- El declive progresivo del boom del caucho dio paso a nuevos intereses extractivistas. En el caso de Brasil, un nuevo auge tuvo como protagonista a la castaña de Para. Sin embargo, el caucho volvió a ser esencial para la fabricación de neumáticos durante la Segunda Guerra Mundial.
- Según explica Killeen, eso significó para el gigante de Sudamérica colaborar primero con la Alemania nazi y luego con Estados Unidos, al convertirse en aliado. Además, se tradujo en el financiamiento de infraestructuras para garantizar el suministro del caucho mediante pistas de aterrizaje y carreteras.
- En Perú, el principal impacto tras el colapso de la economía del caucho fue la supervivencia de las comunidades indígenas que se reagruparon como pudieron; mientras que en paralelo el Gobierno promovió la inmigración europea en la Selva Central donde los colonos establecieron las primeras plantaciones de café.
El período entre el fin del auge del caucho y el inicio del frenesí colonizador, que comenzó en la década de 1960, fue una época de relativo estancamiento en la Amazonía. Durante este tiempo, los distintos gobiernos negociaron la configuración final de sus fronteras internacionales mediante una serie de tratados que formalizaron los hechos consumados durante el auge del caucho. Aunque la producción de caucho amazónico no desapareció por completo (no en Brasil, al menos ) donde el gobierno subsidió una industria que empleaba a decenas de miles de personas, los ingresos cayeron de 2.800 millones de dólares en 1910 a menos de 175 millones en 1925. El consumo interno, por su parte, se estabilizó entre 15.000 y 20.000 toneladas anuales.
La mayoría de los inmigrantes se quedaron y se adaptaron a su nuevo hogar. El desplome del precio del caucho coincidió con un aumento de la demanda de la castaña de Pará, conocida en el comercio internacional como ‘nuez de Brasil’. Esta se popularizó en Estados Unidos durante la década de 1920, cuando las familias la incluían como regalo en los tradicionales calcetines navideños. Aunque las cosechas podían ser bastante variables, el duopolio proporcionó a los seringueiros un nivel de seguridad económica que probablemente evitó un éxodo masivo. Entre 1910 y 1920, la población de Pará disminuyó apenas un 10% (alrededor de 50.000 personas) pero aumentó 30% en Acre, es decir, 18.000 personas aproximadamente. En cambio, un 1,5 % en Amazonas, aproximadamente 5.000 personas. La población se estabilizó en alrededor de 1,4 millones en las cinco jurisdicciones de la Región Norte, hasta que el siguiente gran evento geopolítico cambiaría su futuro.
El segundo auge del caucho (1941-1945)
La supervivencia de las comunidades forestales no indígenas facilitó enormemente la reactivación de las cadenas de suministro de caucho al inicio de la Segunda Guerra Mundial. La pérdida de la Malasia británica cortó el acceso a las plantaciones de caucho, lo que creó un grave riesgo para Estados Unidos y sus aliados, ya que el caucho era esencial para la fabricación de millones de neumáticos para vehículos militares y aviones. En 1941, Brasil estaba gobernado por Getúlio Vargas, un líder autoritario que había adoptado una posición de neutralidad mientras facilitaba la venta de caucho amazónico a la Alemania nazi. La entrada de Estados Unidos en la guerra fue precedida por una campaña diplomática que culminó en los Acuerdos de Washington de 1942, mediante los cuales Brasil se unió como aliado, Estados Unidos se comprometió a defenderlo y garantizar el suministro de caucho, en parte mediante el subsidio al reclutamiento de extractores de caucho y la financiación de infraestructuras, incluidas pistas de aterrizaje y redes de carreteras.
