- Guido Edwin Jaimes, guardaparque del Parque Nacional Carrasco, ha combatido asentamientos ilegales, cultivos ilegales de coca, tala ilegal y tráfico de tierras.
- Lleva 20 años custodiando el área protegida, sin embargo, su régimen laboral, como el de muchos guardaparques, no garantiza una estabilidad laboral.
Guido Edwin Jaimes pertenece a la comunidad indígena quechua Chocolatal en el departamento de Cochabamba, en Bolivia, pero desde hace 20 años custodia el Parque Nacional Carrasco.
Esta área protegida se ubica en la zona más lluviosa y húmeda del país, en las provincias Carrasco, Tiraque y Chapare, en el departamento de Cochabamba. El parque alberga 181 mamíferos (12 endémicos), 750 aves (13 endémicas), 306 reptiles (29 endémicos) y 3000 especies de flora (300 orquídeas y 50 de ellas endémicas).
Jaimes siempre se ha interesado por promover la educación ambiental, la cooperación con las comunidades cercanas al parque y la promoción del turismo. Sin embargo, durante sus dos décadas de trabajo, ha enfrentado amenazas directas contra su vida y ha combatido asentamientos ilegales, cultivos ilícitos de coca, tala de árboles y tráfico de tierras dentro del parque.
Para este guardaparques el trabajo de conservación en su país “no siempre es valorado y las condiciones laborales de quienes las protegen son injustas”. Por eso asegura que siempre ha luchado para que políticos y autoridades reconozcan el valor de las áreas protegidas y dejen de verlas como “un gasto”. Mongabay Latam conversó con él sobre las dificultades que ha tenido que enfrentar en el parque Carrasco durante la emergencia sanitaria.
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¿Cómo se lleva a cabo la vigilancia y protección del parque?
Lo que hacemos para vigilar el área es ingresar desde distintos puntos a cada campamento en nuestro distrito. Ahí tenemos equipos como GPS y motocicletas, y realizamos un recorrido en el límite del área, la única de las 22 áreas naturales de Bolivia que cuenta con un límite visible. Una senda que permanentemente limpiamos de vegetación y señalizamos con pintura roja para que las comunidades vecinas sepan hasta dónde pueden llegar. Otra actividad que se realiza en el parque es el control de incendios en la zona alto andina, que a partir de junio se vuelve seca.
¿Cómo ha cambiado su trabajo durante este tiempo de pandemia?
Este tiempo en pandemia lo he pasado con mi familia en mi parcela, ya que a mediados de marzo dejamos de trabajar por instrucciones del Sernap [Servicio Nacional de Áreas Protegidas] cuando se declaró la cuarentena total. Los guardaparques nos replegamos en nuestras casas y hemos realizado actividades agrícolas y de apoyo a la comunidad para prevenir el virus y verificar que todos estén sanos. Hoy debemos tomar más precauciones y seguir las medidas impuestas junto a los protocolos. Por lo mismo, realizamos más actividades sobre prevención y cuidado con las comunidades porque ellos piensan que no se contagiarán.
Por otro lado, desde el ámbito económico no me he sentido tan afectado ya que no estoy en la ciudad sino en las parcelas, trabajando en la tierra con matico [también conocido como achotlín o cordoncillo], cúrcuma y jengibre. En las ciudades grandes, las poblaciones han sufrido más. Ahora se debe pensar en tener fondos para situaciones así y ahorrar más, porque si no, se sufre mucho.
¿Cómo ha sido la vigilancia y el monitoreo en medio de todas las restricciones que ha traído la pandemia?
Pienso que muchas personas querían escapar del virus yéndose a las áreas protegidas aunque no estaba permitido. Muchas personas también se han aprovechado de la falta de guardaparques por la cuarentena y han ingresado a deforestar para habilitar cultivos en parque nacional. Con respecto a esto, ya estamos comenzando a realizar procedimientos de protección, control y vigilancia. Hemos llegado a los terrenos de conflicto.
