- Más de 100 aves, entre guanayes, piqueros y pingüinos, principalmente, han llegado hasta el zoológico Parque Las Leyendas para ser rehabilitadas. Muchas, sin embargo, no han logrado sobrevivir.
- Mongabay Latam salió a navegar con un equipo del Sernanp por la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras, para censar animales muertos y manchados de petróleo.
- Ayer, en una conferencia de prensa, el Ministerio del Ambiente informó que no fueron 6000 los barriles vertidos al mar sino 11 900.
A dos semanas del derrame de petróleo en el mar peruano, en la playa Pocitos, en la Zona reservada de Ancón, aún arden los ojos y la piel cuando se camina cerca al roquerío ennegrecido por el hidrocarburo. Como un lodo pastoso, el crudo todavía cubre las piedras en la orilla y se cuela entre los recovecos ola tras ola.
Cientos de personas con mamelucos blancos, personal de las empresas contratadas por Repsol para limpiar las playas, quitan la arena empetrolada con palas y colocan almohadillas absorbentes en el agua intentando eliminar parte de los 11 900 barriles de crudo vertidos, según el último informe entregado por el Ministerio del Ambiente. Pero esa imagen es reciente, aseguran funcionarios del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), que desde el domingo 16 de enero, un día después de ocurrido el derrame, monitorean el impacto del desastre en esta área protegida. “Hasta el lunes (17 de enero) aquí no había nadie de la empresa”, asegura Deyvis Huamán, responsable de la Unidad de Monitoreo, Vigilancia y Control del Sernanp. Según su versión, que confirman otros funcionarios del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), la actividad de limpieza, tal cual se ve hoy, “apenas tiene un par de días”, nos dijo Huamán el último lunes mientras recorríamos la playa.
A 50 minutos de navegación mar adentro, alrededor de la isla Los Pescadores, que es parte de la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras, por primera vez desde que empezó el derrame, el pescador Abelino Ramírez ve instaladas barreras de contención para impedir que la mancha negra de petróleo alcance las rocas donde se amontonan por miles las aves, donde se adosan soles y estrellas de mar y refugian caracoles, pulpos, peces y moluscos. “Ayer no estaban”, dice mientras conduce su embarcación en dirección a la isla, donde las olas contaminadas embisten las rocas, coronadas por una espuma amarilla, prueba de que las barreras instaladas llegaron tarde.