- La organización benéfica ambientalista Climate Force está colaborando con el pueblo indígena Eastern Kuku Yalanji y con guardaparques para crear un corredor de vida silvestre.
- Buscan conectar dos lugares australianos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco: la selva tropical de Daintree y la Gran Barrera de Coral.
- Los hábitats de la fauna salvaje en esta región se han fragmentado debido a la agricultura industrial.
- Se espera que un corredor forestal ayude a proteger la biodiversidad, permitiendo a los animales buscar alimento y conectar distintas poblaciones para el apareamiento y la migración.
El guardabosques indígena Jason Petersen recuerda cómo, de niño, observaba maravillado la selva tropical más antigua del mundo. Cuando llegaban las lluvias, limpiaban el polvo de los árboles y revelaban los colores vibrantes de la selva. Ahora, como adulto, dice que espera que su hijo experimente el mismo asombro, mientras él planta un nuevo corredor de vida salvaje en esta misma tierra.
“Espero que [nuestros hijos] puedan empezar a ver un cambio positivo. Cuando los animales empiecen a desplazarse desde las montañas hasta las zonas ribereñas, será algo inmenso”, afirma Petersen.
En el Cabo Kimberley, en Australia, la organización benéfica ambientalista Climate Force está colaborando con el pueblo Eastern Kuku Yalanji y los guardaparques para crear un corredor que conecte dos lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco: la selva tropical de Daintree y la Gran Barrera de Coral. Para ello, tendrán que plantar 360 000 árboles.
Los hábitats de vida silvestre en esta región se han fragmentado. La zona donde se plantará este nuevo bosque es una parcela de 213 hectáreas que fue desforestada para el ganado en la década de 1960 y luego se utilizó como plantación comercial de plátanos hasta la década de 1990. El área estaba cubierta por la invasora hierba de guinea y por maquinaria agrícola abandonada.

“Hace tiempo que nuestro país [la tierra indígena] está desnudo”, declaró Petersen a Mongabay.
La fragmentación de los bosques conduce a la pérdida de diversidad y al declive de las especies. Sin embargo, las franjas de tierra que forman los corredores de vida silvestre pueden ayudar a conectar las poblaciones de animales salvajes: aseguran la búsqueda de alimento, conectan poblaciones diferentes para el apareamiento y otras necesidades migratorias, según los conservacionistas. En diciembre de 2022, el Marco Mundial de la Diversidad Biológica de la ONU reconoció los corredores ecológicos como una medida clave de conservación junto a las áreas protegidas.
En el caso de la selva tropical de Daintree, los expertos en conservación afirman que un corredor ecológico ayudará a proteger a los canguros arborícolas endémicos de Bennett (Dendrolagus bennettianus), los zorros voladores de anteojos (Pteropus conspicillatus) y los casuarios del sur (Casuarius casuarius), las especies vivas más parecidas a los dinosaurios.
El conservacionista Barney Swan, fundador de Climate Force, recaudó 2.5 millones de dólares en 2021 para comprar las tierras de cultivo abandonadas y poner en marcha el proyecto Tropical ReGen. Los fondos también se utilizaron para el desarrollo de un gemelo digital del bosque, y así apoyar el proyecto de reforestación.
“Muchas de las especies utilizan este [corredor de vida salvaje] como una autopista y no han podido pasar debido a la hierba y las cercas”, dice Swan. “Si lo hacemos bien, puede beneficiar a cientos de miles de hectáreas” en la selva tropical de Daintree.
Regenerando un antiguo corredor
La selva tropical de Daintree, de 180 millones de años de antigüedad, forma parte de las tierras ancestrales del pueblo Eastern Kuku Yalani, que les fueron restituidas por el gobierno australiano en 2021. Desde el principio, los Eastern Kuku Yalanji han participado en el proyecto Tropical ReGen y siguen orientando al equipo de Climate Force sobre qué árboles plantar para ayudar a restaurar la selva tropical. Los ancianos destacaron la importancia de plantar cedros rojos (Toona ciliata), conocidos como árboles de nacimiento.

Durante siglos, las mujeres aborígenes utilizaron estos árboles para refugiarse y dar a luz.
“Los ancianos nos contaron que, cuando se colonizó la zona, se vieron obligados a deforestarla para obtener ingresos”, explica Crag Carttling, facilitador turístico de la Jabalbina Yalanji Aboriginal Corporation, organización que gestiona y protege la selva tropical de Daintree.
“Esto incluía talar los árboles de nacimiento. Muchos de los cedros rojos, que se llamaban ‘oro rojo’ por el precio que podían alcanzar, eran árboles de nacimiento de ancianos que habían fallecido, y esos árboles se consideraban de la familia”.
Los guardabosques indígenas de la Jabalbina Yalanji Aboriginal Corporation también llevaron al equipo de Tropical ReGen –formado por conservacionistas, agricultores y voluntarios internacionales– de paseo por el bosque para recoger semillas nativas.
Antes de comenzar a plantar árboles, los miembros del equipo Tropical ReGen tuvieron que pasar un mes limpiando la basura y retirando las vallas de la antigua finca bananera. Además, convirtieron un viejo invernadero del terreno en un vivero de plantas en funcionamiento e instalaron agua y energía solar para su centro de investigación.
Sin embargo, antes de iniciar la reforestación, también necesitaban regenerar el suelo del terreno. “La transición de un sistema de césped basado en bacterias, como el pastizal, a un ecosistema forestal rico en hongos es difícil. Hace falta abono, se necesita descomposición orgánica”, explica Swan.
Ahora, tres años después, con la ayuda de más de 300 voluntarios, han logrado cultivar 25 000 árboles de 180 especies, entre ellos cedro rojo, nogal de Noé (Endiandra microneura) y palmera negra (Normanbya normanbyi), que sirven de alimento a cacatúas y casuarios. De estos árboles, más de 10 765 están plantados y el resto sigue creciendo en el vivero.