El gobierno de Vargas creó el Serviço Especial de Mobilização de Trabalhadores para a Amazônia (SEMTA), que estableció estaciones de reclutamiento en el noreste de Brasil, una región nuevamente afectada por la sequía, para enrolar a los llamados ‘soldados de goma’ (soldados da borracha, es decir, caucho en portugués). Originalmente concebido como un plan para reclutar a hombres adultos jóvenes, pronto incluyó a familias enteras, ya que las autoridades se percataron de que una política basada en la familia ofrecería mayor estabilidad y permanencia. El proceso fue caótico, sustentado por adelantos en efectivo, logística desordenada y acusaciones de fraude. Al final, 55.000 nordestinos fueron transportados al Amazonas, donde la deserción era común, ya que muchos reclutas abandonaban Manaos y Belém en busca de otras oportunidades. Se estima que alrededor del 10 % sucumbió a la malaria y otras enfermedades.
Muchos de los nuevos inmigrantes fueron enviados a Acre y a zonas adyacentes de Amazonas y Rondônia, que seguían siendo las mayores fuentes de caucho en Brasil. La prolongada recesión económica había debilitado el poder de los seringalistas, quienes ahora trataban a los seringueiros no como empleados atados por deudas, sino como arrendatarios que podían obtener suministros de comerciantes ambulantes a través de un sistema modificado de aviamento. Esta mayor libertad propició la creación de comunidades forestales, conocidas como colocações, que funcionaban como un tipo de empresa comunal informal. Este modelo cultural finalmente se fusionó en el movimiento social y convertido luego en el Sindicato dos Trabalhadores Rurais no Acre, liderado por Francisco Alves Mendes Filho (Chico Mendes) y Marina da Silva, ambos hijos de nordestinos criados en colocações. El concepto de territorios comunales, iniciado por los seringueiros de Acre, se formalizó y expandió hasta convertirse en un sistema amazónico de reservas extractivas, tanto en el sistema de áreas protegidas (ICMBio) como en la agencia de reforma agraria (INCRA).
El segundo auge del caucho, que también incluyó a Bolivia, fue breve. Tan pronto como terminó la guerra, los soldados estadounidenses se marcharon, dejando equipos y suministros por valor de millones de dólares a empresarios locales que sabían que nadie reclamaría su propiedad. Más importante aún, la guerra destacó el valor estratégico de la Amazonía y motivó al presidente Vargas a crear dos nuevos territorios federales: Guaporé, actualmente Rondônia, y Río Branco, hoy Roraima. También fundó dos instituciones clave para la transformación de la Amazonía en la segunda mitad del siglo XX: el Banco de Crédito da Borracha (hoy Banco da Amazônia – BASA) y la Superintendência do Plano de Valorização Econômica da Amazônia (hoy Superintendência do Desenvolvimento da Amazônia – SUDAM).
Mato Grosso y Rondônia
El auge del caucho se extendió hasta Mato Grosso a través del río Tapajós y el desmembrado territorio de Rondônia, profundamente afectado por la construcción del ferrocarril Madeira-Mamoré. La importancia estratégica de la región motivó al gobierno a extender una línea telegráfica desde Cuiabá hasta Porto Velho, que se construyó simultáneamente al ferrocarril y entró en servicio en 1915. Esta línea fue una de varias construidas por la Comissão de Linhas Telegráficas Estratégicas de Mato Grosso ao Amazonas. Aunque no era más que un sendero de mulas a través del bosque, estableció una ruta terrestre hacia el corazón del Amazonas, que más tarde se convertiría en la BR-130.
El aislamiento de la región no se superó hasta la década de 1930, cuando las conexiones por carretera unieron Cuiabá con São Paulo y, en la década de 1940, con el inicio de la aviación comercial, como resultado de la proliferación de los servicios aéreos durante y después de la guerra. La política de desarrollo expansionista avanzó aún más cuando Getúlio Vargas creó la Fundação Brasil Central (FBC), que financió la exploración del norte de Mato Grosso, utilizando una combinación de senderos abiertos por leñadores veteranos y avionetas que reabastecían a las cuadrillas de corte y realizaban mapeos aéreos. Por casualidad, la Expedição Roncador-Xingu fue liderada por un trío de hermanos carismáticos, discípulos de Rondón, quienes convencieron al gobierno federal de establecer la primera reserva indígena de gran escala en el país, el Parque Indígena de Xingu.
