- Gorilas, chimpancés y bonobos están En peligro de extinción o En peligro crítico de extinción y continúan acercándose a la extinción debido a la pérdida y degradación del hábitat, a las enfermedades y a la caza ilegal.
- La caza furtiva de grandes simios, que provee carne de animales silvestres a mercados urbanos y rurales, está en niveles críticos en toda África Central y, a pesar de los esfuerzos por parte de ambientalistas, no hay señales de que disminuya.
- Redes amplias de rutas para tala, armas modernas, celulares, transporte motorizado económico y demanda alta de carne de animales silvestres en centros urbanos están impulsando el mercado floreciente de carne de animales silvestres.
- Los santuarios de grandes simios en África rescatan a algunos sobrevivientes, y la convocatoria activa de comunidades locales ofrece una solución parcial. Se consideran esenciales los programas educativos para niños y para adultos mediante los que se les enseña el valor de los grandes simios.
Se corrió el comentario de que había un chimpancé pequeño en venta en la ruta cerca de Aketi, un pueblo en la zona más remota del norte de la República Democrática del Congo (DRC). El vendedor era un oficial de policía, que había sacado a la cría de SIFORCO, una concesión maderera a unas sesenta millas de distancia.
Laura Darby, una investigadora estadounidense de primates que trabajaba en la zona, fue a investigar.
El oficial le preguntó cuánto pagaría por el animal. Ella explicó que tener chimpancés era ilegal y que la política de su equipo era ofrecer un dólar de recompensa. Le dijo que para la mañana siguiente averiguaría si había lugar en alguno de los dos santuarios para chimpancés en el país.
Al día siguiente, sus colegas Djodjo y Richard fueron a recoger al huérfano. Regresaron rápido… conmocionados. “Nos dijo que se lo habían comido”, señaló Richard.
Poco después, los convocaron desde la estación de policía. El chimpancé bebé estaba allí, gritando y bien vivo, atado a la puerta de una celda.
El teniente de la estación restó importancia a la mentira de que habían matado a la cría. Le dijo a Darby que los hombres que habían “salvado” al chimpancé habían gastado dinero en combustible y en alimento para “rescatarlo”, por lo que ella debía darles un montón de efectivo.
Ella respondió que, aun si fueran hombres honorables, si hacía lo que él le pedía, todo el pueblo se enteraría de que la gente blanca pagaba mucho dinero por un chimpancé. Por lo tanto, muchas más personas intentarían atrapar a uno para venderlo.
Él cedió con tristeza. Uno de los oficiales cortó la soga atada al tobillo de la cría y les entregó la custodia de “Souza”. Nadie fue acusado de posesión de vida silvestre en peligro de extinción, un delito que en la DRC puede significar de tres a cinco años de prisión y una multa de hasta USD 8200.
En total, Darby y su equipo encontraron 44 chimpancés huérfanos en un año, durante un estudio sobre primates en el 2009, pero solo hubo un arresto. Probablemente, las madres de los huérfanos habían sido asesinadas debido al comercio ilegal de carne de animales silvestres. Los investigadores encontraron a los chimpancés en campos mineros y madereros, en pueblos y ciudades; uno se lo dejaron medio muerto en una pequeña canasta frente a la puerta. Todos estaban deshidratados, hambrientos y aterrados. “Algunos no los lograron. La mayoría no lo hacen”, indicó ella; incluido Souza.
Si bien no era su función rescatar sobrevivientes, Darby y su equipo de investigación lograron salvar cinco chimpancés y los llevaron hasta el Centro de Rehabilitación de Primates de Lwiro en Bukavu, en el este de la República Democrática del Congo.
Pero, por cada cría que se trafica o se salva, mucho miembros de la manada original fueron asesinados y probablemente vendidos como carne de animales silvestres, según explica Doug Cress, ex coordinador para la Sociedad por la Supervivencia de los Grandes Simios (GRASP, por sus siglas en inglés), una organización perteneciente a las Naciones Unidas, para la que Darby trabaja en la actualidad. “Cada vez que se confisca un chimpancé, se puede marcar unos diez más que ya no existen. Eso da una sensación de destrucción”, afirma él. Teniendo en cuenta esos cálculos, significa que por los 44 huérfanos identificados por el equipo de Darby, alrededor de 440 chimpancés fueron asesinados y comidos.
“Lo describimos como un genocidio de chimpancés”, recuerda Darby.
