A medias del siglo XIX, la extraordinaria biodiversidad de las Islas Aru ayudó a inspirar la teoría de la evolución por selección natural. Sin embargo, hace algunos años, un político corrupto le dio a una sola compañía los permisos para convertir la mayoría del bosque lluvioso en una vasta plantación de azúcar.La gente de Aru luchó por sus bosques. Hoy la historia de su campaña de base resuena alrededor del mundo como parte de un movimiento global que busca obligar a los gobiernos a que actúen para detener el cambio climático. Esta es la primera de las cuatro partes de esta épica de resistencia.Esta historia fue publicada junto con The Gecko Project. Earthsight proporcionó apoyo adicional. A mediados del siglo XIX, la extraordinaria biodiversidad de las islas Aru ayudó a inspirar la teoría de la evolución por selección natural. Sin embargo, hace varios años, un político corrupto otorgó permiso a una sola empresa para convertir casi dos terceras partes de toda Aru, es decir, la mayoría de las selvas tropicales de las islas, en una inmensa plantación de caña de azúcar. La población se organizó y luchó contra esa decisión. Hoy en día, la historia de su campaña comunitaria resuena por todo el mundo como un movimiento global que crece y busca forzar a los gobiernos a tomar medidas contra el cambio climático. ¿Cómo lo lograron? Esta es su historia. Sigue leyendo: Parte 2 | Parte 3 | Parte 4 I. El inicio: la amenaza de la caña de azúcar Una noche lluviosa en agosto de 2013, un estudiante universitario llamado Collin Leppuy llegó a la puerta del Padre Jacky Manuputty, clérigo en la ciudad costera de Ambon, Indonesia. Había ido a pedir ayuda; su tierra natal estaba siendo atacada. Collin, que entonces tenía 23 años, había crecido en las islas Aru, un archipiélago con una gran densidad forestal en los márgenes orientales de la nación insular más grande del mundo. Estaba estudiando política de bienestar social en la universidad de Ambon, la capital de la provincia de Molucas. Collin había organizado manifestaciones en la ciudad contra un político corrupto que había gobernado Aru durante casi una década. Condenado por desviar millones de dólares en fondos estatales, el político huyó antes de que finalmente las autoridades policiales lo pillaran. Collin se había sentido orgulloso del resultado, pero esto dio paso a un renovado sentimiento de urgencia cuando descubrió qué otras cosas había hecho el político antes de su arresto. Durante décadas, Aru había escapado de la atención de las empresas que talaban las selvas tropicales de Indonesia. Pero cuando las junglas de Java, Sumatra y Borneo empezaron a menguar, aquellos en busca de madera y tierras agrícolas miraron hacia el este. Ahora, Aru se encuentra en el punto de mira de una empresa llamada Menara Group. Collin había descubierto que antes de ser destituido de su puesto, el político había aprobado en secreto un plan de la empresa Menara para plantar caña de azúcar a lo largo de casi dos terceras partes de toda Aru. De seguir adelante, la empresa obtendría miles de millones de dólares con la tala de las selvas de Aru, reemplazándolas con lo que sería la mayor plantación de caña de azúcar del mundo. Esto destruiría los medios de vida existentes y los suministros de alimentos de decenas de miles de personas, incluidos los amigos y la familia de Collin. Arruinaría los hábitats de la extraordinaria fauna silvestre de Aru, de animales como las etéreas aves del paraíso, y el mundo natural del cual los arueses extraen su identidad. Grandes machos de aves del paraíso (Paradisaea apoda) exhiben su plumaje en las islas Aru. Imagen cortesía del Laboratorio de Ornitología de Cornell. El Padre Jacky dio la bienvenida a Collin a su casa y escuchó su petición de ayuda. Por entonces estaba cerca de los cincuenta años, con el pelo negro rizado muy corto, un grueso bigote y una conducta amable pero firme, Jacky desempeñaba un cargo de responsabilidad en la iglesia protestante de Molucas, la cual tenía más de 700 parroquias por toda la región. En su juventud, Jacky se había inspirado en las ideas de la teología de la liberación, un movimiento cristiano que emergió en América Latina para ayudar a los pobres y a los oprimidos. Había dedicado décadas a ayudar a repeler los avances no deseados de las empresas extractoras en las comunidades rurales en el este de