- La ranita de Mucuchíes (Aromobates zippeli), está considerada En Peligro Crítico por la UICN. El único centro de conservación ex situ de anfibios que existe en Venezuela logró la reproducción y cría de 35 ejemplares que se reintrodujeron en su hábitat a finales de 2020.
- Endémica de Mucuchíes, población ubicada en Los Andes venezolanos, la especie fue descubierta a finales de 1980 por el biólogo Enrique La Marca, director del centro de Rescate de Especies Venezolanas de Anfibios amenazados (REVA). En medio de la crisis que atraviesa Venezuela, el trabajo conjunto entre biólogos y pobladores está logrando salvar a esta ranita de la extinción.
A finales de la década de 1980, Enrique La Marca conducía por la carretera que comunica las poblaciones de Mucuchíes y Mucurubá en el estado Mérida, Venezuela. Cuando pasaba por el sector Curvas de San Román, al herpetólogo lo hicieron detenerse numerosos cantos de ranas. “Eran muchos, muchos cantos de ranas. Me bajé del carro y encontré a los animales. Fue el descubrimiento de la especie (Aromobates zippeli)”, recuerda mientras recorre el mismo trayecto, más de 30 años después, pero esta vez lo único que escucha es el sonido de su vehículo.
Ese martes 3 de noviembre de 2020 ya no se oía ni un solo croar de las ranitas de Mucuchíes, nombre común de esta especie considerada En Peligro Crítico por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Los anfibios son el grupo de animales más amenazado en Venezuela con 43 especies, 17 de las cuales están En Peligro Crítico, según el Libro Rojo de la Fauna Venezolana, publicado en 2015. Para ese año, la ranita de Mucuchíes se categorizaba como Casi Amenazada.
Ese día de silencio en la carretera, La Marca y dos miembros del centro de Rescate de Especies Venezolanas de Anfibios amenazados (REVA), único centro de conservación de anfibios en Venezuela por fuera del ambiente en el que habitan, llevaban 32 ranas adultas nacidas y criadas en cautiverio para ser liberadas en su hábitat natural, el cual está fuertemente amenazado por el cambio climático y la acción humana.
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Salvando a la ranita de Mucuchíes
“Ahora la principal amenaza que tiene esta especie es la tala indiscriminada por la falta de gas doméstico para cocinar. La gente viene a buscar leña y corta los árboles alrededor de la naciente de agua de esta quebrada [conocida como Moconoque]. Por eso el caudal es cada vez menos abundante y entra más luz solar. Todo esto hace que aumente la temperatura y pone en riesgo la supervivencia de la especie”, explica La Marca, quien ha descrito 42 especies de anfibios y reptiles en Venezuela.
El aumento de la tala es constatado a diario por Oquimio Guerrero, quien está encargado de cuidar la hacienda Moconoque, lugar cercano a la naciente donde fueron liberadas las ranitas. “Hace como cinco meses [junio de 2020] fueron y cortaron árboles. Se llevaron madera verde y madera seca, y entonces despejaron, que era lo que yo no quería, porque le quitaron sombra a la parte donde está el agua y el sol le empezó a pegar directamente. Ahora se ha recuperado un poco”, cuenta el hombre que además apoya al REVA en el objetivo de difundir el conocimiento sobre esta especie entre los lugareños.
Desde finales de la década de 1990, los cantos de las ranas de Mucuchíes comenzaron a disminuir. Ya a comienzos de los 2000 dejaron de escucharse. Gracias a un financiamiento de la organización Amphibian Ark, otorgado en 2017, Enrique La Marca y su equipo del centro REVA lograron encontrar y capturar, en 2018, al menos una decena de ejemplares adultos. De un par de ellos nacieron en cautiverio las 35 ranitas que fueron liberadas a finales de 2020, apenas alcanzaron la madurez.
Los padres de las ranitas liberadas fueron capturados en las laderas de la misma quebrada Moconoque, ubicada en uno de los pocos bosques secos montanos que quedan en Mérida. Su apareamiento, puesta de huevos y posterior eclosión fue posible luego de muchos intentos por parte del REVA para crear las condiciones de clima y ambiente adecuadas.