Una disminución rápida
La caza furtiva para proveer al comercio ilegal de carne de animales silvestres representa la mayor amenaza para la supervivencia de los cinco grandes simios de África: dos especies de gorilas (el occidental, Gorilla gorilla, y el oriental, Gorilla beringei), el chimpancé (Pan troglodytes) y el bonobo (Pan paniscus). Seis de las nueve subespecies de África están a un paso de la extinción, incluidos los cinco tipos de gorilas.
La desaparición de los grandes simios africanos ha sido rápida. A finales del siglo XX, alrededor de un millón de chimpancés vivían en el ámbito silvestre. Desde entonces, dos tercios de nuestros parientes vivos más cercanos han sido eliminados. Quedan unos 340 000, según el Instituto Jane Goodall (IGJ).
En 1994, justo antes de que la RDC estallara en una guerra civil catastrófica, que duraría una década, un censo de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en inglés) registró 17 000 gorilas orientales de planicie (Gorilla beringei graueri). Dos décadas más tarde, quedan 3800: el 77 % desapareció; muchos de ellos fueron cazados y comidos o vendidos como carne de animales silvestres por varias milicias armadas varias milicias armadas.
Tal vez entre 250 y 300 gorilas occidentales del río Cross (Gorilla gorilla diehli) sobreviven en fragmentos de bosques montañosos entre Nigeria y Camerún. Nadie sabe con exactitud cuántos bonobos quedan en cuatro parques desconectados en la RDC, una zona de conflicto donde hay mucha cacería.
La caza furtiva representa la mayor amenaza, aun cuando todos los grandes simios africanos están protegidos por leyes nacionales e internacionales en cada país donde habitan, lo que hace que sea ilegal matar, capturar o comerciar grandes simios vivos o partes de sus cuerpos.
Hay una lista de motivos de su disminución, incluidos la pérdida de hábitat por la deforestación, la agricultura industrial y los asentamientos en expansión. Algunos son capturados para el comercio de mascotas o para la venta en lugares turísticos en Oriente Medio, China y Sudeste Asiático; algunos son asesinados para la medicina tradicional o como amuletos mágicos.
Otra amenaza son las enfermedades humanas: debido a nuestra genética casi idéntica, los grandes simios pueden morir de gripe común, influenza, Ébola y otras enfermedades contagiosas. Sacrificar simios y comer su carne también puede transmitir enfermedades virulentas a las personas.
¿Cuán frágil es la supervivencia de los simios? “No son buenas noticias en la mayoría de los lugares —sostiene Cress. Con cantidades tan bajas, las especies podrían desaparecer en un abrir y cerrar de ojos—. Un turista va al Parque Nacional Virunga, estornuda en el lugar incorrecto y, de pronto, tenemos una epidemia que elimina a los últimos 880 gorilas de montaña. Y los chimpancés occidentales se ven seriamente afectados en Sierra Leona, Guinea y Liberia, lugares muy difíciles de vigilar”.
Tradiciones sobre la carne de animales silvestres
También está la amenaza de la carne de animales silvestres. Durante milenios, la carne de animales silvestres era una fuente valiosa de proteínas para las personas que vivían en los bosques a lo largo de África ecuatorial. Pero que los africanos rurales coman carne de simio es, principalmente, un fenómeno cultural. Existe una tradición de comer grandes simios en África central y occidental; en Tanzania, Uganda y otras partes de África oriental no es así.
En más de 300 entrevistas sobre hábitos alimenticios en el centro-norte del Congo, Darby descubrió que, si bien la mayoría de la gente comía simios, ciertos grupos tenían prohibiciones estrictas. Una tribu, por ejemplo, considera que los chimpancés son sus parientes debido a un casamiento legendario entre un ancestro y su novia chimpancé; y uno no se come a la familia. Para otros grupos está prohibido comer crías que aún están en época de lactancia.
Existen algunos nichos de mercado para la carne de grandes simios. Servir ciertas “exquisiteces” —incluidos simios— en cenas, banquetes y otras reuniones formales es un signo de prestigio entre la élite adinerada del continente. Como resultado, existen grandes incentivos financieros para los cazadores furtivos: los ricos pagan precios exorbitantes.
También hay una pequeña demanda de medicina tradicional. Se cree que consumir partes de grandes simios te hará más fuerte o más viril, según comenta Darby. “No están publicitados para mujeres”, agrega ella. Las manos, los pies y la cabeza pueden llegar a un buen precio por su uso en la magia negra: los compran los curanderos, en especial, en Camerún, Senegal y Guinea.
