- A nivel mundial, los proyectos de plantación de árboles están de moda, pero muchos cuentan con las viejas costumbres de plantar monocultivos y llamarlos bosques.
- Aun así, algunos investigadores dicen que hay formas de hacer que las plantaciones de árboles ayuden a los verdaderos proyectos de restauración, incluidos proyectos innovadores en el Bosque Atlántico de Brasil.
- Los proyectos de reforestación y restauración requerirán monitorización y escrutinio para asegurarse de que cumplen con sus compromisos con respecto tanto al clima como a la biodiversidad.
Es como si se hubiese dejado suelto un limpiador profesional en la selva tropical. Los silbidos de los pájaros y los croares de las ranas han sido aspirados, el desordenado sotobosque despejado. Donde una vez caóticas marañas de vides y árboles jóvenes luchaban por pequeños rayos de luz bajo un dosel sombreado, ahora los árboles de la misma altura están ordenados y organizados en filas cuidadosamente espaciadas bajo el sol abrasador.
Esto iba a ser un proyecto de reforestación. But something has gone very wrong.
Las agencias gubernamentales promocionaban el proyecto de reforestación Prey Land en el centro de Camboya como el primer gran proyecto de restauración del país centrado en el clima. La Administración Forestal de Camboya otorgó al contratista surcoreano Think Biotech una concesión de reforestación de 34 000 hectáreas con el propósito aparente de plantar árboles y mitigar la emisión de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, lo que ha sucedido sobre el terreno no se parece en nada a una victoria contra el cambio climático.
Miembros de la comunidad y científicos dicen que Think Biotech ha talado selvas tropicales diversas y las ha replantado con un monocultivo, o única especie, de acacias. Los terratenientes consuetudinarios han sido expulsados de unas tierras que ya no reconocen.
Como dijo un miembro de la comunidad en una reunión comunitaria en 2015, “Solía ser oscuro, sombrío y fresco. Ahora brilla el sol y sentimos el calor en nuestras cabezas”.
El peligro de que el proyecto climático de reforestación de Prey Lang pudiera ser un presagio de lo que está por venir solo se ha intensificado a medida que se disparan los compromisos con la plantación de árboles por todo el mundo. Parece que plantar árboles nunca ha estado más de moda. En 2019, Etiopía rompió el récord mundial de plantación de árboles, según informes se plantaron 350 millones de plántulas en el trascurso de 12 horas. Al menos tres iniciativas diferentes de “billones de árboles” están en marcha. China tiene programado plantar un muro verde del tamaño de Alemania en su región árida del norte para 2050, en un intento por recuperar los avances del desierto de Gobi.
Incluso las empresas están entrando en la acción. El conglomerado de papel y celulosa APP y el gigante de los combustibles fósiles Shell han recibido miradas suspicaces e ira por exaltar las virtudes de sus propios proyectos de reforestación a la vez que continúan con la tala de bosques, y la perforación de hidrocarburos.
Con el impulso de los compromisos de alto nivel del Desafío de Bonn para restaurar un área de tierras degradadas mayor que la India para 2030, la plantación de árboles parece lista para formar parte de lo que las Naciones Unidas está acuñando como el “Decenio sobre la Restauración de los Ecosistemas“.
Aun así, en el corazón mismo de este aparente frenesí de plantación de árboles hay preguntas sobre lo que significa la restauración y, quizás lo más controvertido, si las plantaciones de árboles de una sola especie deberían contar para los objetivos de restauración.
Ver el bosque por las plantaciones
Se le perdonaría por pensar que las plantaciones y la restauración se encuentran en lados opuestos de un espectro. Normalmente, las plantaciones son un azote para los ecosistemas autóctonos, preocupados con la producción eficiente de alguna materia prima: por ejemplo, aceite de palma en Borneo, o eucalipto en el Cerrado brasileño. A menudo su expansión arrasa con los entornos naturales, debilita la biodiversidad y los medios de vida locales. La restauración, por otra parte, está pensada para que sea un proceso de reparación del ecosistema, de reinsertar el bombeo del corazón de la naturaleza en los entornos degradados por el hombre.
En la práctica, la historia es mucho más confusa.
Una evaluación publicada en Nature en 2019 reveló que, en muchos países, la línea entre las plantaciones y la restauración es más borrosa de lo que aparenta a primera vista. Los investigadores forestales que analizan detalladamente la letra pequeña en los compromisos de restauración gubernamentales revelaron que casi la mitad de los nuevos bosques prometidos serán plantaciones de monocultivo de árboles de rápido crecimiento como la acacia y el eucalipto, en vez de los inicios de la recuperación de los ecosistemas.