El 17 de diciembre, un mes y medio después de la liberación de las 32 primeras ranitas, otros tres ejemplares jóvenes, hijos del mismo par de padres, fueron liberados en el mismo lugar. Eran los últimos de esta especie que quedaban en el centro de conservación.
Ese día, el equipo del REVA inspeccionó la zona. El canto de este anfibio, agudo y de bajo volumen, fue captado rápidamente por La Marca y su equipo tan pronto entraron al bosque seco nublado. Debajo de piedras y hojarasca encontraron más de una decena de las ranitas liberadas en noviembre, cuyos colores poco llamativos les sirven de camuflaje. Algunas hembras incluso ya estaban ovadas y, aunque los huevos todavía no estaban fecundados, los expertos celebraron como si se tratara de la concepción de sus propios hijos. La jornada concluyó de forma exitosa: la primera reintroducción de ranas de esta especie endémica había sido exitosa, al menos hasta ese momento.
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Lo que se sabe de este anfibio endémico
Tras el descubrimiento de la especie a finales de 1980, La Marca y otros biólogos escribieron por primera vez sobre ella en un artículo científico publicado en 2009. Pasó tanto tiempo entre el hallazgo y su descripción porque en aquel primer encuentro, La Marca apenas comenzaba sus primeros años como profesor universitario. Según dice el biólogo, no capturó ningún ejemplar porque eran muchísimos y era impensable creer que podrían extinguirse.
La Marca se marchó a Estados Unidos para hacer su doctorado y al volver, a finales de la primera década de los 2000, en un nuevo recorrido por la zona donde habita la especie, capturó un primer ejemplar y notó la considerable disminución de la población.
En el artículo de 2009, el interés radicó en comparar distintas especies de un mismo género a partir de análisis genéticos. Los ejemplares incluían a esta rana —aún sin nombre e identificada solo como Aromobates sp—. Tres años más tarde, en 2012, otros científicos, basados en las investigaciones de La Marca y su equipo, describieron la especie y le dieron el nombre de Aromobates zippeli, en honor a Kevin C. Zippel, miembro de la junta directiva de Amphibian Ark.
Fue en 2018, cuando se fundó el REVA, que La Marca contó con un lugar donde puede llevar a cabo la conservación ex situ de anfibios amenazados. Un año antes ya había empezado a trabajar en un proyecto para localizar y estudiar a la rana de Mucuchíes, con el apoyo financiero de Amphibian Ark. El herpetólogo y su equipo hicieron investigaciones de campo y laboratorio que permitieron capturar ejemplares de la especie y estudiarlos para conocer con mayor precisión su genética y comportamiento, así como determinar con datos concretos que se encuentra En Peligro Crítico de extinción. En 2020 la especie fue incluida en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN.
Esta rana es una especie ribereña diurna que habita arroyos y microhábitats húmedos circundantes de bosques secos de montaña y se reproduce durante la temporada de lluvias. Ponen los huevos en la hojarasca y el macho los protege hasta que eclosionan. Una vez que nacen, el progenitor carga a los renacuajos en su espalda y los suelta en pequeños charcos de los arroyos, donde completan su desarrollo larvario.
“La especie está atrapada en una ‘cápsula ecológica’ de bosques secos separados de otros ecosistemas por ambientes húmedos de páramo montañoso altoandino en sus cimas y bosques húmedos estacionales en sus partes más bajas. Estos bosques secos son una respuesta ecológica a las relativas condiciones secas dentro de esta porción de la cuenca del río Chama”, explican Enrique La Marca, Michelle Castellanos y Gabriel Sánchez en un artículo de Amphibian Ark publicado en 2018. Los bosques montanos secos, hábitat de la ranita de Mucuchíes, se encuentran entre los ecosistemas más amenazados del norte de los Andes.