La tala y la minería industriales provocan un aumento de la carne de animales silvestres
En la década del ochenta, los primates y otros animales silvestres comenzaron a desaparecer a un ritmo alarmante de los bosques de África central y occidental. En 1989, el reportero gráfico Karl Amman y el biólogo de campo Ian Redmond investigaron la situación de forma independiente y descubrieron un mercado en alza para la carne silvestre que coincidía con la extensión de la tala y de la minería a escala industrial.
Las grandes concesiones madereras ofrecían trabajo, y la gente invadió los bosques. En la RDC, la abundancia de oro, diamantes y coltán (utilizado en aparatos electrónicos) atrajo empresas, mineros artesanales, oficiales gubernamentales y militares corruptos, y miembros de más de 70 milicias; todos sacaban rédito de las riquezas minerales.
Esta mano de obra enorme necesitaba alimentarse. Los trabajadores estaban en medio del bosque sin ninguna fuente de alimento ni actividad agrícola, según explica Marc Fourrier, director de conservación de especies para el Instituto Jane Goodall.
Esa situación disparó el comercio próspero e indiscriminado de carne de animales silvestres; los cazadores comerciales seguían a los campos o vivían en pueblos aledaños. Masacraban animales en grandes cantidades, incluyendo simios y otras especies en peligro de extinción. Según Cress, para alimentar a todos esos mineros y leñadores “debes matar, y matar mucho”.
Campos de la muerte en África
La UICN sostiene que las facciones rebeldes y los soldados mal pagados se suman a la demanda, además de facilitar el flujo de armas, municiones, tráfico de carne de animales silvestres y de animales vivos, que intensifican el problema de la caza furtiva.
Los cazadores (a veces, con la ayuda de militares y de funcionarios locales) actúan inclusive en parques nacionales y en sitios declarados Patrimonio de la Humanidad, lo que representa una particular amenaza a los bonobos, a los gorilas orientales de planicie y a los gorilas occidentales del río Cross, que viven en una zona de distribución limitada.
Y los animales no son las únicas especies en peligro: proteger la vida silvestre se ha convertido en un trabajo sumamente peligroso. En el mundo, dos o tres guardabosques mueren por semana, y van más de mil asesinatos en la última década, según la fundación Thin Green Line Foundation.
Muchos mueren cuidando la vida silvestre africana, incluidos los simios. En los últimos meses, tres guardaparques murieron por los disparos de cazadores furtivos. El 5 de mayo, unos bandidos emboscaron una escolta de guardabosques, mataron a uno y secuestraron a dos trabajadores de la conservación en la Reserva Itombwe. En abril, dos guardabosques fueron asesinados en el Parque Nacional Garamba.
Las rutas madereras ofrecen acceso
Los leñadores a lo largo de la cuenca del Congo han facilitado el acceso a la vida silvestre. Abren cientos de millas de rutas de reconocimiento y de rutas de transporte para recolectar madera valiosa, y así abren el camino a los cazadores furtivos. “Ahora es posible acceder a las selvas vírgenes de África con bastante facilidad”, sostiene Cress.
Varias organizaciones sin fines de lucro, incluida la WCS, han cerrado tratos con diferentes empresas madereras para prohibir a los trabajadores cazar dentro de las concesiones y utilizar los vehículos de la empresa para transportar carne de animales silvestres al mercado.
Sin embargo, según David Wilkie —director ejecutivo de la WCS—, eso no resuelve el problema: “Es muy difícil evitar que los cazadores comerciales practiquen la caza furtiva dentro de las concesiones madereras y que envíen la carne por los ríos”.
La masacre a escala industrial ha convertido algunos hábitats en “bosques silenciosos”, donde casi no quedan animales grandes vivos. Los expertos predicen que, a este ritmo, los simios salvajes del continente podrían ser cazados hasta la extinción dentro de los próximos 15 a 50 años.
Mercados nuevos para carne silvestre
La demanda de carne de animales silvestres continúa creciendo y cambiando, según Wilkie de la WCS, debido al aumento de la población humana y a los cambios demográficos, que crearon mercados nuevos para la carne de animales silvestres.
En 1980, África tenía 477 millones de personas; ahora hay 1200 millones, y el aumento de la población se acelerará para el futuro inmediato, según la División de Población de las Naciones Unidas. Además, durante las últimas tres décadas, la agitación social y las oportunidades urbanas han provocado un éxodo masivo desde las zonas rurales hacia los centros de población africanos.
En la actualidad, la caza furtiva es un negocio de grandes cantidades que provee a pueblos y ciudades en rápida expansión. Las armas modernas, los celulares, la red amplia de rutas madereras y el transporte económico (incluidas las motocicletas baratas hechas en China) facilitan este comercio.