En ese momento, los dos autores principales del estudio, Charlotte Wheeler de la Universidad de Edimburgo y Simon Lewis de la Universidad de Leeds, declararon que esta revelación era un escándalo del siglo XXI.
“Frenar el cambio climático a través de la restauración de los ecosistemas de la Tierra a su antigua gloria podría ser un profundo legado positivo del siglo XXI, pero no si los gobiernos y sus asesores pretenden que enormes monocultivos comerciales de árboles sean restauración forestal”, escribieron en un blog.
Su investigación se concentra en las desastrosas consecuencias climáticas de un futuro excesivamente centrado en la plantación, que muestra como bosques naturales de larga maduración con el tiempo almacenan alrededor de 40 veces más dióxido de carbono que las plantaciones que son taladas con regularidad. Es una importante dosis de realidad cuando países y empresas luchan por transmitir objetivos de plantación cada vez más grandes.
“La gente ha estado muy interesada en la diferencia entre el secuestro de carbono en bosques regenerados de manera natural frente plantaciones forestales”, dijo Wheeler a Mongabay.
Sin embargo, en muchos lugares, las plantaciones ya son más que un escándalo climático. En China los investigadores han demostrado que las plantaciones de algarrobo negro alóctono (Robinia pseudoacacia) en la meseta de Loes está succionando el 92 % de las precipitaciones durante los años húmedos, se apropia del agua dulce que mantiene el flujo de los ríos. Y los problemas de agua de China no son únicos. El gobierno de Sudáfrica continúa gastando millones de dólares cada año en su campaña insignia Trabajar por el Agua para sacar las plantaciones de árboles que consumen mucha agua de las zonas críticas de las cuencas hidrográficas.
Mientras tanto, algunos científicos advierten que, en Chad, los grandes esfuerzos de plantación podrían poner en peligro el programa de reintroducción del órix de cuernos de cimitarra (Oryx dammah). Y en el norte de Mozambique, estudios por satélite muestran que más de dos terceras partes de las plantaciones de madera entre 2001 y 2017 se establecieron en tierras de cultivo, lo que podría exacerbar la pobreza, la desnutrición y el desempleo rural al desplazar la producción de alimentos.
Entontes, ¿por qué, después de milenios de homogeneizar los ecosistemas de la Tierra, tantos países planean homogeneizar los medios para repararlos? ¿Por qué centrarse en soluciones de monocultivo en los compromisos de restauración?
Wheeler dice que se reduce a dos cosas: velocidad y facilidad.
“Los monocultivos de corta rotación tienen índices de secuestro de carbono más rápidos que los bosques que se regeneran de manera natural, así que, en el corto plazo, son muy atractivos”, dice.
Las plantaciones también son mucho más fáciles de plantar y más rentables en nuestro actual sistema económico que los bosques naturales, ya que estos últimos requieren que las personas recolecten semillas y plántulas autóctonas de los bosques ya existentes y cultivarlos en viveros.
Esta velocidad y facilidad ha ayudado a hacer de las plantaciones de árboles un pilar de los paisajes tropicales. Sin embargo, más allá del daño innegable que han causado en ciertos ecosistemas, las plantaciones de árboles también tienen otro lado, uno que rara vez se aborda en los círculos de conservación. Parece que, más allá de lo evidentemente malo y desagradable, las plantaciones de árboles también pueden tener un lado bueno.
Lo bueno y lo malo
Cuando el emperador Menelik II comenzó a construir la capital de Etiopía, Adís Abeba, alrededor de 1884, se enfrentó a un reto inmediato. En su mayoría, los bosques autóctonos de los alrededores habían desaparecido. ¿Cómo iba a construir su nueva metrópoli y proveer leña para su gente dada la falta de madera? La respuesta de Menelik llegó en la forma de lo que posiblemente sea una de las exportaciones de Australia que más ha cambiado el mundo: los eucaliptos. A lo largo de su reinado, y bajo el asesoramiento del ingeniero ferroviario francés Casimir Mondon-Vidailhet, Menelik supervisó la introducción de 15 especies de eucaliptos en Etiopía.
Hoy en día, en las ciudades y en los jardines de los hogares del suroeste de Etiopía, el legado de Menelik sigue vivo. El peso de las escuelas, las casas y los hospitales en construcción está sostenido por andamios de postes de eucaliptos rectos como agujas. Al pie de todos los jardines rurales, por encima de los techos de paja de las cabañas de los Gurage y el mosaico de campos de ensete, sorgo y haba, los robustos bosques de eucaliptos dominan el horizonte.
