- A finales de 2023, un brote de gripe aviar atacó a la colonia de elefantes marinos del sur (Mirounga leonina) en Península Valdés.
- Podría pasar un siglo para que recupere las 18 000 hembras reproductivas que tenía en 2022.
- Un nuevo estudio sobre esta especie en la Patagonia central de Argentina reporta que ese año el saldo fue de 17 500 crías de elefantes marinos muertos y un número indeterminado de adultos reproductores también fallecidos.
- Los impactos colocaron a una población que se consideraba saludable en un estado vulnerable y con un futuro incierto, pero los científicos guardan esperanza.
Al narrar la devastadora escena, a la bióloga Valeria Falabella le tiembla la voz. Era octubre de 2023, cuando ella y su equipo acababan de descender a la playa de Punta Delgada, en Península Valdés, un rincón remoto y majestuoso de la Patagonia central de Argentina. Aunque sabían que en ese momento la gripe aviar avanzaba desde el Pacífico, nada los había preparado para lo que estaban a punto de encontrar. En el primer harén de elefantes marinos del sur (Mirounga leonina) que apareció ante sus ojos, algo no encajaba: entre los grandes animales, algunas crías yacían sin vida.
“En ese momento no eran muchas, pero al seguir caminando vimos el primer adulto muerto”, dice Falabella, directora de Conservación Costero Marina para WCS Argentina. “Desde que empecé a trabajar caminando en las playas y contando elefantes, nunca había visto uno muerto, fue shockeante”, agrega. A pocos metros, encontraron algunos gaviotines sudamericanos (Sterna hirundinacea) retorciéndose en la arena, mostrando signos evidentes de la infección. El equipo se retiró de inmediato y, con los binoculares en mano, confirmó lo inevitable: la tragedia apenas comenzaba. Dos días después, regresaron para realizar un monitoreo y enfrentar la magnitud del desastre.

“Cuando regresamos a la playa para contar y observar con más detalle, la imagen fue desoladora. El 70 % de las crías estaban moribundas o muertas. Ya había varias hembras adultas muertas también. El impacto fue enorme”, lamenta Falabella.
Ese año el saldo fue de 17 500 crías de elefantes marinos muertos y un número indeterminado de adultos reproductores. La población de la especie que hasta hace poco se consideraba saludable pasó, de un año a otro, a ser vulnerable y con un futuro incierto. Podrían pasar hasta 100 años antes de que esta colonia recupere las 18 000 hembras reproductivas que tenía en 2022, de acuerdo con las proyecciones del nuevo estudio publicado por investigadores de WCS Argentina, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Universidad de California Davis. El informe se publicó en abril de 2025, en la revista Marine Mammal Science.
“En primer lugar, estos eventos llegaron para quedarse”, sostiene Falabella. “Este año tuvimos mucha suerte: no hubo impacto nuevamente en Península Valdés, aunque en otras colonias sí se registró mortalidad. Sin embargo, estamos frente a un virus que muta constantemente, que se adapta, que desarrolla nuevas capacidades y que, evidentemente, permite el contagio de mamífero a mamífero”.

Además de las características propias del virus de alta patogenicidad H5N1, hay otros factores —como el cambio climático— que suman aún más incertidumbre a estos escenarios y que generan dudas sobre cómo podrá recuperarse esta población a lo largo del tiempo, dice la bióloga.
“Pensemos que estos animales, cuando van al mar a alimentarse, lo hacen en un contexto en el que también interactúan con las pesquerías”, describe Falabella. “Esas pesquerías probablemente se vean modificadas y redistribuidas por efecto del cambio climático, y eso es algo que aún no tenemos del todo claro. No sabemos cómo podría afectar la recuperación de esta especie”.
De cualquier forma, dice la especialista, los investigadores seguirán observando y tratando de entender la situación a través de los monitoreos. “Hoy hay una urgencia y es que esta población se recupere”, agrega Falabella. “Y eso puede llevarnos a dar recomendaciones, en algunos casos, como determinar en qué sectores la presión pesquera debería bajar”.

Península Valdés, un sitio clave para la especie
Península Valdés, en la provincia de Chubut, cuenta con 360 000 hectáreas de ecosistemas costeros únicos que fueron declaradas Patrimonio Mundial por la UNESCO. Sus aproximadamente 400 kilómetros de costa incluyen una serie de golfos y costas con acantilados rocosos de hasta 100 metros de altura. También hay bahías poco profundas, lagunas costeras y playas que son refugio clave para mamíferos marinos y aves.
Entre esos paisajes se encuentra Punta Delgada, una playa de tres kilómetros donde miles de elefantes marinos del sur cuentan con uno de sus principales sitios de reproducción.

