- La Reserva de la Biósfera Maya, que cubre una cuarta parte de Guatemala, es una de las zonas de bosque tropical más importantes en el norte del Amazonas y contiene decenas de lugares arqueológicos Mayas.
- La mejor forma de proteger la selva de la reserva —mejor que los parques nacionales— ha resultado ser la creación de nueve concesiones comunitarias, parcelas forestales donde los lugareños se ganan la vida con la extracción regulada de madera y plantas.
- Sin embargo, el futuro de las concesiones comunitarias no está claro. Los contratos vencen en los próximos años y se enfrentan a mucha oposición.
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Marta Álvarez no pierde el ritmo. Inspecciona cada hoja de palma mientras explica el funcionamiento de la bodega. Entra un xatero y deposita el enorme bulto que lleva en su lomo en el piso, que está regado de follaje descartado.
“Ellos lo traen en bulto. Están las muchachas para seleccionar. Así como yo soy la revisadora. Ya dejan bien condicionados los manojos, y yo paso por todo, revisando”, dice Álvarez a Mongabay. “¿Lo ves?” Limpia algunos minúsculos huevos de insecto del lado inferior de una hoja.
Las hojas de la palma xate (Chamaedorea elegans, C. ernesti-augusti, C. oblongata, y C. nerochlamys), aprovechadas aquí en Uaxactún y en otras concesiones forestales comunitarias en la Reserva de la Biósfera Maya en Guatemala, terminarán como adorno en arreglos florales a más de 1500 kilómetros en los Estados Unidos y más allá. El xate es solo un ejemplo de las plantas y los árboles que cosechan, procesan y exportan los habitantes de las áreas más septentrionales de Guatemala.
Resulta que una de las mejores maneras de proteger el bosque es otorgar su manejo a las comunidades cuyo sustento depende del mismo bosque. Comunidades guatemaltecas han estado a la altura del reto, y se involucran en la extracción cuidadosamente reglamentada de madera y plantas mientras protegen sus áreas de la Reserva de la Biósfera Maya al mismo tiempo. No obstante, aún no queda claro cuánto tiempo durará el innovador modelo de conservación.
La Reserva de la Biósfera Maya cubre la quinta parte de Guatemala en el departamento de Petén. Se estableció en el 1990, pero no se otorgaron las primeras concesiones forestales comunitarias hasta mediados de los 1990. A lo largo de una década, se firmaron doce contratos de concesión comunitaria con una vigencia de 25 años, aunque desde entonces tres concesiones han sido o suspendidas o canceladas. Todas las concesiones están ubicadas en la zona de uso múltiple que forma parte de la Reserva de la Biósfera Maya junto con una zona de amortiguamiento y una zona núcleo compuesta de parques nacionales y biotopos.
Ciudad antigua, nuevo modo de vida
La ruta de 90 kilómetros entre la ciudad de San Benito y la bodega de xate donde trabaja Álvarez cruza el parque nacional de Tikal, pero sólo está asfaltada hasta la entrada de las ruinas Mayas de fama mundial. Un hocofaisán (Crax rubra) cruza el estrecho camino de tierra entre las ruinas y la aldea de Uaxactún, ubicada en la zona sur de la concesión forestal comunitaria del mismo nombre.
La aldea tuvo sus inicios hace más de 100 años como un campamento usado por chicleros que cosechaban el chicle, la savia del árbol conocido en el área simplemente también como chicle (Manilkara zapota) que se usaba en la fabricación de goma de mascar. A pesar de esa historia centenaria, el sitio fue poblado hace más de dos mil años. Hoy la aldea se encuentra en medio de una antigua ciudad Maya que estuvo habitada durante al menos mil años. Aproximadamente mil pobladores Mayas y no indígenas ahora viven a ambos lados de una pista de aterrizaje, entre los templos y otras ruinas. La mayoría de ellos depende de alguna manera de la concesión forestal para sus ingresos.