Estos pequeños bosques están lejos de las extensiones mecanizadas de plantaciones industriales que abarcan el horizonte, habituales en Brasil e Indonesia. Aun así, en muchos lugares del mundo, este es el aspecto que presentan las plantaciones de madera: pequeñas, de propiedad local y una fuente de leña y material de construcción de fácil acceso para la gente más pobre del mundo. En Tanzania más de la mitad de los bosques tienen un tamaño menor a una hectárea. Sin embargo, unidos ocupan un área mayor que todas las plantaciones gubernamentales y corporativas juntas. En la India los departamentos forestales de muchos estados promueven activamente la silvicultura social como un medio para mejorar los medios de vida y aliviar las presiones de la tala en los bosques naturales cercanos.
El propósito principal de tales plantaciones es la producción de leña y madera y es un trabajo en el que sobresalen. Las plantaciones no gestionadas de madera en el sur de Ghana, abandonadas durante más de 40 años, crean hasta cinco veces más ingresos de la madera que los bosques autóctonos cercanos de edad similar. Sin embargo, ciertas plantaciones, sobre todo aquellas más cercanas a los ecosistemas naturales, proporcionan beneficios adicionales algo sorprendentes. Resulta que algunas plantaciones de árboles pueden además albergar biodiversidad.
Según Matt Betts, profesor de ecología forestal en la Universidad Estatal de Oregón, la cantidad de vida silvestre depende de una serie de factores. Las plantaciones con especies mixtas y aquellas que conservan “legados” de antiguos hábitats, como los árboles que todavía quedan en pie o la madera derribada, tienden a tener un hábitat de una calidad mucho mayor que las plantaciones jóvenes de monocultivos. El número de años entre episodios de tala con motosierra, conocido como tiempo de rotación, también es importante.
“Muchas plantaciones se cosechan para maximizar el retorno económico o rendimiento —el cual a menudo es sustancialmente más joven que el intervalo de retorno de la alteración natural—”, dice Betts.
Las plantaciones más antiguas pueden sostener un gran número de aves e, incluso, pueden actuar como corredores a través de los cuáles animales que habitan en los bosques se pueden mover. La vida vegetal también se puede beneficiar de determinadas prácticas de gestión de las plantaciones, lo cual desafía el relato de que las plantaciones son un entorno pobre por defecto.
“Muchos conservacionistas ven las plantaciones de madera como “desiertos verdes”, exentos de regeneración natural en el sotobosque”, dijo Pedro Brancalion, profesor de la Universidad de São Paulo, a Mongabay. “En realidad ese es el caso de las plantaciones con rotaciones cortas, las plantaciones con una gestión intensiva, pero puede no ser el caso de las plantaciones con rotaciones largas, las cuales pueden tener una rica diversidad de plantas autóctonas en el sotobosque”.
En los trópicos, los científicos han demostrado repetidamente que las plantaciones gestionadas de una manera menos intensiva (o abandonadas) y estructuralmente diversas funcionan como imprevistos viveros de plántulas y albergan un considerable número de árboles jóvenes en crecimiento debajo de sus copas.
Brancalion tiene el cometido de utilizar este potencial vivero para renovar la reputación de los eucaliptos. Está de acuerdo con otros conservacionistas en que las plantaciones nunca pueden reemplazar el valor de la conservación de los ecosistemas naturales. Sin embargo, a través de un experimento de reforestación a gran escala en el Bosque Atlántico de Brasil, Brancalion y su equipo dicen que esperan que los eucaliptos pasen de ser el chico malo de la conservación al nuevo aliado de la restauración.
El experimento que dirige lidia con un obstáculo común de la restauración. Los compromisos de reforestación masiva están muy bien, pero ¿cómo se van a financiar? Brancalion dice que, una opción es intercalar cultivos de eucaliptos comerciables de rápido crecimiento con bosques regeneradores más naturales.
Así que, mientras que las especies autóctonas de crecimiento más lento empiezan a mejorar progresivamente una compleja selva tropical por debajo, los eucaliptos de cultivo intercalado ya están disparándose hacia arriba. Posteriormente, la cosecha y venta de estos árboles madereros de rápido crecimiento puede luego ayudar a pagar los costes iniciales de plantación y financiar el mantenimiento constante del sotobosque biodiverso.
En su estudio, Brancalion y su equipo encontraron que, al cosechar los eucaliptos de rápido crecimiento, los gerentes de la restauración podían compensar entre el 45 y el 75 % de los costes de plantar y mantener los árboles autóctonos en un plazo de cinco años, todo sin afectar negativamente la regeneración del sotobosque.