El programa de reproducción y cría ex situ de La Marca y su equipo comenzó con 30 especímenes. En 2018 se registró la primera puesta de 18 huevos sobre una hoja en descomposición cubierta por hojarasca. “Los renacuajos están creciendo saludables en las instalaciones ex situ, dando esperanza al programa”, dice La Marca. Pero el primer apagón nacional que se registró en 2019 en Venezuela, y que en gran parte de Mérida se extendió por 111 horas continuas, impidió que en el REVA se pudieran mantener las bajas temperaturas que las ranitas de Mucuchíes necesitan para vivir. Siete ejemplares de esta especie, nacidos en cautiverio, murieron durante la suspensión de energía eléctrica.
“Los ejemplares que liberamos este año [en noviembre y diciembre de 2020] nacieron todos después del apagón. Esta especie se ha estado reproduciendo muy bien en las condiciones de cautividad aunque no todos los huevos terminan en ejemplares sanos. Algunos mueren en la etapa de renacuajos y otros cuando son juveniles. Si llegan a adultos, sobreviven muy bien por largo tiempo. La tasa de supervivencia puede estar alrededor del 40 %”, dice La Marca. El científico menciona que al principio tenían problemas con hongos que crecían sobre los huevos y con parásitos intestinales, sin embargo, “con los tratamientos adecuados todo eso ha mejorado y la tasa de supervivencia se acerca al 70%”, le dice el científico a Mongabay Latam.
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Reintroducciones de especies en Venezuela
La repoblación de ranas de Mucuchíes marca otro hito en la historia de los programas de conservación de Venezuela: es la primera vez que un anfibio amenazado es reintroducido exitosamente luego de pasar por un programa de cría fuera de su hábitat.
“Haber alcanzado las condiciones para hacer reintroducciones de nuestras especies en peligro de extinción es una tarea titánica. Este tipo de trabajo requiere cantidades muy grandes de trabajo, dinero, años de esfuerzo, infraestructura, personal especializado y finalmente, la existencia de un hábitat adecuado donde las ranitas tengan una alta probabilidad de establecerse para prosperar”, asegura el herpetólogo Fernando Rojas-Runjaic de la Fundación La Salle de Ciencias Naturales.
Rojas-Runjaic, coautor de la evaluación de riesgo de esta especie, actualizada por la UICN en abril de 2020, busca poblaciones de ranitas de Mucuchíes para su investigación doctoral sobre las relaciones evolutivas con otras especies de su género. Los resultados serán publicados próximamente en una revista científica, en coautoría con La Marca, y espera que sirvan como referencia para futuras acciones de conservación.
El éxito para lograr una repoblación de la rana de Mucuchíes, que saque a la especie de la categoría En Peligro Crítico, depende indispensablemente de la subsistencia de los bosques secos montanos de Mérida, único hábitat natural posible para este anfibio. “Sin el cuidado para preservar este remanente de bosque seco montano, difícilmente estos animales pueden sobrevivir. No basta solo con la cría ex situ y posterior reintroducción”, explica La Marca. El biólogo asegura que la tala indiscriminada y el calentamiento global son los principales factores en contra, “por eso insistimos en trabajar junto a la comunidad para que sean ellos, que viven aquí, quienes ayuden a preservar el hábitat de la ranita de Mucuchíes”.
Además de la preservación del hábitat, los investigadores del REVA requieren financiamiento para continuar con la reproducción y cría en cautiverio de esta especie. El apoyo económico proviene de organizaciones internacionales, debido a la crisis económica que atraviesa Venezuela. Por ahora, se dedicarán a seguir estudiando la especie para aportar más conocimiento sobre ella, por ejemplo, su comportamiento sexual y reproductivo, su adaptabilidad a condiciones ambientales adversas y las estimaciones de crecimiento poblacional a partir de los ejemplares reintroducidos, los cuales seguirán monitoreando.
