- Glaciólogo norteamericano, pionero en la exploración de los nevados tropicales, lidera expedición al Huascarán para investigar la historia climática del planeta.
- Thompson ha realizado 64 expediciones en diez países, entre ellos el Perú, que ha visitado por lo menos 25 veces.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
Una expedición al nevado Huascarán trae de regreso al Perú a Lonnie Thompson, el glaciólogo norteamericano pionero en la investigación de los nevados tropicales que ha recorrido el mundo conociendo la historia del planeta a través de los registros que guarda la nieve de las montañas más altas del mundo.
En 1974, Thompson escogió como su primer destino al Quelcaya —el glaciar tropical más largo del planeta ubicado en Cusco— para explorar las nieves de los trópicos. Desde entonces, ha subido más 25 veces a su cima, aunque desde 1991 le ha tocado ver cómo va desapareciendo, al igual que muchas otras nieves que se pensaban perpetuas en todo el mundo.
Ahora le toca subir al Huascarán, en la Cordillera Blanca, cuyas nieves guardan 20 000 años de historia climática. En esta expedición, los investigadores perforarán el hielo para obtener muestras que luego analizarán para conocer la química de la atmósfera, la temperatura, la actividad humana, la biodiversidad en la Amazonía, los episodios del fenómeno El Niño, entre otros datos.
Lonnie Thompson lidera el equipo formado por expertos del Instituto Nacional de Investigación de Glaciares y Ecosistemas de Montaña (Inaigem) y de la Universidad Estatal de Ohio que estará un mes y medio explorando la nieve de la montaña tropical más alta de la Tierra.
¿Por qué realizar esta expedición al Huascarán?
Principalmente, porque hay pocos glaciares en los trópicos que aún tienen registrada la historia del clima. Muchos de los lugares que empecé a investigar décadas atrás, como el Quelcaya, en el sur del Perú, tuvo buenos registros en las décadas de 1970 y 1980, pero a partir de 1991 empezó su deshielo, por tanto, ya no se cuenta con toda la información. Ahora se tiene que subir a nevados más altos, como el Huascarán, para encontrar información. Por tanto, tenemos que ir allá y salvar toda la información que guarda antes de que desaparezca y se pierda.
¿Cómo pueden los glaciares guardar la historia del planeta?
Aquí en Perú es muy marcada la diferencia entre estaciones lluviosas y secas. Por ello, durante la temporada seca las capas de polvo se acumulan en los glaciares y así se forman estratos cada año. Entonces, cada vez que se corta un segmento de hielo se pueden ver las capas que corresponden a cada año y retroceder en el tiempo. Es similar a lo que sucede con los troncos de los árboles en los que se diferencian los círculos anuales. Nosotros podemos verlo en el hielo y medir la temperatura y muchas otras cosas que nos muestran esos hermosos ciclos anuales.
¿Qué información se puede encontrar?
Primero, nos pueden decir la diferencia entre el clima actual y el que tuvimos en el pasado. En el Huascarán podremos ver lo que sucedió en los últimos 20 000 años. Una historia muy larga: cómo es ahora y qué variabilidades hubo antes. Porque, desafortunadamente, las mediciones climáticas que hemos hecho las personas no van más allá de medio siglo atrás, pero los núcleos de hielo circulares nos permiten retroceder miles de años. Es posible conseguir esa perspectiva que no podemos tener de las mediciones climáticas que los humanos hicimos.
¿Es fácil encontrar esa información?
No, es muy difícil. Se tienen que hacer perforaciones, llevar a las personas a niveles muy altos, con el riesgo de que se presenten avalanchas. Y una vez que se consiguen las muestras de hielo, estas deben permanecer congeladas. Mientras estamos en la cima del nevado no es difícil, pero cuando empieza el descenso y la temperatura va subiendo, tienes que contar con un buen sistema de refrigeración que mantenga las muestras congeladas. Ese es el gran reto. Empieza con los porteadores que deben cargar el hielo hasta el campamento base donde están los congeladores con compartimentos especiales para colocar las muestras de hielo. Luego, esas cajas bajan en caballos y mulas hasta los camiones frigoríficos que esperan al final del camino. Los vehículos llevan las muestras hasta almacenes en Lima —capital del Perú— acondicionados para mantenerlas refrigeradas hasta que sean enviadas por avión a Chicago, en Estados Unidos. De allí, nuevamente en frigoríficos van a nuestro laboratorio en la Universidad Estatal de Ohio. Un largo proceso en el que la muestra podría derretirse.
