- Un grupo de científicos lleva 30 años trabajando en la Reserva Nacional de Tambopata para desarrollar metodologías que permitan aumentar la población de guacamayos en otras partes del mundo.
- La crianza de pichones en nidos artificiales y el uso de padres adoptivos para salvar a los polluelos olvidados, son algunas de las técnicas introducidas.
- Cinco especies de guacamayos ya están extintas en el mundo y de las 17 restantes, 3 están en Peligro Crítico, 4 en Peligro, 2 son Vulnerables y 1 está Casi Amenazada.
A veces para salvar a una especie es necesario que la ciencia participe en una proceso tan íntimo como la crianza. Y eso es lo que desde hace 30 años hace un grupo de científicos del Tambopata Macaw Project o Proyecto Guacamayo de Tambopata, estudiar muy de cerca la vida de tres especies de guacamayos grandes que habitan la Reserva Nacional Tambopata en la región de Madre de Dios. La investigación profunda y de largo aliento que han emprendido ha dado como resultado ya 33 publicaciones científicas que se han centrado, principalmente, en investigar algunos de los hábitos de los guacamayos escarlata o Ara macao, aunque también han considerado a los guacamayos rojo y verde (Ara chloropterus), y amarillo y azul (Ara ararauna).
El trabajo que realizan estos expertos va desde el estudio de patrones de uso de collpa y hábitos de nidificación, hasta el análisis de las preferencias alimenticias y la introducción de nidos artificiales para compensar la escasez de los nidos naturales. Hoy, además, han sumado un nuevo reto: ¿Qué pasaría si se introduce la figura de padres adoptivos para criar y alimentar a algunos pichones? Algunos guacamayos suelen tener 4 crías y, cuando esto sucede, tienden a dejar de lado a los dos más pequeños. La idea de los investigadores es conseguirles otro hogar y evitar que mueran de inanición. Un reto bastante ambicioso que busca asegurar la conservación de estas coloridas aves.
La población de guacamayos en el mundo está muy impactada: cinco especies están extintas y de las 17 restantes, tres están en Peligro Crítico, cuatro en Peligro, dos Vulnerables y una Casi Amenazada. Sin embargo, la Reserva Nacional Tambopata es una de las pocas que posee colonias importantes que albergan seis especies de estas aves. Si los resultados de los estudios confirman que es posible incrementar la población de guacamayos, uno de los objetivos principales de esta investigación, esta metodología podría ser entonces reproducida en lugares donde estas aves están desapareciendo.
Sin ir muy lejos, el Ara macao o guacamayo escarlata era una especie muy presente en América Central, sin embargo la caza, la pérdida de hábitat y el comercio ilegal de fauna silvestre han empujado hacia la extinción a estas poblaciones en muchas áreas, como se puede leer en varias publicaciones científicas.
“En México y Guatemala, las cifras de guacamayo escarlata son extremadamente bajas. Los números de población están por debajo de las 500 aves en total. Es demasiado arriesgado probar nuevas técnicas de campo en áreas con poblaciones en rápido declive”, señalan los científicos del Proyecto Guacamayo de Tambopata.
Y este es precisamente el panorama que les gustaría revertir.
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¿Padres adoptivos?
Donald Brightsmith y Gabriela Vigo, directores del Proyecto Guacamayo de Tambopata, consideran que los resultados obtenidos hasta el momento son muy exitosos, pero reconocen que es necesario dar un paso más. Y este nuevo reto pasa por trabajar con la figura de padres adoptivos.
Se trata de una metodología compleja en la que hay que considerar muchos detalles como, por ejemplo, que los polluelos adoptados tengan la misma edad que los hijos naturales. “Pensamos que si juntábamos crías de polluelos que eran similares en edad, los padres tendrían una mayor probabilidad de criarlos a ambos. Es decir, si tuviéramos dos pollitos que estuvieran en una etapa de desarrollo similar, los padres los criarían a los dos”, explicó Brightsmith.
Esta es una opción. La otra es buscar pares similares, aunque no sean de la misma edad, pero que hayan alcanzado un desarrollo parecido. “Un pollito de seis días y un pollito de un día son muy diferentes, ya que el de un día es mucho más débil y menos capaz de levantarse y pedir comida. Como resultado, es común que los padres dejen de alimentar a los más pequeños. Pero si sacamos a uno de los pollitos y los ponemos de nuevo en el nido cuando tienen 20 y 25 días, ambos son bastante similares en el desarrollo. Ambos tienen los ojos abiertos, pueden mantenerse firmes y pedir comida. Como resultado, es mucho más probable que los padres críen a ambos. Así que esto es lo que estamos intentando”, y parece estar funcionando, indicó Gabriela Vigo.
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Escasez de nidos
Los investigadores han concentrado sus esfuerzos en tratar también de compensar la escasez de nidos. Y al introducir nidos secundarios o artificiales pretendían también estudiar las características de anidación de los guacamayos escarlata y su éxito reproductivo.
