- Desde el sur de Brasil hasta el centro de Argentina es el territorio de distribución del águila del Chaco o coronada, un ave rapaz de la que se estima apenas sobrevive, en el mejor de los casos, un millar de individuos.
- Las dificultades para estudiarla, su muy baja tasa de reproducción y la cantidad y variedad de peligros a los que está expuesta la acercan cada día un poco más a la extinción.
Fénix vivía en el zoológico de San Rafael, Mendoza, en el oeste del país, hasta que en 2016 el lugar cerró sus puertas. Entonces fue trasladada al Ecoparque de Buenos Aires, antiguo zoo reconvertido en centro de investigación y hospital y refugio de animales sin destino fijo. Allí comenzó un duro entrenamiento a cargo de Andrés Capdevielle, coordinador del Programa de Conservación y Rescate de Aves Rapaces del Ecoparque y la Fundación Caburé-í. En 2019, luego de un largo y complejo proceso, Fénix había recuperado sus cualidades naturales de ave cazadora y quedó lista para ser liberada. Unos meses más tarde, cuando todavía se encontraba en el período de monitoreo posterior a su puesta en libertad, cayó en un tanque de agua y murió ahogada.
Este video muestra la liberación de Fénix, un águila del Chaco rescatada que no logró sobrevivir. Video: Ecoparque Buenos Aires/Fundación Caburé-í
La vida de las águilas coronadas o águilas del Chaco (Buteogallus coronatus) suele estar teñida de hechos trágicos. Ahogamientos, electrocuciones, disparos de armas de fuego, incluso algún envenenamiento, y por supuesto la pérdida de hábitat común a tantas otras especies, que ponen a esta rapaz semidesconocida y escasamente estudiada al borde de la extinción. La Lista Roja de la UICN la categoriza como En Peligro, pero en las cifras estimadas de población se deja entrever que ningún dato es del todo seguro en torno a ella. La información brindada establece un rango de entre 250 y 999 individuos que sobreviven, diferencia suficientemente apreciable como para alterar el pronóstico sobre su futuro.
“El problema es que no hay casi nadie investigando sobre esta águila. No sabemos lo que pasa en Brasil, ni en Bolivia, ni en Paraguay, ni en buena parte del norte argentino, que es donde se distribuye”, señala Diego Gallego García, biólogo de la Universidad del País Vasco, en España, y becario del argentino Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Nacido en Bilbao pero instalado desde hace algunos años en Santa Rosa, capital de la provincia de La Pampa, Gallego forma parte del Centro para el Estudio y la Conservación de las Aves Rapaces en Argentina (CECARA) y conoce a fondo los obstáculos que van encontrando los individuos de la especie a lo largo de su vida. “Llegar a la edad adulta para un águila coronada es una misión casi imposible”, resume Gallego.
Descrita por primera vez en 1817, la falta de datos sobre los diferentes aspectos de la biología y el comportamiento de esta ave ha sido una norma. Tal es así que incluso el nombre ha sufrido cambios hasta tiempos bien recientes. Conocida como coronada en las regiones del centro argentino, su denominación en inglés fue girando desde el Crown Eagle al Solitary Eagle hasta llegar al actual Chaco Eagle, un poco para diferenciarla de la Crowned Eagle del África subsahariana (Stephanoaetus caronatus) —mucho más estudiada y con la que podría tener cierto parentesco genético—; y otro poco para dotarla de un nombre que si bien no define exactamente su área de distribución, la ubica en una de las regiones geográficas de Sudamérica internacionalmente más conocidas.