- Las lluvias extremas han dejado a dos fallecidos, miles de damnificados, además de daños en infraestructura y cultivos.
- Aunque no se tiene la certeza científica de que las lluvias sean producto de El Niño, se sabe que este fenómeno, que ya está presente en el país, es intensificador de las lluvias en la zona central de Chile, sostiene el científico Raúl Valenzuela en entrevista con Mongabay Latam. Además, el cambio climático aumenta la probabilidad de que ocurran eventos extremos.
*Actualización: el recuento de personas fallecidas, desaparecidas y damnificadas además de viviendas destruidas fue actualizado al último reporte oficial del día viernes 30 de junio.
Chile enfrenta los estragos de las lluvias más intensas que se han registrado en los últimos 30 años. Ríos desbordados, inundaciones, puentes y caminos cortados, viviendas bajo el agua y personas movilizándose en botes donde antes lo hacían caminando es el escenario que se mira en las seis regiones afectadas y que el gobierno decretó como zonas de catástrofe: Valparaíso, Metropolitana, Libertador Bernardo O’Higgins, Maule, Ñuble y Biobío.
El sistema frontal que golpeó a la zona centro sur del país, sobre todo el fin de semana pasado, ya se retiró, aseguró el subsecretario del interior, Manuel Monsalve. Sin embargo, el recuento de lo que las inundaciones han dejado a su paso, según el último reporte del Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (SENAPRED) dado a conocer el martes 27 de junio, es de dos personas fallecidas, dos desaparecidas, 21 673 damnificadas y 1623 viviendas destruidas.
En Licantén, una de las comunas más afectadas de la región del Maule, el hospital quedó sumergido luego de que el río Mataquito se desbordara. Los pacientes fueron evacuados a tiempo.
Hospital de Licanten, se encuentra totalmente inundado. pic.twitter.com/T8g5qn8k1M
— Primera Fuente (@PrimeraFuentecl) June 24, 2023
Mongabay Latam conversó con el doctor en Ciencias Atmosféricas e investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, Raúl Valenzuela, sobre las razones de este evento meteorológico ―que de acuerdo al subsecretario del interior, Manuel Monsalve, ya pasó― y las deudas que Chile mantiene para adaptarse a eventos cada vez más extremos debido al cambio climático.
—¿Qué relación tienen estas lluvias con El Niño?
—No podemos determinar científicamente que la causa de estas lluvias es El Niño. Lo que sí sabemos es que El Niño ha tenido un rol intensificador en la frecuencia y en la magnitud de las precipitaciones en la zona central de Chile. Hay que recordar que en el 2015 hubo un Fenómeno de El Niño, de anomalía térmica en el Pacífico de alrededor de dos grados, y no implicó lluvias sobre un período normal y cuando digo normal me refiero al promedio de 30 años.
—¿Qué rol juega el cambio climático?
—Considerando la respuesta anterior, la pregunta científica que podríamos hacernos es cómo cambia la probabilidad de este evento (El Niño) bajo un escenario de cambio climático. Lo que se ha visto y documentado es que el cambio climático aumenta la probabilidad de que ocurran eventos extremos. Hay algunas estaciones, en la costa y en valle, que registraron máximas de 12 milímetros por hora. Eso efectivamente es una lluvia extrema, pero en acumulación de agua no fue tanto. Donde sí fue más extremo es en la cordillera. Estamos hablando de 700 milímetros en tres días.
Además, lo que fue clave es que la altura de la isoterma 0 —la altitud en la cual se registran 0° Celsius— se mantuvo a 3000 metros casi constante durante tres días. Eso se explica porque el flujo del río atmosférico trajo humedad y temperatura desde el centro del (océano) Pacífico. En otras ocasiones, cuando la isoterma baja a 1500 metros, el aire es más bien de origen polar, es mucho más frío y tenemos lleno de nieve la cordillera.
—¿Que no nevara en la cordillera fue clave para que se produjeran las inundaciones?
—Es muy importante porque cuando la cordillera captura nieve, la escorrentía, es decir, el agua que se forma como flujo superficial en el suelo, tiende a disminuir porque se acumula en forma sólida en la montaña. Cuando esa montaña captura más agua que nieve, aumenta la escorrentía y, por lo tanto, los ríos tienden a aumentar su caudal.
Los ríos son construidos por la naturaleza en la medida que se forman estos cursos de agua por miles de años, entonces están diseñados de tal forma que normalmente conducen un flujo promedio anual. Si un río que durante 30 años lleva un caudal promedio de 20 metros cúbicos de pronto pasa a llevar 22, obviamente se va a desbordar porque su profundidad y ancho están determinados por este flujo histórico que normalmente recorre ese cauce.
