Valle del Colca y también en Majes para investigar la relación de dependencia y acceso al agua entre la cabecera de cuenca y el proyecto de irrigación Majes-Siguas (proyecto que utiliza el agua de la cuenca alta para el riego de tierras en las zonas bajas). Porque quienes viven en la cuenca alta son los más vulnerables, son quienes ven cómo los nevados y los bofedales se secan. Cuando planearon el proyecto de irrigación no tomaron en cuenta a los agricultores de la parte alta. Ahora hay válvulas de regadío en el canal, pero es porque los campesinos han luchado. En la época que empezó a correr el agua, los comuneros del Valle del Colca pidieron al gobierno que instale estas válvulas, pero no fueron escuchados, hasta que un grupo de 11 agricultores de Cabanaconde hicieron un hueco con dinamita en el canal. Ahora hablan de ellos como los 11 héroes, porque solo así los escuchó el gobierno.
¿Tiene algún recuerdo especial de su trabajo en Perú?
En el 2011, en mi último mes de trabajo de campo, me invitaron a subir a Hualca Hualca, una montaña de 6000 metros. Fui con la junta de usuarios de Pinchollo, quienes dicen que Hualca Hualca es su fuente de vida. Desde que llegó el canal de Majes y comenzaron a recibir el agua de la válvula, las personas dejaron de hacer los pagos a la tierra que tradicionalmente hacían a la montaña. Sin embargo, debido a que el nevado está desapareciendo y que el agua se está reduciendo, los habitantes retomaron la tradición. Subí con ellos al pie de la montaña donde empieza a correr el agua y todavía se mantiene la nieve. Me impactó mucho esa experiencia, ver como hicieron una fiesta para Hualca Hualca, bailaron y cantaron. Era un festival con mucho sentimiento. Me apenó no haber llevado nada para la ofrenda, pero no sabía, y por eso siempre he pensado que tengo que volver.
¿Cuál será su siguiente investigación?
Tengo muchas ideas. Me gustaría seguir con la transición a una sociedad verde y estudiar la sustitución de la energía de combustibles fósiles a otras formas alternativas, como la energía que proviene del viento, y estudiar los conflictos, porque donde se instalan turbinas eólicas muchas veces surgen conflictos con la población local.
¿También sería en Perú?
Me gustaría, pero he buscado información sobre energía eólica en Perú y no he encontrado mucho.
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