- El mercado internacional sigue prefiriendo el aceite de palma proveniente del Sudeste asiático, ya que allí no solo la mano de obra es más barata sino que cuentan con tierras del Estado para crecer y multiplicarse.
- Por ello, aunque Brasil y Colombia tengan volúmenes de producción muy altos, su competitividad en cuanto a precios los ha hecho inclinarse por el mercado interno o por el mercado de exportación.
- Si bien el mercado de los biocombustibles cuenta con aceptación, muy poca de la producción de palma aceitera deriva en este nicho.
El aceite de palma es diferente de la mayoría de los productos agrícolas puesto que la materia prima cosechada, que son racimos de fruta fresca, debe procesarse en máximo 48 horas o se estropeará. Por ello, las plantaciones y las plantas extractoras industriales de aceite deben estar muy próximas. En el caso de la producción de soya o carne vacuna, la decisión sobre dónde ubicar una planta de trituración o un matadero es una opción con un margen de maniobra considerable, y su existencia no es un requisito previo para la instalación de un sistema de producción. En cambio, el aceite de palma depende totalmente de la implementación simultánea de una planta extractora y el sembradío al inicio del proceso de desarrollo.
Las instalaciones extractoras de aceite de palma requieren importante inversión de capital, donde una a gran escala que sea capaz de competir en el mercado mundial demanda aproximadamente 40 millones de dólares. Para justificar este desembolso de capital, los inversores exigen que la planta extractora vaya acompañada de un sembradío de al menos 5.000 hectáreas que garantice el suministro de materia prima suficiente para salvaguardar su viabilidad. Y a un precio de 10.000 dólares por hectárea, una plantación de 5.000 hectáreas requeriría otros 50 millones de dólares de capital de inversión.
La palma aceitera se cultiva para obtener dos productos básicos: el aceite de palma, que se extrae del fruto, y el aceite de palmiste, que se extrae de las semillas. El primero se utiliza en comestibles (desde aceite de cocina y helados) hasta productos de limpieza (como jabón y pasta de dientes). Además, es materia prima para las industrias química y de biocombustibles. Por otra parte, el aceite de palmiste es similar al aceite de coco y goza de un nicho de mercado vinculado a la cosmética y los productos de cuidado personal.
Hace 30 años, el aceite de palma representaba menos del 2% del consumo mundial de grasas y aceites, hoy esa cifra asciende al 41%. En 2020, la superficie cultivada de palma aceitera alcanzó los 28 millones de hectáreas en todo el mundo, con una tasa de crecimiento anual del 5,5% entre 2000 y 2020, más del doble de la tasa de crecimiento anual de la soya, que es el 2,6%. El aceite de palma desplazó a la soya como el aceite vegetal más importante del mundo en 2006, y su predominio como materia prima para la industria de bienes de consumo se debe a su menor costo de producción en comparación con el de soya y además de las características químicas de los ácidos grasos que lo constituyen, convirtiéndolo en un aceite con ingredientes atractivos para muchas recetas y fórmulas.
Las cadenas mundiales de suministro de aceite de palma están dominadas por productores del sudeste asiático puesto que éstos han creado un sistema de producción muy eficiente basado en el acceso a tierras estatales, bajos costos laborales e inversiones estratégicas en tecnología y sistemas de gestión. A diferencia de ellos, los productores de América Latina han perdido esta oportunidad de crecimiento puesto que sus costos de producción son significativamente más altos que los de sus competidores en Indonesia y Malasia. Según un estudio reciente, el costo total por tonelada de aceite de palma crudo producido por un productor integrado colombiano o brasileño, fue aproximadamente el doble que el de empresas similares en el sudeste asiático.
Esta brecha se explica en gran medida por los mayores costos laborales, pero la eficiencia y los rendimientos superiores también favorecen a los productores del Sudeste Asiático. Este diferencial de costos dificulta que los productores sudamericanos compitan en los mercados internacionales y los obliga a aceptar márgenes de ganancia más bajos. Por ello, se han enfocado en los mercados internos (al menos en las primeras etapas de su desarrollo); pero la mayoría de las empresas en la actualidad se centran en los mercados de exportación como estrategia de crecimiento.
Cada país ha seguido diferentes estrategias de desarrollo, lo que ha influido en la rapidez con la que se han expandido y en su capacidad para competir en los mercados nacionales y globales.