Adán Pérez se sienta en una losa de cemento cerca de la entrada de la aldea, frente a la bodega de xate. Hace 20 años, Pérez empezó con otros habitantes de Uaxactún un proceso organizativo para solicitar un contrato de concesión forestal comunitaria, y actualmente es el vicepresidente de Organización, Manejo y Conservación (OMYC), una entidad comunitaria. La institución funciona como una organización paraguas para las iniciativas de la concesión, las cuales incluyen la cosecha sostenible de madera, xate, pimienta gorda, y las semillas comestibles del árbol ramón (Brosimum alicastrum).
Los habitantes han protegido y dependido del bosque desde mucho antes de que se otorgara a Uaxactún su concesión forestal comunitaria de 83 560 hectáreas en el 1999, de acuerdo a OMYC. “Nosotros siempre estuvimos conservando”, dice Pérez a Mongabay.
La transición hacia un mayor control comunitario del manejo de recursos naturales bajo el modelo forestal, sin embargo, es un proceso que sigue en curso.
Un buen ejemplo es el xate. Habitantes de Uaxactún empezaron a trabajar con las hojas de la palma a mediados de los 1960, dice Pérez, pero los xateros simplemente vendían las hojas a contratistas que trabajaban para intermediarios. Pérez trabajó como contratista con el xate y otros productos forestales no maderables, pero cuando fue el máximo dirigente elegido de OMYC hace dos períodos de dos años, ayudó a dejar al intermediario fuera de la ecuación. Los xateros ahora venden directamente a OMYC, y la organización emplea los trabajadores de la bodega.
“Yo fui contratista de xate por lo menos 20 años”, dice Pérez. “En el 2013, en mi gobierno, ya fue que los contratistas se eliminaron. Entonces ya el OMYC tomó las riendas directamente ya del xate”.
OMYC coordina y ayuda a reglamentar la cosecha de xate y la bodega. También tiene a su cargo el mantenimiento de los campamentos de xateros, lo cual es un requisito del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP) para mantener la cadena de custodia para la certificación del Consejo de Administración Forestal (FSC, por sus siglas en inglés) del xate como producto sostenible. Solo se cosecha una hoja por planta, y cuánto tiempo pueden quedarse los xateros en una zona determinada en un momento determinado está regulado tanto por un plan de manejo aprobado por el CONAP como por la abundancia y condición de las palmas.
Cada semana, xateros de Uaxactún y de otros sitios de la región que trabajan en la concesión de Uaxactún producen por lo menos 500 paquetes de xate y a veces hasta el doble, de acuerdo a Pérez. Cada paquete lleva 30 manojos de 20 hojas. Seleccionados, inspeccionados, amarrados y etiquetados, los paquetes esperan el transporte en posición vertical en agua en una esquina de la bodega.
“Así como ve los paquetes allí, así sale”, dice Pérez. Hoy en día, Uaxactún suministra de xate a empresas de arreglos florales en Florida y Texas. Uaxactún, otras concesiones donde se cosecha el xate, CONAP, la ONG internacional de conservación Rainforest Alliance y la Asociación de Comunidades Forestales de Petén (ACOFOP) coordinan juntos un comité de xate en San Benito, la principal ciudad en la zona norte del departamento de Petén.
“Tenemos un cuarto frío donde el xate sale de aquí, y si todavía no va, entonces, se lleva al cuarto frío”, dice Pérez. A unos cinco kilómetros de San Benito, el cuarto refrigerado está ubicado en las instalaciones de FORESCOM, una empresa multicomunitaria que procesa, comercializa y exporta madera certificada de las concesiones.
De nuevo en Uaxactún, un mapa colgado en la pared en la sede de OMYC delinea los cuatro sectores de xate en la concesión. Una ventaja del xate es que la cosecha no está restringida a una sola temporada, explica el regente forestal de OMYC Marlon Palma mientras espera que se carga su programa de mapeo ArcGIS en su computadora de escritorio.