Aunque pueda parecer contradictorio, Brancalion dice que este sistema de recuperación de costes con cultivos intercalados tiene un potencial importante en otras partes de los trópicos, con un par de empresas ya ocupadas poniéndolo en práctica en la costa atlántica brasileña.
¿Cuánta plantación de árboles es demasiado?
De desiertos verdes que consumen mucha agua y destruyen el hábitat a posibles aliados de la restauración, proveedores de medios de vida y aliviadores de la degradación forestal, la historia de las plantaciones de árboles es multifacética. Sin embargo, la pregunta sigue siendo: ¿Cuánta plantación de árboles es demasiado cuando se trata de compromisos de reforestación a gran escala?
Wheeler dice que se debería incluir algún nivel de plantaciones de árboles en los objetivos de restauración, sobre todo donde estas plantaciones son fuentes de madera que reducen la presión de la tala en los bosques naturales.
Sin embargo, también dice que las operaciones de restauración necesitan alejarse del cultivo de las especies de eucaliptos y acacias de madera blanda destinadas para las fábricas de papel y celulosa. El carbono en productos de tan corta vida se destruye rápidamente, vuelve a la atmósfera y agrava el cambio climático. En cambio, para tener beneficios climáticos duraderos, deben de concentrarse en cultivos de madera dura, como la teca y la caoba, las cuales producen los mismos tipos de madera duradera que bloquea el carbono, típicamente sobreexplotada en los bosques naturales.
Para otros, la restauración no debería centrarse en la producción de madera en absoluto.
“No he realizado un análisis exhaustivo sobre esto, pero mi hipótesis es que las plantaciones centradas en la producción de madera no deberían tenerse en cuenta para los objetivos nacionales de restauración, a menos que la restauración sea el objetivo explícito de la plantación (y se hayan llevado a cabo iniciativas para diversificar las plantaciones)”, dice Betts, experto en ecología forestal.
Semejante diversificación puede implicar cambiar del monocultivo a plantaciones de múltiples especies, reducir la gestión forestal del sotobosque o asegurarse de que todas las plantaciones de árboles vienen de grupos lo suficientemente diversos como para que sean resistentes a los cambios inesperados de la sequía y el cambio climático.
Brancalion dice que las plantaciones industriales simplemente no cuentan.
“Las plantaciones industriales de madera son fantásticas para producir madera, y eso es todo”, dice. “Son importantes como una actividad económica y juegan un papel en las economías modernas, pero no pueden considerarse como restauración de los ecosistemas”.
Añade que no se puede contar con ellos para maximizar la biodiversidad, contribuir a la recuperación de carbono o impulsar los medios de vida locales o los servicios de las cuencas hidrográficas.
Matt Fagan, profesor de la Universidad de Maryland, dice que la proporción exacta de tierras nacionales que los países eligen destinar a las plantaciones o bosques naturales no es la parte más importante de su compromiso con la restauración y corresponde a los propios países decidir. Sin embargo, lo que en última instancia importa es asegurarse de que las plantaciones de monocultivos no reemplacen a los ecosistemas naturales. Cita el caso de Costa Rica, donde los gobiernos han subvencionado la expansión de plantaciones de monocultivos de árboles, pero estas, en su mayor parte, han reemplazado pastos en vez de bosques.
De hecho, según Fagan, el mejor lugar para expandir las plantaciones de monocultivo en los trópicos es en pastizales abandonados y dominados por la hierba.
“[Hacerlo] no desplazaría los usos humanos de la tierra, no bajaría la biodiversidad y es probable que crezca rápidamente y secuestre carbono”, dice.
En cuanto al peor lugar para cultivar una plantación de árboles, hay varias opciones.
“Primero, reemplazar una selva tropical antigua o un bosque seco con una plantación”, dice Fagan. “Segundo, expandir las plantaciones a las tierras de los pequeños agricultores de los alrededores, ya sea apoderándose de sus tierras o pagándoles para que se vayan. Es probable que tengan dificultades económicas y se vayan a despejar otro hábitat para la agricultura”.
La última opción, dice, es cultivar plantaciones sobre pastizales naturales antiguos, introducir árboles en un entorno donde ahogan a biodiversidad local adaptada a los pastizales y son vulnerables a los incendios de las plantaciones”.
Independientemente del matiz en torno a las plantaciones, todos los científicos están unidos detrás de un punto: la restauración que implica despejar hábitats naturales, como ha sucedido en Prey Lang y en otros lugares, no se merece este nombre.
¿Una señal de lo que está por venir?
A medida que entramos en el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas, hay lecciones que aprender de las últimas décadas de expansión de los árboles: ¿Dónde ha sucedido? ¿Con qué consecuencias? ¿Y qué parte de esta expansión han sido plantaciones de árboles frente a regeneración natural?
