- El doctor en Ciencias Pablo Carrillo Reyes coordina el Herbario Luz María Villarreal de Puga, una colección de plantas al occidente de México, con 215 000 especímenes de Jalisco y el resto del país.
- Los herbarios son espacios de estudios capaces de aportar información clave para la preservación y el control de las plantas, por lo que pueden ser fundamentales para enfrentar el cambio climático.
- El trabajo del herbario para la conservación del teosintle —pariente silvestre del maíz— impulsó la creación de la Reserva Biológica de la Sierra de Manantlán, declarada patrimonio por la Unesco.
El doctor en Ciencias Pablo Carrillo Reyes era un niño cuando comenzó a experimentar el amor por las plantas y por el acto de clasificar objetos parecidos. Desde muy pequeño tomaba de aquí y allá corcholatas (tapas de metal), cajitas de cerillos, timbres postales, monedas, máscaras y cactus, muchos cactus. A los primeros les daba orden por formas, tamaños o fechas; de los últimos buscaba sus nombres científicos para saber si eran de las mismas familias. Era un coleccionista de colecciones, incluso antes de dedicar su vida a la biología y a la sistemática, esa ciencia encargada de clasificar a las especies a partir de su historia evolutiva.
Aún es ese niño que ordena por colores y busca entre libros el nombre de su cactus favorito, pero ahora también se pierde entre los anaqueles del Herbario Luz María Villarreal de Puga, de la Universidad de Guadalajara, donde es coordinador y apoya a estudiantes en sus investigaciones sobre la diversidad florística en cafetales, el manejo de agaves mezcaleros o la variación genética del tomate de cáscara.
Esta biblioteca de gimnospermas, helechos, monocotiledóneas y dicotiledóneas fue fundada en 1960 por la bióloga Luz María Villarreal de Puga y es el quinto herbario con más ejemplares en México, de acuerdo con el Index Herbarium, una base de datos del Jardín Botánico de Nueva York.
Resguarda 215 mil especímenes de Jalisco y de otros territorios, entre ellos el primero descubierto de Zea diploperennis, pariente silvestre del maíz que mantiene entre sus hojas el ADN que podría ayudar a la conservación de este grano en escenarios críticos por el cambio climático.
El descubrimiento y estudio en el herbario de este abuelo del maíz impulsó la creación de la Reserva Biológica de la Sierra de Manantlán, área natural declarada reserva de la biosfera en 1988 por la UNESCO. Allí se encuentran el 36 % de las especies de aves y el 25 % de mamíferos de México.
Mongabay Latam conversó con Carrillo Reyes quien también es vicepresidente de la Sociedad Botánica de México, sobre su amor por las plantas, el Herbario Luz María Villarreal de Puga y la importancia de los herbarios.
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—¿Cómo comenzó a interesarse en las plantas?
—Desde niño me atraía todo lo que tenía que ver con las plantas y animales, pero algo que me hizo interesarme de forma un poquito más formal fue un profesor que tuve en la preparatoria. Yo coleccionaba cactus de niño, fue mi puerta de entrada a la botánica, y este profesor —que realmente era siquiatra— era aficionado al cultivo de cactus. Él me enseñó a identificarlos con literatura especializada y a usar claves. Yo llevaba a la preparatoria mis cactus para que él, en el recreo, me dijera qué eran.
—¿Y cómo nació su interés por la preservación de las plantas?
—Antes de entrar a la carrera, me tomé un año sin estudiar, en ese tiempo conocí a un par de profesores y uno de ellos me invitó a salir al campo. Pocos meses antes de entrar a la carrera, ya me habían enseñado a colectar plantas, a usar una libreta de campo y tomar notas. Entré a la carrera bastante orientado hacia la botánica.
—¿Qué hace distinto al Herbario Luz María Villarreal de Puga frente a otros del mundo?
—Estoy seguro que está entre los dos herbarios más activos de México pensando en el número de visitantes y el número de estudiantes que lo usan. Al menos hay 15 tesis en curso de licenciaturas y de posgrados. La herencia de la maestra Puga sigue viva, era muy buena profesora y una excelente gestora, entonces formó un equipo sólido de botánicos en los setenta y principios de los ochenta; este equipo ha continuado la labor de formar gente. Yo recibí clases de muy buenos maestros que fueron alumnos de ella, me siento nieto académico de la maestra Puga. Sigue habiendo una fuerte tradición en formación de botánicos que se apoya en el herbario. Esta herencia viva de la maestra Puga es lo que lo hace distinto.
—¿Por qué guardar el ejemplar de una planta en un herbario?
—Porque es testigo de la existencia de esa planta en un lugar geográfico y en un momento determinado, entonces respalda la información que se está reportando en algún trabajo. Muchas veces no podemos tener esa planta que, por ejemplo, solo produce flores en diciembre y no podemos tener acceso a las flores y ver sus estructuras durante todo el año a menos que las preservemos de una manera cuidadosa en un herbario.
—¿Por qué es importante esta preservación, incluso para las personas que no estudian botánica?
—El florecimiento de las grandes culturas de la antigüedad: la egipcia, la maya, la azteca, la china, está estrechamente ligado al conocimiento íntimo de alguna planta y a la posibilidad de modificarla a partir de aprender a cultivarla. Los chinos no serían nada si no hubieran aprendido a domesticar el arroz, los egipcios con el trigo y las culturas mesoamericanas con el maíz, es decir, son plantas que hicieron cultura. A lo mejor suena poético esto que decía el Popol Vuh: somos los hombres del maíz. El hombre hizo el maíz y el maíz hizo el hombre. Hay algo de cierto en ello porque no hubieran florecido todas estas culturas, no se hubieran asentado en un lugar y dedicado tiempo a otras cosas de no haber sido porque tenían plantas que ya conocían y empezaron a cultivar, a domesticar.
