- El territorio de la Comuna Marcos Pérez de Castilla, al suroeste de Ecuador, fue declarado área protegida, como subsistema comunitario dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas.
- Se han conservado el 95,18% de los bosques y páramos del territorio. La nueva Área Protegida Comunitaria alberga 29 lagunas, 83 especies de aves, más de 9 especies de mamíferos y más de 46 de plantas. Dentro del área se descubrió una nueva especie de anfibio.
Creían que era un sueño inalcanzable pero, después de casi dos siglos de trabajo constante, los habitantes de la comuna Marcos Pérez de Castilla consiguieron el título de propiedad de la tierra de sus antepasados. Este título fue el salvoconducto para que, en abril de este año, 8604 hectáreas de su territorio fueran declaradas como la segunda Área Protegida comunitaria del Ecuador dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP).
Bajo esta figura de protección, las comunidades son las encargadas de cuidar y controlar la reserva y deben buscar sus propios mecanismos de financiamiento para hacerlo. Esa es la tarea que ahora tienen los habitantes del cantón San Felipe de Oña, en la provincia de Azuay, en el sur del país. Sobre las laderas de las montañas se extienden miles de hectáreas de páramo que esconden 29 lagunas alimentadas por decenas de ríos y riachuelos. El pajonal desciende hasta unirse con el bosque montano del sur de la Cordillera Oriental de los Andes.
La comuna Marcos Pérez de Castilla está conformada por siete comunidades, las cuales han usado esta área desde hace cientos de años. Germán Solano, actual procurador de la comuna, recuerda que cuando era niño las comunidades se disputaban entre ellas el territorio. Para ello quemaban el pajonal del páramo y dejaban pastar sus vacas a la intemperie. Sin embargo, en 1992 decidieron unirse y crearon la comuna, una forma de organización social y económica que se basa en la propiedad colectiva.
Su nombre hace referencia a un hacendado español a quien la Corona española le otorgó el título de propiedad en 1570, con la condición de que los “pastos, montes y aguas de las dichas tierras, sean comunes”. Estas palabras que fueron plasmadas en el libro de composiciones de tierras por disposición del Rey español hace cinco siglos, han conferido a los habitantes del sector el derecho comunitario del uso de la tierra. Sustentándose en este documento, los pobladores han defendido jurídicamente el territorio como propio desde 1879, pero solo dos siglos más tarde consiguieron el título de propiedad otorgado por el Estado Ecuatoriano.
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Un largo camino para la conservación
Solano y otros comuneros han dedicado más de 20 años de sus vidas a conseguir la titularidad de su territorio y así proteger el área comunal de quienes querían privatizarla y fragmentarla. En el camino se encontraron con obstáculos burocráticos. Mientras los trámites se atrasaban, la comuna sentía la amenaza permanente de otras comunidades que querían arrebatarles la tierra.
Los pobladores de los alrededores quemaban el páramo y los bosques en su intento por adueñarse del territorio. Otros invirtieron en sembríos de pino que nunca tuvieron éxito, pero sí causaron problemas ambientales como incendios forestales donde cambió la química y la capacidad del suelo para retener agua, según comenta Fabián Rodas, biólogo y coordinador de Naturaleza y Cultura Internacional (NCI) en la ciudad de Cuenca. Para defenderse de los intrusos, en las partes más altas, los comuneros pintaban sobre las piedras los límites de la comuna Marcos Pérez de Castilla y denunciaban cacería ilegal e incendios premeditados. Pocas veces fueron escuchados por las autoridades pues no poseían el título de propiedad.
Una de las mayores amenazas ambientales, según Rodas, fue la construcción de una vía que cruza 11 km dentro del territorio de la comuna para conectar el cantón Saraguro con el cantón Yacuambi. A pesar de que esta carretera atraviesa ecosistemas frágiles, no se realizaron estudios de impacto ambiental para su construcción, según un informe elaborado por Naturaleza y Cultura Internacional, quienes han apoyado a la comuna desde el 2013. “Salíamos a protestar y parar la maquinaria que sacaba y removía la tierra para construir la vía. En el 2003 gané la concejalía y, junto a otros concejales, pude detener el avance de la carretera por no contar con licencia ambiental. Pero en el 2005 retomaron los trabajos y ahí es cuando destruyeron ruinas preincaicas”, cuenta el procurador de la comuna Germán Solano. Considera que el daño ya está hecho y no hay vuelta atrás.
Al principio —recuerda—, la comuna quería la posesión de la tierra para implementar proyectos de ganadería en ciertas zonas. Pero en el 2007, ante la inminente amenaza que suponían las actividades humanas en el páramo, que afectaban los recursos hídricos, su visión empezó a cambiar y se planteó como objetivo declarar la zona como bosque protector. Ni siquiera la falta de presupuesto impidió que siguieran adelante.