Según los expertos del proyecto y como lo citan en algunas de sus publicaciones, muchas veces la falta de espacios para anidar esta relacionada con la deforestación, la fragmentación del hábitat de estas aves, la cacería y las trampas para el comercio de vida silvestre. Sin embargo, son cuidadosos en señalar, que se requieren realizar más investigaciones para determinar estas causas.
Brightsmith suma una amenaza más que es importante considerar en Madre de Dios: la minería ilegal. “En este momento, el mayor riesgo en el sureste de Perú (la región donde trabajamos) para toda la vida silvestre y la conservación es la extracción de oro. Está causando grandes problemas en grandes áreas”, dijo.
Pero esto no ha impedido que los científicos desarrollen su investigación. Para el tema de la anidación, empezaron estudiando las características que debían tener los nidos artificiales para que los guacamayos quieran realmente utilizarlos. Fue así como determinaron que debían ser de madera o hechos con tubos de PVC, y a su vez sumar ciertos detalles al diseño para facilitar la investigación de los expertos. Para las cajas de madera, que miden aproximadamente 1,5 metros de alto y pesan 70 kilogramos, optaron por utilizar madera tropical dura para asegurar su duración. En el caso de los nidos de PVC, que tienen un diámetro que oscila entre los 26 y 39 cm, y pesan entre 35 y 60 kilogramos, decidieron revestirlos con malla de alambre. En ambos tipos de nidos se colocó una mezcla de aserrín, madera y arena para albergar con comodidad los huevos y a los nuevos huéspedes.
Los científicos tuvieron que quedarse suspendidos en el aire en varias oportunidades y usar técnicas de ascenso utilizando sogas para poder ubicar los nidos en cada uno de los árboles. El interés por la ciencia y la conservación pudieron más que el vértigo.
El área de trabajo elegida fueron los bosques cercanos al Centro de Investigaciones Tambopata, situado al sudeste de Perú, en el departamento de Madre de Dios. Para ser más exactos, dentro de la Reserva Nacional Tambopata y en el límite con el Parque Nacional Bahuaja Sonene. Se eligió esta zona porque el Centro de Investigaciones queda a solo 880 metros de la Collpa Colorado, una formación geográfica de arcilla con altas concentraciones de sodio, que los guacamayos consumen en grandes cantidades a lo largo de todo el año, sobre todo, para alimentar a sus crías.
Tras analizar 62 nidos durante 12 temporadas de anidación, entre 1999 y 2011, los investigadores concluyeron que tanto en nidos naturales como artificiales se registró un éxito reproductivo. Como indica la publicación, “37 % de los nidos ocupados se encontraban en cavidades naturales y el 63 % eran artificiales (15 % de madera y 48 % de PVC). Casi la mitad (49 %) de las nidadas tenía tres huevos, el 25 % tenía dos huevos, el 14 % cuatro huevos y el 12 % un huevo”. Y se confirmó que la reocupación de los nidos en los siguientes años está relacionada con el éxito de anidación del año anterior.
El último paso de esta investigación, aunque no se realizó en ese orden, fue la liberación.
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Alas y buen viento
Un punto importante, además de la anidación y de asegurar la vida de los polluelos, es conseguir que los pequeños guacamayos se adapten con facilidad a la vida silvestre. Por ello desarrollaron el estudio en Perú (Reserva Nacional Tambopata) pero esta vez lo compararon con uno realizado en Costa Rica (Refugio Nacional de Vida Silvestre Curu y el Centro de Liberación del Valle de San Josecito).
Lo resultados fueron sorprendentes, incluso para los científicos: 74 % de los guacamayos liberados sobrevivieron el primer año y al año siguiente, pudieron confirmar que el 96 % de estos individuos logró adaptarse a la vida silvestre. Lo que es aún más interesante, es que casi la totalidad de este grupo (9 de 10 individuos) se emparejó con individuos silvestres y se reprodujo satisfactoriamente por al menos siete temporadas reproductivas.
Los expertos recomiendan en su publicación que se considere proporcionar suplementos alimenticios a los guacamayos reinsertados en la vida silvestre, por lo menos durante los primeros meses después de su liberación. Esto favorecería a los guacamayos liberados pues les daría tiempo extra para explorar fuentes de alimento en el bosque sin poner en riesgo su salud y también permitiría el monitoreo individual de supervivencia para saber quiénes siguen vivos. Brightsmith confirmó que al principio los guacamayos liberados dependían de la gente, pero que “luego aprendieron a sobrevivir en el bosque”.
Han pasado 30 años desde que los investigadores del Proyecto Guacamayo de Tambopata empezaron sus estudios y hoy, para dar un paso más, han emprendido una campaña de recaudación de fondos para cumplir con una de sus principales metas de conservación. Como lo indican ellos mismos, “nuestro objetivo principal es aumentar la supervivencia de los polluelos silvestres de Guacamayo desarrollando y probando nuevas técnicas que ayuden a reducir la inanición de guacamayos silvestres. Estimamos que habrá al menos 5 polluelos en riesgo de inanición en la próxima temporada de cría. Nuestro objetivo es trasladar todos estos pollos a los padres de crianza”.