Tienen que ser muy cuidadosos…
Cuidadosos y precisos en el tiempo para asegurarte de que todo sea perfecto, pues el proyecto no tiene éxito hasta que el hielo esté en la congeladora del laboratorio.
Es una logística costosa y complicada…
Sorprende lo caro que puede ser. Debemos tener porteadores. También lugares para que se quede el equipo de trabajo e invertir en los implementos de montaña. Esta vez, además, llevaremos científicos peruanos a nuestro laboratorio en Estados Unidos para el análisis de las muestras recogidas, porque los jóvenes científicos peruanos deben ser capaces de realizar las mismas mediciones que nosotros y estudiar sus propios glaciares. Parte de nuestro objetivo es educar a la siguiente generación de investigadores.
¿Cuánto durará esta expedición?
Un mes y medio.
Subida al Quelcaya
Usted estuvo en el Quelcaya muchos años atrás ¿Qué encontró en el glaciar en ese momento?
Fue mi primera vez en Perú, en 1974, vine como universitario recién graduado. En ese momento tomé fotos aéreas del Quelcaya porque no había mapas de la localización de los glaciares en Perú. Sobrevolamos el nevado, hicimos las fotos y regresamos a Washington DC para solicitar fondos a un programa que financiaba investigaciones en el Ártico y Groenlandia. Les expliqué que mi intención era conectar los estudios del clima en el polo norte con algo en el medio, es decir, en el trópico y que ese glaciar tropical podía ser el Quelcaya. El director del programa me dijo: “Mira Lonnie, eso es muy interesante, pero sabes que no podemos financiarlo porque no es el círculo polar Ártico y tampoco es la Antártida y no hay un programa para financiar eso”.
¿Qué hizo entonces?
Me fui al Ártico. Y al año siguiente recibí un telex del director de ese programa polar. Me decía que después de financiar todos sus proyectos tenía un saldo de 7000 dólares y me preguntaba qué podía hacer con ese dinero en el glaciar tropical de Quelcaya. Le respondí que podía viajar hasta el lugar y en el verano de 1974 nos vinimos a Perú. Estuvimos un mes y conseguimos muestras que nos permitieron hacer una argumentación sólida para un proyecto más grande. Había una nueva fundación interesada en cambio climático, particularmente durante los monzones y el fenómeno El Niño y no les importaba de dónde provenían los registros, por tanto, en 1976 nos financiaron una nueva expedición al Quelcaya.
Así que nuevamente exploró el Quelcaya…
En ese momento era joven e ingenuo y traje los equipos que usábamos en el Ártico. También alquilé un helicóptero de la Fuerza Aérea peruana, pero no había un aeropuerto en Sicuani —la ciudad más cercana al Quelcaya— así que tuvimos que trasladar todo en autos y en tren. Luego nos instalamos en un campo detrás del hotel y el helicóptero aterrizó ahí. Pero no fue posible trasladar las muestras de hielo en el helicóptero. Literalmente fallamos en esa expedición. Sin embargo, habíamos visto los registros grabados en el glaciar que mostraban la historia del fenómeno El Niño. Teníamos que regresar, pero caminando y utilizando animales para la carga. Pero no podíamos llevar los equipos del Ártico, ni el taladro ni el generador de energía porque eran demasiado pesados. Así diseñamos el primer perforador con energía solar para el Quelcaya. Preparamos una nueva propuesta y se la envíe al danés Willi Dansgaard, uno de los más grandes científicos del mundo en la investigación de los núcleos cilíndricos de hielo. Dansgaard me contestó que la cobertura de hielo del Quelcaya era demasiado alta para los seres humanos y que la tecnología para perforarlo aún no existía.
Pero usted no se dio por vencido…
Normalmente eso hubiera sido todo. Afortunadamente, hubo una persona que recién había terminado su PhD en estudios meteorológicos en las montañas de India y Sudamérica que me dijo que Willi podía tener razón, pero que no lo sabríamos a menos que lo intentásemos. Entonces construimos el perforador que operaba con energía solar, lo probamos en un estacionamiento en la Universidad de Ohio y funcionó. Aunque no sabíamos si resultaría en el Quelcaya.
¿Y funcionó?
