- Desde osos andinos en los bosques secos interandinos de Tarija y el inusual primer registro de un tigrecillo melánico en el Parque Madidi, hasta la observación de un cóndor blanco en el Beni forman parte de los hallazgos captados por las cámaras trampa en Bolivia.
- Científicos y conservacionistas coinciden en que esta tecnología está ayudando a incrementar el conocimiento de las especies de fauna silvestre de Bolivia, y con ello, a mejorar los planes para su conservación.
En la densidad de los bosques se esconden algunos de los secretos más íntimos de la vida de los animales silvestres. Hasta hace un tiempo, estos comportamientos permanecían ocultos para el ojo humano y revelarlos, para la ciencia, significaba dedicar largas jornadas de trabajo para colectar rastros como huellas, pelos o heces. Hoy en día, eso ha cambiado, y el uso de las cámaras trampa en Bolivia ha revolucionado la manera de hacer ciencia y conservación.
En términos de duración de baterías, capacidad de almacenamiento, tamaño y peso, esta tecnología está permitiendo monitorear especies de fauna silvestre en ambientes de difícil acceso, de una manera no invasiva y en condiciones naturales extremas. Las cámaras trampa son resistentes a la humedad, al intenso calor y a las lluvias torrenciales, y en Bolivia han sido útiles para confirmar la presencia de cientos de especies.
Mongabay Latam conversó con los responsables de diferentes proyectos de conservación que están aplicando esta metodología de trabajo para generar conocimiento.
Todos los entrevistados coincidieron en que uno de los momentos más emocionantes es cuando retiran las cámaras y extraen las memorias. Entonces las imágenes y grabaciones inéditas, algunas registradas por primera vez, muestran la vida salvaje de las especies en sus hábitats naturales.
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Lo que esconde la Reserva Natural Barba Azul
Esta área protegida conserva la mayor población de guacamayos o parabas barba azul (Ara glaucogularis) de Bolivia, una especie endémica del país catalogada en Peligro Crítico de extinción, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Precisamente en esta reserva se instalaron cámaras trampa para conocer mejor la fauna silvestre que la habitan y observar los cambios en el ecosistema.
Según Tjalle Boorsma, responsable de la Reserva Natural Barba Azul, las cámaras les han permitido registrar los cambios a través del tiempo en esta área natural de 11 000 hectáreas, ubicada en el municipio de Santa Ana de Yacuma, en el departamento del Beni. Si bien al inicio el hábitat de esta área protegida se encontraba degradado por el manejo de la ganadería, el espacio natural se ha ido recuperando a lo largo del tiempo.
Hace más de diez años atrás, el área de la reserva estaba ocupada por la actividad ganadera que había degradado gran parte de la zona, pero luego de la creación de la Reserva Natural Barba Azul por la Asociación Civil Armonía en 2008 y con las iniciativas de reforestación de islas de bosques que se encontraban completamente vacías, se logró conseguir la recuperación del ecosistema. Otro de los trabajos realizados fue la promoción del turismo de aves y la construcción de cortafuegos para disminuir el riesgo de incendios.
Pero las imágenes captadas también les ha permitido a los científicos identificar a otros moradores del bosque que no habían sido observados antes en el área. “Descubrimos especies como el borochi (Chrysocyon brachyurus), puma (Puma concolor), gato de pampas (Leopardus pajeros), puercoespín arborícola (Coendou prehensilis), cóndor blanco (Sarcoramphus papa), y el primer registro en el departamento del Beni de la carachupa oreja blanca (Didelphis albiventris)’’, contó Boorsma a Mongabay Latam.
Entre algunas de las escenas que más recuerdan está la de un grupo de jochis colorados (Dasyprocta variegata) alimentándose de los mesocarpios del motacú, una especie de palmera que habita la cuenca amazónica, y luego dispersando las semillas en el bosque. Este fue un hallazgo importante, tomando en cuenta que son la principal fuente de alimentación de los guacamayos barba azul.
Otro caso que resaltaron los investigadores de la Asociación Armonía, organización a cargo de la Reserva Natural Barba Azul, es el de los Llanos de Moxos. Durante ocho meses del año, estas pampas propias de la Amazonía boliviana se convierten en una zona inundable, por lo que pocos investigadores pueden ingresar a monitorear la presencia, abundancia y el comportamiento de los animales. Por eso el uso de las cámaras en Bolivia ha sido central para observar la vida silvestre en las zonas poco accesibles que tiene la reserva.
