- Periodistas en Brasil y en todo el mundo están devastados por el trágico final de una búsqueda de diez días del periodista británico Dom Phillips y del defensor indígena Bruno Pereira en la selva amazónica, cerca de la frontera entre Brasil y Perú, en el estado norteño de Amazonas. Los cuerpos que se creía que eran suyos fueron encontrados el 15 de junio después de una gran protesta contra la inacción del Gobierno federal tras la desaparición de los dos hombres.
- El asesinato de Dom y de Bruno es un caso emblemático de la difícil situación de los periodistas en toda América Latina a medida que aumenta la violencia contra periodistas y activistas en la región. También genera una alarma acerca de la necesidad de proteger a los reporteros mientras informamos sobre delitos ambientales desde la mismísima naturaleza.
- Pero estos crímenes no nos detendrán: exponer las irregularidades en los biomas críticos de Brasil (desde la mata atlántica, pasando por el Cerrado, hasta la Amazonía) es más necesario que nunca. Al mismo tiempo, exigir justicia por el asesinato de Bruno y de Dom se convirtió en una lucha de todos nosotros.
- Nota aclaratoria: Este artículo es un editorial. Las opiniones expresadas son las de la autora, y no necesariamente las de Mongabay.
Desde que me convertí en periodista ambiental hace seis años, mi familia, mis amigos y mis conocidos me tildaron de loca. ¿Por qué?, porque estaban extremadamente asustados después de haber leído mis artículos y de haber escuchado mis testimonios acerca de experiencias sobre reportajes de investigación de campo en la Amazonía brasileña.
La pregunta que siempre escuché desde entonces fue “¿No tienes miedo del trabajo que haces?”. Hasta el 5 de junio, respondía automáticamente: “No”.
Pero ahora tengo miedo. Y estoy devastada, enojada y triste.
Los periodistas de Brasil y de todo el mundo están devastados (y asustados) por el trágico final de una búsqueda de diez días del periodista británico Dom Phillips y del defensor indígena Bruno Pereira en la selva amazónica, cerca de la frontera entre Brasil y Perú, en el estado norteño de Amazonas. Los cuerpos que se creía que eran suyos fueron encontrados el 15 de junio después de una gran protesta contra la inacción del Gobierno federal tras la desaparición de los dos hombres. Las patrullas indígenas llevaron a cabo su propia búsqueda con valentía, mientras que el Gobierno hizo poco.
Dom y Bruno habían desaparecido el 5 de junio cuando regresaban de una visita a territorio indígena en el valle del río Yavarí, donde viven unos 6000 indígenas (incluidos algunos de los últimos grupos que viven en aislamiento voluntario del mundo exterior). En los últimos tiempos, esa zona se ha convertido en una de las más peligrosas de Brasil debido a la avalancha de violencia contra los pueblos indígenas por parte de invasores de tierras, narcotraficantes, mineros, madereros y pescadores ilegales.
Me quedé completamente impactada cuando leí las noticias sobre su desaparición el 6 de junio. En cuestión de minutos, comencé a recibir decenas de mensajes de amigos preocupados: “¿Los conoces, Karla?”, “Me preocupo por ti, amiga mía”, “¡Cuando leí esta noticia, me congelé pensando en ti!”, “¡Estoy tan feliz de que estés en Río, bien y a salvo!”.
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En mi mente comenzó a reproducirse una película con varias situaciones de riesgo en las que estuve mientras reportaba desde el Amazonas. La primera sucedió hace cinco años, cuando un periodista canadiense y yo fuimos en un bote con garimpeiros (mineros del oro) por el río Madeira, en el estado norteño de Rondonia, visitando barcazas y dragas, para escribir una historia sobre la minería ilegal del oro. A principios de 2019, un documentalista inglés y yo escuchamos disparos mientras regresábamos de un reportaje de campo en la reserva indígena Araribóia, en el estado nororiental de Maranhão, considerado uno de los territorios indígenas más amenazados. A fines de ese mismo año, dos motociclistas nos siguieron a mí y a mi equipo durante nuestro regreso desde la reserva indígena Tembé, en el estado norteño de Pará, donde estaba haciendo una investigación sobre el aceite de palma. Estas son solo algunas experiencias personales: he escuchado muchos relatos similares de otros reporteros, fotógrafos y cineastas.
Desde ese momento, un pensamiento se me quedó en la cabeza: “Lo que les pasó a Dom y a Bruno pudo habernos pasado a cualquiera de nosotros”.
Desde ese día, no he estado durmiendo bien. He estado despertándome en medio de la noche y he pensado en Dom y en Bruno, así como en el futuro de los informes periodísticos ambientales.
