- En muchas regiones del país las personas han invadido los hábitats del oso andino y del jaguar. Como consecuencia, los encuentros con estos grandes carnívoros se han vuelto más recurrentes y casi siempre terminan matándolos.
- Los tiburones del Pacífico colombiano no escapan de la mano del hombre. El alto valor de sus aletas en mercados asiáticos ha puesto en peligro a varias especies que habitan, especialmente, en el Santuario de Flora y Fauna de Malpelo.
Si hay dos grandes carnívoros terrestres que cada vez tienen más conflictos con la gente en Colombia, esos son el oso andino y el jaguar. Muchas veces, todo parece indicar que los animales atacan sin razón a los animales domésticos y que las personas simplemente intentan defender lo suyo. Sin embargo, una de las principales causas que desencadena toda esta problemática radica en la invasión de los hábitats de estos dos representantes de la biodiversidad americana.
El jaguar no solo se enfrenta a la llamada “caza por venganza”, sino que, cada vez más, es apetecido en los mercados asiáticos para la industria cosmética, farmacéutica o simplemente para mostrar estatus. Allá se ha cambiado al tigre ─especie en peligro y sobre la cual cada vez hay mayores controles─, por el jaguar, otro de los grandes felinos del mundo.
El mar colombiano tampoco es ajeno a los conflictos entre humano y animal. Los tiburones la han tenido difícil con el aumento de la pesca ilegal que busca llevar sus aletas, también a mercados asiáticos.
Tiburones mutilados en Malpelo
La isla de Malpelo en el Pacífico colombiano se convirtió en un destino pesquero desde antes de ser un área protegida (Santuario de Flora y Fauna Malpelo) en 1995. Su importancia ambiental y ecológica es invaluable, lo que le ha valido reconocimientos como: área de Importancia para la Conservación de las Aves (AICA) en 2005, Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO en 2006, Joya marina de Colombia en 2011, Área Marina de Importancia Ecológica o Biológica (EBSA) en 2012 y Refugio Oceánico Global (GLORES) en 2017.
Esta área congrega una gran cantidad de tiburones y otras especies como atunes. Teniendo en cuenta que se ha generado una demanda por la aleta de tiburón, donde cada una cuesta cerca de 200 euros en el mercado asiático, muchos barcos pesqueros tomaron destino hacia esta zona, sobre todo cuando la pesca costera empezó a colapsar.
De acuerdo con Felipe Ladino, ecólogo marino de la Fundación Malpelo, los primeros años de esta área protegida fueron muy difíciles. Alrededor de la isla, que queda a dos días del puerto de Buenaventura en el departamento del Valle del Cauca, se podían encontrar hasta 30 barcos pesqueros lanzando sus redes para capturar cientos de tiburones. “Empezamos a desarrollar investigaciones mostrando lo amenazados que se encontraban los tiburones en este Santuario”, dice.
Tres puntos preocupaban a la Fundación: la pesca ilegal, y para eso se necesitaba fortalecer el control y vigilancia; el fortalecimiento de la investigación en un área única en el mundo; y la regulación del ecoturismo “en uno de los tres principales lugares de buceo del planeta”.
Fue en 2012 cuando una noticia se volvió viral y centró sus ojos en Malpelo: una matanza de tiburones denunciada por unos turistas rusos que encontraron cientos de tiburones mutilados. “Este lamentable hecho sirvió para llamar la atención y fortalecer el control de vigilancia. A partir de esta época, disminuyeron considerablemente las embarcaciones que iban a pescar ilegalmente”, comenta Ladino.
Sin embargo, no se debe bajar la guardia. Según el ecólogo marino, había otros graves problemas en el Santuario de Flora y Fauna Malpelo. “La parte legal era un problema, porque cuando uno captura un barco haciendo pesca ilegal en Malpelo, tiene 36 horas para abrirle el proceso. Lamentablemente la isla se encuentra a 45 horas, entonces no se podía hacer nada. Además, el que decomisaba el barco debía asumir los costos durante ese tiempo y eso es bastante caro”.