“Gastamos muchos recursos de nuestros propios bolsillos, sabíamos que no se iba a recuperar ni un solo centavo, pero sí íbamos a obtener algo propio”, cuenta Solano. Tuvieron que completar mapas, hacer levantamientos topográficos del terreno y conseguir pruebas que demostraran su derecho a la posesión ancestral de aquella “tierra sin dueño”. En el 2010, el Ministerio del Ambiente del Ecuador (MAE) declaró 57 000 hectáreas como bosque protector y dentro de este se encontraba el territorio comunal de Marcos Pérez. Aún así, no tenían el título de propiedad para incluir su territorio en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Ecuador (SNAP).
La declaración de bosque protector dio luz verde para que junto al MAE se iniciara el trámite de legalización del predio, según cuenta Silvio Cabrera, responsable de la unidad de patrimonio natural del MAE en Azuay, quien acompañó a la comuna durante este proceso. Con el apoyo de Naturaleza y Cultura Internacional, se desarrollaron los requerimientos técnicos para que, finalmente, en el 2017, el MAE le otorgara el título de propiedad a la comunidad. “Una vez adjudicado el terreno, los trámites para declarar el territorio como parte del SNAP no tardaron en iniciar”, dice Cabrera.
Después de dos años en los que se desarrollaron mapas de la zona y un proceso de socialización en el cual la comuna tuvo que demostrar su compromiso de conservar su predio, llegó el día más esperado. La mañana del 26 de abril de 2019, los comuneros de Marcos Pérez de Castilla vestían ponchos y sombreros de paja toquilla. Habían llegado a la casa comunal de la comunidad Loma de las Piedras y esperaban impacientes la entrega del acuerdo ministerial donde se declaraba al territorio de la comuna Marcos Pérez como Área Protegida Comunitaria. “Fue un logro, un triunfo de tantos años de lucha, digno de festejarlo como se festejó”, cuenta Solano.
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Un compromiso que requiere recursos propios
Con el título de propiedad y de nueva área protegida, los comuneros se sienten más empoderados y seguros de defender y proteger sus bosques y páramos. Actualmente, el Programa de Apoyo al SNAP contrató la elaboración del Plan de Manejo de la nueva Área Protegida donde se establecerán medidas de conservación y restauración ambiental, al igual que mecanismos financieros que ayuden a la comuna a proteger su territorio. Para Solano, lo más importante es controlar el área para evitar la cacería y la extracción de flores u hojas de palma durante la celebración de semana santa. Para ello necesitan poner controles en los límites del área y vehículos que les permitan movilizarse por la zona.
La comuna se comprometió a conservar las 8604 hectáreas y prohibir la ganadería y agricultura. Otro de los compromisos es sustituir las plantaciones de pino por vegetación nativa.
En cuanto a la vía, según Solano, en los próximos días realizarán una inspección técnica. Actualmente, los sedimentos y aceites que dejan los vehículos son lavados por las lluvias y contaminan las fuentes de agua. Esto se debe “al hecho de que no existan cunetas”, explica Rodas de Naturaleza y Cultura Internacional. Además, la carretera, que pasa entre dos lagunas, es de fácil acceso para quienes quieren disfrutar del paisaje, pero las basuras cerca de estas fuentes de agua se han convertido en un problema. Es por eso que la comuna se organiza para hacer limpiezas y espera instalar carteles que incentiven la protección de la naturaleza y el cuidado del agua.
Para que estas y muchas más iniciativas se lleven a cabo, la comuna tiene que buscar su propio financiamiento. Hoy cuentan con el apoyo técnico del MAE y de la Fundación Naturaleza y Cultura Internacional. Pero se necesitan más recursos. “La inclusión del área comunitaria al SNAP es una oportunidad para facilitar la gestión de recursos y apoyo de otras instituciones. No es solo la conservación del área, sino la colaboración de diferentes actores para garantizar la protección de la zona y sus alrededores”, añade Silvio Cabrera, técnico del MAE en Azuay.
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Tik Tik, una nueva especie de anfibio en el área protegida comunal
Los bosques y páramos del área protegida de Marcos Pérez de Castilla y sus alrededores se caracterizan por tener una abundante biodiversidad de plantas y animales. “En poca superficie tienes una variación de especies única”, dice Diego Armijos, quien forma parte del grupo de investigación de Ecología Tropical de la Universidad Técnica de Loja (UTPL). Armijos cuenta que cada vez que salían al campo para estudiar el funcionamiento de los ecosistemas de la zona encontraban una nueva especie, o por lo menos una que no se había identificado en Ecuador.
En varias de estas salidas, entre el 2016 y 2018, al llegar la noche, un incesante “tik- tik” invadía el silencio de la oscuridad. Solían escuchar este canto cuando ascendían entre los 3000 y 3400 metros sobre el nivel del mar, en los páramos de la comuna Marcos Pérez de Castilla. “Era totalmente diferente a lo que conocíamos de la zona”, recuerda Armijos.
