- Entre las causas se encuentran la excesiva sedimentación, la actividad minera, el desvío de sus afluentes principales, pero también el cambio climático y los fenómenos naturales.
- Una de las señales se produjo en noviembre de 2014, cuando las comunidades de la ribera occidental denunciaron la muerte de millones de peces en las orillas del lago.
- A pesar de su aparente hostilidad, esta ecoregión era una fuente importante de biodiversidad en la que existían aproximadamente 200 especies de animales y plantas.
“Ya no somos más los hombres del lago. Si el lago se va, nosotros también”.
Con esas palabras Simiano Valero expresa su pesar por la desaparición del Lago Poopó, el segundo más grande de Bolivia —después del Lago Titicaca— ubicado en el departamento de Oruro.
Valero es una autoridad originaria del pueblo indígena Uru Murato, ubicado desde hace siglos en la ladera oriental del lago. “Desde nuestros ancestros nos denominamos cazadores, pescadores y recolectores. Por eso nos llamamos Hombres del Lago, pero ahora la estamos perdiendo”, afirma el dirigente.
Otras poblaciones pesqueras, como la comunidad Aymara de Untavi, Ayllu Pumasara y varias otras que se encuentran en los alrededores, están siendo afectadas por la desaparición del lago y se ven obligadas a buscar nuevas formas de subsistencia.
En condiciones normales el Lago Poopó superaba los 2.300 kilómetros cuadrados. Ahora sólo quedan unos cuantos humedales dispersos en el desierto salino del altiplano, donde todavía se pueden ver los restos de animales muertos y balsas abandonadas por las familias que vivían de la pesca y de los recursos que proveía el lago.
Una combinación letal de factores naturales y antrópicos lo destruyeron, incluyendo la excesiva sedimentación, la actividad minera, el desvío de sus afluentes principales, pero también el cambio climático y los fenómenos naturales.
Para Limbert Sánchez, coordinador del Centro de Ecología y Pueblos Andinos (CEPA), “la desaparición del lago era cuestión de tiempo”. Afirma que a pesar de las recurrentes advertencias, no se hizo nada para evitarlo. Una de las señales se produjo en noviembre de 2014, cuando las comunidades de la ribera occidental denunciaron la muerte de millones de peces en las orillas del lago, generando alerta nacional. Finalmente, un año después, en diciembre de 2015, el Lago Poopó desapareció.
Con la pérdida de este espejo de agua, no solamente se pierde una cultura de vida y fuente de subsistencia de cientos de familias ribereñas, sino también uno de los ecosistemas más importantes de la región, considerado Patrimonio Nacional y Sitio Ramsar, por conformar junto al lago Uru Uru —con el que se conecta hacia el norte– un sistema lacustre y humedal de interés internacional para la conservación de la biodiversidad.
Un ecosistema de aparente hostilidad
El Lago Poopó se conecta mediante el río Desaguadero al Lago Titicaca, el más alto del mundo que Bolivia comparte con Perú. Juntos forman el sistema hídrico Titicaca – Desaguadero – Poopó y Salares (TDPS).
Con un clima tropical de altura caracterizado por las pocas precipitaciones pluviales y una alta radiación solar, esta región forma parte de la puna semiárida y árida del altiplano boliviano.
A pesar de su aparente hostilidad, el ornitólogo Carlos Capriles afirma que esta ecoregión era una fuente importante de biodiversidad en la que existían aproximadamente 200 especies de animales y plantas. “Pareciera que el altiplano no tiene vida, pero alberga una gran cantidad de fauna y flora silvestre”, comenta el experto.
Algunos estudios afirman que la flora del Lago Poopó así como de las zonas circundantes agrupa aproximadamente 131 especies de plantas, de las cuales 111 son terrestres y 20 acuáticas. Entre las terrestres existen los bosques de queñua, una diversidad de matorrales, totoras, pajonales y tholares, algunos de los cuales son utilizados como leña por los habitantes de la región. Las plantas acuáticas generalmente están conformadas por algas y macrófitas.
