- En los Llanos del Yarí, Caquetá, las comunidades campesinas han restaurado más de 60 000 hectáreas de bosque y protegen un corredor de 150 000 hectáreas que conecta los parques Chiribiquete, La Macarena y Tinigua.
- Con medidas antidepredatorias, como potreros divididos y cercas eléctricas, los ataques anuales de jaguares al ganado se redujeron de 10 a cero en las fincas piloto.
- Organizaciones locales han propagado más de 72 000 árboles nativos en viveros comunitarios, logrando restaurar al menos 329 hectáreas de bosque amazónico.
- El Acuerdo Intergeneracional por la Conservación del Jaguar, firmado en 2019 y refrendado en festivales comunitarios, compromete a niños, jóvenes y adultos a proteger al felino y al bosque como base de una economía sostenible y de paz territorial.
La llamada le llegó a Yudis Cerquera una mañana de diciembre de 2024: eran unos campesinos de la vereda El Edén del Tigre, en el municipio de San Vicente del Caguán, Caquetá, Colombia. Sin pensarlo mucho, salió rumbo al lugar. No era la primera vez que le pedían ayuda frente a un posible encuentro con un jaguar, pero esta vez no se trataba de rastros ni de huellas en el barro, sino de dos crías del gran felino americano que necesitaban protección inmediata.
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Al llegar, Cerquera, promotora campesina y lideresa de los Llanos del Yarí, —un subsistema de sabanas antrópicas que históricamente ha sido afectado por el conflicto armado— confirmó la noticia. Con el apoyo de la Asociación Empresarial Campesinos del Yarí (Asecady) y en coordinación con Corpoamazonia —la autoridad ambiental en esta región—, comenzó una operación que pronto también movilizó al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Ministerio de Ambiente, la Alcaldía de San Vicente del Caguán y la Universidad de la Amazonía.
Los pequeños jaguares fueron cuidados los primeros días por la Asecady, mientras pasaban las fiestas de fin de año, y luego viajaron hasta el casco urbano de San Vicente del Caguán, para ser custodiados por Corpoamazonia y seguir en un recorrido de varias horas, hasta llegar a Florencia, donde hoy permanecen bajo cuidado especializado.
La escena resumía lo que Cerquera ha defendido durante años: que en los Llanos del Yarí la vida del jaguar está ligada a la vida del campesinado. El rescate de los cachorros no fue solo un gesto de conservación, sino también símbolo de un cambio cultural en una región marcada por la deforestación y el conflicto. Aquí, el felino más grande de América dejó de ser visto como amenaza para el ganado y empezó a ser reconocido como parte esencial del territorio.

Esa escena hacía parte de un esfuerzo mayor: en los Llanos del Yarí, las comunidades campesinas han restaurado 60 000 hectáreas de bosque y protegen un corredor de 150 000 hectáreas que conecta los parques nacionales naturales Tinigua, Sierra de La Macarena y Serranía de Chiribiquete.
Este corredor se ha convertido en escenario de acuerdos comunitarios para proteger el bosque y al poderoso depredador. Hombres y mujeres campesinas, junto con jóvenes y líderes locales, impulsan prácticas sostenibles de ganadería, restauración de bosques y monitoreo ciudadano que permiten registrar la presencia del felino y reducir los conflictos con la especie. En los Llanos del Yarí, la ciencia ya no se hace solo en los laboratorios, sino que se teje en los caminos de tierra, con cámaras trampa, libretas de campo y el compromiso de familias que entienden que su futuro depende de la selva que los rodea.
Actualmente, mientras el Gobierno Nacional intenta reactivar la mesa de diálogo con el Estado mayor de Bloques y Frentes (EMBF) —una de las disidencias de las FARC— en San Vicente del Caguán, las comunidades campesinas de la zona continúan impulsando transformaciones territoriales por cuenta propia. También impulsan el reconocimiento legal de los Llanos del Yarí como Zona de Reserva Campesina (ZRC), lo que permitiría ordenar el territorio desde las lógicas del campesinado, garantizar el acceso equitativo a la tierra y consolidar una economía basada en la agroecología y la protección del bosque.