“Ahora estamos en la época de cosecha de ramón. Y el xate es cualquier día, todo el año, todos los días, entonces las personas deciden cuándo ir. Entonces hay una posibilidad de ingresos todo el año”, dice Palma a Mongabay. En cambio, la madera solo se puede extraer durante el muy corto verano [época seca] entre marzo y mayo, aunque el aserradero comunitario opera casi todo el año.
El software se abre y Palma busca mapas forestales detallados de la concesión de Uaxactún. La madera solo se puede extraer de cierta área de la concesión, y está cuidadosamente planificado. Las áreas arqueológicas no se pueden tocar, y una pendiente delicada atraviesa el oeste de la concesión. El mapa de Palma que muestra el área en el este donde se permite la extracción sumamente selectiva de madera está dividido en 40 bloques. Se tala cada bloque solo una vez durante el plan de manejo de 40 años aprobado por el CONAP.
“Estamos actualizando cada 5 años la información, y anualmente nosotros sacamos un permiso para el aprovechamiento”, dice Palma. Hay planes e inventarios de toda el área cubierta por el plan de manejo, pero se vuelven extremadamente más detallados cuando se trata de los bloques de un año, para los cuales los inventarios incluyen la especie, el tamaño, y otras características de cada árbol en el área. La reglamentación de la tala y los permisos aquí toman en cuenta esas características, y no se basan en volúmenes generales como es el caso en la mayoría de países latinoamericanos.
Un modelo viable
Las tasas de deforestación están más bajas en las concesiones forestales comunitarias que en los parques nacionales de la Reserva de la Biósfera Maya, de acuerdo a varios studies in the past few years. A estudios realizados en los últimos años Un informe publicado en el 2015 que analiza las tendencias de deforestación del 2000 al 2013 encontró que la reserva de la biósfera en su conjunto estaba perdiendo el bosque a un ritmo anual de 1.2 por ciento, mientras que la tasa a nivel nacional era 1.4. No obstante, los autores del informe hallaron diferencias notables entre las tasas de deforestación anuales dentro de la Reserva de la Biósfera Maya: el 5.5 por ciento en la zona de amortiguamiento, el 1.0 por ciento en la zona núcleo, y el 0.4 por ciento en la zona de uso múltiple. Incluso más baja, la tasa de deforestación de las concesiones activas certificadas por el FSC no llegaba ni al 0.01 por ciento.
Junto con los salarios de trabajadores de la comunidad, los ingresos de la tala de madera en Uaxactún y otras concesiones forestales comunitarias cubren costos operativos y administrativos, los cuales incluyen pagos para maquinaria, permisos, la certificación, la misma concesión, e impuestos. Las comunidades también tienen sus propios guardabosques, patrullas y bomberos, y se coordinan con el CONAP, la policía y el ejército para proteger sus bosques. A la OMYC no se le permite pagar dividendos a sus miembros. En cambio se distribuyen los ingresos a través del financiamiento de salud, educación, y otras necesidades comunitarias de Uaxactún en su conjunto.
“Todo lo que queda de ganancias, por decirlo así, durante el año se distribuye pero en beneficios sociales. Se hacen apoyos en la salud. En la educación se pagan varios maestros, y otras necesidades que tienen los alumnos”, dice Palma.
Los beneficios socioeconómicos difícilmente se cuantifican, y se requiere más investigación para entender qué tan bien las concesiones están sirviendo a la gente involucrada. No obstante, estudios de caso muestran que las concesiones en la reserva han generado empleo, y que los participantes han incrementado y diversificado sus ingresos y por lo general les va mejor que a la población nacional, de acuerdo al libro Forests under pressure: Local responses to global issues, publicado en el 2014 por la Unión Internacional de Organizaciones de Investigación Forestal (IUFRO, por sus siglas en inglés).
