- En la chilena isla Navarino, uno de los lugares considerados más prístinos del planeta, hay más especies de mamíferos exóticos que nativos.
- El castor y el visón son algunos de ellos y sus impactos son severos: mientras el primero tumba y ahoga árboles, el segundo persigue y devora aves. Perros, gatos, vacas y caballos son también un peligro para la frágil biodiversidad de este territorio insular.
En Puerto Williams, las vacas se pasean por las calles como si fueran perros. Están por todas partes: en la plaza de armas, en los jardines de las casas, en el patio del colegio, a las afueras de la alcaldía, en la entrada del hospital y la lista sigue. Caminan tranquilamente por el asfalto, comen el pasto y los arbustos de los espacios públicos y privados, se echan a rumiar donde mejor les acomode y en caso de que alguna bloquee la pista, los autos esperan pacientemente que la vaca se quite del camino, sin prisa, al momento que ella decida.
Esta particularidad, más propia de un país donde la población adora a las vacas por religión, es una de las primeras cosas que llama la atención en esta pequeña ciudad chilena de 2800 habitantes, que está ubicada en la isla Navarino, al interior la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos, y que es la última del continente antes de cruzar a la Antártida. Para los habitantes de Puerto Williams, sin embargo, la abundante presencia de vacas no es ninguna curiosidad porque hace tiempo que estos animales se volvieron parte del paisaje. Tampoco creen que sea un problema. Al fin y al cabo las vacas son tranquilas y no le hacen daño a nadie, dicen, pero los científicos que trabajan en la zona no opina lo mismo.
“Está lleno de vacas, de vacas y caballos”, se lamenta el biólogo Alex Waldspurger, guardaparque del parque etnobotánico Omora, un área protegida público-privada de mil hectáreas, ubicada a solo cuatro kilómetros de la ciudad. Omora, que significa picaflor en idioma yagán —el pueblo indígena originario de estas tierras—, fue creado como un laboratorio natural para la investigación científica y la educación al aire libre y también para conservar la cuenca del río Róbalo, que abastece de agua potable a la población de Puerto Williams, así como la biodiversidad del bosque templado subantártico, el más austral del planeta.
Que las vacas merodeen por esta área protegida dificulta la regeneración del bosque porque se comen y pisotean las plantas, explica Ramiro Bustamante, doctor en ecología. Plantas que, además, crecen particularmente lento por las condiciones climáticas de la zona. El mismo problema ocurre con los caballos. Pero esta no es la única amenaza para la biodiversidad de la isla Navarino. El castor, una especie de roedor originario de América del Norte, es el responsable de la muerte de miles de árboles y el visón, también oriundo de Estados Unidos y Canadá, tiene en vilo a las aves silvestres que, además, sufren los embates de los perros que devoran sus huevos.
El castor, un visitante incómodo
En la isla Navarino, enclavada en uno de los lugares considerados entre los más prístinos del planeta, paradójicamente hay más mamíferos exóticos que nativos. De hecho, “en toda la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos, hay 10 mamíferos nativos versus 12 invasores”, asegura la científica, Elke Schüttler, investigadora del Centro Internacional Cabo de Hornos para Estudios de Cambio Global y Conservación Biocultural (CHIC), ubicado en Puerto Williams y donde se realizan, entre otras cosas, investigaciones sobre la biodiversidad de la isla.
Si pensamos a escala temporal geológica, la isla Navarino y su biodiversidad son relativamente nuevas. Después de que los hielos de la última glaciación retrocedieron, lo que quedó fue roca desnuda que, poco a poco y en un proceso lento de miles de años, fue cubriéndose de vegetación. Esa es la razón, explican los expertos, de por qué en los bosques subantárticos de Navarino solo hay seis especies de árboles y es también la razón de por qué la cantidad de mamíferos nativos es reducida.