Indonesia. Ahora Collin quería que Jacky hiciese lo mismo por los arueses. Lee más | Operación jaguar: la carrera por proteger el hábitat del felino en México | VIDEOS Jacky fue cauteloso. Sabía lo difícil que se podían poner las cosas para los grupos indígenas que se resistiesen a los proyectos respaldados por el gobierno. En su isla nativa de Haruku, a corta distancia de Ambon en barco, su propia comunidad se había fracturado cuando una empresa minera intentó introducirse. Choques entre pueblos vecinos a favor y en contra del proyecto se volvieron violentos. El lado de Jacky había intentado demandar a la empresa, pero el conflicto llegó al punto final cuando los habitantes de las aldeas quemaron el campamento sobre el terreno de la empresa. Ahora, Jacky se preguntaba si los arueses permanecerían fuertemente unidos en su oposición a la plantación de caña de azúcar, o si se estaría enfrentando a una situación que podría volverse incontrolable. Mientras caía la lluvia, Jacky y Collin idearon un plan. Invitarían a los estudiantes arueses en Ambon a una vigilia a la luz de las velas como un acto de solidaridad. Collin reuniría a sus compañeros en una clase en su colegio y Jacky les dirigiría en el rezo. Luego todos debatirían la mejor manera de proceder. El área total de las islas Aru es 8570 kilómetros cuadrados (3310 millas cuadradas), aproximadamente el tamaño de Puerto Rico. La noche siguiente, Collin llegó con una docena de estudiantes. Durante el servicio litúrgico, preguntaron si podrían cantar una canción folclórica que contaba el mito fundacional de la población de Aru. Jacky escuchó como murmuraban las letras, que relatan una lucha entre dos hermanos por una lanza dorada con poderes sobrenaturales para pescar. La lucha interna de los hermanos incitó a Dios a golpear la isla con un terremoto y un maremoto, que la partió en dos y forzó a sus habitantes a zarpar hacia el archipiélago conocido hoy en día como Aru. Sin embargo, Jacky los cortó enseguida. La canción tenía una profunda resonancia cultural, pero los estudiantes la cantaban como si estuviesen avergonzados de su legado. Para Jacky, hablaba de la falta de espíritu —espíritu que sería absolutamente necesario si iban a enfrentarse a las fuerzas aliadas contra Aru—. “No empiecen esta lucha si no están orgullosos de su identidad como arueses”, les advirtió. “Si no lo están, entonces la empresa vendrá y les pagará y los sacará uno a uno”. “Cántenlo otra vez”, dijo. “Con más dinamismo que si cantaran el himno nacional”. Lo hicieron, esta vez con más brío. Al terminar la velada, escribió dos palabras en pedazos de papel: SOS ARU. Jacky, centro, junto con Collin, tercero por la derecha, y los otros estudiantes durante la vigilia a la luz de las velas en agosto de 2013. En los carteles pone, “¡Reza por Aru!”. Durante los meses siguientes esta frase, y otras como esta, se convertirían en un llamamiento al movimiento de las bases que resonó desde Aru a Ambon, a Yakarta, la capital de Indonesia y mucho más allá. Acercó a hombres y mujeres indígenas de todas las edades, partidarios de todo el mundo. En juego había diferentes visiones del desarrollo. La empresa y sus partidarios políticos dijeron a los arueses que estaban atrasados y eran pobres, y que la única salida era confiar su destino a un conglomerado empresarial. Pero la población de Aru evaluó el mundo natural que los rodeaba y dijo que no. Lee más | Así salvaron de la extinción a un ave endémica de Ecuador Pronto se haría evidente que no solo estaban luchando contra una plantación, sino por algo más fundamental: hacer al gobierno responsable ante el pueblo, en un país donde los intereses empresariales han acaparado ampliamente los estamentos del poder estatal. Fue una batalla cuyo resultado decidiría el destino de una de las últimas extensiones de selva tropical más grande del mundo, y de las personas cuyas vidas y cultura están entrelazadas con ella. Hoy en día su lucha resuena por todo el planeta, cuando un movimiento global creciente que busca hacer frente a la misma elección binaria entre prosperidad y el medio ambiente que los arueses decidieron, con un efecto profundo, que era falso. Pero en un principio, eran solo una docena de estudiantes, un cura y dos palabras en un papel. “Así empezó el movimiento”, diría más tarde Jacky. “En ese cuarto”. II. Un político corrupto hipoteca Aru