Si encontramos a una persona infringiendo la ley, tenemos dos procesos: el administrativo y el penal. El administrativo lo realiza el guardaparque, quien decomisa los implementos que usaron las personas y les da una citación para que acudan a la oficina principal y expliquen la situación. Tiene varios pasos, pero se verifica el daño in situ, el impacto del daño económico y ambiental y, una vez que concluye esa etapa, el director del parque emite una resolución para sancionar o no. Si se sanciona es en forma de multa. El proceso penal es cuando se lleva el caso a la Fiscalía y la sanción podría ser cárcel.
Entonces, ¿han aumentado las invasiones durante la emergencia sanitaria?
En su mayoría son asentamientos ilegales en zonas de difícil acceso. En todo caso, es un problema que sucede siempre y durante todo el año. Pero aumentó por la falta de guardaparques durante la pandemia. Las personas que ingresan son de las comunidades aledañas que no tienen terrenos ni tierras. Ingresan sin permiso y se asientan para apropiarse de tierras, cultivar y luego comercializar los productos. También ocurre que viene gente de fuera, muchos no son del departamento [Cochabamba]. Esto se puede relacionar a las quemas ilegales porque parte de la deforestación para colonizar y cultivar comienza con las quemas. Por suerte, en Carrasco hay mucha humedad y eso logra proteger bastante el bosque de los incendios.
¿Las invasiones se han convertido en un negocio?
Desde que se creó el parque [1991] y hasta el año 2000, las invasiones de personas eran esporádicas y estaban dispersas en el terreno. No eran muy serias y no estaban organizadas. Luego del 2000 comenzaron a ser invasiones organizadas desde fuera del área protegida. En nuestro caso, hemos tenido situaciones graves a lo largo de los años. Tres campamentos de guardaparques han sido destruidos; ya sea demolidos, saqueados o incendiados. Incluso, una vez lo hicieron en un acto terrorista con bomba. Así mismo, los guardaparques hemos sido amenazados y hemos vivido acosados. Esto fue sobre todo al comienzo del gobierno de Evo Morales [2006]. Se han vivido situaciones tristes como el fallecimiento de un compañero, el cual fue atropellado en la carretera por ajuste de cuentas. Lo más triste es que todo queda impune. A veces empezamos un proceso y por influencias políticas no podemos avanzar más.
¿Alguna vez ha sido amenazado?
Sí, en 2006, 2007 y 2008. Era como estar en cautiverio en el parque porque vivíamos amenazados por invasores y personas que se dedicaban al cultivo ilegal de coca. Dormíamos con un pie en el suelo. Un compañero mío fue agredido, a mí no me han logrado agredir pero he tenido muchas amenazas.
¿Qué otros delitos ha visto en el parque?
Pienso que las plantaciones de coca son el mayor problema que tiene el Parque Nacional Carrasco. Como guardaparques hemos enfrentado mucho riesgo, es un problema serio que también se relaciona con los asentamientos y las invasiones ilegales. La estrategia de ellos es asentarse en lugares de difícil acceso. También hemos visto cómo trafican madera.
¿Ha visto cambios importantes en la flora y fauna durante la pandemia?
En Carrasco, en comparación con otros sitios, no hemos visto una gran variación en la fauna y flora. No hemos visto mayor presencia o ausencia de animales pero sí he visto un comportamiento extraño en una especie que se llama guácharo (Steatornis caripensis). Es la única especie de ave nocturna que se alimenta de fruta. Viven en cuevas oscuras durante el día y salen de noche a alimentarse de frutos de palmeras. Cuando llega el primer frío de invierno ellos comienzan a migrar y vuelven a finales de agosto. Este año no lo hicieron, es la primera vez que pasa en los 20 años que llevo acá. Todos permanecieron en la cueva.
¿Existen proyectos de conservación dentro del parque que se hayan visto afectados?