“Punta Delgada es parte de mi formación y mi historia. Fue el primer lugar donde hicimos trabajo, con cuatro décadas de marcado e investigación en esa zona”, describe Valeria Falabella. En ese sitio tan significativo fue entrenada por Claudio Campagna, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y una figura central en el estudio de los elefantes marinos. Campagna, ahora jubilado, dirigió durante años el área que Falabella lidera actualmente.
“Me enteré de lo que había pasado por esos monitoreos y no quise ir, no me atreví”, dice Campagna. “Participaba ayudando a coordinar dónde había que contar, qué había que contar y cómo interpretar los datos. Después trabajé mucho en la elaboración de los resultados para comunicarlos. Pero luego de tantos años de haber trabajado con una población muy sana, porque estaba incrementándose desde hacía mucho tiempo, no quise exponerme algo tan dramático”.

Por eso se enfrentó a la situación a través de los números, sostiene el investigador. Para él, visitar ahora Península Valdés representaba ver fracasar los esfuerzos de conservación que realizaron durante décadas. Con los datos recopilados durante el episodio de gripe aviar en la temporada reproductiva de 2023, a través de los monitoreos en tres sitios reproductivos —a lo largo de 20 kilómetros de costa en Punta Delgada, Punta Cantor y La Armonía—, se construyeron cinco escenarios para predecir la recuperación de la población que, hasta 2022, contaba con 18 000 hembras reproductoras sanas en el sitio.
Al analizar los datos históricos y los más recientes, los científicos estimaron una mortalidad del 97 % de las crías, es decir, 17 500 de los 18 000 cachorros nacidos en 2023 murieron por el contagio. Las consecuencias de la muerte de las crías no se manifestarán sino hasta 2027, cuando esas crías perdidas habrían alcanzado la madurez necesaria para comenzar a reproducirse.

La gravedad de los escenarios
En 2023, no se pudo saber con certeza cuántas hembras adultas murieron. Solo se vigiló un tramo de 20 kilómetros de costa una vez por semana. Aun así, ese tramo incluía playas importantes, donde normalmente se reúne una gran cantidad de animales cada temporada. Los especialistas detallan en el estudio que lo preocupante fue que ese año se encontraron varios cuerpos de hembras adultas en lugares donde, en años anteriores, no se había hallado ninguno.
Esto ya indicaba que algo fuera de lo común estaba ocurriendo, ya que en una temporada de cría normal casi nunca se ven hembras adultas muertas en la costa. Además, existe la posibilidad de que muchas otras hembras hayan muerto en el mar, donde no es posible detectarlas.

Pero los escenarios propuestos por los científicos son diversos. Por ejemplo, si el episodio de 2023 hubiese afectado únicamente a las crías —que ya enfrentan una alta mortalidad natural en sus primeras semanas de vida—, la recuperación poblacional podría lograrse entre 2029 y 2051, para alcanzar el nivel que tenía en 2022.
Sin embargo, el panorama cambia drásticamente si el virus también impactó a una parte importante de la población reproductiva, es decir, a todas aquellas hembras que no pudieron ser contadas durante el censo. En ese escenario, el regreso a una población similar a la de antes de la crisis no llegaría sino hasta 2091.
La investigación va más allá y presenta escenarios aún más sombríos: una combinación entre la muerte de hembras adultas y la ruptura del sistema social causado por la pérdida de machos alfa —esenciales para la reproducción—, o incluso la repetición de brotes en años siguientes que afecten a animales aún susceptibles al virus. En el peor de los casos, la población de elefantes marinos no volvería a ser la misma hasta mediados del siglo XXII.

“Creemos que la recuperación va a ser lenta porque el crecimiento de los elefantes depende de la supervivencia en el mar, más que nada, cuando son chicos. Y eso no ha cambiado mucho”, explica Campagna. El científico se refiere al ciclo de vida frágil de los elefantes marinos del sur. Todo empieza con la llegada de la hembra adulta al continente para parir. Durante unas tres semanas, alimenta a su cría exclusivamente con su leche que le permite crecer, en ese tiempo, de 40 a 130 kilos.
Luego, la madre regresa al mar, dejando a su cría atrás. Esta permanece en la playa otras cinco o seis semanas, agrupada con otros juveniles, hasta que su cuerpo está lo suficientemente desarrollado para lanzarse al océano, aunque nadie le haya enseñado a alimentarse.
La vida que le espera es dura: solo seis de cada diez sobrevivirán su primer año. Y si es hembra, apenas unas pocas llegarán a los cuatro años, edad en la que pueden comenzar a reproducirse. Las demás mueren por factores como la depredación o la falta de alimento. Aquellas que logran alcanzar la adultez pueden reproducirse durante una década o más, hasta morir —si tienen suerte— cerca de los 17 años, una longevidad que casi ninguna alcanza.