La economía agrícola de Mato Grosso se basaba casi exclusivamente en la ganadería, que creció progresivamente con la exportación de animales vivos y la producción de carne seca y cueros. Por otro lado, la minería prosperó exponencialmente en el norte de Rondônia, especialmente con el descubrimiento de depósitos de casiterita cerca de Porto Velho y sus alrededores. En este período también destacó la minería de oro a lo largo del río Madeira, identificado como un depósito de importancia mundial a fines de la década de 1890.
La colonización europea de la Selva Alta en Perú
A diferencia de Brasil, el auge del caucho en Perú no disfrutó de un período prolongado de baja productividad, ya que ni el sistema extractivo ni la dependencia de la mano de obra indígena bajo coerción eran sostenibles. Tras el colapso de la economía del caucho, las comunidades indígenas se reagruparon como pudieron, aunque la mayoría de los individuos destribalizados se unieron a comunidades ribereñas y retornaron a modos de subsistencia en los ríos Ucayali, Marañón y Amazonas. Aunque la colonización por parte de inmigrantes externos estaba en marcha, esta se limitaba a la Selva Alta, término peruano para los bosques montanos de los Andes orientales.
Los gobiernos peruanos comenzaron a promover la inmigración europea en la segunda mitad del siglo XIX, en parte debido a los temores xenófobos provocados por la afluencia de mano de obra contratada en China entre 1850 y 1875. Los inmigrantes europeos se asentaron en pueblos y ciudades de todo el país, pero uno de los proyectos más ambiciosos fue organizado por el barón Damian Schutz von Holzhausen. Este barón obtuvo una concesión de tierras cerca de Pozuzo (Pasco), donde entre 1859 y 1868 se asentaron alrededor de 500 inmigrantes alemanes y austriacos. Su presencia y relativo éxito atrajeron a cientos de colonos adicionales de ascendencia germánica a los valles tropicales húmedos de Oxapampa (Pasco), Perené y Satipo (Junín). Estos colonos europeos establecieron las primeras plantaciones de café en Perú, en una región hoy conocida como la Selva Central.
Estas actividades llevaron al gobierno a incluir la región en una operación financiera para reestructurar su deuda externa tras la Guerra del Pacífico. En 1890, el gobierno alcanzó un acuerdo con The Peruvian Corporation Ltd., una empresa recién incorporada en la Bolsa de Valores de Londres, capitalizada con acciones emitidas a cambio de bonos soberanos de la década de 1870. El objetivo era convertir la deuda incobrable en un negocio productivo que beneficiara a la economía peruana. Como parte del canje de deuda, uno de los primeros en la historia moderna, Perú otorgó a la empresa concesiones mineras, el derecho de exportación de guano, activos de infraestructura (ferrocarriles y puertos) y tierras fiscales.
La Corporación Peruana tomó posesión de 500.000 hectáreas cerca del pueblo de Perené, despojando a los Asháninka de sus derechos territoriales. En las siguientes décadas, la empresa promovió el cultivo de café como producto de exportación. Inicialmente, la empresa intentó atraer o coaccionar a la población nativa para que cultivara café, pero la falta de disposición de los habitantes de los bosques para asumir un estilo de vida de jornalero obligó a los directivos a contratar trabajadores de las tierras altas andinas. Parte de su estrategia comercial fue vender terrenos a terceros, lo que estimuló una migración adicional de no nativos hacia la Selva Central y creó la primera frontera de deforestación del Perú. Con el tiempo, esta frontera se expandió hacia el norte, alcanzando el piedemonte cercano a Pucallpa, que quedó conectado con Lima en la década de 1960 por una carretera troncal.
Otro vector de colonización apuntó al Gran Pajonal, un pastizal aparentemente natural ubicado entre las plantaciones de café cercanas a Satipo y el pueblo de Atalaya, en el río Ucayali. Estos pastizales y el bosque circundante habían sido ocupados durante mucho tiempo por una comunidad Asháninka, debilitada por los traficantes de esclavos durante el auge del caucho. Los misioneros franciscanos llegaron en la década de 1920 para evangelizar a los residentes indígenas, pero también abrieron el Gran Pajonal a inmigrantes de las tierras altas andinas. Estos colonos, familias quechuahablantes con una tradición ganadera, se sintieron atraídos por las praderas tropicales de la región, y como pequeños agricultores emprendedores, comenzaron a cultivar plantaciones de café.
