- Las comunidades del sur del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) sienten el avasallamiento de los cocaleros.
- Las comunidades no cuentan con agua potable y los ríos, arroyos y vertientes de los que se abastecen al menos 15 comunidades, ya no tienen el mismo caudal de antes. Dirigentes aseguran que las nacientes de los cursos de agua se han visto afectadas por la deforestación para sembrar coca.
- Un equipo periodístico de Mongabay Latam y La Brava viajó hasta la zona y comprobó la invasión de cultivos ilegales al interior del parque y comunidades indígenas.
*Este reportaje es una colaboración entre Mongabay Latam y la revista boliviana La Brava.
“Está seco”, dicen al unísono las comunarias al ver el canal por el cual se distribuye el agua a la mitad de las familias de la comunidad San Antonio de Moleto, ubicada al sur del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS). Hasta hace dos años, el arroyo que abastece el canal y que desciende desde la serranía era uno de los más abundantes del lugar, pero ahora apenas tiene agua.
“Esto antes no se secaba, estaba lleno de agua. Por eso vieron de hacer el canal aquí”, recuerda una pobladora indígena yuracaré, aún agitada después de trepar por medio del bosque durante más de media hora.
Por razones de seguridad, nos referiremos a ella con el nombre de Cecilia. Lo mismo haremos con varios comunarios de distintas comunidades que solicitaron la protección de su identidad.
La presa, donde normalmente se acumula el agua para luego ser distribuida por el canal, fue construida en 2012 por iniciativa de un párroco para abastecer a 15 familias, pero hace mucho no cumple su objetivo. Similar situación se da con el segundo canal que abastece a la otra mitad de la comunidad.
La cabecera de estos arroyos se encuentra a pocos kilómetros, en el límite que divide San Antonio de Moleto con el sector cocalero. Dicho sector, conocido como Polígono 7, se formó en la década de 1980, cuando los productores de hoja de coca penetraron esa parte del área protegida. En ese momento, aquel sector del parque también era territorio indígena y estaba habitado por indígenas yuracarés y mojeñas trinitarias. Hoy, si bien el Polígono 7 continúa siendo parte del parque nacional TIPNIS, ya no es territorio indígena, a excepción de algunas comunidades, como Santísima Trinidad, que resistieron y continúan siéndolo puesto que tienen propiedad colectiva de la tierra y organización indígena.
Las pobladoras indígenas entrevistadas consideran que la deforestación y los chaqueos [quemas controladas para preparar la tierra para el cultivo] que desde hace 30 años se realizan sistemáticamente en ese lugar para sembrar coca, causaron que las nacientes de los arroyos y vertientes de alrededor se sequen poco a poco.
—¿Se puede llegar allí?, pregunto.
—No. Más allá no caminamos, dice Brígida, otra comunaria.
La falta de agua es uno de los problemas que preocupa a los pobladores indígenas de la zona, pues no solo afecta a San Antonio de Moleto, que es precisamente una de las comunidades que colinda con el Polígono 7, sino a la mayoría de las 15 comunidades que hay en el sur del TIPNIS. De todas ellas, cinco pertenecen a las organizaciones indígenas de la Subcentral del TIPNIS y otras 10 al Consejo Indígena del Sur (Conisur), una organización que fue creada para contrarrestar la invasión cocalera, pero que en algunos momentos también fue penetrada por los productores de coca.
De acuerdo con datos del Conisur, las comunidades que más sienten la escasez de agua son Carmen, Tres de Mayo, Juan Bautista, San José de Langosta y San Antonio de Moleto.
“¿De aquí a 10 años qué va a pasar? Tengo miedo. Tenemos que ver la solución para tener agua”, lamenta Leonardo Vargas, secretario de juventudes del Consejo Indígena del Sur (Conisur), quien acompaña el recorrido por los arroyos.
¿Qué relación existe entre esta severa escasez de agua y la deforestación para abrir más campo a los cultivos de coca? Un equipo periodístico de Mongabay Latam y La Brava de Bolivia ingresó al TIPNIS para responder a esta pregunta. Lo que encontró fue mucho miedo de las comunidades para declarar y una pérdida de bosque que no se detiene alrededor de las nacientes de los ríos que abastecen a más de 15 comunidades que viven dentro del sector sur del parque.
La deforestación avanza sin freno
Cuatro sindicatos, como se denomina a los asentamientos de colonos, rodean a la comunidad indígena Santísima Trinidad, aquella que resiste en medio del Polígono 7.
Apenas algunos guardatojos, pequeñas aves amarillas y negras, sobrevuelan su lindero. Luisa, indígena mojeña, dice que son lo más cercano a animales silvestres que se ven por acá, pues a causa de la deforestación el resto habita mucho más adentro del monte.
La diferencia entre el sindicato y la comunidad es notoria. Al lado derecho cocalero se extienden los distintos chacos en terrenos recién deforestados. Del otro lado aún hay árboles en pie. Cerca de un arroyo, al interior de Santísima Trinidad, hay tres chacos continuos con pequeñas plantaciones de coca.
“Esos son de los colonos”, dice Luisa.
Muestra a lo lejos el bulón (estaca de cemento) que delimita el territorio de la comunidad. Dicho bulón fue colocado en 2006, sin embargo, según los comunarios que realizaron una inspección hace algunas semanas, la estaca fue removida por los colonos y reubicada más hacia el interior del territorio indígena. En otras palabras, el límite se movió en favor de los cocaleros, aseguran.