Los machos enfrentan otro desafío: deben sobrevivir diez años para convertirse en dominantes y tener acceso a las hembras, pero muy pocos lo logran. La reciente epidemia de gripe aviar alteró drásticamente esta delicada dinámica, matando tanto a hembras como a machos adultos. Y aunque bastan pocos machos para fecundar a muchas hembras, la muerte masiva de adultos ha dejado un vacío preocupante en la estructura social de la colonia.
“Lo único que podemos hacer nosotros desde la conservación es que se les moleste lo menos posible en la costa”, dice Campagna, por lo que recientemente se aprobó una ley en Chubut, cuyo objetivo es contribuir a la recuperación de estos mamíferos marinos en las costas, especialmente en playas donde están expuestos al disturbio humano.
“Pero una vez que pasan estas cosas, la conservación está sin demasiadas herramientas. ¿Cómo se previene la difusión de una epidemia? No fuimos capaces de hacerlo con los seres humanos, así que es difícil”, lamenta Campagna.


El panorama para los elefantes marinos del sur en Argentina es tan desolador como alarmante. La grave crisis que atraviesa la colonia de Península Valdés contrasta marcadamente con la situación de otras poblaciones reproductoras de la especie, como las que se encuentran en Chile, donde el futuro parece más esperanzador.
En Bahía Jackson, ubicada en la isla de Tierra del Fuego, en el extremo sur de Chile, una colonia de elefantes marinos sufrió un descenso del 50 % de la población por la gripe aviar. Sin embargo, en la temporada que finalizó en abril de 2025, su población se duplicó a 200 individuos y se registró el nacimiento de 33 cachorros, según reportó WCS Chile, organización que trabaja desde 2008 en el monitoreo de esta colonia junto al Ministerio del Medio Ambiente (MMA) de la región de Magallanes.
“Estas son hipótesis. Lo primero, es que la colonia de Chile, en Bahía Jackson, es una colonia muy pequeña y está relativamente aislada, al final del seno Almirantazgo, en una zona de fiordos”, explica Falabella. “Frente a la colonia de elefantes, hay una colonia de albatros muy grande, donde tampoco se registró mortalidad. Tiendo a pensar que estaba más resguardada, justamente por su ubicación geográfica”.

La diferencia con Península Valdés, agrega la científica, es que la temperatura también pudo jugar un papel importante en el impacto. Los elefantes marinos del sur se reproducen principalmente en islas subantárticas, y Península Valdés cuenta con la única colonia continental y la que está ubicada geográficamente más al norte en el rango de distribución de la especie.
“Eso expone a la colonia a una temperatura ambiental mayor”, explica Falabella. Una de las hipótesis sobre la alta mortalidad de las crías es que, además de ser muy pequeñas, estuvieron muy expuestas al sol. Su pelaje negro absorbió mayor radiación solar que el de los adultos, y como aún no tienen un sistema de regulación de la temperatura bien desarrollado, se sobrecalentaron más rápido.
“Esto se sumó a la propia sintomatología de la gripe aviar, donde se podría esperar procesos de fiebre”, agrega la especialista. “Algunos veterinarios se atrevieron a pensar —y a mí me hizo mucho sentido— que la combinación de todo esto, probablemente, haya sido muy fulminante para las crías”.

¿Hay esperanza?
El tercer escenario propuesto por el equipo científico simuló una mortalidad masiva del 50 % de las hembras adultas, además del 100 % de las crías nacidas en 2023. Esta es la posibilidad en la que confía Falabella.
Según el estudio, aunque el impacto previsto en ese escenario fue mucho más grave —ya que la muerte de las hembras adultas provocó una disminución proporcional en el tamaño de la población femenina en 2024—, la población de hembras se recuperaría parcialmente en 2025 y 2026, gracias al ingreso de juveniles nacidas antes de 2023. Para 2027 y 2028 se produciría una segunda disminución, debido al fracaso en el reclutamiento de las crías nacidas y fallecidas en 2023.
“Entonces, el censo que viene este año [en 2025] va a ser muy importante para ver qué proporción de hembras pudo haber sobrevivido sin preñarse. Si eso sucedió, el escenario podría ser un poquito mejor, porque en realidad no fueron hembras que murieron, sino que estaban en el mar y no las pudimos contar en el censo porque no estaban preñadas, no estaban en la playa y no las llegamos a ver. Tengo la esperanza de que el escenario de impacto fue el tres en el artículo. Vamos a ver”.

*Imagen principal: hembra y macho de elefantes marinos (Mirounga leonina). Foto: cortesía Adriana Sanz