- Randy Borman, líder del pueblo Cofán en la Amazonía ecuatoriana, falleció el 17 de febrero.
- Hijo de misioneros estadounidenses en la Amazonía, creció entre los Cofán y durante toda su vida fue un defensor de su tierra y sus derechos.
- Borman lideró los esfuerzos para obtener el reconocimiento legal de más de 400 000 hectáreas de territorio cofán, asegurando el control indígena a largo plazo sobre una vasta extensión de selva tropical.
- Randy, junto a biólogos del Field Museum de Chicago y científicos locales, coordinó y ayudó a liderar cuatro Inventarios Biológicos Rápidos para establecer áreas protegidas.
Randy Borman nunca estuvo destinado a ser Cofán. Sin embargo, desde el momento en que nació en 1955, en lo más profundo de la Amazonía ecuatoriana, les pertenecía. Sus padres, misioneros estadounidenses, habían llegado para traducir la Biblia al idioma cofán, pero su hijo mayor adoptó el bosque como si estuviera escrito en su esencia. Mientras sus padres estudiaban las escrituras, Randy aprendía a rastrear tapires, pescar con arpón y manejar la cerbatana con precisión silenciosa. Habló A’ingae, el idioma de los Cofán, antes que el inglés. La selva fue su cuna, su escuela y, al final, su misión.
Era un mundo que ya se desvanecía. Cuando Randy era niño, los Cofán aún vivían como lo habían hecho durante siglos, cazando y pescando a lo largo del río Aguarico, desplazándose con ligereza por un paisaje que entendían con una intimidad que pocos forasteros podían imaginar. Para cuando llegó a la adolescencia, los primeros estruendos sísmicos de un taladro petrolero rompieron el silencio. La llegada de Texaco a finales de los años 70, junto con las carreteras y los colonos que llegaron poco tiempo después, convirtió la tierra de los Cofán en una alfombra de ríos ennegrecidos y árboles derribados. Randy, dividido entre su aldea y la escuela misionera en Quito, se encontró atrapado entre dos mundos irreconciliables: uno que desaparecía y otro que era indiferente.
A los 18 años, partió hacia la Universidad Estatal de Míchigan, en un intento breve de llevar una vida en la tierra de sus antepasados. No funcionó. Todo le parecía regulado, cuadriculado, recordaría más tarde. Necesitaba el bosque.
Regresó a Ecuador, decidido a luchar por el pueblo que lo había criado, el pueblo cuya tierra estaba siendo arrebatada, pozo petrolero tras pozo petrolero.
Los Cofán no eran legalmente dueños de su propio territorio. Como un pueblo que siempre había convivido con la tierra, el concepto mismo de propiedad les era ajeno. Randy comprendió que el único lenguaje que entendía el Estado ecuatoriano era la burocracia y se propuso obtener títulos de propiedad para los Cofán. Aprendió la ley, navegó por los pasillos del poder en Quito y luchó por los derechos territoriales indígenas en reuniones donde, a menudo, era el único Cofán presente. En 1992, tras años de cabildeo, consiguió el primer reconocimiento legal del territorio cofán: una extensión de casi 81 000 hectáreas. En los años siguientes, ayudó a expandir la tierra bajo control cofán en la Amazonía a más de 404 000 hectáreas, asegurando que uno de los bosques más biodiversos del planeta perdurara.
Su estrategia era simple: si el Estado no podía proteger la tierra, los Cofán lo harían por sí mismos. Randy ayudó a establecer el Programa de Guardaparques Cofán, entrenando guardianes indígenas para patrullar los bosques, expulsar a los madereros y mineros ilegales y monitorear la biodiversidad. Fue un triunfo. Mientras la deforestación se disparaba en otras partes de Ecuador, las tierras cofán se mantenían como un testimonio de resistencia, verdes y llenas de vida. El programa se convirtió en un modelo de conservación liderada por indígenas, estudiado y admirado mucho más allá de la Amazonía.
Randy tenía una visión de gran alcance para el territorio cofán, que abarcaba desde el Piedemonte andino hasta las tierras bajas amazónicas. Trabajó estrechamente con el gobierno ecuatoriano para establecer áreas protegidas, ayudando a crear la Reserva Ecológica Cofán Bermejo, a salvaguardar la zona de conservación hídrica Cofanes-Chingual, y a integrar a la comunidad cofán de Zábalo en el plan de zonificación y manejo de la Reserva de Producción de Fauna Cuyabeno. Estos esfuerzos no solo garantizaron la seguridad territorial, sino que también sentaron las bases para una conservación que perduraría por generaciones.
Caminar con Randy por la selva era presenciar una rara síntesis de sabiduría indígena y conocimiento científico. Podía leer el paisaje con una fluidez asombrosa, rastreando las historias escritas en las cortezas de los árboles y las huellas de los animales, vinculando las tradiciones cofán con la ciencia ecológica occidental. Su capacidad para tender puentes entre estos mundos lo convirtió en un luchador formidable tanto para la conservación como para los derechos indígenas, asegurando que la forma de vida cofán siguiera siendo central en el futuro de su territorio.
No fue sin costos. Randy fue amenazado más veces de las que podía contar. En 2012, su hijo Felipe fue secuestrado por hombres armados vinculados al comercio de oro. Durante 40 días estuvo encadenado en la selva. La familia Borman nunca pagó un rescate. En cambio, Felipe, usando las habilidades que su padre le había enseñado, escapó por su cuenta, deslizándose entre la maleza hasta encontrar seguridad. Randy había criado a sus hijos como él mismo había sido criado: para entender la selva como hogar y refugio.
Su cuerpo soportó el peso de sus batallas. Un ataque casi mortal de encefalitis a sus 40 años lo dejó dependiente de terapia hormonal. Años de exposición implacable al sol ecuatorial lo llevaron a múltiples cirugías para remover cáncer de piel. Al final, fue la enfermedad la que lo venció.
Y, sin embargo, la selva por la que luchó todavía permanece. Los Cofán, que alguna vez estuvieron al borde de la desaparición, son ahora algunos de los administradores de tierras indígenas más exitosos de la Amazonía. Los ríos que Randy navegó de niño siguen limpios, los árboles aún vibran con los llamados de los guacamayos y los monos aulladores. Su hijo Felipe, ahora convertido en un líder, continúa la lucha.
“Los pueblos indígenas sabemos que necesitamos el bosque para sobrevivir”, solía decir Randy. La pregunta es si el resto del mundo despertará y llegará a aceptar esa realidad.
No vivió para ver al mundo despertar por completo. Pero, gracias a él, al menos un rincón del planeta sigue respirando.
English: Randy Borman (1955-2025): An unlikely guardian of the Amazon rainforest