—Me han dicho que usted tiene colmillos de jaguar.

—Tenía pero los he vendido todos. Pero cuando bajen las aguas del río me van a traer más. ¿No le interesa comprar pieles?

La mujer nos guía hacia lo que parece ser un almacén. Cruzamos una puerta de madera color azul y en el interior aparecen de golpe dos pieles de jaguar.  Pide 200 soles (61 dólares) por cada una de ellas.

—¿Cómo puedo transportarlas para viajar?

—Si quieres vamos donde un señor que conozco que te puede cortar la piel en pedacitos, te cobra 50 soles (15 dólares). Y sale bien acomodadito para que lo puedes llevar en tu maleta.

—¿Y dónde puedo obtener los colmillos?

—Debes irte a las tiendas de artesanías, allí tienen.

En medio de esta escena cotidiana en el mercado Belén, las vendedoras comienzan a sospechar de nuestra presencia y el policía que nos escolta nos indica que es mejor retirarnos.

 

 

Le preguntamos a Pedro Pérez, biólogo experto en fauna silvestre e investigador del Instituto de Investigaciones de la Amazonia Peruana (IIAP), por qué es tan complicado controlar este tráfico de especies silvestres. Nos explica que existen las leyes creadas para fiscalizar esta actividad pero que no se están aplicando, sobre todo porque es muy complicado para las autoridades controlar esta venta ilegal de fauna silvestre en los mercados. “Cuando ha ingresado una autoridad, toda la gente vendedora se une y arma un gran problema y no le deja salir’’, explica Pérez.

Volvemos a indagar sobre la venta de partes de jaguar, esta vez en los puestos de artesanías de la Asociación de Artesanos “Anaconda’’, ubicados en un área cercana al centro de Iquitos. En varios de los puntos de venta ofrecen productos hechos con colmillos de jaguar, collares, aunque también hay los que prefieren ser más cautos y los mantienen  fuera de la vista del público.

—Si deseas colmillos más grandes aquí en Iquitos, ya hay compradores seguros que pagan 100 dólares —dice una vendedora.

—¿Y quiénes los compran?

—Los chinos. Ellos los están comprando.

Los colmillos más grandes pueden costar entre 250 y 300 soles (76 a 91 dólares), y los más pequeños entre 100 y 150 soles (30 a 45 dólares).

En uno de los puestos, una mujer ofrece un cráneo de un jaguar juvenil a 350 soles (105 dólares) y señala que para el día siguiente puede preparar un “precioso’’ collar con los cuatro colmillos.

 

 

En otra de las tiendas, un vendedor revela que debido a la alta demanda de colmillos, existen personas que adaptan los dientes de lobo marino (Arctophoca australis ssp.) para hacerlos pasar como si fueran de jaguar. “Los chinos llevan mucho los colmillos del otorongo, es como si fuera oro para ellos”, dice el hombre, mientras saca de una bolsa un cráneo de jaguar.

Esta es solo una escena de cómo operan los traficantes de partes de jaguar en diferentes mercados de Iquitos. Allí vendedores, turistas y algunos ciudadanos chinos se las ingenian para burlar los controles de las autoridades y una pena de cárcel no menor de tres años ni mayor de cinco años, según el Código Penal del Perú, por vender y comprar colmillos, garras, cráneos y pieles de jaguar.

“El tráfico de los colmillos de jaguar está teniendo un mercado bastante atractivo para el comercio. Entonces, al existir este mercado hace que la oferta y sobre todo la demanda de estos productos vaya creciendo’’, explica Dustin Silva, de la Dirección Ejecutiva de Flora y Fauna Silvestre, de la Autoridad Regional Ambiental (ARA) del Gobierno Regional de Loreto.

Silva indica que la demanda por los colmillos y otras parte del jaguar, puede a la larga generar un impacto en la población total de este felino en el Perú —estimada en 22 210 individuos, según un estudio científico reciente. Y a este escenario hay que sumarle un factor muy importante: que los jaguares se reproducen solo una vez al año.

Dada la problemática en Iquitos, uno de los retos que enfrenta la ARA de Loreto es fortalecer el control y fiscalización del tráfico de vida silvestre en los puertos fluviales. “Si bien existen puertos de control y aduanas, la magnitud de puertos en la Amazonía, hace que los controles sean mucho más difíciles’’, expresa.

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“Como unas perlitas quedan esos colmillos”

 

Gabriela, una vendedora de pieles y colmillos de jaguar de una comunidad cercana al río Amazonas, en Iquitos, que pidió mantener en reserva su identidad, le explica a sus compradores cómo deben hacer para ocultar los colmillos  de las autoridades. “Nosotros agarramos las hojitas sequitas y les envolvemos, bien envueltitos, bien bonito. Y les enseñamos que ellos tienen que esconderlo en medio de la ropa. Varias veces ya hemos hecho pasar así, porque si los encuentran les quita la aduana’’.