Nigel Tucker, ecólogo experto en restauración, radicado en el estado de Queensland, donde se encuentra Daintree, y quien no está asociado al proyecto, coincide en que es importante plantar la palmera negra y otros árboles para alimentar a los casuarios. Explica que, después de comer la fruta, los casuarios pueden dispersar semillas grandes que otros animales no son capaces de trasladar, ayudando así a la restauración del bosque.
Sin embargo, Turker también señala que es importante plantar árboles que puedan atraer a varios animales, como el quandong azul (Elaeocarpus grandis). Los frutos de este árbol los comen tanto los casuarios como los zorros voladores de anteojos, los melomys de patas leonadas (Melomys cervinipes) y los canguros rata almizcleros (Hypsiprymnodon moschatus).
“Los cultivos frutales de alto valor atraen a muchas aves y animales a la zona. Estos traerán consigo las semillas del bosque contiguo, lo que añadirá una diversidad que nunca podrías plantar por ti mismo”, cuenta Tucker.
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Los casuarios viven en la selva, pero también buscan comida en los manglares y a lo largo de las playas. En su recorrido, dispersan las semillas de lo que han comido. Los conservacionistas esperan que el corredor de vida silvestre entre la selva tropical de Daintree y la Gran Barrera de Coral les impulse a hacerlo aún más.
Ambicioso y desafiante
Con 213 hectáreas, aproximadamente dos tercios del tamaño del Central Park de Nueva York, el proyecto Tropical ReGen es un enorme corredor de vida silvestre, afirma James Watson, catedrático de Ciencias de la Conservación de la Universidad de Queensland, quien no está implicado en el proyecto. Aunque es una iniciativa ambiciosa, también conlleva retos, advierte.

“Hay que asegurarse de que funcione como [el] ecosistema que era antes”, afirma Watson. “Es genial que sea ambicioso, pero deben tener el presupuesto y el tiempo necesarios para asegurarse de que los árboles sobrevivan”.
Gran parte del financiamiento del proyecto procede de la venta de árboles y donaciones, y se necesita un flujo constante de estos ingresos para completar el proyecto y ampliar el vivero. Actualmente, tanto las empresas como personas particulares pagan 100 dólares australianos (66 dólares estadounidenses) para que se plante un árbol nativo en su nombre. En los últimos tres años, el proyecto ha recaudado más de 6.5 millones de dólares australianos (4.3 millones de dólares estadounidenses). Las fuentes no precisaron cuánto más se necesita para completar el proyecto.
El progreso de Tropical ReGen puede seguirse con ayuda de su software de árboles gemelos digitales y geoetiquetados (software de gemelo digital y árboles con geolocalización). Quienes compran un árbol pueden ver de qué especie es, dónde está plantado y monitorear su crecimiento.
El software también ayuda a los organizadores mostrándoles qué árboles han tenido éxito y cuáles han fracasado. Se descubrió que el 50 % de los árboles que murieron fueron destruidos por cerdos salvajes (jabalíes). “El abono que colocamos alrededor de los árboles atrae a los gusanos y los cerdos tienen un festín”, dice Swan.
En diciembre de 2023, el norte de Queensland también sufrió las peores inundaciones de su historia moderna. “Cayeron tres metros de lluvia en una semana, así que todas nuestras tomas de agua quedaron destrozadas”, comenta Swan.
Añade que sabrán si han conseguido regenerar la tierra dentro de cinco años, cuando los árboles cierren sus copas y las malezas dejen de crecer. “Será un gran momento. Entonces habremos creado un modelo de referencia sobre lo que se necesitó para lograrlo”, concluye Swan.
Para asegurar el éxito del proyecto, los guardabosques indígenas y el equipo de Climate Force trabajan en estrecha colaboración durante los días de plantación. Algunos de los árboles cultivados en el vivero de Climate Force brotaron de semillas que la organización y los guardabosques recogieron juntos.
“Compartían qué abono utilizar y qué árboles pueden crecer rápidamente para crear una copa, y ese conocimiento sólo se consigue con la experiencia”, dice Petersen.
Esto no era algo que se necesitara antes en una selva tropical virgen, dice. «(Los consejos) proceden de Climate Force y no de nuestros ancianos, porque nuestros ancianos no realizaban plantaciones a gran escala” añade Petersen.
Carttling, de la Jabalbina Yalanji Aboriginal Corporation, dice que aún es pronto para determinar el éxito del proyecto, pero expresa su admiración por los avances logrados hasta ahora.
“Son el primer grupo que realiza la restauración de la selva tropical de forma orgánica, sin utilizar pesticidas y están liderando el camino en materia de transparencia mediante el uso de LIDAR (siglas en inglés de Light Detection and Ranging) y blockchain (bases de datos compartidos que permiten la interacción segura de múltiples organizaciones)”.
Tropical ReGen comparte ahora su software y sus avances con investigadores de la Universidad James Cook y planea trabajar con universidades del sudeste asiático.
“La naturaleza ya es experta en sanar”, dice Swan. “Pero lo que nos llevaría 2000 años, podemos hacerlo en 100 si trabajamos bien con ella”.
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Imagen destacada: la selva tropical de Daintree es Patrimonio Mundial de la Unesco. Foto: cortesía de Climate Force