Quienes producían aquel canto eran varias ranas de apenas 1.6 a 2 cm de largo que se escondían en la base de las achupallas —unas bromelias pequeñas y espinosas—. Al principio, los científicos no se percataron que se trataba de una especie diferente. Pero al analizar el ADN de 10 individuos se dieron cuenta que habían descubierto una nueva especie de anfibio. La llamaron Pristimantis tiktik en honor a su canto.
Al igual que otras especies del género Pristimantis, la nueva especie se caracteriza por un desarrollo directo, es decir, no pasa por el proceso de metamorfosis o la fase de renacuajo antes de llegar a la etapa adulta. Esta característica es una adaptación a la topografía de los Andes, pues las pronunciadas pendientes del páramo no permiten que el agua se acumule en pequeños charcos que las ranas necesitan para dejar sus huevos o renacuajos. Así lo explicó el investigador Paul Székely de la UTPL y de la Universidad Ovidius Constanta de Rumania.
A la nueva especie solo se la puede encontrar en un área menor a 200 kilómetros cuadrados, un rango muy pequeño que la hace vulnerable. Székely explica que, al tener una distribución tan reducida y localizada, en el caso de que se diera un proyecto minero en esta zona, la especie podría desaparecer por completo. Por esta razón se encuentra catalogada como En Peligro dentro de la Lista Roja de la UICN.
A pesar de su vulnerabilidad, a Armijos le llamó la atención que el lugar en que la hallaron por primera vez era un sitio que se había quemado varias veces por la expansión agropecuaria. Ahora con la nueva área protegida de Marcos Pérez de Castilla, esta y muchas otras especies estarán resguardadas de cualquier actividad humana que pueda llevarlas a la extinción.
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El rol de las áreas comunales
“Ahora viene lo más duro, la conservación”, confiesa Solano. Los individuos de unas 83 especies de aves, 9 especies de mamíferos y más de 46 de plantas que viven dentro del área protegida están ahora en manos de la comuna. Allí habitan especies que se encuentran al borde de la extinción como el caso del tapir andino (Tapirus pinchaque), categorizado como en Peligro Crítico, pues en el mundo quedan menos de 250 individuos.
A pesar de más de dos siglos de uso de la tierra, las comunidades de Marcos Pérez de Castilla han logrado conservar el 95,18% de sus páramos, bosques nativos y cuerpos de agua. Por ello, su territorio está considerado como un área núcleo del Corredor Biológico de los Parques Nacionales Sangay y Podocarpus. Es decir, es una zona bien conservada que funciona como refugio para grandes mamíferos, como el puma y el oso andino, que se mueven entre las 567 097 hectáreas del corredor biológico que conecta a estos dos parques nacionales.
La subsistencia de los habitantes de Marcos Pérez de Castilla depende directamente de la naturaleza. Muchas especies de plantas son utilizadas como alimento, medicamento o para rituales. Pero quizás el recurso más importante que obtienen de los humedales en el páramo es el agua. “De esta zona nacen importantes cuencas hidrográficas”, afirma Armijos. Los principales cuerpos de agua del área como el Río San Antonio, Río Negro, Vertiente Huicacai, Vertiente San Antonio o la Vertiente La Muralla abastecen de agua a las comunidades aledañas para uso doméstico, abrevaderos y riego.
“La conservación de la naturaleza tiene que ser hecha con la participación de la gente local y los propietarios, aquellos que se benefician de los servicios ecosistémicos de las áreas protegidas”, comenta Fabián Rodas de Naturaleza y Cultura Internacional. Está convencido de que las áreas protegidas comunales son una buena estrategia de conservación.
En Ecuador, la implementación de las Áreas Protegidas Comunitarias es relativamente reciente. El Área Protegida Comunitaria de Tambillo fue la primera en el país, y se incorporó al SNAP en mayo del 2018. A esta área le siguió la de Marcos Pérez de Castilla. De hecho, existe una fila de comunidades interesadas en proteger sus tierras a nivel nacional pero algunas de ellas todavía no tienen derechos de propiedad sobre sus tierras.
Según un estudio publicado en el 2018 por la iniciativa Right Resources, en el Ecuador existen 74 toneladas de carbono almacenado en bosques y otros ecosistemas manejados por comunidades locales e indígenas que aún no tienen un título de propiedad de sus tierras, requisito indispensable para declararlas como Áreas Protegidas Comunitarias.
Aunque otras ya tienen el título de propiedad, “el proceso para entrar a formar parte del SNAP es complejo, necesitan de un apoyo técnico fuerte que a veces no está tan disponible”, dice el biólogo Rodas. Por su parte, Silvio Cabrera, responsable de la unidad de patrimonio natural del MAE en Azuay, dice que este nuevo mecanismo está en proceso de construcción y espera que en el transcurso de 2019 y 2020 más áreas comunitarias se incorporen como subsistema comunitario al SNAP. Una vez incluidas, lo que se necesita, según dice, es que las comunidades alcancen resultados tangibles y que vean a la conservación como una oportunidad.
*Imagen principal: Área protegida de Marcos Pérez de Castilla. Foto: Universidad Técnica Particular de Loja.
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