- Una reciente investigación publicada en la revista científica Conservation Science and Practice encontró que al menos seis especies endémicas de ranas venenosas se están comercializando en el exterior desde antes de 2011, cuando Colombia autorizó la primera exportación de ranas criadas en cautiverio.
- Aún después de que Colombia aprobara el comercio de sus ranas, países europeos y norteamericanos siguen siendo los principales exportadores de estos anfibios. Hay serias dudas sobre el comercio de estos animales, pues no es posible hacer una trazabilidad que lleve a un origen legal de las ranas en Colombia.
- Científicos piden una labor más exhaustiva de las autoridades CITES a la hora de aprobar los permisos de exportación e importación. También llaman la atención por el tráfico ilegal de estas ranas que se encuentran amenazadas de extinción.
Colombia es un país de anfibios y sus 866 especies de ranas, salamandras y cecilias así lo demuestran. Además, es la segunda nación con mayor diversidad de ranas, de las cuales 417 son endémicas, es decir, sólo habitan en esta nación.
Una de las familias que enfrenta mayor riesgo de extinción es Dendrobatidae, a la que pertenecen las comúnmente conocidas ranas venenosas. Muchas de sus especies tienen hábitats muy restringidos, por lo que cualquier amenaza que enfrenten las pone en grave riesgo. La Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) clasifica a la mayoría de ellas en las categorías Vulnerable (VU), En peligro (EN) y En Peligro Crítico (CR).
Además de tener rangos geográficos pequeños, varias poblaciones de ranas venenosas de los géneros Oophaga, Phyllobates y Andinobates están disminuyendo debido a su extracción del medio silvestre para el tráfico ilegal. Es por eso que el objetivo de un artículo científico elaborado por investigadores de WCS en Colombia y Estados Unidos, y que fue publicado a finales de 2024 en la revista Conservation Science and Practice, analiza qué está pasando con el tráfico de seis especies endémicas colombianas.

Los científicos utilizaron la versión más reciente de los registros oficiales de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés) para tener acceso a la información de exportación e importación de las especies Dendrobates truncatus, Oophaga histrionica, Oophaga lehmanni, Phyllobates aurotaenia, Phyllobates bicolor y Phyllobates terribillis, entre 1987 y 2022. Así evaluaron la magnitud del comercio internacional, tanto antes como después de que Colombia permitiera en 2011 las exportaciones legales de estas ranas.
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“Nuestros análisis muestran que, durante más de dos décadas, el comercio internacional de estas ranas incluidas en la CITES, probablemente en vulneración de la Convención, resultó en exportaciones significativas (y probablemente mayores beneficios financieros) en países fuera del área de distribución de estas especies, a través de programas de cría en cautiverio“, indica el artículo. “Aunque el mercado se reconfiguró cuando Colombia legalizó la exportación de ciertas ranas endémicas, los países fuera del área de distribución de estas especies, con parentales obtenidos de fuentes desconocidas y posiblemente ilegales, siguen representando una parte significativa del volumen de comercio de algunas especies (principalmente, Phyllobates spp.)”, agrega la investigación.
En otras palabras, las ranas han sido reproducidas fuera de Colombia, no se sabe cómo llegaron a Canadá, Estados Unidos y países europeos y asiáticos, pero es probable que su reproducción en cautiverio no haya sido legal, y que hoy tampoco lo sea, ya que no hay forma de hacer la trazabilidad hasta Colombia. Además, muchas de las ganancias económicas por la venta de estas ranas provenientes de la zoocría no llegan al país.
Germán Forero, director científico de WCS Colombia, comenta que las seis especies de ranas endémicas con las que trabajaron en el artículo pertenecen al Apéndice 2 de CITES. Es decir, se trata de especies que pueden sufrir una disminución, por lo que se requiere un comercio sujeto a controles y permisos específicos para asegurar su supervivencia. A su vez, por esta razón, todas las transacciones deben ser reportadas por los países que exportan e importan. “Lo que nos llamó la atención es que vienen siendo comercializadas entre países norteamericanos, europeos y asiáticos, utilizando permisos CITES desde los años 80. Pero Colombia sólo dio los permisos a partir de 2011. ¿Cómo es que unas ranas que solo podían haber salido de Colombia están siendo comercializadas por otros países? ¿Cómo es que las autoridades CITES de esos países están avalando las ranas y los criaderos que existen en Europa y Norteamérica, otorgándoles permisos para exportarlas e importarlas?”, cuestiona Forero.

