- El éxito del modelo de concesión forestal comunitaria en Petén (norte de Guatemala), desde hace 20 años, ayudó a la creación del proyecto Selva Maya, un corredor biológico que une la Reserva de la Biosfera Maya (Guatemala), Calakmul (México) y las Montañas y Bosques Mayas (Belice).
- Regeneración natural de los bosques, expansión de áreas protegidas para el beneficio de la vida silvestre y proyectos de desarrollo económico basado en actividades extractivas sustentables, son algunas de las acciones que se realizan en los tres países.
La Selva Maya, compartida entre México, Guatemala y Belice, es considerada el bosque tropical más grande de Latinoamérica después del Amazonas. Sus más de cuatro millones de hectáreas son hogar de algunas de las especies silvestres más emblemáticas de la región, como el jaguar (Panthera onca), el tapir centroamericano (Tapirus bairdii), el pecarí de labios blancos (Tayassu albirostris) y las tortugas blancas (Dermatemys mawii), todas en serio peligro de desaparecer. En esta zona habitan, además, más de medio millón de personas de diferentes etnias culturales, que protegen el bosque mediante actividades de extracción sostenible de recursos maderables y no maderables.
Con el apoyo de diferentes organizaciones no gubernamentales internacionales, así como de entidades estatales y civiles, los tres países se han dado a la tarea de fortalecer sus propios mecanismos de conservación y aprovechamiento sostenible para crear un corredor biológico. Se espera que este corredor permita la sobrevivencia de la vida silvestre y la obtención de los conocimientos adecuados para crear redes de intercambio de información y experiencias para generar desarrollo sin dañar al bosque y a quienes lo habitan.
“Para los animales todo es, indistintamente de fronteras y límites, su hogar, por lo que es importante garantizar la conectividad de las zonas naturales y así garantizar su sobrevivencia”, dice Bart Harmsen, Consultor Senior en Vida Silvestre del Gobierno de Belice.
Lee más | ESPECIAL | Los pecados de la palma aceitera en Latinoamérica
Del aprovechamiento forestal a la conservación
Sentada en su oficina, Teresita Chinchilla, asesora de la Asociación de Comunidades Forestales de Petén (ACOFOP), revisa una presentación en la que se recopila la historia de esta entidad, desde su fundación a mediados de la década de los noventa. “Todo el mundo nos decía ‘el bosque morirá en un día en manos de los comunitarios’. Nadie tenía fe de que lograríamos mantenerlo vivo”, menciona, mientras ojea algunas de las diapositivas en el monitor de su computador.
Otorgadas por el Estado guatemalteco como parte de los compromisos adquiridos después de la firma de los Acuerdos de Paz en 1996, las 12 concesiones forestales asentadas dentro de la Reserva de la Biosfera Maya (RBM), generan hoy un aproximado de seis millones de dólares anualmente, gracias al aprovechamiento forestal sostenible de cinco especies maderables: la caoba (Swietenia macrophylla), el cedro (Cedrela odorata), el manchiche (Lonchocarpus castilloi), el pucté (Bucida burceras) y el santa maría (Calophyllum brasiliense).