Entre las aves acuáticas, algunas endémicas y amenazadas, se encuentran el flamenco austral o chileno, así como del flamenco andino y el flamenco james. También es el hogar de una variedad de patos, como el pato puna y las chocas, y un punto de descanso y paso de muchas especies de aves migratorias tanto boreales como australes.
La riqueza piscicola estaba conformada por especies nativas como el Karachi, el ispi, mauri y suche, que convivían con especies introducidas con fines comerciales, como la trucha y el pejerrey. También es hogar de las vicuñas, que circundan el lago organizadas en tropas, la vizcacha, el topo, el zorrino o añatuya, y además del popular quirquincho o armadillo.
Con la desaparición del lago todo este delicado equilibrio se rompe y la mayoría de estas especies han perdido su hábitat natural, por la que tuvieron que emigrar. Sin embargo otras, como los peces y anfibios, simplemente murieron.
¿Cuáles fueron las causas del desastre?
Sánchez afirma que una de las causas fundamentales de la desaparición del lago es la excesiva sedimentación. “Como es una cuenca endorreica, no tiene salida, y los sedimentos se quedan ahí. Por eso el lago ya no tiene pendiente, es prácticamente un lago plano. La profundidad es de 50 centímetros. En el mayor de los casos, cuando hay mucha agua, llega a un metro de profundidad”, señala.
Según el experto, diariamente ingresan al lago miles de toneladas de sedimentos producto de la desertificación y erosión de los suelos en toda la cuenca, pero también por los desechos tóxicos de las operaciones mineras de la región.
La minería es la principal actividad económica del departamento de Oruro desde la época de la Colonia. Se estima que en la región existen más de 300 establecimientos mineros, la mayoría de los cuales vierten sus aguas sin ningún tipo de tratamiento a por lo menos 15 de los 23 afluentes del lago, contaminando los ríos y el lago con metales pesados como el cadmio, zinc, arsénico y plomo. Responsables del Programa de la Cuenca del Lago Poopó, creado en 2010 para atender la problemática, dicen que diariamente ingresan al lago 2.000 toneladas de minerales sólidos suspendidos.
Otro de los problemas que agrava la situación del lago es el alto déficit e inestabilidad hídrica que sufre la subcuenca del Poopó. Según Felipe Coronado, experto ambiental y profesor de la Universidad Técnica de Oruro, esto se debe a las bajas precipitaciones pluviales y la alta tasa de evaporación de las aguas.
“Los niveles de evaporación y evapotranspiración exceden considerablemente a la precipitación pluvial, además de las mermas por infiltración”, afirma Coronado. En efecto, estudios estiman que los ingresos de por precipitaciones varían entre 300 a 448 milímetros anuales, mientras que la pérdida por evaporación es de 282 y 359 milímetros, la misma que aumenta a medida que se avanza hacia el sur.
Esta situación empeora por factores atribuibles al calentamiento global. Las autoridades confirmaron que en los últimos 56 años la temperatura mínima en la cuenca del Lago Poopó aumentó en 2,06 ºC, provocando un mayor aceleramiento en la evaporación del agua, que según Sánchez, ronda los cuatro a cinco milímetros por día.
A esto se suma el fenómeno climatológico del Niño, que desde finales de 2015 viene exacerbando el cambio de clima en Bolivia, alterando los ciclos de lluvias y provocando sequía y estrés hídrico en toda la región del altiplano.
Otra de las causas fundamentales que contribuyeron a la desaparición del lago es el desvío de sus principales afluentes para la actividad minera y agrícola. Esto sucede principalmente en el Río Desaguadero, que se estima contribuye al 90 % del agua del Poopó. Según Sánchez, entre abril y mayo de 2015, el Programa Cuenca Poopó registró un ingreso de 4 a 5 metros cúbicos de agua por segundo hacia el lago, una cantidad totalmente insuficiente tomando en cuenta que el lago necesita entre 54 a 60 metros cúbicos de agua por segundo para mantenerse en condiciones aceptables.
