- Quienes defienden la Sierra Tarahumara, una de las zonas boscosas más importantes de México, se enfrentan al narcotráfico, a caciques locales, a la imposición de proyectos extractivos y a la indiferencia gubernamental.
- Sin ese territorio, dicen, ellos no son nada. Por eso lo protegen. Por eso se niegan a que se talen sus bosques y a que sus manantiales se sequen. Por eso enfrentan a quienes buscan cortar sus raíces.
(Este reportaje de Mexicanos contra la corrupción y la impunidad forma parte del Especial Tierra de Resistentes que puede ser visitado aquí)
Cuando alguien de su familia muere, los indígenas rarámuri y ódami de Coloradas de la Virgen tienen una costumbre: a los ocho días toman tesgüino —bebida tradicional de maíz fermentado—, reúnen las cosas que le gustaban al difunto, lo que sembraba, todo aquello que lo identificaba y se lo entregan en forma simbólica. Le hablan, le aconsejan. Le dicen que ya no regrese, que ya está con la gente que murió. Que se quede allá. Que descanse.
—Eso tiene que hacerse tres veces si es hombre el que murió. Si es mujer, se hace cuatro veces —explica un médico tradicional rarámuri, defensor de los bosques de su territorio y amigo de Julián Carrillo Martínez, también rarámuri, asesinado el 24 de octubre de 2018 en Coloradas de la Virgen, comunidad de la Sierra Tarahumara localizada en el estado mexicano de Chihuahua.
A Julián lo mataron y, al siguiente día, su familia dejó Coloradas de la Virgen. Los asesinos podían regresar a matarlos a ellos también. Dejaron su casa, sus pertenencias y sus animales. No los dejaron cumplir con su costumbre. Julián no tuvo una despedida como lo marca la tradición de su comunidad.
—Él sabía que lo querían matar —dice en rarámuri María, esposa de Julián.
—Decía que cuando le pasara algo, no dejáramos el rancho. Si salíamos ya no íbamos a poder regresar a la tierra. Pero tuvimos que salir—traduce al español las palabras de María, el médico tradicional.
Imágenes de la tierra tarahumara
María ha padecido la muerte de su gente. En febrero de 2016 asesinaron a su hijo Víctor Carrillo. En diciembre de ese año, quemaron su casa. En 2017 mataron a dos de sus sobrinos y en julio de 2018 a su yerno. Y ahora también está sin Julián, lejos de su casa y desplazada con sus cuatro hijos, dos nueras y cuatro nietos en una ciudad del norte del país.
Las amenazas contra la comunidad de Coloradas de la Virgen —entre ellos Julián y su familia— llevaban años. Se desataron aún más cuando los indígenas emprendieron una lucha jurídica para evitar que se talaran los árboles que crecen en el territorio que habitaron sus padres, sus abuelos y los padres de sus abuelos.
Cuando lo mataron, Julián era el presidente de bienes comunales. Su función era cuidar todo aquello que es de la comunidad: árboles, agua y territorio.
Semanas antes de su asesinato, se enteró que el gobierno mexicano dio concesiones mineras en Coloradas de la Virgen.
Una de esas concesiones se otorgó a Mario Humberto Ayub Touche, importante empresario de Chihuahua, y a dos hijos de Artemio Fontes Lugo, cacique local que desde hace tiempo ha sido denunciado por los propios indígenas como el responsable de talar su bosque, de ser parte de los grupos de narcotráfico de la región y del despojo de su territorio.
A Julián lo asesinaron poco después de que él y sus compañeros en la defensa de los bosques de Coloradas de la Virgen comenzaron a denunciar la existencia de esas concesiones mineras para exploración y explotación de minerales en su comunidad.
Coloradas de la Virgen es sólo una de varias comunidades que en la Sierra Tarahumara defienden sus recursos naturales y su territorio de caciques locales, concesiones mineras, proyectos turísticos, tala ilegal y narcotráfico.
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Defender un territorio ancestral
En el sur del estado de Chihuahua y de la Sierra Tarahumara, en el municipio de Guadalupe y Calvo, está Coloradas de la Virgen: un territorio de más de 49 mil 500 hectáreas que comparten indígenas rarámuri y, en menor medida ódami, quienes viven dispersos en unos 50 pequeños ranchos.