“Los puntos de comercialización de carne de animales silvestres existen en casi todos los pueblos de África Occidental y Central”, explica John Fa, un profesor de biodiversidad de la Universidad Metropolitana de Manchester, en el Reino Unido.
El pueblo maderero de Pokola, en el norte del Congo, ofrece una mirada al crecimiento exponencial de África: pasó de unos pocos cientos a alrededor de 25 000 personas en solo una generación, y sus habitantes sobreviven en parte debido a la caza y a la pesca.
“La producción de ganado nunca acompañó el crecimiento de estos pueblos —señala Wilkie—. Honestamente, es un desastre”. Muchos de los que solían criar ganado se rindieron cuando, durante los periodos de agitación social, los grupos armados aparecían e incautaban los animales. “Aun hoy, pocos volverían a invertir en la crianza de animales —afirma Fourrier—. Por lo tanto, la presión por la carne de animales silvestres aumentó en lugar de disminuir”.
¿Cuántos se perdieron?
Más de 22 000 simios “desaparecieron en el ámbito silvestre” (muertos o capturados) entre el 2005 y el 2011, según la GRASP. Pero es imposible calcular con precisión cuántos ejemplares fueron comidos, debido a lo que Darby llama “una enorme falta de datos”.
Cuando se mata a un simio, el animal suele ser trozado y comido en el lugar, o ahumado y transportado a los mercados cercanos y lejanos. Los datos existentes sobre confiscaciones son difíciles de interpretar: por lo general, la carne de animales silvestres se informa en partes, o en kilos, pero rara vez se hace por especies, por lo que es difícil identificar de qué animal provino la carne asada. Las pruebas de ADN, aunque no son costosas, pocas veces están disponibles donde se confisca carne de animales silvestres, y la carne suele arrojarse a la basura rápido para prevenir enfermedades.
Darby sostiene que calcular la cantidad de carne de animales silvestres por el peso no es indicador del daño causado a las especies de grandes simios. “Cinco kilos (2,2 lb) de manos representan una gran cantidad de chimpancés o gorilas [en peligro de extinción], pero cinco kilos… [de carne de animales silvestres] no es mucho”, indica Darby.
Los grandes simios pocas veces constituyen más del uno por ciento de los cadáveres que llegan a los mercados, según sostiene Wilkie. En África, eso se debe a que los duikers, las ratas de Gambia, los puercoespines y otros animales abundan mucho más, mientras que los simios son escasos. Pero los cazadores inescrupulosos tienen un buen motivo para matarlos: un solo simio ofrece una cantidad enorme de carne por el costo de una sola bala. Un bonobo pequeño pesa 31 kg (70 lb) y un gorila oriental de planicie pesa unos 270 kg (400 lb).
Si bien no es una matanza masiva, incluso un uno por ciento de pérdida podría ser suficiente para aniquilar a los grandes simios. Esto se debe a que se reproducen lentamente, por lo que cualquier pérdida es insostenible para su supervivencia a largo plazo, según explica Darby. Si matan a un chimpancé adulto (macho o hembra), lleva más de doce años poder reemplazarlo como un individuo reproductor activo; la mayoría de las hembras no tienen más de seis crías en su vida. Los gorilas hembras producen entre dos y seis crías en cuarenta años de vida.
Salvar a las crías
Hay algunas buenas noticias para los grandes simios. Existen varios centros de rescate de chimpancés en África, incluido el Centro de Rehabilitación de Chimpancés de Tchimpounga, perteneciente al Instituto Jane Goodall, que se ocupa de 160 huérfanos. Un nuevo santuario para chimpancés de la Humane Society en Liberia ya está casi lleno. Los cinco chimpancés que Darby envió al Centro de Rehabilitación de Primates de Lwiro son parte de una comunidad de 73 chimpancés. Este es el único santuario de chimpancés en la RDC.
Todos estos animales rescatados han perdido a sus madres y a sus familias; algunos fueron atrapados de pequeños para el comercio de mascotas y como animales amaestrados para espectáculos, y luego fueron confiscados. El año pasado, Lwiro tuvo la mayor afluencia desde que el centro abrió en el 2002: recibió diez animales nuevos. Este año, hasta el momento, tuvieron cinco recién llegados.
“No sabemos por qué recibimos tantos”, comenta Itsaso Velez del Burgo. Quizás el santuario es más conocido, la colaboración con el personal de áreas protegidas está dando frutos o tal vez aumentó la caza furtiva. Pero las instalaciones están al máximo de su capacidad, tanto física como presupuestaria: los costos operativos son de USD 12 000 por mes.
