- A finales de octubre, durante la reunión de la Comisión Ballenera Internacional, el bloque ballenero —formado por 17 países— se retiró de la reunión al momento de la votación para crear el Santuario del Atlántico Sur.
- El presidente de la comisión decidió suspender la votación por falta de quórum, decisión que fue criticada por las delegaciones presentes de los países latinoamericanos que acusaron al bloque ballenero de boicotear la reunión.
Frustración e impotencia son las palabras que usaron los científicos y conservacionistas para describir la última reunión de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) que se llevó a cabo la tercera semana de octubre. Este organismo, encargado de la conservación de las ballenas en el mundo, se reunió en Eslovenia después de cuatro años para acordar acciones y medidas que aseguren la supervivencia de estos animales.
El encuentro terminó sin avances para uno de los puntos más importantes de la agenda, luego de que los países del llamado “bloque ballenero” se ausentaran de la sala al momento de votar la creación de un santuario marino en el Atlántico Sur, medida que, según el propio comité científico de la CBI, es clave para asegurar la conservación de las poblaciones de ballenas que aún se encuentra en riesgo debido a la intensa cacería que las llevó al borde de la extinción.
Representantes de las comisiones de los países latinoamericanos y organizaciones no gubernamentales (ONG) de la región acusaron a Japón de sabotear, una vez más, la propuesta que lleva años intentando ver la luz y criticaron a Estados Unidos y a la Unión Europea de no apoyarlos en el intento de salvar la votación.
“Fue un momento de mucha frustración; una impotencia de no poder hacer nada ante una situación que claramente fue un complot, una maniobra muy ofensiva y muy poco caballerosa”, dice Rodrigo García, coordinador de Latinoamérica y el Caribe de World Cetacean Alliance, una ONG dedicada a la conservación de ballenas, y quien estuvo presente en la reunión.
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La importancia del santuario
El santuario del Atlántico Sur es una propuesta que busca declarar todo ese océano, desde las costas de América del Sur hasta las de África, libre de la caza de ballenas. Elsa Cabrera, directora ejecutiva del Centro de Conservación Cetacea en Chile (CCC) y observadora acreditada ante la CBI, explica que la protección de esta área se sumaría a otro santuario que ya está declarado en la zona, el Austral, lo que permitiría que prácticamente todo el hemisferio sur esté protegido.
Quienes se oponen a su creación, explica Cabrera, argumentan que no es necesario un santuario debido a que, desde 1986, la CBI mantiene una moratoria que prohíbe la caza de ballenas en aguas internacionales. El problema, dice Bárbara Galletti, presidenta del CCC, es que “hasta la fecha sistemáticamente los países balleneros (impulsados por Japón) han buscado levantar la moratoria y reaperturar la caza comercial de ballenas”. Además, agrega Cabrera, “dicho interés está justamente en el hemisferio sur porque las ballenas del hemisferio norte presentan altísimos niveles de toxinas”. La caza, por ende, “es una amenaza latente”, dice Galletti y contar con un santuario en el Atlántico Sur permitiría asegurar que las ballenas no puedan ser cazadas en esa amplia zona en caso de que los deseos del país asiático se vuelvan realidad.
El santuario, además, abriría espacios y oportunidades para nuevos programas de cooperación y de investigación científica en favor de la conservación de estos animales. “Lo que permitiría esta plataforma es un trabajo articulado entre los gobiernos”, explica Galletti. “Ya no se trataría solo de una ONG, un organismo o una universidad que quiere investigar y hacer una publicación, sino que son esfuerzos de Estado que tienen que avanzar y tienen el mandato de avanzar hacia la conservación”, precisa la experta.
La propuesta que es impulsada desde hace 20 años por Brasil, Argentina y Uruguay, con el apoyo del grupo Buenos Aires —compuesto por 11 países latinoamericanos—, ya contaba con el 75 % de los votos necesarios en la CBI para ser aprobada.
Sin embargo, llegado el momento de la votación, los países del llamado “bloque ballenero” no se presentaron en la sala, a pesar de que sí habían acudido a la reunión, y el presidente de la Comisión decidió que, debido a una falta de quórum, la votación debía suspenderse.
“Fue un sabotaje a la conservación lo que hicieron estos países”, dijo Roxana Schteinbarg, cofundadora y coordinadora de programas de conservación del Instituto de Conservación de Ballenas, una ONG dedicada a la investigación científica y conservación de ballenas en Argentina.
Las fichas de Japón
De los 17 países del bloque ballenero que abandonaron la sala, solo Islandia realiza caza de ballenas dentro de su jurisdicción. Los demás, la mayoría del Caribe y de África, “no cazan ballenas y tampoco tienen una historia de caza de ballenas”, asegura Cabrera. ¿Por qué entonces se oponen a la creación del santuario del Atlántico Sur?
Según explica la experta, “es algo bastante sabido, desde hace muchos años, que estos países participan en la CBI porque Japón los mantiene en la Comisión para que voten por sus intereses a cambio de programas de financiamiento pesquero”. Es más, “existe un soborno (por parte de Japón) que está demostrado hace ya varios años”, asegura García de World Cetacean Alliance.
De hecho, en 2010 una investigación encubierta del diario británico The Sunday Times filmó en secreto a funcionarios de seis países en desarrollo reconociendo en los pasillos de la reunión de la CBI que habían recibido beneficios de Japón —desde financiamientos pesqueros hasta pasajes aéreos en primera clase, hoteles cinco estrellas y masajes gratis a la habitación— a cambio de su voto.
