- A través de una investigación de tres meses, Mongabay examinó una serie de situaciones habituales en el ámbito de la ciencia en las que se discrimina a personas a través de dinámicas de poder desigual y abusos de autoridad en todo el continente americano.
- La mayoría de las personas que hablaron con Mongabay para este reportaje pidieron ser anónimas por temor a que haya repercusiones graves para su carrera.
- Aunque las personas entrevistadas son todas de distintas partes de América, Mongabay ha recibido información sobre casos en todo el mundo que describen una gran variedad de abusos de poder.
Lejos de las alfombras rojas de Hollywood, una científica en ciernes en Guyana, América del Sur, está siendo persuadida por sus padres para que no vaya a una salida de campo porque se preocupan por su reputación y su seguridad. Han oído historias de lo que puede pasar a jóvenes mujeres en ese tipo de expediciones.
“A menudo más del 90 por ciento de nuestro personal de campo son hombres”, dijo a Mongabay la auxiliar de logística Natasha*. “He escuchado casos de acoso sexual, y cuando las mujeres van a esas salidas, sobre todo si son jóvenes y solteras, existe la percepción de que, como están con esos hombres, van a mantener relaciones sexuales. Sea válido o no, es desalentador para las mujeres”.
Esto es la campaña #metoo del mundo de la conservación. No hay insignias brillantes que digan “Time’s Up”. No hay discursos. No hay aplausos. Solo mujeres normales que luchan contra comentarios sexuales, insinuaciones no deseadas y comportamientos agresivos para progresar en la carrera que han elegido.
En 2017, hubo casos sonados de acoso sexual por parte de científicos hombres y profesores que se extendieron por la comunidad científica e incluso llegaron a los medios, pero no son más que la punta del iceberg.
Bajo la superficie
Cuando Angela* se enteró de los nuevos casos de acoso sexual a científicas en la Antártida, se vio transportada a recuerdos desagradables de su propia etapa en McMurdo, el centro de investigación más grande de EE. UU. en el continente helado.
“Cuando vi los titulares, hubo al menos tres personas que imaginaba que podían aparecer”, dijo la doctora en ciencias biológicas a Mongabay, “Y Dave [Marchant, el hombre acusado] no era uno de los tres [que pensaba]. Así de extendido está el problema”.
La decisión de no contarlo, dice Angela, suele ser una forma de autodefensa.
“Casi todas las mujeres que conozco en el campo de la ciencia tienen una historia de acoso o discriminación que contar, pero, y hablo solo por mí, no queremos llamar la atención ni abrir antiguas heridas”.
Hace poco, Scientific American publicó un artículo exhaustivo, Confronting Sexual Harassment in Science (Enfrentarse al acoso sexual en ciencia), que destacaba las acciones de diferentes instituciones estadounidenses para intervenir cuando se dan ese tipo de comportamientos y evitarlos. Otro artículo en Science magazine también profundizó en el tema.
En un estudio citado, el Estudio de experiencias en el ámbito académico (Survey of Academic Field Experiences) de 2014, casi dos tercios de los participantes afirmaron haber vivido acoso sexual en primera persona —definido aquí como comentarios inapropiados o sexuales, comentarios sobre la belleza física, diferencias cognitivas asociadas al género u otro tipo de chistes.
Más del 20 por ciento afirmó haber vivido personalmente una agresión sexual.
Con el fin de conocer mejor algunos de estos temas, Mongabay ha hablado con una sección representativa de mujeres que trabajan en ciencia en todo el continente americano para escuchar sus experiencias.
Una clase no deseada
Para algunas de las mujeres con las que hablamos, empezó en las aulas.
Solo unos meses después de empezar su doctorado, la bióloga de conservación Monica* recibió un correo con fotos explícitas de su profesor de laboratorio. “Estamos hablando de imágenes sexuales, muy inapropiadas”, cuenta a Mongabay. “Pensé: ‘debe de ser un error’. Pero luego volvió a suceder”.
Aunque dice que su primera reacción fue contárselo al decano, al final decidió no hacerlo. Le preocupaba no conseguir su título de doctorado, tener problemas con la universidad o tener que empezar de nuevo. “Así que nunca hice nada. Solo dejé su laboratorio y empecé con un nuevo director de tesis”.
Para otras, la gran presión por triunfar se manifestó en relaciones “consentidas” desiguales con miembros directivos del personal.