El aumento de colonos generó conflicto con los Asháninka, lo que provocó una intervención militar para restaurar la paz entre las comunidades en conflicto. Este choque cultural anticipó eventos de la década de 1960, cuando las guerrillas marxistas intentaron sin éxito organizar una revolución campesina, y de la década de 1980, cuando los terroristas utilizaron el Gran Pajonal como zona de resistencia. La rebeldía de los Asháninka, primero frente a la invasión de los colonos y luego ante los abusos del grupo terrorista Sendero Luminoso, aceleró la creación de una fuerza de autodefensa, que evolucionó hasta convertirse en una de las primeras organizaciones indígenas del Perú.
Más al norte, los recursos del bajo Huallaga y Mayo impulsaron el desarrollo agrícola en el departamento de San Martín, especialmente en Moyobamba y Tarapoto, centros logísticos que brindaban servicios a la provincia de Maynas (hoy Loreto). La afluencia de colonos europeos en el siglo XIX estimuló el desarrollo agrícola de la región. Atraída por los suelos aluviales y la abundante agua, la élite criolla desarrolló una economía agrícola basada en el riego, cultivando arroz, maíz, algodón, caña de azúcar y tabaco. A mediados del siglo XX, la relativa riqueza del valle aseguró su papel en la siguiente fase de desarrollo de la Amazonía peruana.
La colonización del Caquetá
Los conflictos fronterizos entre Colombia y sus países vecinos se resolvieron mediante una serie de tratados negociados y ratificados en las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, la ausencia de inseguridad geopolítica no significaba que Colombia pudiera renunciar a la necesidad de establecer conexiones de transporte entre los centros de población en los Andes y sus puestos militares dispersos en el Amazonas. Leticia es, esencialmente, una isla colombiana en medio del Amazonas. El gobierno central construyó una carretera entre Guadalupe (Huila) y Florencia (Caquetá) en la década de 1930 para crear una arteria de transporte entre estos centros de población y el puesto militar y comercial de Leticia, en el río Amazonas. La ruta dependía del transporte fluvial por el río Caquetá hasta Puerto Tagua, que conectaba, a través de un istmo de veinte kilómetros, con Puerto Leguízamo en el río Putumayo, proporcionando una vía fluvial más corta a Leticia a través del río Solimões. Esta conexión indirecta explica por qué la mayor parte del transporte se realiza por vía aérea o marítima en el río Amazonas.
Aunque rara vez se usaba para el comercio, la carretera abrió el piedemonte a los asentamientos, atrayendo a campesinos que buscaban escapar de la dominación económica de los terratenientes que controlaban el acceso a la tierra en las tierras altas. La región también atrae la atención de familias adineradas que comenzaron a criar ganado, incluido un destacado político de Huila, cuya familia llegó a establecer la propiedad más grande del país. El flujo migratorio aumentó durante “La Violencia”, una guerra civil entre 1948 y 1958 que precedió al conflicto con las guerrillas marxistas que comenzó en la década de 1960. Las granjas y ranchos se expandieron a lo largo de un camino paralelo a la cordillera frontal de los Andes, desde San Vicente del Caguán en el norte hasta Valparaíso en el sur. Este asentamiento, espontáneo y con poco o ningún apoyo del gobierno, fue reconocido a finales de los años 60, cuando Colombia se acercó al Banco Mundial para solicitar fondos para su primer proyecto de colonización a gran escala en el Amazonas.
Imagen destacada: La Segunda Guerra Mundial catalizó un segundo auge del caucho en la Amazonía cuando Estados Unidos sumó al gobierno brasileño como aliado. Ambos países movilizaron una cadena de suministro en tiempos de guerra que reclutó a 60.000 trabajadores rurales para repoblar los seringales de Brasil. Crédito: Archivos Nacionales de EE. UU.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons -licencia CC BY 4.0).