Otros esfuerzos destacados de reintroducción de especies en el país son los programas Aves y café, Proyecto Cardenalito y el premiado programa de la cotorra margariteña de la ONG Provita, los cuales también establecen un vínculo con la comunidad para conservar y rescatar el hábitat. Se destaca también el trabajo de Fudeci, fundada por miembros de la Academia Nacional de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, con sus zoocriaderos de caimanes y tortugas arrau en las que hay apoyo del Estado, ONG y otros patrocinadores.
Sin embargo, la falta de recursos económicos para hacer salidas de campo, la inseguridad en áreas rurales, la casi total paralización de las universidades y las fallas de todos los servicios públicos han disminuido al mínimo las actividades de muchos investigadores. Durante la pandemia, las ONG ambientalistas se han adaptado para sobrevivir en un entorno de Emergencia Humanitaria complejo.
Conservar y divulgar en tiempos de crisis
La crisis política venezolana ya había alentado al equipo del REVA a recurrir a la innovación desde hace algunos años. El equipo construyó terrarios, unas especies de recipientes con ecosistemas autónomos que emulan las condiciones ambientales necesarias para mantener vivos a los ejemplares por varios días sin intervención humana cuando las protestas sociales les impedían llegar a las instalaciones por varias semanas.
También recurrieron a producir el alimento para los renacuajos, innovando en la crianza de varios invertebrados. Esa experiencia hoy está en formato video en el canal de YouTube del REVA y en un manual de “conservación ex situ en circunstancias difíciles”, que el equipo del centro de conservación espera publicar próximamente. Por ahora, el paso a paso de la elaboración de alimentos está en redes sociales.
La esperanza está en la participación comunitaria en el proceso de conservación. La rana ha sido un animal asociado a la fertilidad por distintas culturas ancestrales. En el Museo Arqueológico “Gonzalo Rincón Gutiérrez” de Mérida hay figuras de ranas en arcilla que datan de hace más de 3000 años. En Mucuchíes, los lugareños asocian a las ranas con la existencia de agua y algunos “siembran” ranitas donde necesitan que brote agua para el riego de sus cultivos. En otras palabras, llevan varios ejemplares a lugares secos o con poca presencia de agua.
En alianza con la comunidad de Mucuchíes, el REVA ha dictado charlas sobre la especie y la importancia de preservarla para mantener el equilibrio en el ecosistema pues son vitales en el control de poblaciones de mosquitos y otros insectos de los que se alimentan. El lugar donde se han desarrollado estas actividades es la hacienda Moconoque, la que cuida Oquimio Guerrero y por donde pasó Simón Bolívar en 1813 durante su Campaña Admirable para la liberación de Venezuela. “¿Sabían que el Libertador escuchó aquí mismo el canto de esas ranitas que hoy están en peligro de extinción?”, dice La Marca para iniciar una conversación con los lugareños.
Próximamente la difusión del conocimiento sobre la ranita de Mucuchíes llegará a muchos más habitantes de la zona, a través de varios ‘podcast’ que está produciendo una estudiante de Comunicación Social de la Universidad de Los Andes (ULA), donde La Marca fue profesor e investigador por más de 25 años. Los contenidos serán transmitidos por la radio comunitaria de Mucuchíes.
Para el biólogo, doctor en Ecología Tropical y uno de los seis investigadores reconocidos en 2020 por el Premio Georg Forster que otorga la Fundación Alexander von Humboldt, la comunicación de la ciencia es indispensable en la lucha por la preservación de las especies y el medioambiente.
La Marca y el equipo del REVA aseguran que continuarán estudiando a la ranita de Mucuchíes y a otras especies de anfibios endémicas del estado de Mérida, algunas de ellas perdidas desde hace décadas y cuya búsqueda no cesa a pesar de las dificultades que atraviesa Venezuela.
*Imagen principal: La ranita de Mucuchíes es una especie de colores poco llamativos, tamaño pequeño y cantos muy agudos. El no ser colorida le resta interés para su conservación y protección. Por ello, Enrique La Marca la incluye en la categoría que él llama “las cenicientas de las ranas”. Foto: María Fernanda Rodríguez.
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