Aunque Japón se retiró en 2019 de la CBI para poder reanudar la caza comercial de ballenas dentro de su territorio marítimo, el país asiático sigue teniendo influencia en la Comisión, asegura José Truda, coordinador de desarrollo institucional del Instituto Baleia Jubarte, en Brasil. “Japón sigue moviendo los temas ahí. Ya no es miembro, pero tiene su grupito de países satélites, que son los países caribeños, africanos y algunos asiáticos como Camboya y Laos que llevó a la Comisión para votar por la ballenería”, sostiene.
Los países que salieron de la sala, impidiendo con ello que se llevara a cabo la votación por falta de quórum, son Antigua y Barbuda, Benin, Cambodia, Camerún, Costa de Marfil, Gana, Guinea, Kiribati, Laos, Liberia, Mauritania, Marruecos, Nauru, Palau, Santa Lucía, Islas Salomón e Islandia.
“Fue un momento bastante tenso en que no había claridad de lo que estaba sucediendo. Tuvimos que esperar en la sala a que regresaran los países, pero como no tenían la intención de regresar, no regresaron”, recuerda Galletti.
Esta no es la primera vez que la votación del santuario es bloqueada mediante este mismo mecanismo. En 2011, cuenta Schteinbarg, en el momento en que se iba a votar la creación del área “el primer país en levantarse fue el delegado de Japón y lo siguieron los países de África y el Caribe. En ese momento abandonaron la sala y no se supo cómo resolver el tema de quórum”.
Al no haberse tomado ninguna decisión en ese momento, explica Schteinbarg, “este bloque de 17 países aprovechó ese vacío para decir: ‘este es el haz bajo la manga: bloqueo, saboteo el santuario de esta forma’, porque sabían que era la única manera de que el santuario, que ya tenía los votos garantizados, no se aprobara”
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La comisión secuestrada
Representantes de las comisiones de los países del grupo Buenos Aires —integrado por Argentina, Brasil, Uruguay, Colombia, Chile, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Perú y República Dominicana— criticaron la decisión del presidente de suspender la votación por falta de quórum. “Si al momento de la votación no están ciertos países, porque tuvieron algún inconveniente, eso debería considerarse una abstención, porque una vez que te registras en la CBI oficialmente ya estás participando”, explica García.
Además, para Max Bello, experto en política pública para la conservación de los océanos y miembro de la organización Mission Blue, “no puede ser que países que van a estas reuniones, pagados en muchas ocasiones por las Naciones Unidas para que puedan asistir, no estén presentes para votar”. Según el experto “hay un problema de responsabilidad” que debería ser atendido.
Por lo mismo, Argentina —apoyado por el grupo Buenos Aires— desafió la decisión del presidente. “Le dijeron enérgicamente que rechazaban su posición”, cuenta Cabrera. Según el reglamento de la CBI, la decisión del presidente puede ser desafiada y llevada a votación, sin embargo, para que ello ocurra es necesario del apoyo de una gran mayoría, explica la experta, un apoyo que en este caso los países del grupo Buenos Aires no obtuvieron.
“Brasil, Argentina y Uruguay, apoyados por los otros países latinoamericanos, hicieron varios llamados a los países conservacionistas —aquellos que conforman la Unión Europea, además del Reino Unido, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda— para que los apoyaran y le dijeran al presidente vamos a desafiar su decisión y la vamos a someter a votación”, cuenta Cabrera. Lamentablemente, “esos llamados reiterados no fueron atendidos por este grupo de países conservacionistas”, agrega.
Para Truda, esa falta de apoyo da cuenta de que, en realidad, los latinoamericanos están solos en las negociaciones del santuario del Atlántico Sur, “porque cuando hay decisiones importantes de verdad, se ve que no contamos con ellos”, dice. “Lo que están haciendo Estados Unidos y Europa en la CBI es una diplomacia ornamental. Van allí y posan de buenos de la película por una semana cada dos años, pero en verdad no están interesados en enfrentarse a Japón”, criticó el experto.
La comisión acordó llegar a la próxima reunión, que se realizará en dos años más en Perú, con una propuesta definida de lo que es quórum. Resolver ese asunto permitiría destrabar las decisiones dentro de la Comisión Ballenera Internacional que, según los expertos consultados, “ha sido secuestrada por una minoría de países”. Eso será lo primero a tratar, dice Schteinbarg, y “no se va a poder avanzar hacia otros puntos de la agenda si no hay un acuerdo de qué constituye un quórum para la organización”, asegura.
Sin embargo, la pregunta es: ¿qué pasará si nuevamente el bloque ballenero abandona la reunión absteniéndose de votar sobre este asunto?
Para Schteinbarg eso implicaría el fin de la CBI. “Si el bloque ballenero recurre a esta práctica recurrentemente va a condenar a la muerte o a la disolución a esta reunión”, dice. Ese escenario, no obstante, mientras exista una moratoria que impide la caza de ballenas en aguas internacionales, es algo que debe evitarse. “Es importante mantener viva la Comisión Ballenera Internacional, porque mientras exista una moratoria no la podemos perder”, dijo Schteinbarg.
“Lo que sucedió en esta reunión —dice Truda— es una nítida amenaza a la gobernanza global de los océanos, una amenaza que tenemos que detener y tenemos que denunciar para que no se difunda a otros organismos internacionales”.
*Imagen principal: Ballena jorobada. Foto: © Shutterstock / Tomas Kotouc / WWF
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