Gabriela confirma que ha crecido la demanda por las partes del jaguar en esta ciudad de la Amazonía peruana. “El año pasado nos faltó colmillos. Y cada grupo que entró semanalmente me preguntó si tenía colmillos. Hace una semana entraron los ‘chinitos’ y me preguntaron si tenía más colmillos para vender’’.

 

 

Esta comerciante ilegal de pieles y colmillos de jaguar señala que la aparición de compradores chinos en la zona es cada vez más frecuente. “A los chinitos les encanta, porque cuando tú los lavas quedan bien blanquitos, como unas perlitas quedan esos colmillos’’.

De acuerdo a un reporte del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR), durante el período 2000 – 2015 se registró un único decomiso de 38 colmillos de jaguar en el Perú. Los que fueron hallados en unos almacenes de Lima, la capital de Perú, en marzo de 2015.

Rosa Vento, especialista de la Iniciativa Tráfico y Salud de la Vida Silvestre de la Wildlife Conservation Society (WCS) de Perú, agrega que se realizaron 34 decomisos más relacionados al tráfico de partes de jaguar en ese mismo periodo. Se confiscaron nueve cráneos, 14 pieles y 11 animales vivos. “Esto significa que es necesario seguir fortaleciendo los esfuerzos para educar y sensibilizar a la población sobre las implicaciones del tráfico ilegal’’, dice Vento.

Buscamos la versión del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) para preguntarles si están al tanto de esta situación en Iquitos, si tienen algún plan en marcha para combatir la venta ilegal de partes de jaguar en esta región, pero hasta el cierre de este reportaje no recibimos una respuesta.

 

 

Lo cierto es que nuestra visita a tres mercados de Iquitos muestra que el problema sigue vigente y la demanda en ascenso. En solo siete días constatamos la venta de 44 colmillos de jaguar, cuatro cráneos, cinco pieles y unas 70 garras, productos que confirman la muerte de 24 jaguares. Sumado a ello, un gran número de vendedores no solo afirmó haber tenido productos derivados de jaguar a la venta, sino que pronto los cazadores llegarán con más partes del felino, en cuando el nivel del río baje.

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Víctimas de la falta de alimento

 

Para el biólogo Pedro Pérez, la percepción que tienen las comunidades en el Perú respecto al Jaguar es bastante negativa. “Si encuentran un felino lo balean’’, explica. “Primero yo te mato antes que tú te vengas encima y me comas. Esa es la manera de pensar y una idea generalizada en casi todas las comunidades’’.

Y agrega que la raíz del problema está en la venta excesiva de carne de monte en Iquitos (345 toneladas cada año). A los jaguares les está costando encontrar en el bosque a sus presas naturales. “Si no encuentran sus presas ellos van a ingresar a los lugares donde están criando ganado y cerdos. Entonces ahí entran en conflicto con los humanos”, indica el experto del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP).

Para Rafael Hoogesteijn, director de la iniciativa Conflicto Felinos-Ganado del Programa Jaguar de la organización Panthera, la cacería como represalia frente a los ataques de los jaguares al ganado, está más presente en las áreas en las que la caza ha bajado la abundancia de presas naturales.

Gabriela, la vendedora de colmillos y pieles, sostiene que en su comunidad le temen a los jaguares, ya que los consideran animales feroces. “Cuando nosotros le vemos ya no le dejamos vivo. Es un animal bien feroz acá. Mayormente son los varones los que le cazan”, dice.

 

 

Pero Pedro Pérez, que lleva años investigando a esta especie, explica que estos felinos le temen más a las personas y que las probabilidades de un ataque son muy bajas. “Quizás en ciertas circunstancias pueden atacar, pero estas circunstancias son pocas. Normalmente ellos se alejan, se van. Nunca hemos tenido problemas con un Otorongo’’.

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El reino del jaguar en desaparición

 

El hábitat del tercer felino más grande del mundo tenía una distribución amplia en el continente americano, pero hoy su territorio histórico se ha reducido en un 46 %.

Un estudio en el que participó Rafael Hoogesteijn además de otros investigadores, determinó que el área de distribución del jaguar en Latinoamérica está afectada, sobre todo, por la pérdida de hábitat. La transformación de bosques en cultivos de soya y otras grandes cosechas de agricultura intensiva a gran escala, el establecimiento de pastizales para ganadería y minifundios, son algunas de las principales causas de este problema que afecta a  la población de jaguares.

Para Peter Olsoy, uno de los autores de un estudio científico que ha cuantificado los efectos de la deforestación y la fragmentación en las poblaciones de jaguares, los corredores utilizados por estos felinos para conectarse entre ellos son los más impactados. El estudio calculó la tasa de deforestación en las Unidades de Conservación de Jaguares (JCU por sus siglas en inglés) y en los corredores entre los años 2000 y 2012. Los resultados de esta investigación indicaron que los JCU perdieron 3 778 000 hectáreas y que los corredores perdieron 4 597 900 de hectáreas de bosques en 12 años.