Las respuestas a estas preguntas son vitales para una sociedad que se embarca en unos esfuerzos históricos de reforestación. Sin embargo, durante mucho tiempo, las respuestas claras han permanecido esquivas. La razón se reduce a un tecnicismo. Hasta hace muy poco, distinguir la regeneración forestal natural de las plantaciones de árboles a gran escala espacial ha sido una tarea complicada, algo así como el santo grial para los científicos que analizan las imágenes por satélite.
“Aunque a menudo las plantaciones de monocultivos son diferentes a nuestros ojos como un bloque si las vemos desde un avión, desde el punto de vista del color a menudo se superponen con los bosques naturales y, por lo tanto, confunden a los algoritmos informáticos que trabajan con píxeles borrosos”, dice Fagan. En otras palabras, los ordenadores tienen dificultades para distinguir los bosques naturales de las plantaciones.
Añádele el hecho de que a menudo la nubosidad cubre la vista de los satélites de los paisajes tropicales y empieza a quedar claro por qué las respuestas han permanecido esquivas tanto tiempo.
Sin embargo, Fagan y su equipo dicen que lo descifraron recientemente. Utilizaron la enorme potencia de procesamiento de Google Earth Engine, así como las tecnologías de radar que penetran en las nubes y más de 600 000 ubicaciones conocidas de plantaciones y bosques naturales, para enseñar a los algoritmos de aprendizaje automático la diferencia entre una plantación y un bosque natural. Ahora, por primera vez, podemos empezar a desentrañar los patrones pasados de expansión de las plantaciones de árboles en los trópicos.
Sus resultados pintan un panorama preocupante. Entre los años 2000 y 2012, la expansión de la cubierta arbórea no estaba dominada por el rebrote de bosques naturales biodiversos, sino por esas filas ordenadas de plantaciones de monocultivos. En total, estas plantaciones consistieron aproximadamente en dos terceras partes de la expansión de árboles observada, un inmenso 92 % de las cuales tuvo lugar en “puntos críticos de biodiversidad”.
Las tierras secas también se han visto muy afectadas.
“Es probable que las plantaciones densas de árboles en tierras áridas bien crezcan despacio (si crecen algo), se quemen en un incendio o absorban todas las aguas subterráneas”, dice Fagan. “Y, aun así, una quinta parte de todas las plantaciones que observamos estaban plantadas en biomas áridos”.
Sin embargo, el hallazgo más grave, dice Fagan, es lo que ha ocurrido en las áreas protegidas. Una de cada 11 áreas protegidas ha experimentado el roce de las presiones de las plantaciones de árboles, su condición de protegidas no ha sido capaz de mantener alejado la expansión de los monocultivos.
Estos resultados son una señal de advertencia para las promesas de reforestación a gran escala. O, como dice Fagan, “Esperemos que el pasado no sea el prólogo”.
Mientras tanto, la expansión de cualquier plantación que tiene lugar bajo la bandera de la reforestación puede que tenga que lidiar con otros desafíos, antiguos y nuevos. Las historias coloniales a menudo están estrechamente vinculadas con las decisiones cuestionables en torno al establecimiento de plantaciones. Por ejemplo, Trisha Gopalakrishna de la Universidad de Oxford señala que muchas de las sabanas biodiversas de la India están clasificadas incorrectamente como “paramos” debido a la clasificación colonial errónea de la vegetación de la India.
“Este es un problema importante ya que gran parte de los ecosistemas abiertos de la India [pastizales y sabanas] están siendo objeto de actividades de forestación para alcanzar los objetivos de la India como parte [del] Acuerdo de París”, dice.
Luego está el asalto constante del cambio climático en sí, el cual Gopalakrishna describe como “una gran amenaza no solo para la restauración del ecosistema, sino para todo el funcionamiento y los procesos asociados del ecosistema”.
La evidencia sugiere que las plantaciones son más vulnerables a los incendios, las sequias y las enfermedades que los bosques que se regeneran de manera natural, lo que añade otro posible obstáculo.
Así que, bien sea que se piense o no que las plantaciones deberían tenerse en cuenta para la reforestación, una cosa es cierta: a medida que proliferan los proyectos de plantación de árboles, seguramente necesitamos vigilarlos.
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Imagen de cabecera: Un paisaje que contiene bosque autóctono en el proceso de regeneración natural en el sotobosque de una plantación de eucaliptos. Imagen cortesía de Paulo Guilherme Molin/Universidad Federal de São Carlos.
Artículo original: https://news-mongabay-com.mongabay.com/2021/09/should-tree-plantations-count-toward-reforestation-goals-its-complicated/