Las experiencias en Uaxactún y las otras concesiones forestales están muy lejos de las políticas forestales previas a la creación de la Reserva de la Biósfera Maya. Joel Pacheco lo recuerda bien. Actualmente el presidente de la junta directiva de ACOFOP, también es presidente de Árbol Verde, una asociación cuyos miembros de nueve comunidades distintas manejan una concesión forestal comunitaria en un área en la parte oriental de la reserva, fronteriza con Belice. Pacheco ha estado involucrado en el proceso a lo largo de los últimos 20 años.
“Si regresamos a los décadas de los 70 y 80… prácticamente las políticas de ese tiempo en Petén eran totalmente la destrucción del bosque”, dice Pacheco a Mongabay en la sala de exposición de productos maderables de Árbol Verde, a unos 35 kilómetros al este de San Benito. Se otorgaba la tierra en el área a quien fuera que la pidiera, y fue requisito la tala de los árboles, dice.
Empresas madereras, terratenientes, funcionarios gubernamentales y conservacionistas resistieron por razones distintas los planes iniciales para las concesiones forestales comunitarias en la Reserva de la Biósfera Maya, dice Pacheco.
“Incluso se oían los comentarios que se hacían en reuniones: ‘¿pero cómo les vamos a dar a la gente comunitaria los bosques, si ellos lo primero que hacen es destruirlo, botarlo, quemarlo?’ Sin embargo, nosotros ya tenemos una trayectoria de aprovechamientos forestales, tenemos la experiencia, y tenemos el equipo”, dice.
Llega REDD+
El modelo forestal comunitario ha contado con varios grados de apoyo gubernamental en las últimas dos décadas, y hay cierto nivel de incertidumbre cada vez que inicia una nueva administración. El presidente Jimmy Morales tomó posesión en enero del año en curso, y es demasiado temprano aún para saber qué depararán los próximos años. No obstante, Morales y otros altos funcionarios han demostrado algunas primeras indicaciones de su apoyo al modelo, elemento clave de un programa de Reducción de Emisiones debidas a la Deforestación y la Degradación forestal (REDD+) que se tiene previsto en la región.
“Desde hace más de dos décadas, Guatemala cuenta con un modelo de concesiones forestales de la Reserva de la Biósfera Maya, ejemplo del manejo forestal sostenible, y bajo ese modelo se construyó el proyecto Guatecarbón, que es la iniciativa REDD+ más grande de Mesoamérica”, dijo Morales en su declaración el 22 de abril en Ginebra durante la ceremonia de firma del acuerdo de París sobre el cambio climático. Guatemala fue uno de los 175 signatarios del acuerdo.
Muchos conservacionistas acogieron con satisfacción la inclusión de REDD+ como una disposición independiente en el acuerdo de París como un paso en la dirección correcta. Sin embargo, han manifestado su preocupación al respecto grupos indígenas que han denunciado tanto su exclusión del proceso de toma de decisiones bajo la iniciativa de REDD+ como la posibilidad de que el programa facilite la apropiación de tierras. REDD+ y otros mecanismos del comercio de carbono siguen enfrentando oposición de pueblos indígenas, comunidades forestales y movimientos sociales, y Guatemala no es una excepción. No obstante, Guatecarbón cuenta con el apoyo y participación de las asociaciones que manejan las concesiones forestales comunitarias en la Reserva de la Biósfera Maya.
Años en fraguarse, Guatecarbón es una iniciativa REDD+ en la zona de uso múltiple de la Reserva de la Biósfera Maya, la cual está compuesta principalmente de las concesiones forestales comunitarias pero también de dos concesiones industriales, corredores biológicos y otras áreas no designadas. El proyecto pretende sacar provecho de las 37 millones de toneladas de dióxido de carbono que se estima que se evitarían al proteger el bosque en un período de 30 años. Altos funcionarios y ACOFOP firmaron un acuerdo sobre Guatecarbón en febrero del año en curso tras un viaje relámpago a la región.