“Tengo varias compañeras de las que se aprovecharon sus directores de tesis”, dijo Natalia*, doctora en ecología, a Mongabay en un intercambio de correos electrónicos.
“Aunque ambas partes pueden percibirlo como una ‘relación normal’ en distintos momentos, muchas veces, en retrospectiva (o incluso mientras pasa), la persona con un cargo menor siente que no tiene la opción de decir no a acostarse con su director porque podría tener consecuencias para todo, para toda su carrera”.
Solas en su campo
Los mismos juegos de poder, acoso y comportamientos inapropiados continúan en el puesto de trabajo.
Una de las mujeres con las que habló Mongabay describió que había sido acosada y menospreciada. En una ocasión, un alto cargo le preguntó, “¿Por qué no te vas y tienes una familia e hijos?”. Otra mujer recordó que un compañero intentaba iniciar conversaciones sexuales con ella, como “¿Cuándo perdiste la virginidad?”.
Para la directora Aesha*, incluso conseguir contactos ha sido problemático. “Hay muchos riesgos”, dijo. “Me he visto en situaciones en las que he hecho un contacto, le he dado mi número para seguir hablando y las conversaciones de trabajo pasaron rápidamente a ser inapropiadas y de contenido sexual”.
Establecer barreras y frenar comportamientos no deseados es aún más difícil en salidas de campo.
Monica explicó que, estando en expediciones, ha sufrido acoso por parte de hombres que se sentían intimidados con su familiaridad o comodidad con el trabajo o el entorno: “Es bastante duro cuando alguien quiere desautorizarte y dañar tu confianza porque se sienten inseguros”.
Esto también se puede manifestar cuando las insinuaciones románticas se rechazan. “Un par de veces me han intentado desacreditar de algún modo en mi trabajo o inventarse algo para dejar muy claro que no les había gustado ser rechazados”, dijo. “Es muy difícil porque no puedes ir apagando todos los fuegos que otros han encendido”.
Hablar de ello
Hay quien tiene la impresión de que el acoso sexual, los abusos y la intimidación no ocurren en el campo de la ciencia, sobre todo, no en un ámbito tan “consciente” como el de la conservación y la ecología.
La científica Raquel Thomas-Caesar contó a Mongabay que en su experiencia la mayoría de hombres con educación que se preocupan por el medioambiente son respetuosos y comprensivos.
No obstante, dice, una vez se sorprendió, hace muchos años, cuando un colega extranjero de confianza en una posición de supervisión hizo un acercamiento sexual no deseado.
Dice que nunca habló del incidente porque se ocupó de la situación en privado, pero también porque no tenía mucha confianza en que los directores de más alto nivel fueran a manejar la situación de forma adecuada.
Hoy, Thomas-Caesar, utiliza la normativa de acoso sexual de su actual empleo para castigar ese tipo de comportamiento y ha habido algunas ocasiones en las que se ha despedido a gente.
Cambiar el clima
Tener normativas específicas es importante para abordar el acoso sexual institucional, pero el proceso para informar de un caso debe ser claro, abierto y sin juicios, y aquellos que resulten ser culpables deben ser castigados.
En noviembre de 2017, el Huffington Post informó sobre un profesor de ingeniería de la Universidad de Princeton que había sido “responsable de acoso sexual”. El castigo anunciado: acudir a una formación.
“La gente está muy enfadada en el campus”, dijo Andrea Graham, profesora asociada de ecología y biología evolutiva, en una entrevista con Mongabay en diciembre. “Están enfadados porque el castigo es muy ligero”. En respuesta, la universidad ha creado un comité asesor para revisar su normativa de conductas sexuales indebidas.
Mientras, en su propio departamento, Graham preside un Comité de Clima que pretende fomentar la transparencia, la diversidad y la inclusión. El comité, establecido a principios de 2016, está compuesto por dos estudiantes de posgrado seleccionados por los compañeros, estudiantes posdoctorales, un miembro del personal y tres miembros del profesorado.
“Solo iniciar la conversación ha sido increíblemente terapéutico y ya ha sido productivo”, dijo. “El activismo, o solo las acciones, y el cambio cultural inducido por lo terribles que son las cosas ahora podrían acabar haciendo que todo valga la pena. Eso es lo que hace que para mí sea factible avanzar a pesar de las horribles noticias de cada día”.
**Los nombres se han cambiado para proteger la identidad de las personas.
Carinya Sharples es una corresponsal que vive en Guyana. Puedes encontrarla en Twitter en @carinyasharples.