Conocí a Dom y a Bruno, quienes eran admirados por su trabajo. Dom fue uno de los primeros corresponsales internacionales que conocí en Río, cuando comencé a trabajar para medios extranjeros y a asistir a una hora feliz mensual de corresponsales con sede en la ciudad. Siempre fue muy agradable; era una persona interesante y encantadora con quien hablar.
Conocí a Bruno en Brasilia, a principios de 2019, cuando era el jefe de grupos indígenas aislados en FUNAI, la agencia de asuntos indígenas de Brasil. En aquel momento, yo estaba codirigiendo y coproduciendo un documental sobre los Guardianes del Bosque, un grupo de indígenas guajajara que arriesgan sus vidas para proteger su reserva Araribóia de los madereros ilegales y también para proteger a los awá, un grupo indígena aislado que vive en el mismo territorio. Dom había escrito una gran historia sobre los Guardianes en 2015 y recuerdo que me felicitó por el documental, que ganó tres premios internacionales.
En noviembre de 2019, Paulo Paulino Guajajara, uno de los Guardianes que aparecen en el documental, fue brutalmente asesinado en la reserva de Araribóia, presuntamente, por leñadores ilegales. Recuerdo como si fuera hoy lo devastada que estuve durante varios meses, sin dormir, pensando en Paulo y su familia, así como en Laércio Guajajara, el Guardián que había escapado de la emboscada. Nadie ha sido acusado aún por estos delitos.
Tres años después, Bruno es el segundo entrevistado que apareció en el documental y que fue asesinado. Y estaba muy conectado con Dom, quien también había informado sobre los Guardianes. Esto vino a mi mente ahora, mientras escribo. Veo una conexión trágica entre los tres asesinatos: todos eran guerreros y Guardianes del Bosque.
El asesinato de Dom, Bruno y Paulo es un caso emblemático de la difícil situación de los periodistas en América Latina a medida que aumenta la violencia contra periodistas y activistas en la región. También genera una alarma acerca de la necesidad de proteger a los reporteros mientras informamos sobre delitos ambientales desde la mismísima naturaleza.
Pero estos crímenes no nos detendrán: exponer las irregularidades en los biomas críticos de Brasil (desde la mata atlántica, pasando por el Cerrado, hasta la Amazonía) es más necesario que nunca. Sin embargo, después de estos asesinatos, hacer nuestro trabajo será más difícil que nunca: más allá de la impunidad con la que actúan estos asesinos, es probable que la mayoría de los medios establezcan evaluaciones de riesgo más estrictas para los informes de campo, a fin de proteger al personal y a los trabajadores independientes.
Al mismo tiempo, exigir justicia por el asesinato de Bruno y de Dom se convirtió en una lucha de todos nosotros. Es por eso que, el 8 de junio, Mongabay firmó una carta dirigida al Gobierno brasileño, junto con decenas de medios de comunicación. En esta se exigían acciones inmediatas para encontrar a Bruno y a Dom.
Defender la Amazonía y el medioambiente no es una “aventura”, como argumentó el presidente Jair Bolsonaro en sus primeras declaraciones sobre la desaparición de Bruno y de Dom. Ser periodista ambiental es una misión, una lucha por un mundo mejor para las generaciones futuras.
Nuestra batalla no es solo por el planeta: también es para honrar la memoria de todos los que han caído antes que nosotros, arriesgando sus vidas. Incluso mientras atravesaban lo que debe ser un dolor insoportable, Alessandra Sampaio y Beatriz Matos (las esposas de Dom y de Bruno, respectivamente) expresaron con elocuencia lo que está en juego.
“Hoy también comenzamos nuestra búsqueda de justicia. Espero que las investigaciones agoten todas las posibilidades y brinden respuestas definitivas sobre todos los detalles relevantes lo antes posible —declaró Alessandra Sampaio, esposa de Dom, en un comunicado—. Solo tendremos paz cuando se tomen las medidas necesarias para que nunca más vuelvan a ocurrir tragedias como esta”.
“Ahora que los espíritus de Bruno están pasando por el bosque y esparciéndose entre nosotros, nuestra fuerza es mucho mayor”, tuiteó Beatriz Matos, esposa de Bruno.
Nota del editor: un gran grupo de periodistas en Brasil y en el extranjero están realizando una financiación colectiva para ayudar a la familia de Dom y de Bruno. Las donaciones se pueden hacer aquí.
Imagen del banner: El asesinato del periodista británico Dom Phillips (izquierda) y del defensor indígena Bruno Pereira (derecha) en la Amazonía brasileña es un caso emblemático de la difícil situación que enfrentan los periodistas y los activistas en toda América Latina a medida que aumenta la violencia en la región. Imagen compuesta: João Laet/AFP/Getty Images (izquierda); Daniel Marenco/Agência O Globo (derecha).
Artículo original: https://news-mongabay-com.mongabay.com/2022/06/the-war-on-journalists-and-environmental-defenders-in-the-amazon-continues-commentary/
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