- El científico mexicano Lorenzo Rojas-Bracho es el principal defensor de la vaquita marina, una especie con una población de apenas 20 individuos.
- En esta conversación con Mongabay Latam, el científico cuenta sobre todas sus luchas por salvar a este cetáceo, el más pequeño del mundo.
Lorenzo Rojas-Bracho es un científico mexicano que lleva dos décadas tratando de salvar a la vaquita marina (Phocoena sinus), el cetáceo más pequeño del mundo que está perdiendo la batalla contra la extinción.
El científico dice que han hecho de todo para mantener a la especie en este mundo y ahora, luego de un intento fallido de crear una zona de semicautiverio, se ha optado por establecer un espacio de exclusión en el Alto Golfo de California, el único lugar donde habita la vaquita marina. Rojas-Bracho continuará su lucha para no dejar que esta especie se extinga y seguirá enfrentando uno de los principales males que está llevando a la vaquita a su desaparición: la pesca ilegal de la totoaba (Totoaba macdonaldi).
Esta especie, conocida también como corvina blanca es muy codiciada debido a que su vejiga natatoria se vende en el mercado chino a precios exorbitantes, pues se cree que posee propiedades curativas para diversas enfermedades.
Rojas-Bracho estuvo recientemente en Lima invitado por la Sociedad Latinoamericana de Especialistas de Mamíferos Acuáticos y se dio un tiempo para conversar con Mongabay Latam. Habló de cómo empezó a interesarse en esta especie, de los aciertos y errores en el camino para su conservación y de los avances en la investigación de la vaquita. Pero, sobre todo, manifestó su férrea esperanza en que este animal sobrevivirá a todos los peligros que enfrenta.
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¿Sobrevivirá la vaquita?
Yo soy optimista. No digo que sea fácil ni que lo vayamos a lograr, pero como se dice, la esperanza muere al último. Además, la vaquita es un animal de muchos recursos, genéticamente está bien y actualmente se reproduce más rápido. Si las dejamos de matar la población se va a recuperar.
Pero no dio resultado la propuesta de tenerlas en semicautiverio, pues una de ellas murió.
Lo hicimos con la idea de ganar tiempo. El objetivo era cerrar una bahía y tenerlos ahí, así les dábamos tiempo para reproducirse y, de paso, quitábamos las redes de pesca del Alto Golfo de California. Queríamos alejarlas del peligro. Si las dejábamos fuera, lo más seguro es que morirían en las redes y se acabaría la especie en los siguientes dos o tres años. Pero si lográbamos llevarlas hasta un lugar donde no había redes de pesca, pues teníamos chance de que ese grupo sobreviviera hasta liberarlas cuando se tuviese la garantía de que ya no había peligro. Ese era el plan.
¿Qué pasó?
Suspendimos la captura cuando recibimos el reporte final de los patólogos que nos indicaron que la vaquita murió por cardiomiopatía de captura. Entonces, con el grupo de expertos que nos asesoraban, decidimos que era preferible ya no intentar capturarlas. En realidad, era una semicaptura porque se llevaban a una zona del mar donde no había peligro. Si se adaptaban bien, las íbamos a tener en una bahía cerrada.
Si el semicautiverio no funcionó porque era muy peligroso para las vaquitas, ¿cuál es la alternativa ahora?
Hemos hecho un trabajo muy intenso de acústica y de avistamiento y ubicamos, a una escala mucho más fina, dónde están las vaquitas que quedan. Hemos propuesto que en esa área se prohíba completamente cualquier actividad, para protegerlas lo mejor que se pueda. No la cerraremos físicamente, pero habrá embarcaciones de la Armada de México vigilando. También estamos coordinando la instalación de alarmas acústicas y satelitales para ubicar a las embarcaciones ilegales que entren a esa zona.
¿El semicautiverio fue un error por no conocer bien a la especie?
Pues no fue un error. El único error, si hubo alguno, es no haber intentado salvar antes a la vaquita. Y no lo hicimos porque todo indicaba que íbamos a retirar las redes del mar. Parecía que habíamos logrado disminuir la caída de la población e íbamos bien, pero nos cayó encima la pesca ilegal de totoaba, alimentada por los mercados de China y de Hong Kong que demandan las vejigas natatorias de esta especie. No podíamos preverlo. Entonces el semicautiverio se presentó como una opción. Pero descubrimos que no lo era cuando murió este espécimen.