Dudas sobre la legalidad de los zoocriaderos en el exterior
El comercio de las seis ranas venenosas endémicas de Colombia aprobado por las autoridades administrativas de CITES fue de 1373 envíos, entre 1987 y 2022. Estas transacciones involucraron 13 957 ranas vivas y 41 países. Este dato preocupa a los investigadores porque, en ese último año, toda la familia de ranas venenosas Dendrobatidae fue incluida en el Apéndice 2 de CITES.
Sin embargo, Colombia sólo otorgó permisos de exportación para estos anfibios a partir de 2011. Esto lleva a los científicos a pensar que las ranas provienen del comercio ilegal, ya que los únicos especímenes que podían exportarse son aquellos producto de la zoocría y no hay más que una empresa autorizada en el país para hacerlo.
La cronología del comercio de vida silvestre en Colombia es vital para entender la preocupación de los científicos. En 1969 el país comienza a exigir permisos para la exportación legal de fauna y luego, en 1979, el Instituto de Recursos Naturales Renovables y del Ambiente (INDERENA), autoridad ambiental nacional en esa época, estableció que sólo la fauna criada en cautiverio podía exportarse. En 1981 Colombia ratifica la Convención CITES. Seis años más tarde, la familia de ranas Dendrobatidae entra al Apéndice 2 de la Convención y sólo hasta 2011 Colombia otorgó el primer permiso de exportación para una de las seis especies analizadas en el artículo científico.
Germán Forero explica que podría haber un camino legal que explique la exportación de ranas desde zoocriaderos en el exterior: los individuos fueron sacados de Colombia antes de 1969 (es decir, antes de que Colombia siquiera hablara de permisos de exportación) y los especímenes que están exportando pertenecen al linaje de estos primeros ejemplares. “Pero las probabilidades de que eso sea así son mínimas, estaríamos hablando de más de 50 años”, aseguran.
Forero se inclina por la hipótesis de que las ranas que actualmente se reproducen en el exterior tienen un origen ilegal. “Basta con ver la cantidad de ranas que son víctimas de tráfico. Hemos sabido de grandes incautaciones de ranas venenosas en Colombia. Hay un mercado negro donde varios países han legalizado las ranas utilizando permisos CITES para intercambiarlas entre ellos y no nos están explicando [a Colombia] de dónde salieron las ranas que están comercializando”, enfatiza.


Por ejemplo, en el caso de la rana venenosa dorada Phyllobates terribilis, antes de que se produjeran las primeras exportaciones legales desde Colombia, la especie ya se comercializaba a nivel mundial. El artículo menciona que este comercio se concentraba entre Europa, Estados Unidos y Canadá. Además, existía una demanda significativa del sudeste asiático, siendo Europa y América del Norte los principales proveedores. “No es posible rastrear la ruta seguida por estas ranas endémicas desde su origen en Colombia hasta los países exportadores durante este tiempo (antes de 2011), ya que las exportaciones comerciales desde Colombia no eran legales en ese entonces”, se lee en el documento.
El artículo menciona que para las otras cinco especies (excepto Oophaga lehmanni), los resultados también muestran mercados bien desarrollados antes de 2011, donde Europa y América del Norte eran centros clave de oferta y demanda.
Otro asunto que llamó la atención de los investigadores es que incluso después de que Colombia permitiera la exportación de ranas de zoocría, más de la mitad de las exportaciones de especies endémicas como Phyllobates bicolor y Phyllobates terribillis siguen generándose desde otros países.
“Para las especies [del género] Phyllobates, Colombia es proveedor de varios países, pero en cantidades relativamente pequeñas, mientras que los países de América del Norte (y Europa en el caso de Phyllobates aurotaenia) exportan grandes cantidades, compitiendo con Colombia y dominando los mercados asiáticos a los que Colombia no ha podido llegar”, destaca el artículo.

Además, en el caso de algunos exportadores importantes, como Hungría, Líbano o República Checa, “no está claro cuál es el origen de las ranas exportadas, teniendo en cuenta que no eran importadores importantes o no informaron de importaciones en absoluto”. Otro dato inquietante es que Canadá se ha convertido en un gran exportador luego de que, durante mucho tiempo, fue importador de ranas venenosas colombianas.
Adriana Rivera, directora de Bosques, Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos del Ministerio de Ambiente de Colombia, asegura que es importante trabajar en el marco de la Convención CITES para establecer si se están cumpliendo los mecanismos para la trazabilidad y el origen legal de los especímenes que salen de criaderos de especies endémicas.
“Esos zoocriaderos deberían estar registrados y decir de dónde viene su pie parental [los individuos seleccionados para la reproducción]. Todo zoocriadero donde el pie parental no tenga una obtención legal debería ser cerrado por las autoridades de esos países”, dice Rivera.
La funcionaria del Ministerio de Ambiente pone a Europa como ejemplo y comenta que allí se le exigen muchos controles a países latinoamericanos, “pero si usted va a zoocriaderos de ese continente, podrá ver que tienen especies que no son de ellos [que no habitan en su territorio]”.

