- Los pobladores de San Marcos Arteaga, en Oaxaca, tienen 464 hectáreas de su territorio declaradas como Área Destinada Voluntariamente a la Conservación y en la zona instalaron cámaras trampa como parte de un programa de Monitoreo Biológico Comunitario.
- Ahora saben que aquellos animales de los que hablaban sus abuelos —como el puma, el tigrillo o el lince— aún viven en su territorio.
Cuando era niño, Omar Corro Espinosa escuchaba a sus abuelos y a sus padres hablar del puma (Puma concolor), el lince (Lynx rufus) o el tigrillo (Leopardus wiedii). Contaban que estos animales los miraban cuando iban a sus parcelas a sembrar o cuando recorrían el Cerro de la Culebra. Como muchos de su generación, Omar migró de su pueblo San Marcos Arteaga, en Oaxaca, y cuando volvió pensó que esos animales ya no rondaban las tierras de su comunidad.
Omar, ahora de 37 años, es el secretario del Comisariado de Bienes Comunales de San Marcos Arteaga. Él y los poco menos de mil habitantes de su comunidad han reunido evidencias de que esos animales de los que hablaban los mayores, aún se encuentran en su territorio.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
Las pruebas de que esas especies siguen ahí son las imágenes de cuatro cámaras trampa que instalaron en diferentes puntos de las 464 hectáreas del Cerro de la Culebra que, desde 2012, por decisión de la comunidad se convirtió en una Área Destinada Voluntariamente a la Conservación. Además, estuvieron de acuerdo en participar en el programa de Monitoreo Biológico Comunitario de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).
“Con la migración tan fuerte que ha habido en el pueblo —cuenta Omar Corro—, cada vez teníamos menos certeza de lo que había. Pero con las imágenes de las cámaras empezamos a darnos cuenta que había una gran cantidad de especies, animales que nuestros abuelos y padres habían visto, pero que pensábamos que ya no estaban”.
En siete años, gracias al programa de Monitoreo Biológico Comunitario, la comunidad de San Marcos Arteaga —asesorada por biólogos— ha documentado la presencia de especies como el venado cola blanca (Odocoileus virginianus), el yaguarundí (Puma yagouarondi), el tejón (Nausa narica), la chachalaca (Ortalis poliocephala), el lagarto enchaquirado (Heloderma horridum), el tigrillo y el puma, “felinos que nos dan identidad y qué debemos cuidar”.
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Conservación comunitaria
En la Mixteca Alta de Oaxaca, en una zona con vegetación de encino, bosque tropical caducifolio y matorral xerófilo, se ubica San Marcos Arteaga. Muy pocos de sus habitantes hablan mixteco, pero eso no ha sido una barrera para que ellos se autorreconozcan como una comunidad indígena.
¿Por qué decidieron destinar parte de su territorio a la conservación? Omar Corro cuenta que todo empezó con las acciones que realizó su papá. En el año 2000, Nahum Corro Mora se empeñó en reforestar y cuidar los manantiales que se encuentran en uno de sus terrenos. Funcionarios de la Conanp le propusieron que certificará esas 19 hectáreas como área protegida. Así lo hizo.
En 2008, los habitantes de San Marcos Arteaga vieron que en la zona vecina se declaró el Área de Protección de Flora y Fauna Boquerón de Tonalá. En la comunidad se comenzó a plantear que el Cerro de la Culebra también debía protegerse, sobre todo porque ellos no querían que se acabaran los recursos naturales que sus abuelos y padres habían cuidado.
“Se hizo una asamblea comunitaria para votar si queríamos destinar esa área a la conservación. La gente dijo que sí. Y en 2012, se certificaron 464 hectáreas. A partir de ahí trabajamos en nuevas reglas para el manejo adecuado del lugar: se prohibió el pastoreo, la tala de árboles y se intensificaron los trabajos de prevención de incendios”, detalla Omar.