“Durante 20 años hemos venido impulsando este proceso, en el cual no se creía antes”, dijo Marcedonio Cortave, el director ejecutivo de ACOFOP, en una conferencia de prensa el 26 de febrero, cuando se firmó el acuerdo sobre Guatecarbón. Quedan retos, pero en general el modelo de concesiones forestales comunitarias ha sido un éxito, dijo, y añadió que sin el trabajo de conservación realizado por las comunidades, no habría ningún proyecto Guatecarbón.
“Todavía es un reto: ¿cómo hacemos más beneficiosa la Reserva de la Biósfera Maya?” preguntó Cortave.
Éxitos variados
Pacheco está sentado en medio de una sala de exposición que demuestra cómo la asociación Árbol Verde intenta incrementar los beneficios económicos de las concesiones para las comunidades, en términos de empleo e ingresos. La iniciativa de carpintería y fabricación de muebles que inició hace 10 años y emplea a jóvenes ahora es auto-sostenible y crece poco a poco. La asociación también está trabajando para generar más interés y demanda en cuanto a la madera de más especies de árboles que se extraen de las concesiones, y no solo las dos especies con mayor valor y demanda, la caoba (Swietenia macrophylla) y el cedro (Cedrela odorata).
“Esa silla en la que está sentada es de pucté”, dice Pacheco. “Es una de las maderas más resistentes contra la humedad y contra el fuego”.
Cruza el brillante piso de madera dura. Desde el revestimiento de las paredes hasta las mesas, todo aquí en la sala fue hecho con madera extraída de la concesión por habitantes de las comunidades afiliadas a Árbol Verde. Pacheco se agacha al lado de un cuadro multicolor insertado en el piso. Del exterior al interior, está hecho de hormigo (Platymiscium dimorphandrum), pucté (Bucida buceras), chechén negro (Metopium brownei), manchiche (Lonchocarpus castilloi), cericote (Cordia dodecandra), y otra vez pucté, explica Pacheco.
Árbol Verde y otras asociaciones siguen haciendo esfuerzos para mejorar las prácticas y desarrollar maneras de aumentar beneficios, pero las experiencias en las concesiones forestales comunitarias están lejos de ser homogéneas. Árbol Verde, por ejemplo, es una asociación compuesta de miembros de muchas comunidades que manejan una concesión sin habitantes, mientras que Uaxactún es un ejemplo de una concesión con una población residente. Ambas forman parte del éxito del modelo forestal comunitario, pero ese éxito no se extiende de modo generalizado a todas.
De las 12 concesiones forestales comunitarias originales, tres fracasaron. En el 2009, las concesiones de San Miguel La Palotada y La Colorada fueron canceladas y La Pasadita fue suspendida indefinidamente. El caso de San Miguel La Palotada es bastante sencillo, dice Erick Cuellar, director de programa de la Fundación Naturaleza para la Vida.
“San Miguel es la primera concesión que se dio. Fue como el conejillo de indias, digamos”, dice Cuellar a Mongabay en una entrevista en la oficina de la fundación al borde de San Benito, con vistas al Lago Petén Itzá. Era una concesión muy pequeña y el bosque ya se había sobreexplotado previamente, dice. “Realmente no tenía el potencial productivo como para ser sostenible en el tiempo. Entonces eso hizo que generara muy pocos beneficios para la gente y la gente se desesperó y empezó a hacer otro tipo de actividades”.
En el caso de La Colorada, la situación fue más compleja, y una mezcla de factores contribuyó a la cancelación de la concesión, dice Cuellar. Estaban involucrados poderosos intereses, dice, e incluso narcoganaderos, el nombre que se usa en la región para describir a los ganaderos ligados al narcotráfico y blanqueo de dinero.