Hay muchísimas implicaciones culturales y económicas que dependen de las plantas, dependemos de ellas, es indiscutible esa situación. Entonces, si dependemos tan estrechamente de este grupo biológico, hay que conocerlo y una herramienta para hacerlo es el estudio. Estas muestras en los herbarios son granitos de arena en el enorme rompecabezas que significa el conocimiento de las plantas.
—¿Cuál es el papel de un herbario frente al cambio climático y la pérdida de especies?
—Los herbarios son colecciones que constantemente se están actualizando, nos permiten conocer la distribución de las especies, la distribución pasada y también proyectar la distribución futura. En este escenario de cambio climático se han desarrollado métodos para evaluar la distribución que una especie va a tener en un futuro, estos métodos dependen de conocer los puntos específicos en donde se tiene la plena certeza de que la especie habita en este momento y las condiciones climáticas de esos sitios. Si se sabe qué tanto se está calentando el planeta, estas áreas pueden expandirse o reducirse cuando se conoce cómo son.
Otro aspecto que también tiene que ver con el período de la historia en el que estamos es el de las invasiones. A partir de los ejemplares de herbario se puede rastrear la ruta que han seguido algunas plantas. Un primer paso para controlar las especies que son afectadas por el cambio climático es conocerlas a través de todos estos registros que son testigos —por ejemplo— de que una planta estaba en 1920 en el puerto de Veracruz y después se encontró en tal época y en tal lugar y que solamente coloniza bosques húmedos.
—¿Los herbarios también aportan a la conservación de especies?
—Este herbario particularmente está vinculado a un caso muy interesante de conservación. En la década de los setenta encontraron en la Sierra de Manantlán, en el municipio de Cuautitlán de García Barragán, un zacate grande al que le llaman teosintle (Zea diploperennis), que resultó ser una especie nueva y la más cercanamente emparentada al maíz, algo tremendamente relevante. El maíz es una de las tres plantas base de la alimentación mundial, entonces conocer a sus parientes silvestres es de vital importancia, porque con ello sabes más sobre la historia de esta especie y, con los enfoques nuevos, tienes la posibilidad de incorporar material genético y darle más resistencia a la sequía o a cierto parásito.
El conocimiento de la población de un pariente cercano de una planta tan importante como el maíz volteó los ojos de muchos científicos hacia esta región, entonces era muy importante proteger a esta especie y para hacerlo era clave proteger el hábitat, por eso en los años ochenta la maestra Luz María Villarreal de Puga promovió la primera reserva de la biosfera del occidente de México: Sierra de Manantlán. Además de preservar el teosintle, gracias al trabajo de documentación botánica iniciado desde el herbario, se logró esta primera reserva de la biosfera en la región.
—Entiendo que se puede extraer el ADN de una planta preservada en un herbario, ¿qué beneficios tiene esto para la conservación de las plantas en el contexto del cambio climático?
—A partir de ejemplares de herbario se pueden obtener fragmentos de una especie, meter esos fragmentos a un mortero con nitrógeno líquido, machacarlos y obtener ADN. Estos datos que están contenidos en el ADN se han usado como evidencia para reconstruir la historia evolutiva de los linajes y esto ayuda a definir si una especie y otra, que se parecen mucho entre sí, son la misma especie.
Hay muchos casos de especies que morfológicamente se parecen mucho, pero la evidencia genética ayuda a dilucidar si son o no la misma especie o si son varias especies; para conservar algo, lo primero que hay que saber es con qué te estás enfrentando. Eso es relevante porque cada especie va a tener distintas interacciones biológicas, distinta preferencia de hábitat y en ese sentido los datos genéticos sí están vinculados con la conservación.
No es lo mismo diseñar una estrategia de conservación para una especie que crece solamente en un bosque de pino de un área determinada que diseñar una estrategia para una especie que tiene un amplia distribución en toda la Sierra Madre Occidental, por ejemplo.
—¿Qué otras finalidades tiene un herbario que no parecerían tan evidentes?
—En áreas académicas, pero no biológicas, he recibido peticiones muy interesantes de consulta de material para restauración de arte. Hace tiempo vino una chica que estaba estudiando las fibras de los lienzos de los cuadros del siglo XVIII. Tomaba un pequeño fragmento de las fibras sobre las cuales estaba hecha la pintura, analizaba la micromorfología de esta fibra y a partir de eso tenía que establecer de qué especie estaba hecha esa fibra. En algunos casos no había más que obtener una muestra de la especie sospechosa para comparar las fibras. En esa ocasión venía buscando una especie de árbol que crece en Chile y de suerte teníamos una pequeña muestra; no fue complicado apoyarla porque requería un fragmento de menos de un centímetro de tallo leñoso y eso no le hace daño al ejemplar, se sigue conservando todo lo que nos interesa.
Otro enfoque es como fuente de inspiración. Hace tiempo vino un fotógrafo inglés que trabajaba recorriendo las vías del tren en zonas donde hay migrantes y a partir de los materiales que recogía cerca a las vías del tren, fabricaba objetos que después fotografiaba. Estos objetos tenían una inspiración muy orgánica, eran como frutos, cortezas. Una vez vino y quería ver sobre todo ejemplares que tuvieran frutos grandes. Estuvo tomando fotos de los frutos como fuente de inspiración para su trabajo artístico.
* Imagen principal: El trabajo de Pablo Carrillo Reyes está basado en la formación a nuevos profesionales que, como él en su época, puedan ayudar en el resguardo de especies que serán importantes para hacer frente a la crisis climática. Foto: Abril Medina Landeros.
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