Existen muy pocos lugares para los simios rescatados “Si estás en un país donde no hay un santuario, o este está completo, y hay un chimpancé atado a una silla en una cafetería, ¿adónde va?”, se pregunta Darby.
Los chimpancés huérfanos son fuertes, según afirma del Burgo: con alimento de calidad y amor, se recuperan pronto. Los gorilas huérfanos, sin embargo, son frágiles. A veces simplemente perecen por el trauma emocional de haber perdido a su madre: solo uno de cada cinco sobrevive hasta el momento de poder llevarlo a un santuario, según señala Darby. Catorce gorilas orientales de planicie fueron rescatados por el Centro para la Rehabilitación de Gorilas y Educación sobre la Conservación (GRACE), el único santuario para gorilas en África.
La prioridad de Lwiro es encontrar un lugar seguro para reintroducir a una familia de chimpancés, según comenta del Burgo, y agrega que es difícil encontrar un lugar sin rebeldes ni cazadores furtivos; es un proceso que podría llevar años. Entretanto, el centro está creando relaciones con los locales al construir escuelas y clínicas con la condición de que los residentes no maten chimpancés. De lo contrario, se acabaría el apoyo de Lwiro.
Este y otros programas de compromiso con la comunidad están haciendo la diferencia. El santuario del IJG, por ejemplo, está trabajando con comunidades en el este de la RDC, donde emplea equipos locales de monitoreo para patrullar los bosques en rotaciones de dos semanas; luego, los municipios locales se ocupan de las amenazas. Asimismo, la African Wildlife Foundation ha trabajado con una variedad de comunidades en la cuenca Maringa-Lopori del Congo, una zona crucial para los bonobos.
Los gobiernos africanos están comenzando a trabajar juntos para luchar contra la caza furtiva y para mejorar la aplicación de la ley, y algunos están redactando leyes más duras contra los cazadores furtivos y los traficantes de vida silvestre. Existen ONG con iniciativa que también colaboran con las fuerzas de seguridad para reducir el comercio. Pero las condenas por delitos contra la vida silvestre siguen siendo escasas.
Según Ofir Drori, uno de los investigadores encubiertos sobre vida silvestre más efectivos del continente, quien encabeza la organización sin fines de lucro Eco Activists for Governance and Law Enforcement (EAGLE), “el primer obstáculo [en la lucha contra el tráfico ilegal] es la corrupción, el segundo obstáculo es la corrupción y el tercer obstáculo es la corrupción. A menos que tratemos esto, no llegaremos a ninguna parte”.
No consumir simios
Hubo muchos intentos fallidos de poner freno al consumo de carne de animales silvestres. Pero es difícil decirle a la gente que no coma, según sostiene Darby. “Muchas personas que conoces en Congo Central están muriendo de hambre, por lo tanto, para ellos, matar a un chimpancé, aunque sea ilegal, es cuestión de supervivencia pura”.
Un común denominador que Darby encontró entre las comunidades de la cuenca del Congo que no comen grandes simios es una veneración sagrada a estos animales; un respeto al que ella considera el elemento disuasivo más efectivo contra la caza furtiva. Agrega que los programas escolares que enseñan la importancia de los grandes simios desde una edad temprana imparten una veneración similar. “Intentar impartir esa clase de filosofía [a niños y adultos] puede ser más efectivo que intentar intimidar a las personas para que no coman simios”.
Darby comparte una historia de conversión: un rastreador con quien ella había trabajado solía cazar con flechas envenenadas y, en una incursión particularmente exitosa, mató a una familia de chimpancés. Cuando se acercó a la madre agonizante, que abrazaba a su bebé, le recordó tanto a su propia esposa cuando abrazaba a su hija que jamás volvió a cazar chimpancés y comenzó a trabajar en proyectos de conservación.
Cress considera que el desarrollo de empatía y compasión es vital. Compara el comercio de chimpancés y de gorilas al “tráfico humano con pelo”. “Los simios siempre estuvieron en la mira, [pero] son como nosotros. Para mí, la mayor preocupación es que, si no podemos salvar a la especie que se parece a nosotros —o que está a un paso genético de serlo—, ¿qué esperanza tenemos para nosotros mismos?”.
Jane Goodall resume la situación: “Si no reaccionamos ante la crisis de la carne de animales silvestres, bien podríamos perder a los chimpancés y a otras especies en peligro de extinción en África y alrededor del mundo en los próximos 20 años”.