“Hubo una descomposición en la comunidad de La Colorada, pero muy influenciada de afuera por estos grupos de poder”, dice Cuellar. Se nombró a líderes comunitarios, se vendieron tierras de forma ilegal, y llegaron foráneos a vivir dentro de la concesión. Al final, todas las personas en el área fueron desalojadas cuando se canceló la concesión. A los residentes de San Miguel, en cambio, se les permitió quedarse tras la cancelación de su concesión. Los habitantes de La Pasadita permanecen en un limbo, ya que su concesión se ha suspendido pero no se ha cancelado.
“La Pasadita fue un proceso similar. Lo que pasa es que en esas áreas, desde el inicio del proceso concesionario ya había fincas ganaderas allí”, dice Cuellar. “De alguna manera fue como el pequeño tumor que fue creciendo y que se convirtió en un cáncer y que al final terminó afectando el proceso social”.
El fracaso de las tres concesiones no necesariamente es permanente. Nuevas asociaciones se están organizando y desarrollando propuestas para el manejo sostenible de La Colorada y otras áreas. Es más, las condiciones que precipitaron el fracaso de las tres concesiones no son inherentes a la zona de uso múltiple entera, y nueve concesiones forestales comunitarias se mantienen en buenos términos. En general, Cuellar considera que el modelo ha sido un éxito.
“El proceso de las concesiones forestales comunitarias ha demostrado que es un modelo efectivo para conservar recursos naturales en un país como Guatemala, donde hay mucha pobreza y mucha gente necesitada. En Guatemala no funcionaría un modelo de conservación estricta”, dice.
Un futuro incierto
El futuro del modelo de concesiones forestales comunitarias se queda de alguna manera en el aire. La iniciativa de Guatecarbón tiene un plazo de 30 años, si es que se pone realmente en marcha. Los planes de manejo de las concesiones forestales comunitarias que aprobó el gobierno tienen plazos de 40 años. Las concesiones mismas, por otra parte, dependen de contratos de 25 años, y los contratos vencerán en unos seis a 11 años.
“Siempre hay intereses grandes de por medio que no están de acuerdo cuando se trata de las concesiones forestales”, dice Pacheco, sentado atrás del escritorio de caoba en la sala de exposición de Árbol Verde. Resulta que muchos de los intereses que identifica Pacheco como fuerzas que oponen las concesiones forestales comunitarias también pertenecen al listado de las principales amenazas que enfrenta la Reserva de la Biósfera Maya en su conjunto: proyectos de turismo de gran escala, empresas petroleras, ganadería, plantaciones de palma de aceite, y narcotráfico.
Las comunidades que manejan concesiones forestales y las organizaciones que las representan están haciendo una campaña para que el gobierno actúe y asegure que sigue el modelo después de la primera ronda de contratos de 25 años. La experiencia habla por sí sola, dice Pacheco: “Realmente se ha logrado uno de los objetivos de la creación de la reserva, que era la conservación de la masa boscosa”.
Aclaración: Esta serie sobre la Reserva de la Biósfera Maya cuenta con una subvención de Morgan Family Foundation. Jeff Morgan forma parte de la junta administrativa de la fundación, y también es fundador de Global Conservation, ONG que trabaja para proteger el parque nacional Mirador-Río Azul dentro de la Reserva de la Biósfera Maya. El director ejecutivo de Mongabay, Rhett Butler, forma parte del consejo asesor de Global Conservation. No obstante, el equipo de redacción de Mongabay mantuvo total control editorial de la serie. |
Citations
- Hodgdon, B.D., Hughell, D., Ramos, V.H., Balas McNab, R. (2015). Deforestation Trends in the Maya Biosphere Reserve, Guatemala (2000 – 2013). New York, NY: Rainforest Alliance, CONAP, Wildlife Conservation Society.
- Reyes Rodas, R., Kent, J., Ammour, T., Gálvez, J. (2014). Challenges and opportunities of sustainable forest management through community forest concessions in the Maya Biosphere Reserve, Petén, Guatemala. In Katila, P., et al (Eds.), Forests under pressure: Local responses to global issues. Vienna, Austria: IUFRO World Series Volume 32.