Viajamos con un pequeño equipo y llevamos el perforador y los otros instrumentos con caballos. Pasamos tres meses en el Quelcaya y conseguimos las muestras. Como no teníamos tecnología para mantener el hielo congelado lo cortamos en 6000 pequeñas partes y las colocamos en unas bolsas especiales para llevarlas al laboratorio instalado en la base. Cuando regresamos a Estados Unidos, una de las muestras la enviamos a Willi Dansgaard, que desde entonces nos apoya en todo lo que hacemos. El éxito en Quelcaya abrió un camino en las investigaciones tropicales. Hasta ahora hemos hecho 64 expediciones en 10 países diferentes. Ahora contamos con aviones, tenemos tecnología y muchas cosas se han dado al mismo tiempo para que esto suceda. Este es un ejemplo que siempre pongo a mis alumnos y les digo que tienen que arriesgarse para hacer lo que nunca antes nadie hizo.
¿De sus 64 expediciones cuál ha sido la más importante?
La del Quelcaya sin ninguna duda. El 70 % de los glaciares tropicales están en Perú y prácticamente he pasado toda mi vida trabajando en este país, en sus glaciares, tratando de guardar toda esta información antes de que desaparezca. Es un lugar maravilloso para trabajar, con excelentes registros del clima en los glaciares, pero también con una larga historia. Antes de los españoles estuvieron los incas y los wari y otras culturas. Entonces, en los glaciares tenemos la historia de todas esas culturas y podemos trabajar con arqueólogos, antropólogos y saber qué hizo crecer a esas culturas y porqué desaparecieron, y ver cómo las sequías jugaron un gran rol en la desaparición de esas civilizaciones.
Es conocer la historia a través de los glaciares…
Nadie más lo ha registrado, excepto los glaciares. Ellos grabaron cada año de estas diferentes culturas. En el Quelcaya fueron 800 años de registros, pero en el Huascarán son casi 20 000 años, mucho más atrás, que nos permitirá responder más preguntas y saber cosas como, por ejemplo, qué pasó con la Amazonía. Actualmente existen dos teorías. Una de ellas indica que fue una amplia sabana y que el río Amazonas discurría en un cañón de 80 metros de profundidad, lo que permitió el desarrollo de su biodiversidad. Una segunda teoría dice que siempre estuvo cubierta por bosque y que la biodiversidad proviene de ese bosque que había sido muy estable durante años. En el glaciar podremos ver el polen y saber si proviene de hierbas o de árboles, porque son diferentes y también analizaremos el polvo para rastrear elementos que llegan de la Amazonía. Podemos tener información importante de la historia de la selva y con esa información conocer el futuro del cambio climático y de lo que pasará en la Amazonía, en el Perú y en el mundo.
¿Hasta ahora qué se ha descubierto sobre el futuro?
Del Quelcaya y otros glaciares y volcanes en Perú, como el Coropuna, encontramos registros maravillosamente conservados en la década de 1970. Pero en 1991 empezó el deshielo y se perdieron registros climáticos. Pero en Ohio tenemos el hielo del Quelcaya guardado para el futuro y queremos hacer lo mismo para el nevado Huascarán. De alguna forma podemos saber lo que está registrado en los nevados en Perú, en el Himalaya, en Burkina Faso, en China, en el Tíbet, en Nueva Guinea. Todos estos glaciares están en retroceso y van a desaparecer.
¿Todos?
Sí, todos. Y la razón es que el sistema climático toma de 25 a 30 años en llegar a un balance. Por tanto, serán otros 25 o 30 años antes de que este sistema responda. Durante ese periodo de tiempo la mayoría de los glaciares tropicales desaparecerán.
Lee más | Astrid Stensrud: “los glaciares antes eran permanentes y ahora son pura roca”
Un trabajo en equipo
¿Por qué decidió estudiar glaciología?
Cuando estaba en sexto grado tuve un profesor que me llevó a interesarme en la ciencia. Y cuando llego a la universidad quise ser científico, pero no sabía de qué tipo, entonces empecé en física. Ahí tomé una clase en geología que se dictaba en el campo y pensé qué gran cosa es esta. Además, no quería pasar mi vida sentado en una oficina, entonces me cambié a geología. Me interesó estudiar la geología del carbón porque había crecido en el Oeste de Virginia donde el 20 % del GDP (producto interno) proviene del carbón. Mientras buscaba trabajo me avisaron de una vacante en estudios polares para analizar núcleos de hielo circulares. Fue un año y medio maravilloso como estudiante, con toda esa información que inspiró mis ideas para obtener mi máster investigando los núcleos profundos en el Ártico y mi PhD comparando esos registros con los primeros hechos en Groenlandia. Empecé en la región polar y fue la época en la que me interesé en el Quelcaya, que cambió completamente mi dirección. No fue fácil, nadie quería financiarlo, ahora cientos de personas quieren trabajar en los glaciares tropicales.