Sin duda esta es una combinación de factores letales para cualquier cuerpo lacustre en el mundo y para la vida que alberga. Según Coronado, la complicación es que “en general ha existido una falta de percepción de la problemática en su real magnitud, pese a la existencia de una multiplicidad de estudios y diagnósticos. Y esta deficiencia no sólo es con el lago, sino en términos generales por la falta de políticas ambientales a nivel gubernamental”.
Impactos en el clima, los pueblos, y su alimento
La principal consecuencia de este desastre ambiental es la pérdida de un ecosistema lacustre de gran importancia regional por su riqueza natural y fuente de biodiversidad.
Los expertos también coinciden en que podría haber una variación mayor del clima en la región, debido a que el lago jugaba un rol importante en la regulación bioclimática local. Es decir, los ciclos a los que se halla sometido tienen relación directa con el clima regional, por lo que es probable que la aridez de la región aumente.
Por otro lado, la pérdida del lago ha traído graves consecuencias sociales para las comunidades aledañas que vivían de sus recursos, particularmente las comunidades Uru Murato, consideradas vulnerables por su mayor dependencia del lago para subsistir y por su limitado acceso a tierras fértiles, producto del avance de otras poblaciones en su territorio.
La falta de lluvias empeora todavía más la situación de las comunidades en general, pues ha mermado los cultivos como la quinua, papa y cebada en toda la región. El debilitamiento del sistema agroalimentario, la carencia de la pesca, la migración de aves y la falta de forraje para el ganado, amenazan aún más la seguridad alimentaria de las familias de estas comunidades, y el resultado sin duda traerá unas mayores tasas de migración.
Ese el temor de Doña Alejandrina Álvarez de Vilañeque, una de las comunidades Uru Murato cercanas al lago. “El lago se ha secado totalmente, no se puede vivir así. ¿Con qué vamos a mantener a nuestros hijos? No hay nada. Nosotros vivíamos del lago, del pescado, pero ahora no hay porque no ha llovido, no hay lluvia. Por eso tampoco podemos sembrar en nuestros terrenos, porque está totalmente seco, por eso algunos de nuestros hermanos se han ido a buscar trabajo, aquí no hay”, cuenta Álvarez de Vilañeque, afligida.
Según la autoridad originaria de los Urus, pese a la promesa del gobierno de millonarias inversiones para la recuperación del lago y para programas de ayuda a las comunidades, muchas familias ya se están yendo en busca de nuevas fuentes de subsistencia. Algunos se van al lago Uru Uru a buscar trabajo en la actividad pesquera que todavía existe. Muchos están yendo a los salares a trabajar en la producción de sal, otros buscan empleo en los centros mineros o simplemente se dedican a la construcción o al comercio informal.
¿Posible recuperación gradual?
Según Felipe Coronado, el Lago Poopó es un ecosistema dinámico con una resilencia ambiental importante; afirma que dentro de los procesos naturales propios, es posible que exista una recuperación gradual. Sin embargo, puede que esta recuperación no alcance las condiciones previas, sobre todo si no se atacan las causas estructurales del desastre.
“Es bueno recordar que los volúmenes del lago en algunos años han disminuido drásticamente. Sin embargo, la diferencia ahora está en las causas descritas, que hacen que la posibilidad de recuperación de la vida y la biodiversidad del lago se halle en una mayor incertidumbre”, señala el experto.
El factor más difícil de controlar es el clima, pues para una buena recuperación la cuenca necesitará grandes caudales de agua y lluvias sostenidas. Éste es un elemento que aumenta la incertidumbre, ya que el calentamiento global y los fenómenos naturales alteran significativamente los ciclos hídricos, trayendo principalmente sequías y altas temperaturas.
Aunque es muy difícil predecir lo que va a suceder, Sánchez afirma que si se realizan todos los esfuerzos, como el dragado de los ríos y la regulación del sistema hídrico y minero en toda la cuenca, el lago podría volver a la vida en un periodo de 10 a 20 años.
Por el contrario, si no se hace nada, es probable que el estrés hídrico se empeoren a lo largo de la cuenca y se manifieste en una mayor degradación de los diferentes ecosistemas. Además, podrían aumentar los conflictos por la competencia del uso del agua, como ya sucede en algunas zonas de la región.