¿Qué extensión tiene la nueva zona de protección y dónde está ubicada?
Casi 785 kilómetros cuadrados y se encuentra en una zona del Alto Golfo de California donde está la mayor cantidad de vaquitas.
¿Ya está en marcha este proyecto?
Lo iniciamos el año pasado, pero el reto está en la época en la que llegan las totoabas a desovar y aumenta la pesca ilegal de esta especie. Ahora que entran las nuevas autoridades necesitamos que le echen ganas para regular y castigar esta actividad. Tenemos que modificar el sistema penal porque hasta ahora no hay ningún pescador ilegal condenado con prisión, como indica la ley. En México se cambió la legislación para que la pesca ilegal sea equivalente al crimen organizado, sin embargo, algo está fallando en el Poder Judicial porque los ilegales pagan una multa, están un par de días en la cárcel, a lo mucho, y luego son liberados. Nos dicen que hay carpetas de seguimiento para 20 o 30 casos, pero ninguno ha sido castigado. Hay algo que no está funcionando.
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Un negocio lucrativo
Usted habló de la cocaína del mar, ¿se refiere a la totoaba?
La vejiga de totoaba es como la cocaína del mar. Muchos se preguntaban por qué los pescadores se dedicaban a eso. Porque el dinero está ahí. Empezó a llover dinero con la totoaba.
¿Y el peligro son las redes de pesca para esta especie, donde también quedan atrapadas las vaquitas?
Sí, y no solo las vaquitas. También delfines, ballenas y tortugas.
¿Hay mucho dinero en la pesca de totoaba?
Sí, y no hay dinero que alcance para compensar a un pescador que puede ganar como mínimo 100 dólares al día en la pesca de la totoaba. Es un dineral. Sé de un pescador que se llevó 116 mil dólares en un solo día de pesca. Hemos visto redes con 64 totoabas, que no eran las más grandes, y supongamos que les pagan 150 dólares por cada una, se llevan 9600 dólares en un día con una sola red. Es un salario brutal.
La compensación que entrega el gobierno no se compara…
Nada. Ganan mucho más que nosotros. Muchos de estos pescadores ganan mejor que un empresario. Los peores pagados nos dijeron que ganaban 100 dólares diarios solo por salir a pescar aun cuando no capturaran nada. Reciben 500 dólares en una semana, y 2000 dólares al mes. Son 44 000 pesos mexicanos, lo que gana un profesional bien pagado.
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Una esperanza para la vaquita
Si ya se tiene definida esta zona especial de protección para la vaquita, ¿cuál es el pronóstico para esta especie?
Pues ahí dependerá de lo eficiente que sea la vigilancia y si logran mantenerla. Nosotros vamos a proteger esta área contra viento y marea. En estos 20 años le pedimos a las autoridades pesqueras que enseñaran artes alternativas de captura y no nos hicieron caso. Hay un investigador que siempre cito, que dice que los peores enemigos de la vaquita no son los totoberos sino las autoridades pesqueras. Si hace dos décadas se hubiera tomado en serio esto, ahora a los pescadores no habría que compensarlos, sino que podrían vivir de la pesca alternativa. Muchos se metieron con la totoaba porque no había pesca alternativa, porque se hicieron mal las compensaciones. Se les entregaba dinero por no hacer nada y lo usaban para comprar redes totoberas.
Sin todos estos proyectos, ¿la vaquita ya habría desaparecido?
Si el gobierno que está saliendo no hubiera hecho todo lo que hizo, ya no habría vaquitas. Les tocó bailar con la más fea, con la demanda brutal que hacen China continental y Hong Kong de la vejiga natatoria de totoaba. Si no se hubiese actuado, en estos momentos no habría vaquitas. Eso me queda clarísimo.
¿Cuántas vaquitas quedan?
Vamos hacer la estimación de abundancia a finales de este año y para febrero tendremos una nueva cifra. Actualmente hay menos de 20 vaquitas en el mundo.
¿Es posible salvar una especie con una población tan baja?
Sí. Poblaciones como la del ciervo sica, donde quedaban un macho y tres hembras, ahora tienen alrededor de 6000; la foca elefante tenía 20 o 30 y ahora son 50 000. La esperanza está ahí. Se cree que una población chiquita ya no se puede recuperar, pero existen casos en los que se ha logrado su recuperación, como el cóndor de California y el lobo mexicano.