Esto ha cambiado un poco con la entrada en vigencia de la ley de pesca ilegal del 19 de julio de 2017, pues esas 36 horas ahora se cuentan a partir de la llegada a puertos colombianos. “La puesta a disposición de las personas capturadas durante la interdicción marítima ante el juez de control de garantías y la definición de su situación jurídica deberá desarrollarse en el menor tiempo posible, sin que en ningún caso exceda las 36 horas siguientes, contadas a partir de la llegada a puerto colombiano”, dice la ley.
Para Ladino, la pesca ilegal ha disminuido también por la entrada de un catamarán que vigila Malpelo, pero no desaparece por completo pues “desafortunadamente la pesca ilegal de tiburón en esta área sigue siendo demasiado rentable”.
La investigación con tiburones viene haciendo grandes esfuerzos para analizar el tamaño de sus poblaciones. “Empezamos a colocarles transmisores satelitales y transmisores acústicos. Ahora tenemos más de 300 tiburones marcados, algunos de los cuales transmiten en tiempo real”, asegura Ladino. Esto ha permitido identificar las zonas en las que se congregan y a raíz de eso también se generó la reciente ampliación de Malpelo a más de 27 000 kilómetros cuadrados en los cuales se incluyeron los montes submarinos que quedan cerca a esta isla y sirven de refugio para los tiburones.
Las labores de monitoreo han mostrado que los tiburones que se encuentran en Malpelo han aumentado su abundancia. Sin embargo, las especies marinas que migran a otras zonas siguen decreciendo. “Los buzos me han contado que hace unos años era muy fácil ver congregaciones de 400 tiburones martillo (Sphyrnidae), ahora es muy difícil, los grupos no superan los 20. Esa es una tendencia que se ha repetido en Galápagos (Ecuador) e Isla del Coco (Costa Rica)”.
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El corredor del jaguar
Esta especie tiene muchas amenazas y eso tiene mucho que ver con el conflicto asociado a cómo el hombre percibe la naturaleza. “El jaguar es sin duda uno de los grandes afectados. Conocí a un ganadero que había acumulado 50 pieles de jaguar que sus cuidadores le habían traído a lo largo de los años”, comenta Jenny Gallo, investigadora de la Fundación Panthera en Colombia.
Para la experta, la situación del jaguar es preocupante a pesar de que su conservación es vital por varias razones. En primer lugar, se trata de una especie focal, lo cual suele ser una variable a tener en cuenta para la declaración de un área protegida. Segundo, es una especie sombrilla, es decir, al hacer actividades de conservación con él, se está protegiendo a su vez otras especies y otros ecosistemas. La tercera razón es que este gran felino es una especie indicadora; si el jaguar está en un área determinada quiere decir que ese ecosistema está en buenas condiciones. Finalmente, es una especie clave, pues cuando desaparece se tienen repercusiones sobre la calidad del ecosistema; es muy probable que incrementen las poblaciones de especies herbívoras que se comerán todas las plantas que se encuentran en el sotobosque y harán que el paisaje cambie dramáticamente. “En otras palabras, el jaguar actúa como un gran regulador de los ecosistemas”.
La Fundación Panthera está impulsando un proyecto bandera llamado Corredor Jaguar. La iniciativa se justifica en que este felino ha perdido el 40 % de su distribución original, por lo que se pretende generar toda una conectividad desde México hasta Argentina. “Ahí son muy importantes los Parques Nacionales y sus conexiones con otras figuras de protección”, recalca Gallo.
En Colombia, por ejemplo, los estudios sobre jaguar son muy recientes y hace 15 o 20 años eran muy pocos los trabajos que existían. “Hoy sabemos que en Colombia se tienen alrededor de 173 000 jaguares, pero también sabemos que por la cobertura boscosa que aún tiene el país deberíamos tener muchos más”.
Uno de los principales objetivos del proyecto en Colombia, según Gallo, es fortalecer la conexión entre el Parque Tayrona, la serranía de San Lucas y Paramillo (Caribe colombiano). “Esta realmente es la bisagra que va a unir las poblaciones de Centroamérica y Sudamérica, de tal manera que San Lucas se convierte en el corazón del Corredor Jaguar”.