No tenemos proyectos, con excepción de las actividades rutinarias que hacemos de control y vigilancia donde hacemos monitoreo de los asentamientos de animales. Tomamos datos de dónde se encuentran y hacemos georreferencia, anotamos indicios de huellas y cantidad de individuos. De esta manera sabemos dónde están las mayores poblaciones de animales y qué tipo de animales son. También monitoreamos la calidad del bosque, si este ha tenido regeneración en caso de haber sido afectado, y monitoreamos el agua.
Pero en Bolivia no se promueve la investigación, es muy precaria. Son muy cortas en algunos lugares, más que todo se logran con la llegada de universitarios en ciertas épocas. Y con respecto a los equipos de monitoreo también es un sistema muy precario, algunos equipos tienen GPS pero muchas veces usamos solo los celulares. Nunca hemos tenido cámaras trampa, a no ser que sean equipos de investigadores y que ellos los hayan llevado. Estamos débiles en recursos. Esto se afectó aún más en la pandemia porque durante el periodo de cuarentena no se hizo ningún trabajo de este tipo.
¿Qué tipo de ingresos recibe el parque Carrasco y cómo la pandemia ha afectado el presupuesto?
A nivel nacional todas las áreas protegidas recibíamos el 90 % de presupuesto desde la gestión y cooperación internacional, sin embargo, por cuestiones políticas, muchas ONG han dejado el país. Muy pocos se han quedado y eso ha afectado directamente nuestro presupuesto. Lo que se hizo fue otra política de gestión, a través de un sistema llamado SISCO, que consiste en implementar cobros en todas las áreas protegidas donde hay turismo y donde las personas aprovechan recursos. Un 50 % de los fondos por derecho a ingreso va a la gestión del área protegida donde también se destina una parte a una “alcancía” que servirá para situaciones de emergencia, y un 50 % es para actividades sociales que beneficien a las comunidades del área y aledañas al parque. A través del SISCO, el Sernap quiere que las áreas protegidas sean autosostenibles.
El problema es que en Bolivia se tiene la concepción de que las áreas naturales son una carga para el Estado y solo piden dinero, sin generar recursos. Pero eso no es cierto, generan muchos beneficios que no se pagan con dinero: aire limpio, agua. Por ejemplo, aquí en Carrasco hay más de 200 comunidades de alrededor que beben del agua o la usan para riego y además es una fuente de energía hidroeléctrica.
¿Cómo ve usted las condiciones laborales de los guardaparques en Bolivia?
En Carrasco somos 14 guardaparques que dependemos del SERNAP. De los 14, tres dependen del Tesoro General de la Nación (TGN), pueden gozar de vacaciones y tienen un bono de antigüedad. Los demás, a pesar de haber trabajado durante 20 años, no tenemos eso. Yo soy contratado cada año o cada ciertos meses, tres o seis, dependiendo de la estabilidad de la institución. No gozamos de vacaciones y por eso también permanentemente estamos alegando. Nuestros turnos son de 24-25 días trabajados en el campo y luego tenemos seis días de descanso para ver a nuestras familias. Estamos buscando tener un bono de antigüedad y vacaciones pero hasta ahora el Estado no puede hacerse cargo, a nosotros nos paga la comunidad internacional pero no alcanza y por eso no pueden darnos esos beneficios de ley. Es injusto que trabajemos tanto y con un sueldo bajo. Además, con los incendios recientes se desplegaron guardaparques de cada área a sectores muy críticos para ayudar y debieron poner de su bolsillo mucho de los gastos de movilidad.
¿Cree que los bolivianos valoran el trabajo de los guardaparques?
Nosotros los guardaparques somos personas fuertes en nuestro medio y estamos preparados para sobrellevar condiciones muy duras y en climas adversos. Hay personas que sí nos valoran, nos apoyan y nos ayudan a trabajar, por ejemplo, con los asentamientos ilegales. También hay personas en la ciudad que saben el valor del medio ambiente y su conservación, saben que nuestro trabajo es importante y nos valoran. Desafortunadamente, muchos están en contra de nosotros porque nuestra labor va en contra de sus intereses económicos.
*Imagen principal: Guido Edwin Jaimes en el Parque Nacional Carrasco. Foto: Archivo personal Guido Edwin Jaimes.
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