El peligro de extinción de la vaquita es un caso emblemático a nivel mundial…
Así es. Muchos le dicen el panda del mar. Y ha funcionado para conocer esta especie. Cuando yo empecé a investigarla, nadie sabía que existía. Ahora se habla de ellas y se sabe que es un mamífero marino.
Usted ha explicado que cuando llegó la pesca de la totoaba, la población de la vaquita disminuyó. Esta pesca se relaciona con una costumbre ancestral asiática y pasa con otras especies. ¿Puede una tradición cultural ocasionar estas tragedias ambientales?
Sí. Y si ves la lista de especies en peligro de extinción de muchos mamíferos, no sé por qué China tiene la costumbre de comer lo que está en riesgo. En el afán de mostrar estatus consumen estos productos. Para desgracia de México, varios de ellos están en nuestro país. Además de la totoaba, están los caballitos de mar, la langosta, el pino del mar, las aletas de tiburón. Cuesta trabajar con China.
También ha mencionado que la vaquita se está reproduciendo cada año, al doble del tiempo de lo que se conocía.
Sí, al doble de lo que se asumía. Eso significa que la recuperación puede ser más rápida. Tienen una cría al año y en 20 años van a estar bastante bien. A lo mejor ya no nos toca verlo, pero al menos sabremos que ya se están reproduciendo.
¿Esta es una de las razones por las que ha aumentado la esperanza de que se recupere su población?
Sí, todavía más. Acabamos de hacer una investigación sobre este tema.
¿Y hay otras razones para tener esperanza?
La información genética reciente indica que existe variabilidad, no es una especie condenada genéticamente. Eso sumado a la reproducción normal nos da esperanzas. Solo hay que dejar de matarlas.
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Un trabajo que empezó hace dos décadas
¿Cómo llegó a interesarse en la vaquita?
Estaba haciendo una tesis con ballenas y un amigo resultó que hacía la misma tesis que yo. Entonces un profesor me sugirió que trabajara con vaquitas. Yo había escrito un artículo sobre esta especie para una materia y entonces pensé que no era una mala idea para mi tesis, y ya no tenía que andar peleando con mi amigo por las ballenas. Mantuve un amigo y cambié de tesis. Luego un profesor de una universidad de la Ensenada en México me dijo: ¿Por qué nadie hace nada con vaquitas? Y así empezamos.
¿En ese momento había alrededor de 600 vaquitas?
Cuando empezamos nadie había hecho el intento de hacer una estimación de abundancia. Existía una que dio como resultado unas 250. Pero en la primera estimación de abundancia que hicimos nosotros encontramos un poco menos de 600 animales.
Comparando ambos momentos, cuando empezó hace 20 años y la situación actual, ¿qué cambiaría usted en esta historia?
Es una pregunta complicada porque siento que hemos hecho hasta lo indecible por la vaquita. México es un país vanguardista en integrar aspectos sociales y económicos en los programas de conservación, y Julia Carabias, que se ha ganado todos los premios del mundo en esta materia, fue maestra de nosotros y nos enseñó cómo hacerlo. Desde el principio lo teníamos claro, pero no encontrábamos quien quisiera involucrarse. Creo que nos faltó integrar otros científicos sociales o tener mayor relación con las comunidades. Aunque un amigo que se dedica a eso me dijo, ‘no importa lo bien que hubieras hecho tu chamba con las comunidades, porque cuando llega el crimen organizado te mata todo’. Además, las autoridades pesqueras mexicanas son primitivas y no les interesa la conservación. Un alto funcionario del gobierno hace unos años me dijo que la conservación se hacía en formol. Esa era su percepción.
Acaba de mencionar que el trabajo con las comunidades es muy importante. ¿Ahora lo están haciendo?
Nuestro trabajo es con aquellos pescadores que injustamente no recibieron su compensación. A ellos los integramos a nuestros proyectos, reciben un salario y nos ayudan con la acústica, con el retiro de redes, con algunos otros proyectos y les pagamos por hacerlo. Esa es nuestra relación con la comunidad.
¿Cuándo empieza el gobierno a convencerse?
Pues fue paso a pasito. Primero negaron que existiera la vaquita. Luego lo aceptaron. Después la integraron a la lista de especies en peligro. Cuando se hizo el refugio de vaquitas en 2005, el gobierno dijo: ‘ya hice mi refugio’, pero no había un plan de manejo, el riesgo con esas áreas protegidas es que el gobierno piensa que con eso ya cumplió y no hace nada más.