“Siempre te llenas de esperanza cuando llevas las tarjetas de memoria a la estación biológica de la Reserva Barba Azul, para ver si hay fotografías o filmaciones de un animal nuevo o un comportamiento especial. En una oportunidad, después de observar bastantes fotos de buitres negros encima del cadáver de un chancho, de repente observamos una foto del Cóndor Blanco (Sarcoramphus papa) mirando directo a la cámara. Este fue el primer registro de esta especie para la reserva. ¡Fue un espectáculo muy grande!’’, comentó emocionado Tjalle Boorsma.
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Tras los pasos del oso andino
Ximena Vélez-Liendo es la ganadora del premio Whitley, un galardón que le fue otorgado por las investigaciones que realiza sobre el oso Andino o Jucumari (Tremarctos ornatus) en el departamento de Tarija, región sur de Bolivia.
El proyecto que lidera Vélez-Liendo se desarrolla en el municipio de San Lorenzo, en un área de 400 kilómetros cuadrados. En esta región se encuentra uno de los últimos relictos de bosque seco interandino que tiene Bolivia. Y es ahí donde estudia a una población de osos andinos y lo hace en colaboración con las comunidades de la zona, para lograr que el espacio se convierta con el tiempo en un área protegida. “Y así esperamos se logre conservar no solo el oso, sino también este bosque’’, indicó Vélez-Liendo a Mongabay Latam.
Según la investigadora, el uso de las cámaras trampa les ha permitido cubrir un área bastante grande, algo que hubiera sido muy difícil lograr con un equipo realizando el monitoreo a pie. “El uso de las cámaras trampa nos permite estar allí, sin estar presentes. Esta es una de las principales ventajas que tienen’’, expresó.
Otra de las ventajas ha sido que les ha permitido registrar el comportamiento del oso andino, características que de otra manera no hubieran podido ver directamente. “En algunas de nuestras estaciones el oso andino olfateó, arrancó y botó las cámaras. Esto nos dio información de que el olor de los aparatos, en este caso era una cámara nueva, no le gusta. Este comportamiento nos indica que estos animales utilizan bastante el sentido del olfato y que no les gusta cuando hay algo nuevo en su hábitat. Esto fue algo bastante interesante’’, manifestó Ximena.
Entre las curiosidades captadas por las cámaras, está el registro de un puma (Felis concolor) que posó con total tranquilidad para una de las cámaras, la cual lo fotografió 30 veces. El felino incluso se movió de un lugar a otro y regresó al mismo sitio a dormir. Carmen Julia Quiroga, una de las investigadores del proyecto oso andino, explicó que el estar enfocados en el estudio de grandes carnívoros hace más difícil la investigación, por lo complicado que es observar a estas especies en la naturaleza. Pero ahora con el uso de las cámaras trampa en Bolivia la historia es diferente. “Podemos observar otros aspectos ecológicos de los carnívoros, como ver horas de actividad y preferencia de hábitat. Además de permitir ver patrones específicos de cada animal para posteriormente poder calcular densidades y abundancias de manera más efectiva’’, explicó Quiroga.
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Los secretos de Kaa Iya
Carina Castro es la directora del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Kaa Iya. Ella explica a Mongabay Latam que el uso de cámaras trampa dentro de esta emblemática área protegida de 3,4 millones de hectáreas, ubicada en el Gran Chaco boliviano, está permitiendo estudiar el impacto del Derecho de Vía (DDV) en la población de jaguares y de otros mamíferos, determinando así el rol que supone este gran felino y su dispersión a través del paisaje.
Los guardaparques apoyan en las labores de monitoreo que se realizan a lo largo del gasoducto que pasa por el área, en donde se permite el tránsito controlado de vehículos y se llevan a cabo actividades de funcionamiento y mantenimiento del transporte de gas a través del ducto. ‘’Hemos logrado comparar la abundancia y patrón de actividad del jaguar en el transecto que constituye el gasoducto con estudios previos realizados en Kaa Iya, llevados a cabo tanto en estaciones de muestreo ubicadas en los extremos del gasoducto, como fuera del mismo’’, explicó Castro.
La directora del Kaa Iya contó que también han logrado determinar los usos que los diferentes individuos identificados (machos, hembras y juveniles) hacen del derecho de vía o faja de terreno que colinda con el gasoducto.