En Oaxaca, seis millones de hectáreas de bosques y selvas se encuentran en terrenos de propiedad ejidal o comunal —señala Pavel Palacios, director de Conanp en la región Sierra Juárez-Mixteca—, por lo que las decisiones de cómo se manejan sus recursos naturales se toma en forma colectiva.
Palacios explica que, a partir de 2008, con la modificación de la Ley General de Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, se incluyó la categoría de Área Destinada Voluntariamente a la Conservación, para poder reconocer los esfuerzos que realizan las comunidades indígenas y campesinas en la conservación de los ecosistemas.
La Conanp es la dependencia que certifica estas áreas. En estas zonas hay “una decisión de la comunidad por garantizar la conservación de territorios en donde es posible encontrar recursos como agua, plantas medicinales y una diversidad de flora y fauna. Las comunidades, a las que se les brindan elementos de carácter legal para proteger su territorio, diseñan la estrategia para su manejo”.
Hasta finales de 2018, México contaba con 408 Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación que, en total, representan 511 338 hectáreas, de acuerdo con datos incluidos en la memoria documental del programa de la Conanp.
Oaxaca destaca por ser el estado con el mayor número de áreas de este tipo: 140 que, en conjunto, suman 149 mil hectáreas.
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Monitorear la biodiversidad
En varias de las Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación se realiza el programa de Monitoreo Biológico Comunitario, impulsado por la Conanp, y que consiste en brindar apoyo económico a las comunidades para que adquieran cámaras trampa con las que realizar monitoreo y vigilancia.
En la zona de los Valles Centrales y Mixteca de Oaxaca se han instalado cerca de 80 cámaras trampa.
Además, señala, a las comunidades se les da asesoría técnica para que establezcan un protocolo de monitoreo. En este programa también participan biólogos que se encargan de llenar una base de datos, con 40 campos de información, sobre cada imagen que se toma.
Durante nueve años del programa, la base de datos ha logrado registrar información de 110 mil fotografías y videos. “Esta plataforma genera indicadores para tener índices de biodiversidad”.

Esta información ha permitido también corroborar la presencia de especies como el jaguar (Panthera onca) en los Valles Centrales de Oaxaca y del roedor conocido como tepexcuintle (Cuniculus paca), en la Sierra Norte.
En 2012, la comunidad de San Marcos Arteaga se integró al programa de Monitoreo Biológico Comunitario e instalaron cuatro cámaras trampa.
Las imágenes registradas por estas cámaras se presentan en talleres y otras actividades que las autoridades comunitarias organizan para que los jóvenes y niños de San Marcos Arteaga conozcan la biodiversidad que hay en la zona. Por ejemplo, a finales de octubre, durante el aniversario de la certificación del Cerro de la Culebra se mostraron los videos más recientes grabados por las cámaras trampa.

Durante los primeros tres años, la comunidad de San Marcos Arteaga recibió apoyos para la compra de las cámaras y su operación. “Ahora —dice Corro— se hace de forma voluntaria. Nosotros seguimos con los trabajos de conservación; tenemos 30 hectáreas destinadas a la recuperación de suelos”.
Omar Corro explica que en su comunidad, la migración sigue siendo una constante. Para que la gente, sobre todo los jóvenes, no tengan que irse a buscar trabajo fuera de su tierra, “la meta que tenemos es poder desarrollar una empresa de ecoturismo y así tener otras opciones para mantenernos, no solo la agricultura y el comercio. Ahí vamos”.
En el pueblo ya funciona La Angostura, un centro ecoturístico que ofrece, entre otras cosas, recorridos para que conozcan la biodiversidad del lugar. “Si queremos que otros aprecien nuestros recursos naturales, los primeros que debemos darle la importancia somos nosotros, los que vivimos aquí”, dice Omar.
*Imagen Principal: Cortesía Omar Corro.
*Videos: Cortesía Dirección del Área de Protección de Flora y Fauna Boquerón de Tonalá de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).
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