- Un equipo de científicos liderados por la organización Conservación Internacional realizaron un inventario rápido de las especies de animales y plantas que existe en ocho zonas del Alto Mayo.
- El objetivo es identificar las áreas que todavía mantienen un alto nivel de biodiversidad para poder protegerlas del avance de la frontera agrícola, la principal razón de la deforestación en esta parte de la Amazonía.
En el departamento de San Martín, en la Amazonía peruana, un equipo de científicos realizó por primera vez un estudio para determinar cuál es la biodiversidad que existe en el paisaje del Alto Mayo, una zona ubicada en la cuenca alta del río Mayo que se encuentra particularmente intervenida por la expansión de los cultivos agrícolas.
El objetivo es determinar en qué estado de salud se encuentran los ecosistemas y poder así tomar decisiones que permitan proteger los parches de bosques que aún existen para conectarlos mediante corredores biológicos con el área protegida Bosque de Protección Alto Mayo y eventualmente con el área de conservación regional Cordillera Escalera.
Obtener información como esa puede tardar años, un tiempo con el que esta parte de la Amazonía no cuenta ya que la tendencia es que los cultivos de café, principalmente, sigan avanzando y reemplazando el bosque, explica el grupo de expertos liderado por la organización Conservación Internacional. Para obtener los datos de manera rápida y poder actuar con la urgencia que se necesita, se implementó una técnica conocida como RAP (Inventario Biológico Rápido) que permitió inventariar en poco más de un mes cuáles son los animales y plantas que existen en el área.
Mongabay Latam viajó hasta la zona y se unió al equipo científico para contar la historia de cómo están inventariando la fauna y la flora de este lugar.
Un inventario rápido para actuar con urgencia
El cráneo de un jaguar juvenil reposa sobre las tablas de un cobertizo en la casa de una familia campesina, en la comunidad El Dorado. Al animal lo cazaron hace unos dos meses. Probablemente llegó curioseando, como suelen hacer los más jóvenes, desde un área lejana y poco intervenida, explica Ronald Díaz, uno de los biólogos que componen el equipo de investigación dedicado a inventariar los mamíferos en el RAP.
Quizás provenía de alguna zona más cercana al Bosque de Protección Alto Mayo, una de las zonas prioritarias para la conservación a nivel nacional puesto que en él habitan especies amenazados de extinción como el oso de anteojos (Tremarctos ornatus), el puma (Puma concolor), el jaguar (Panthera onca), o el armadillo gigante (Priodontes maximus), entre otros. También porque en él existen especies que no son posibles de encontrar en ningún otro lugar del mundo. Es el caso de 17 especies de aves que han sido registradas hasta ahora o el mono choro cola amarilla (Oreonax flavicauda), el más grande del Perú.
Aunque se sabe la importancia de esta área protegida por la rica biodiversidad que resguarda, “la limitante es que no se tiene mucha información de lo que pasa en los alrededores de esa región”, dice Díaz y el riesgo es que se pueda estar perdiendo una biodiversidad que quizás no está totalmente representada en el área de protección, explica el experto. Ese es justamente el vacío de información que el RAP busca llenar.
Además, la información permitirá proteger los corredores biológicos que todavía existen: lugares por donde los animales transitan para relacionarse con otras poblaciones de su misma especie y así mantener un flujo genético que les permita mantenerse sanos.
Hacerlo es urgente puesto que “la tendencia es que los cultivos vayan llegando cada vez más cerca del área protegida y de su zona de amortiguamiento”, asegura Díaz. “Los animales, al no tener corredores hacia dónde salir, es muy probable que con el tiempo salgan hacia los cultivos o hacia las zonas que ya están intervenidas y los cazen”, explica, tal como fue el destino del jaguar que se aventuró en los cafetales de El Dorado.
Para realizar el RAP, el equipo de científicos seleccionó ocho zonas del Alto Mayo que se eligieron en función a los distintos ecosistemas que allí existen, entre diferentes tipos de bosque y también zonas intervenidas, principalmente por el cultivo de arroz, café y cacao. En cada uno de ellos, nueve especialistas en mamíferos, aves, peces, invertebrados, anfibios, reptiles y plantas inventariaron con la ayuda de guías y asistentes awajún, uno de los pueblos indígenas de esta zona de la Amazonía, las especies que allí habitan.
La participación de las comunidades indígenas en el desarrollo del RAP fue clave, asegura Willy Palomino, Coordinador de Biodiversidad y Restauración de Conservación Internacional. “Ellos nos han acompañado a todas estas zonas donde hemos trabajado”, dice el experto. “Es más, los asistentes de los especialistas han sido awajúnes y eso ha generado un impacto positivo en ellos”, agrega. “Ellos no conocían, por ejemplo, de metodologías. No conocían como era el trabajo de un biólogo, cuán importante es registrar las especies, salir muy temprano al campo, regresar tarde y todo con el objetivo de poder registrar la mayor cantidad de especies”, precisa Palomino.