Finalmente, la bióloga señaló que las cámaras trampa les están permitiendo analizar el valor que estos mamíferos representan para el ecoturismo en el Kaa Iya, además de responder con certeza temas de abundancia, dispersión y comportamiento de especies que no puede ser observado de manera directa tan fácilmente. “Además que no se causa impacto alguno en su estudio’’, concluyó.
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Los curiosos habitantes de San Miguelito
El área de conservación San Miguelito o San Miguelito Jaguar Conservation Ranch es una estancia ganadera de 3300 hectáreas que ha sido tomada como espacio piloto para el desarrollo del proyecto la Ruta del Jaguar, que tiene como objetivo reducir la caza de grandes felinos en una de las zonas de mayor expansión agropecuaria de Bolivia. El ecoturismo basado en el Jaguar (Panthera onca), está ayudando a promover estrategias que frenan la depredación y que utilizan la compensación económica como un mecanismo para contrarrestar la pérdida de ganado causada por ataques de jaguar.
Damián Rumiz es biólogo especialista en vida silvestre y monitorea a estos felinos en el área. Durante los últimos cuatro años, sus estudios han permitido confirmar la presencia de muchas especies de mamíferos medianos y grandes, además de algunas aves terrestres y reptiles.
“Varias de las especies están amenazadas según el Libro Rojo de los Vertebrados de Bolivia y se habían registrado en estudios iniciales de cámaras trampa en 2004-2005. Ahora con mejor calidad digital y con vídeo se han podido obtener imágenes mucho mejores que facilitan el reconocimiento de individuos de jaguares y ayudan a la ‘interpretación ambiental’ de los visitantes’’, indicó Rumiz.
Unas 20 cámaras trampa se encuentran instaladas y cubren un espacio de 15 kilómetros dentro de los senderos ecológicos. Estas han permitido confirmar la presencia de unos 10 jaguares adultos, algunas crías y varios otros felinos. Además, las imágenes captadas por las cámaras han sido de ayuda para llevar un registro de la abundante y diversa fauna silvestre que allí habita, conformada por 99 especies de mamíferos incluidos 40 de tamaño mediano y grande, según los estudios realizados.
Ruiz también expresó que en San Miguelito, las cámaras trampa han sido clave para identificar los distintos jaguares que habitan por la zona, permitiendo observar la asociación entre algunos machos y hembras, y la ocurrencia de crías que acompañan a sus madres.
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Vida de lobos
Cada vez que llega la temporada seca, los borochis o lobos de crin (Chrysocyon brachyurus) que habitan el Parque Nacional Noel Kempff Mercado salen en busca de agua y llegan hasta unos pequeños pozos que conservan este recurso en la zona de pampa termitero, una sabana dentro del área protegida repleta de montículos donde habitan millones de termitas. Esta información no la conocían los científicos del Proyecto Borochi, pero con las cámaras trampa lograron conocer un aspecto más de esta especie que habita el parque.
“En este lugar instalamos las cámaras y evidenciamos el uso y frecuencia que la fauna silvestre hace de este sitio, entre ellos los borochis”, explicó José Miguel Castro, uno de los investigadores.
Castro mencionó también que es impresionante conocer la fauna silvestre que vive en las sabanas y observar los cambios que experimentan los mamíferos durante la estación seca y lluviosa. “En el caso de los borochis, cada fotografía es única y brinda información de registro temporal y espacial’’, argumentó.
Fue de la misma forma como la investigadora Louise Emmons del Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsonian y directora del Proyecto Borochi —junto con otros investigadores— reveló el comportamiento del oso bandera (Myrmecophaga tridactyla) durante la época seca. “El animal cavó con sus fuertes garras hasta alcanzar un poco de agua de la napa freática para beberla, este comportamiento indirectamente beneficia a otras especies incluyendo al Borochi’’, comentó Castro.
Los datos que están obteniendo los investigadores del proyecto les han permitido alcanzar los objetivos de monitoreo al disponer de información sobre la presencia o ausencia del Borochi o Lobo de Crin en un hábitat que es bastante frágil a los incendios, además de la presencia de otras especies, proporcionando una idea de sus estados de conservación.
Para José Miguel Castro, los usos de las cámaras trampa en proyectos de conservación de la biodiversidad en Bolivia pueden ser muchos, “el sentido común del investigador pone el límite”, manifestó.