Falencias en el biocomercio
El tráfico de vida silvestre es un problema que afecta a muchas especies. En el caso de las ranas venenosas endémicas colombianas se suma la duda sobre la legalidad de las exportaciones e importaciones declaradas en CITES, debido a que no es posible tener una trazabilidad que permita llegar a un origen en Colombia.
Además, se estaría dando un “lavado” de especímenes ilegales sacados de la naturaleza que pueden llegar a zoocriaderos en el exterior y luego obtener permisos CITES para ser exportados.
A este complejo escenario, los autores del artículo científico agregan que, hasta 2011, Colombia no recibió ningún beneficio de las transacciones comerciales que se dieron entre países y que, después de esa fecha, ha tenido una participación muy pequeña dentro del mercado legal. “Durante muchos años se comercializaron nuestras ranas endémicas prácticamente sin ningún permiso, sin colaboración con Colombia y sin que el país recibiera beneficios para las comunidades locales donde se conservan estas especies”, indica Forero.
Aunque Colombia es responsable de la conservación de sus especies, los exportadores en otras naciones no suelen compensar al país por su uso ni contribuir a su tan necesaria conservación en estado silvestre. El análisis de los autores indica, en otras palabras, que Colombia recibe una pequeña fracción de los beneficios, a pesar de que es el único país responsable de proteger las poblaciones silvestres de estas especies endémicas comercializadas, que están en peligro de extinción y que se han visto drásticamente reducidas por el tráfico y la pérdida de hábitat.

“Es importante entender el comercio que se da dentro de los países para estimar el valor económico real del mercado de ranas venenosas y lo que Colombia está perdiendo en términos de beneficios económicos”, se destaca en el documento.
Adriana Rivera considera que es necesario elevar ante CITES el problema de la comercialización de ranas endémicas colombianas, de manera que se generen mecanismos de control para los zoocriaderos que se establecen fuera del área de distribución de las especies.
Sin embargo, también asegura que es indispensable seguir enfrentando el tráfico ilegal. “Dentro de la estrategia de control de tráfico en Colombia estamos abordando, no sólo para ranas sino para vida silvestre en general, la capacitación para nuestros entes de control. También es importante saber si en las incautaciones que se reportan en el país se judicializa a los responsables y saber si se les impuso una sanción o no”, comenta Rivera.

Forero comenta que hay algunas personas que sugieren pasar las ranas venenosas del Apéndice 2 al Apéndice 1 de CITES, donde el comercio está prohibido, salvo en circunstancias excepcionales como motivos de conservación o investigación. “En general, la preferencia es no subirlas de Apéndice, sino tratar de colaborar con los otros países para que implementen bien las normas del Apéndice 2, que permite el biocomercio, asegurándose de que los individuos sean legales”.
Rivera coincide con Forero. Para ella, en el Apéndice 1 se prohíbe todo tipo de comercio y por ende se acaban los beneficios económicos. Sin embargo, eso no significa que el tráfico ilegal se detendrá. “Basta con mirar lo que ocurre con el cultivo de coca”, dice.
“Podemos poner toda nuestra fauna silvestre en Apéndice 1, pero si no somos capaces de controlar el tráfico de fauna silvestre como un crimen ambiental y tener los correctos operativos y seguimiento a estas cadenas de tráfico, vamos a seguir con el problema”, concluye Rivera.
REFERENCIA
Forero‐Medina, G., Acevedo, L. D., Balcazar, A., Delgado, M., DeGemmis, A., Lieberman, S., & Arroyave, F. (2024). Navigating access and benefit sharing in international trade of endemic species: The case of Colombia’s poison frogs (Dendrobatidae). Conservation Science and Practice, e13283.
*Imagen principal: La rana dardo dorada (Phyllobates terribilis) es considerada uno de los animales más venenosos del mundo. Es endémica de los departamentos de Cauca y Valle del Cauca, Colombia. Foto: Jhonattan Vanegas