Recuerda que las autoridades les pidieron que por cada asociación fueran a buscar evidencias del derrame. Ella y una compañera salieron entonces al mar en su pequeña chalana. Partieron al mediodía y regresaron a las 10 de la noche. “Todos los botes y chalanas iban a recoger evidencias, querían que trajéramos aunque sea un poco de petróleo del mar. Vimos desde el botecito cómo el mar reventaba negro contra la peña. Metimos la mano hasta donde pudimos y trajimos las evidencias en unos frascos”, dice mientras muestra algunas fotos de ese día que todavía conserva en su celular. En las imágenes, los pescadores de Chancay, algunos con mascarillas por la continuidad de la pandemia a inicios del 2022, empujaban sus pequeñas embarcaciones al agua.

El cumplimiento de la labor encomendada era clave para que las autoridades les dieran respuestas más claras y para que Repsol respondiera ante lo que estaba ocurriendo. O eso era lo que creían.

“A mí se me caen las lágrimas de ver mis cosas que no salen a trabajar”.

Fanny Tamayo, miembro de la asociación de pescadores de embarcaciones menores del puerto de Chancay, posa para un retrato junto a su bote en Lima, Peru. Foto: Angela Ponce

Después de tener las pruebas del petróleo en el mar “nos prohibieron comer pescado y entre las asociaciones tuvimos que juntarnos para hacer olla común en la playa”, recuerda.

Las ollas comunes, en las que participaban las personas afectadas por la falta de alimentos, han sido espacios de solidaridad ante el dolor de haber perdido el trabajo de la noche a la mañana. Durante más de tres meses “hacíamos olla común, especialmente cuando hay hijos menores de por medio o estudiando todavía. En mi caso, yo no tengo a mi esposo. Él tuvo un accidente en el que se ahogó y ahora tengo que hacer de padre y madre”, cuenta.

Con el menor de sus hijos estudiando la secundaria y el segundo cursando sus estudios superiores, Fanny Tamayo no hacía más que preguntarse por el futuro de su familia. Hace 30 años ella y su esposo tuvieron una embarcación pequeña que registraron en la Dirección General de Capitanías y Guardacostas (Dicapi) y que vendieron con el tiempo. Luego, en 2017, un año antes de fallecer, él había ayudado a su esposa a registrar la segunda chalana que tenían y que hasta ahora conserva. “Eso nos valió bastante porque, ¿qué es lo que hace Repsol? Ahora nos pide saber si somos dueños o no, y a mí se me caen las lágrimas de ver mis cosas que no salen a trabajar”.

Aves descansan en el puerto de Chancay en Lima, Peru. Foto: Angela Ponce

Sin una fuente de ingresos económicos y con la necesidad de conseguir alimentos para la familia, Fanny Tamayo y otras mujeres de la asociación se organizaron para cuidar a los que más lo necesitaban. “No teníamos que comer, buscábamos donaciones, buscábamos leña, salíamos a los mercados para que nos den papa, aunque esté deteriorada, algunas cositas para comer, y preparábamos comida”, recuerda. Bajo la dirección de las mujeres, los hombres traían agua y lavaban las ollas. Si alguien conseguía un pescado, no podían cocinarlo. Olía a petróleo.

Luego de un mes y medio del derrame, Repsol le dio un vale por 500 soles, equivalente a unos 130 dólares, casi la mitad del valor de un salario mínimo en Perú, para compras en supermercados. Fanny Tamayo está registrada en el padrón único de afectados por el derrame de petróleo elaborado por el Instituto de Defensa Civil (Indeci) así es que meses después del desastre, recibió una primera compensación económica de 3000 soles (unos 790 dólares) y luego otra de un monto mayor que le permitió iniciar un negocio de comida que mantiene desde octubre del 2023.

Sin embargo, esos montos siguen siendo más bajos que lo que ella recaudaba con su embarcación. “No nos alcanza, las chalanas están deterioradas, tapadas en la playa y no salen. ¿Cómo guardar y estirar esa plata que nos dan? No alcanza, el colegio de los hijos está encima, los estudios superiores, las comidas, mi chalana está en mal estado, no alcanza, la pintura está cara, la mano de obra también, el agua, la luz”.

El estudio de valorización económica realizado por Cooperacción da cuenta de la falta de transparencia en la formulación de las compensaciones otorgadas por los daños ocasionados. Según las denuncias de los afectados y los estudios realizados por especialistas, incluida la Defensoría del Pueblo, Repsol propuso dar compensaciones de manera arbitraria, sin un consenso de por medio, y sin considerar la complejidad de un desastre sobre el que no se tienen certezas del impacto a futuro.

Mientras tanto, Fanny Tamayo va cada día al local que alquila frente al puerto de Chancay para cocinar y atender a un reducido público, junto con una amiga que también es esposa de un pescador y está afectada por el derrame. La ganancia por este negocio apenas cubre sus gastos básicos, pero debe pagar el alquiler del restaurante venda o no un plato de comida. Cuando el ingreso no es suficiente, busca lavar ropa de otras personas o trabajar en las chacras al este de Chancay. “En el puerto somos conocidas quiénes luchamos”, dice.

A lo lejos, su pequeña chalana de colores rojo, celeste y verde permanece boca abajo en la arena, a merced del sol y la humedad, a unos metros de las obras de construcción del megapuerto de Chancay.

El gran proyecto del consorcio de capitales chinos Cosco Shipping Ports Chancay Perú, aspira a ser el hub más importante de la región con una inversión de 3 000 millones de dólares.

“No al megapuerto” se lee en una de las paredes del puerto de Chancay en Lima, Peru. Foto: Angela Ponce

Con los años, la presencia del mega puerto ha dividido a la población. Las denuncias por afectaciones a las viviendas de la zona, a la fauna del lugar y a la limitada respuesta del Estado peruano permanecen, aunque ya se anunció que las operaciones portuarias iniciarán en unos pocos meses.

A Fanny Tamayo es un asunto que le preocupa, pero por ahora no tiene tiempo para ello. Su prioridad es proveer el día a día para su familia. “Pido que vengan acá a ver la situación en la que viven los verdaderos afectados. Ya empieza el invierno y el dinero dado por Repsol, que no alcanza, se va terminando”.

*Imagen Principal: Fanny Tamayo, miembro de la asociación de pescadores de embarcaciones menores del puerto de Chancay, en Lima, Peru. Foto: Angela Ponce

*Nota del Editor: Esta crónica es parte de una serie de perfiles de pescadores afectados por el derrame de Repsol. Las respuestas de la empresa fueron incorporadas en el tercer perfil. Para acceder a él picha aquí

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