Los productores colombianos pudieron avanzar en su penetración en los mercados extranjeros, pero un brote de enfermedad en 2010 combinado con condiciones de sequía, limitó esos avances en un momento en que el sector se encontraba aumentando el área de plantaciones en respuesta a una política nacional de biocombustibles. Dicha política de biocombustibles promovió la expansión de la industria y permitió al sector exportar mayores cantidades al extranjero.
Ecuador tiene una historia similar, que incluye ataques periódicos con patógenos vegetales pero, a diferencia de Colombia, el gobierno ecuatoriano no adoptó la política del biodiesel, en consecuencia, el sector se ha expandido al centrarse exclusivamente en las exportaciones. El consumo interno tanto en Colombia como en Ecuador se mantiene estable, y los principales mercados de exportación incluyen Venezuela, la Unión Europea, México, Chile y Brasil. En realidad, Ecuador exporta alrededor del 30% de su producción a Colombia.
Los productores peruanos no sólo no han logrado captar un mercado de exportación significativo, sino que tampoco han logrado reducir la dependencia del aceite importado de soya. Los incentivos macroeconómicos para expandir la producción de aceite de palma en Perú parecerían obvios para un observador casual, ya que en el futuro reemplazaría al aceite de soya importado. En ese sentido, la expansión de las plantaciones de palma aceitera en el Perú está aumentando, y será un importante impulsor del cambio de uso de la tierra en la Amazonia peruana en el mediano plazo.
Brasil ha disfrutado de un crecimiento constante de su sector de aceite de palma, pero la demanda interna ha superado con creces la capacidad de los productores para satisfacer la oferta. Brasil es el segundo productor mundial de soya, por lo que el aceite de palma debe competir con el aceite de soya por la cuota de mercado. Por ejemplo, tiene una política de larga data que promueve utilizar biocombustibles como fuentes de energía alternativas, pero se ha asignado muy poco aceite de palma al mercado del biodiesel.
Brasil tiene un enorme mercado de bienes de consumo y muchas marcas globales fabrican sus productos en ese país utilizando derivados del aceite de palma o del aceite de palmiste. Al parecer, la falta de producción nacional combinada con importaciones más baratas ha motivado a las empresas a abastecer de proveedores extranjeros entre el 20% y el 40% de la demanda brasileña. Las importaciones colombianas y ecuatorianas representan alrededor del 10% de las importaciones totales, por lo que el resto viene del sudeste asiático.
El futuro mercado brasileño del aceite de palma puede encontrarse en una encrucijada. Las 100.000 hectáreas de nuevas plantaciones en Pará logradas entre 2010 y 2016 estaban destinadas originalmente a ser utilizadas como materia prima en una industria de biocombustibles en expansión, ya sea para exportar a la UE, a través de Belem Bioenergia Brasil, o para asumir el costo del diésel consumido por la maquinaria pesada y las operaciones ferroviarias de la empresa Vale, mediante Biopalma da Amazônia.
Sin embargo, la disminución de la demanda de biodiesel probablemente cambie esta proyección ya que aún no se ha puesto en funcionamiento por completo, y podría dirigirse al creciente consumo interno de usos tradicionales del aceite.
A corto plazo, existe una considerable incertidumbre sobre el futuro del sector del aceite de palma en la Panamazonía. La producción en Ecuador y Perú probablemente seguirá expandiéndose, pero casi toda esta expansión la producirán por intermedio de pequeños agricultores y productores independientes. En Colombia, el gobierno actual ha cambiado las políticas de biocombustibles que contribuyeron a la expansión del sector durante la última década, pero una disminución de la demanda interna puede verse compensada por el aumento de las exportaciones. Brasil tiene una capacidad de expansión casi ilimitada y una reciente decisión gubernamental ha favorecido al sector. No obstante, la nueva expansión puede haber saturado la demanda interna durante los próximos años.
En los cuatro países, la expansión se producirá sin deforestación por parte de los productores a gran escala debido a la presión del mercado. De todas maneras, en Ecuador y Perú se producirá cierta deforestación a pequeña escala ya que los pequeños agricultores no están sujetos al mismo nivel de control, donde esa pérdida de bosque saldrá de remanentes o la expansión gradual de la frontera agrícola.
Imagen principal: Las plantaciones de palma aceitera a gran escala requieren una sofisticada operación logística y de una planta aceitera industrial, que necesita una gran inversión de capital normalmente superior a 40 millones de dólares. Crédito: First Resources / Shutterstock.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons – Licencia CC BY 4.0).