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Vida silvestre al norte de la Amazonía boliviana
Si bien el diseño de muestreo que utiliza la Asociación Boliviana para la Investigación y Conservación de Ecosistemas Andino Amazónicos (ACEAA) no apunta específicamente a observar o identificar comportamientos de especies silvestres, el uso de cámaras trampa les ha permitido observar, por ejemplo, el papel de dispersor que tiene el Jochi Pintado (Dasyprocta sp.), especie a la que registraron cargando frutos. También observaron la interacción de algunos individuos del Chancho tropero (Tayassu pecari) en el norte de la Amazonía Boliviana, en los departamentos de Pando y La Paz, donde la organización desarrolla sus proyectos.
“Como algunas fotos y videos registran a las crías de los animales, es posible determinar periodos de reproducción de algunas especies’’, indicó Nuno Negroes, investigador de ACEAA a Mongabay Latam.
Para Negroes, el poder contar con la colaboración de la gente de las comunidades en la colocación de las cámaras los llena de satisfacción. Ese entusiasmo hace que ellos se interesen más en el tema y deseen ver los resultados del trabajo en el que han participado. “El momento de compartir las fotos y videos de las cámaras con ellos es siempre un momento de emoción, curiosidad y sorpresa’’, afirma Nuno Negroes, a tiempo de indicar que el material recolectado puede perfectamente ser utilizado para elaborar material educativo e informativo tanto a escala local como nacional.
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Lo que descubrieron los científicos en Madidi
El proyecto Identidad Madidi busca generar conocimiento e interés por uno de los paisajes mejor conservados y prístinos que tiene Bolivia, como lo es el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Madidi. Este proyecto, liderado por la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS), ha logrado registrar por medio de cámaras trampa a cuatro nuevas especies de mamíferos medianos y grandes: el gato andino (Leopardus jacobita), el gato montés (Leopardus colocolo), el tatú mulita (Dasypus septemcinctus) y el tatú peludo (Euphractus sexcinctus).
Además pudieron también captar con las cámaras a otras especies que no lograron observar durante las caminatas. “El uso de cámaras trampa en la expedición científica Identidad Madidi fue relevante debido a que se contaba con poco tiempo para el muestreo. Se las dejó funcionando las 24 horas del día por el tiempo que duraba el muestreo”, afirmó María Viscarra, investigadora del proyecto.
Un registro particular fue cuando las cámaras trampa de Identidad Madidi lograron confirmar la presencia de un tigrecillo melánico (Leopardus tigrinus) en la ceja de monte del Parque Madidi, una imagen bastante inusual y única obtenida en Bolivia de un individuo melánico.
Desde hace 17 años que la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS) viene monitoreando especies emblemáticas y de difícil observación en el paisaje Madidi – Tambopata, como es el caso de los jaguares, pecaríes, venados y tapires. Esto le ha permitido a la organización hacer un seguimiento del estado poblacional de estas especies.
“El uso de las cámaras trampa aporta información relevante sobre la fauna silvestre, su abundancia, densidad, patrones de actividad, comportamiento e historia natural. Estas cámaras se pueden utilizar en estudios de especies de difícil observación, sobre todo del gato andino, el Jucumari, el cóndor y otras especies no solo de mamíferos, sino también de aves, reptiles y anfibios’’, manifestó Guido Ayala a Mongabay Latam.
Uno de los casos más recordados por los científicos es el del perro de orejas cortas (Atelocynos microtis), uno de los carnívoros más misteriosos y pocos conocidos que alberga la Amazonía, y que no se avistaba en la zona del Madidi desde 1939. Las fotografías confirmaron la presencia de esta especie en el parque en el 2001.
Lo mismo sucedió con el leopardo tigre (Leopardus tigrinus) y el cuco-terrestre de vientre color rufo (Neomorphus geoffroyi), las imágenes registradas por las cámaras les permitieron a los científicos saber que estas especies también habitan el Madidi
Los científicos y conservacionistas coincidieron en que el uso de las cámaras trampa les está permitiendo llenar vacíos de información sobre el comportamiento de especies de fauna silvestre que son claves en los ecosistemas. Una metodología que les facilita la realización de planes de conservación y manejo sostenible de la naturaleza, además que permite que un mayor número de personas conozca y valore la biodiversidad boliviana.