Olsoy explica que los corredores incrementan la diversidad genética, reducen la endogamia y ayudan a asegurar la supervivencia a largo plazo de la especie. Por tanto, la deforestación en estas áreas vitales para estos grandes felinos puede aislar poblaciones y llevarlos a la extinción.

La pérdida de hábitat que describe Olsoy en su estudio coincide con el avance de la deforestación en Bolivia y Perú. Según datos del Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP, por sus siglas en inglés), la pérdida de bosques en la Amazonía peruana durante el 2017 alcanzó la cifra de 143 425 hectáreas.

En el caso de Bolivia, según los Indicadores Ambientales de la División de Estadísticas de las Naciones Unidas (UNSD), el país se encuentra en séptimo lugar entre los 10 países con mayor deforestación a nivel mundial. Su superficie boscosa se redujo en 8 031 000 millones de hectáreas en un lapso de 25 años (1990-2015). En tanto que las cifras de la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT) revelan que tan solo en 2016 se deforestaron más de 325 058 hectáreas de bosques.

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La amenaza en otros países

 

Thais Morcatty es una bióloga brasileña que se ha sumergido en el mundo del tráfico de vida silvestre. Ella investiga este tema como parte de su tesis doctoral, que desarrolla con la Universidad de Brookes en Oxford (Reino Unido), y nos cuenta que en los últimos cinco años se han realizado por lo menos 30 decomisos de partes de jaguar en Brasil. Lo que implica la muerte de 50 ejemplares.

 

 

“Eso parece poco, pero no lo es. Porque lo que hemos logrado ver hasta el momento es, con certeza, una parte muy pequeña de lo que realmente está ocurriendo, ya que es un comercio extremadamente escondido”, indicó.

Morcatty también reveló que lo que más se incauta en Brasil son las pieles, lo que confirma que aún existe una demanda importante en el mercado ilegal. “Tenemos evidencia de un comercio, inclusive de un comercio internacional dentro de nuestro territorio’’, manifestó la investigadora.

En Porto Jofre, oeste del estado de Mato Grosso, conversamos con Carlos Souza, un pescador que todos los años llega hasta ese destino, desde el estado de Pará, en busca de la paz que le brindan las aguas de esta cálida región del pantanal. Este hombre nos mencionó que aún recuerda con pesar el caso de Sally, un jaguar que fue encontrado muerto el 29 de marzo de 2014 en el río Cuiabá. El hecho movilizó a la población local e incluso se llegó a ofrecer una recompensa de 2000 dólares para descubrir a los autores del crimen.

Al caso de Sally se sumaron la muerte de otros jaguares que fueron abatidos ese mismo año en la región. Según las autoridades, estas muertes fueron causadas por traficantes de droga que usan los ríos Cuiabá, Paraguay y Pirigara para transportar cocaína entre Bolivia a Brasil.

“No fue la gente local que mató a Sally. En el Pantanal brasileño, las personas cuidan mucho a los jaguares, porque son un beneficio para el turismo”, afirmó Souza. Esta región concentra 11 jaguares por kilómetro cuadrado, lo que se considera como la mayor densidad poblacional del felino en todo el continente, un hecho que ha permitido el desarrollo del ecoturismo.

La investigadora brasileña resaltó que cada jaguar es muy importante para el bosque, ya que al ser un predador que ocupa un área bastante grande (entre 50 a 300 km2 de bosque húmedo tropical, para encontrar sus presas), se encarga de controlar la población de otros mamíferos, especialmente especies de herbívoros y frugívoros. Y que el retirar tan solo un individuo de una población puede ocasionar un desequilibrio en un área grande del ecosistema y un impacto en la funcionalidad del bosque, explicó.

Cabezas de jaguar encontradas en el decomiso de Curionópolis, Pará, en 2016. Este caso alarmó a la población brasileña y a las autoridades que participaron en el operativo. Foto: Assessoria de Comunicação da Segup.
Cabezas de jaguar encontradas en el decomiso de Curionópolis, Pará, en 2016. Este caso alarmó a la población brasileña y a las autoridades que participaron en el operativo. Foto: Assessoria de Comunicação da Segup.

El tráfico de partes de jaguar se ha convertido también en un problema para las autoridades de Bolivia. En la segunda parte de este informe, un equipo de periodistas se sumerge en el comercio ilegal de fauna silvestre que opera en los mercados de Trinidad en el departamento del Beni, da cuenta de los procesos que sigue la justicia contra ciudadanos chinos vinculados a esta actividad ilegal y explica los usos de las partes del felino en la medicina tradicional china.

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