Para hacerlo, los equipos instalaron cámaras trampa para capturar imágenes de la fauna, redes de neblina para atrapar murciélagos y pájaros, trampas de caída —que consisten en baldes enterrados en la tierra— donde pueden caer roedores, serpientes y todo tipo de animales pequeños que se desplacen por el suelo. También utilizaron jaulas, cajas, redes de tul para atrapar mariposas y distintos aparejos de pesca para capturar peces en los ríos.
Antes de liberar a los animales, los científicos tomaron datos de sus medidas, de sus características físicas y de su peso para poder determinar el tipo de especie y poder calcular otras informaciones como la biomasa.
En el caso de las aves, de manera complementaria también se registraron los avistamientos y los cantos de aquellas que no se dejaron ver para poder compararlos luego con bancos de cantos y determinar así las especies. Para el caso de los mamíferos mayores, los científicos estuvieron atentos a la posibilidad de algún avistamiento, pero también a las huellas en el suelo y realizaron entrevistas a la población para saber si han visto, o no, ciertos animales.
Por último, en el caso de las plantas, se colocaron parcelas dentro de los distintos tipos de bosque para determinar el tipo de vegetación y la cantidad.
“Toda la información recogida nos permite conocer rápidamente parámetros como la composición de especies, rangos de distribución y también nos va a permitir evaluar el índice de salud de los ecosistemas”, explica Palomino.
Aunque el levantamiento de información acaba de ser finalizado y aún habrá que esperar entre tres a cuatro meses para tener los resultados del estudio, los investigadores ya tienen algunas impresiones. En los bosques del Alto Mayo “existen elementos muy importantes donde se han desarrollado formas de vida interesantes”, dice Horacio Zeballos, líder científico de la investigación. No obstante, el paisaje “está muy fraccionado”, agrega. Es un mosaico de parches de bosque y áreas de cultivo, aseguran los expertos, y proteger lo que aún se ha podido conservar será todo un reto.
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Las amenazas del Alto Mayo
Los bosques de la cuenca alta del río Mayo “están en relativamente buen estado a medida que te alejas del río”, asegura Zeballos. La ausencia de caminos dificulta la llegada de las personas y el terreno se hace cada vez más escarpado por lo que hacer agricultura en esos lugares se vuelve más difícil, explica el experto.
Por el contrario, el paisaje más cercano al río y alejado de las montañas “está altamente intervenido. Hay mucha presencia de personas”, asegura el líder del equipo científico. La zona de El Dorado, hasta donde acompañó Mongabay Latam al equipo de biólogos encargados de realizar el RAP, es ejemplo de ello.
Numerosas chacras de café y algunas de piña se abren en medio del monte en el que predominan los bosques secundarios, es decir, que tras ser talados están volviendo a crecer naturalmente. También es frecuente ver envases vacíos de agroquímicos amontonados a las orillas de los cultivos. “Hemos visto un uso de pesticidas tremendo”, confirma Zeballos y “en los ríos se encuentran desechos orgánicos, antibióticos y algunos otros fármacos que son de amplia duración”, agrega. El problema, explica el experto, es que “casi todos los antibióticos son muy resistentes y están eliminando parte de la cadena trófica”.
“La región de San Martín es una de las regiones con mayor grado de deforestación en todo el Perú”, afirma Díaz. Sin embargo, en su opinión, debido a que la deforestación en esta zona se debe a la agricultura, el problema acapara menos atención que otras regiones donde el desmonte es producto de actividades “más susceptible para la población”, dice, como es el caso de la minería en Madre de Dios. “Acá ves todo verde y bonito, pero no significa que no haya daño”, agrega el biólogo.
Prueba de ello es que en El Dorado, mientras los investigadores realizaron el inventario de especies, en las redes de neblina cayeron, cada noche, numerosos murciélagos de una o dos especies que son propias de bosques secundarios y que se alimentan de lo que ese tipo de vegetación es capaz de proveerles. Por lo mismo, y considerando que en zonas bien conservadas las especies que caen en las redes son mucho más variadas, es posible deducir que los bosques de El Dorado están intervenidos y no tienen una alta diversidad biológica.
Recuperar zonas que ya presenten altos grados de deterioro “sería inaudito”, asegura Zeballos, puesto que, además de complejo, “se requiere de muchísimo dinero”. La atención, por ende, estará volcada en intentar proteger las zonas que estén mejor conservadas. La buena noticia es que los científicos también pudieron advertir ciertas zonas donde el bosque se mantiene en buen estado aunque habrá que esperar los resultados del RAP para tener los detalles de qué fue lo que encontraron en ellos.
Una vez la información haya sido procesada, ésta será compartida con los líderes de las comunidades indígenas involucradas en el RAP y con las autoridades para comenzar a idear, entre todos, estrategias para conservar los últimos bosques del Alto Mayo.
*Imagen principal: Conservación Internacional / Marlon Dag
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