Usted trabaja con su esposa
Si, con Ellen. Nos conocimos cuando éramos estudiantes universitarios, en una fiesta. Ella estudiaba física en el primer piso del edificio de ciencias y yo estaba en geología, en el tercero, entonces nos veíamos todo el tiempo. Nos casamos un año después de graduarnos. A Ellen le interesaba lo que yo hacía, entonces, cuando se presentó una oportunidad para que se una a nuestro equipo científico, lo hizo. En su último año de doctorado nació nuestra hija Regina. Así criamos a Regina en medio de los viajes. Yo estaba en las expediciones usualmente en esta época del año (junio a agosto) y Ellen lo hacía entre diciembre y febrero. Por eso siempre había un padre en casa. Mientras crecía no sabíamos cómo la impactarían todos esos viajes. Pero resultó bien, ella es maravillosa y muy exitosa en lo que hace. Nosotros estamos muy complacidos con todo lo que hemos logrado, pero probablemente lo más importantes fue criar a una maravillosa niña. Estamos muy orgullosos de ella.
¿Qué aprendió de todos esos viajes y otras culturas?
Para mí es maravilloso todo lo que se puede aprender de otras culturas. En el Tibet estuve en un pueblo en el que todos se acercaban a comer a tu mesa porque nunca habían visto a una persona con ojos azules. También ha sido increíble estar en Nueva Guinea, donde llegué a un pueblo con 80 000 mineros en la mina más larga de los bosques tropicales. Me pidieron que vaya a una habitación para explicar que estaba haciendo y le mostré slides de nuestro trabajo en todo el mundo. Al final hubo una gran discusión entre los miembros mayores de la tribu y los jóvenes, porque les dije que los glaciares van a desaparecer y los mayores decían que no, que los glaciares estuvieron siempre ahí y que son parte de la tradición, y los jóvenes les decían que estaban viendo lo que pasaba con esos glaciares que retrocedían rápidamente. En ese pueblo, según su religión, los brazos y las piernas de su dios son las montañas y los valles, y el glaciar es la cabeza. Ellos decían que estábamos perforando en el cráneo de su dios para robar sus recuerdos. Yo les respondí que era exactamente lo que hacíamos. También les dije que pronto llegará el día cuando los únicos recuerdos estén en un congelador en la Universidad de Ohio. Han pasado 9 años y en 2 o 3 todo el hielo se habrá ido excepto el que está guardado en Estados Unidos.
¿Qué siente cuando ve lo que está sucediendo con los glaciares?
Es como ver a un paciente con un cáncer terminal. Sé lo que está pasando, sé lo que se viene en el futuro y no hay nada que pueda hacer para detenerlo. He entregado la información a los responsables políticos y a quienes pueden hacer la diferencia. Creo que los glaciares son el sistema temprano que te dicen que hay un problema y que necesitamos hacer algo, pero la pregunta es si realmente alguien está escuchando.
¿Y aún tenemos tiempo?
Es una pregunta importante. Desafortunadamente no habrá suficiente tiempo para los glaciares. Están desapareciendo. La desglaciación empezó en el Ártico y en Groenlandia y toda esa agua va a los ríos y los océanos. Si la pregunta es si hay suficiente tiempo para salvar los glaciares, probablemente no. Pero para prevenir el desplazamiento de la población por el crecimiento del nivel del mar, ahí si podemos hacer algo. Nosotros creamos el problema y contamos con la tecnología, pero lamentablemente el cambio climático se está moviendo a un punto de no retorno.
Videos Mongabay Latam | La situación ambiental en Perú
Conoce más de la situación ambiental en Perú: cámaras trampa, minería ilegal, narcotráfico y más.
Si quieres conocer más sobre la situación ambiental en el Perú, puedes revisar nuestra colección de artículos. Y si quieres estar al tanto de las mejores historias de Mongabay Latam, puedes suscribirte al boletín aquí o seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram y YouTube.