Otro punto importante a la hora de trabajar con jaguar es trabajar con otras figuras de conservación como las reservas naturales de la sociedad civil. Panthera ha trabajado con estas reservas en el Magdalena medio y los Llanos orientales. Gallo cuenta que en la reserva de la Aurora ─una de las privadas más grandes del país─ se han implementado acciones para que la gente aprenda a convivir con el jaguar y esto lo han empezado a replicar en diferentes partes de Colombia. Así mismo, asegura que se va a ratificar toda una agenda 2030 del jaguar donde quieren demostrar cómo conservar este felino ayuda a cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
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Los ojos en el oso andino
En los últimos años se ha vuelto más común el avistamiento de osos andinos cerca de casas de campesinos y fincas ganaderas, muchos de estos animales han terminado asesinados. A pesar de sus cada vez más frecuentes encuentros, el oso andino se encuentra catalogado como vulnerable según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y su presencia en lugares donde antes no se veía lejos de ser un indicador de que sus poblaciones estén aumentando, lo que realmente significa es que sus hábitats naturales están siendo ocupados y esto los ha obligado a buscar su alimento en otros lugares.
Rodny García, profesional de Vida Silvestre de Parques Nacionales Naturales de Colombia, asegura que “esta es una de las 4 especies clasificadas por Parques Nacionales como objeto de conservación. El conflicto entre humano y oso ha generado una disminución de su hábitat natural y es por eso tiene que salir a conseguir alimento”.
El Parque Nacional Chingaza, ubicado en el centro de Colombia, muy cerca de Bogotá, ha sido una de las áreas protegidas donde se han hecho más investigaciones sobre el oso andino, animal sobre el cual, como reportó Mongabay Latam en una entrevista con el biólogo Mauricio Vela en septiembre de este año, todavía hace falta mucha información en Colombia.
En un nuevo artículo científico escrito por investigadores del Parque Chingaza y Procat, y publicado en la revista Therya de la Asociación Mexicana de Mastozoología, se reporta nuevo conocimiento sobre hábitos carroñeros del oso andino.
La investigación ‘Not eating alone: Andean bear time patterns and potential social scavenging behaviors’ se realizó durante aproximadamente tres años, del 2013 al 2016, durante los cuales se registraron y analizaron diferentes eventos de consumo de carroña por parte del oso y se instalaron cámaras trampa que permitieron obtener registros claros.
Se reafirmó el consumo de carroña y se detalló el comportamiento social de diferentes individuos los cuales no mostraron actitudes de agresión o defensa en el momento de alimentación. Las imágenes soportan la hipótesis de que varios individuos pueden alimentarse de un mismo cuerpo en descomposición, y que los osos no siempre depredan el ganado sino que pueden carroñar, por ejemplo, vacas que han muerto por enfermedades o debido a condiciones inadecuadas de tenencia en los espacios circundantes a las áreas protegidas (como baja vigilancia o accidentes por tránsito en terrenos inestables). El estudio también demostró que los osos se alimentan de carroña principalmente en las mañanas y en menor grado durante el final de la tarde.
Ángela Parra Romero, una de las autoras del artículo dice que “al mostrar y compartir los registros con las familias propietarias del ganado se evidenció que diferentes osos pueden consumir el mismo cadáver simultáneamente o en diferentes momentos”. Para la bióloga, esto ayuda a generar conciencia de que para evitar nuevos eventos de depredación, no sirve tomar acciones de retaliación sobre el primer oso que las familias encuentran en sus fincas. Además, este hallazgo mostraría el papel que desempeña el oso en la descomposición y manejo de animales muertos, evitando situaciones de contaminación de fuentes de agua o suelo.
*Foto de portada: Tiburón tigre: ©JimAbernthy; oso andino: Parques Nacionales Naturales de Colombia y Procat; jaguar: Wikimedia Commons.