—¿Qué tan duraderos pueden ser los beneficios de estas lluvias para la naturaleza si no cae nieve?
—Creo que va a ser beneficioso de todas maneras pensando que venimos de una sequía de, al menos, 10 años. Lluvias como estas no teníamos hace mucho tiempo. Habríamos estado muy felices de que esa agua se acumulara como nieve porque es el reservorio que tenemos durante el año, al menos en la zona central. Sin embargo, hay una recarga de los acuíferos y eso es tremendamente importante porque va a existir recurso subsuperficial —bajo la superficie— en muchos lugares donde se depende del agua subsuperficial más que de la superficial.
—Los modelos muestran que el cambio climático hará que en la zona central del país llueva cada vez menos. ¿El escenario de desertificación sigue siendo el mismo a pesar de estas lluvias?
—Sí, el escenario de desertificación sigue siendo el mismo. Una lluvia no va a cambiar la tendencia del cambio climático. Eso sigue igual. Este evento meteorológico está dentro de la variabilidad. Todos los años vamos a tener más o menos lluvias, pero al final el balance anual, según diferentes modelos, es que la tendencia es hacia una disminución de las acumulaciones anuales (de lluvias) hacia el año 2100.
Cada año hay una pequeña fracción que va a ir cambiando la precipitación total anual, pero eso no significa que haya eventos metereológicos. Normalmente hay una confusión. Está la climatología cuando hablamos de tendencias de largos años o fenómenos que se desarrollan durante meses como El Niño. Estas lluvias son un evento meteorológico, no un evento climático.
—El invierno recién está empezando, ¿cuál es el pronóstico para lo que queda?
—El Niño se está empezando a instalar. Lo que se espera es que este invierno sea, al menos, más lluvioso que el anterior y los tres años anteriores, justamente porque la magnitud de la anomalía de El Niño se espera que llegue hasta dos grados. El 2015 fue el último año de El Niño importante que se le denominó El Niño Godzilla. Ese año no ocurrió lo que todos estábamos esperando, que eran más lluvias, sino que fue un año seco.
Ojalá que se vuelva a repetir un año con estas lluvias, tanto en la frecuencia como en la magnitud. Eso, sin embargo, lamentablemente implica este tipo de cosas. Las ciudades, al menos en la zona central, no están preparadas para recibir tanta lluvia.
—¿Cuáles son los pendientes de Chile en adaptación al cambio climático para enfrentar eventos como este?
—Yo hice mi doctorado en Estados Unidos y vi de primera fuente toda la capacidad que tiene ese país para montar un sistema que está orientado y dedicado a la protección civil. De partida utilizan, y también muchos otros países en el mundo, radares meteorológicos que son justamente para monitorear en tiempo real el avance de las lluvias. Se instalan instrumentos en la cima de una montaña y el radar, como si fuera una sirena de ambulancia, está rotando en 360 grados permanentemente. De esa manera se puede hacer seguimiento, cada cinco o 10 minutos, para ver dónde están las lluvias más fuertes.
Mucha gente se acuerda de una Copa América que se hizo en Estados Unidos y en la que pararon el partido desde el minuto 25, por decir algo, al minuto 30, porque se sabía exactamente que pasaría un chubasco que iba a causar problemas. Lo detuvieron justo el tiempo que necesitaba para pasar y eso se hace con tecnología.
En Chile, la presidencia de Sebastián Piñera anunció, luego de unos tornados que se observaron hace algunos años en Los Ángeles, que se iba a implementar una red de radares. Después vino la pandemia y el proyecto quedó en carpeta. Esa red de radares está orientada a poder monitorear en tiempo real estas tormentas y, por lo tanto, tomar las mejores decisiones, poder alertar con mayor precisión a la gente.
El Estado de Chile no está invirtiendo en tecnología. Se está invirtiendo en gobernanza y la dirección metereológica ha avanzado mucho en los últimos años, pero no hay inversión en tecnología. Eso es lo que le falta a Chile.
—¿Otras medidas, como evitar que se construya en los cauces de los ríos o que se arroje basura son importantes, pueden marcar la diferencia?
—Esas también son medidas importantes, pero el cómo evitar que se haga algo responde a una normativa. Lo que los científicos y científicas podemos hacer es contribuir con información y datos, pero no es tan sólo invertir en tecnología, sino también en recursos humanos que pueda aplicar e interpretar esa información.
* Imagen Principal: Sobrevuelo en la región del Maule, una de las más afectadas. Foto: Ministerio de Obras Públicas.
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