Sembrar conciencia para convivir con el jaguar
Además de atender los “ataques” del jaguar, Yudis Cerquera se ha encargado de concientizar y capacitar a campesinos y niños sobre la importancia del felino, así como de implementar medidas antidepredatorias en un sistema de ganadería amigable con el jaguar, mientras se promueve la restauración de los ecosistemas de los Llanos del Yarí, en el sur de los departamentos de Meta y Caquetá.
“Nosotros somos de la región y lo que hacemos es venir a enseñarle a nuestra gente a promover toda esta información sobre la conservación del territorio. Dispersamos unas semillitas en todas las personas que nos escuchan para que ellos puedan seguir este camino de proteger al jaguar, de aprovechar y cuidar lo que nos da el bosque, de cuidar el territorio y de reforestar”, afirma Cerquera.

Según la Lista Roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el jaguar se encuentra catalogado como especie Casi Amenazada. El felino habita en 18 países de América y según un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) ha desaparecido del 46 % de su hábitat original. En Uruguay y El Salvador ya se ha extinguido por completo.
Para Esteban Payán, ex líder senior de Felinos de Wildlife Conservation Society (WCS) y director de la consultora Boutique Carbon, la importancia de proteger a los jaguares radica en que son los guardianes silenciosos de la vida. “Matar a un jaguar es como abrir la caja de Pandora para la destrucción de la biodiversidad. Es quitar un tope y un regulador que contiene y mantiene en buen estado los ecosistemas”.
La estrategia de conservación del jaguar en los Llanos del Yarí ha sido liderada desde 2019 por Asecady, junto con organizaciones como la Asociación Ambiental de Mujeres Trabajadoras por el Desarrollo del Yarí (AAMPY), Corpoayarí y Asoperproc.
Según cuenta Jimena Puyana, gerente de Ambiente y Desarrollo Sostenible de PNUD Colombia, el proceso de conservación y convivencia con el jaguar surgió hace siete años de una necesidad sentida por las organizaciones campesinas del Yarí, en la que pidieron apoyo para darle manejo al conflicto que se presenta entre familias campesinas ganaderas y los felinos que atacan ganado y animales domésticos. «El objetivo es evitar la retaliación de las comunidades, situación que termina con la matanza de los jaguares y su fauna asociada”.
El Instituto Humboldt, en su reporte BIO 2015, señala que la creación de corredores, como el de Llanos del Yarí, permite la dispersión de jaguares en zonas no protegidas, asegurando un hábitat adecuado con suficientes presas y sin persecución humana, lo que contribuye a la productividad. “No obstante, el éxito de esta iniciativa depende de la implementación de prácticas agropecuarias mejoradas en paisajes con una zonificación adecuada”, destaca el documento.
La ganadería al son del jaguar

Hasta hace unas décadas, Esteban Zamora veía en el jaguar a su principal enemigo. La cacería del felino —para vender pieles y colmillos— era el oficio que había heredado de su familia. Hoy, a sus 60 años, ese pasado contrasta con su presente: es uno de los ganaderos de Llanos del Yarí que ha decidido convivir con el depredador y protegerlo.
“Uno siendo dueño de esta finca les va regando el cuento a los vecinos y amigos: ‘Miren que sí hay forma de convivir con el jaguar’. Las personas están cayendo en cuenta de que sí podemos conservar esto. Lo otro que yo le digo mucho a la gente es que no cacen tanto porque le estamos quitando la comida al jaguar. Eso sí ha servido mucho, ha habido una disminución de la cacería”, afirma Zamora.
En el predio de este campesino se instalaron bebederos en cada uno de los potreros, evitando que las vacas busquen agua en los pozos y quebradas cercanas. Además se cercaron y separaron sectores para las vacas preñadas y los terneros, que son de especial interés para el felino.
“Tenemos cinco predios piloto, pero estamos ampliando la cobertura. La idea es implementar herramientas antidepredatorias como las cercas eléctricas. Lo que hemos hecho es focalizar los potreros más importantes, porque el jaguar no se va a comer un animal de 300 o 400 kilos sano”, explica Cerquera, y agrega que el jaguar prefiere comerse a una vaca que está a punto de dar a luz, un ternero que está mamando o una vaca que está enferma. “Lo que hemos hecho es dividir los potreros, para que los animales vulnerables estén más cerca de las casas y cercar muy bien esas fincas”.
Estas medidas evitan que el jaguar —al no tener disponibles a sus presas naturales— ataque al ganado y que los campesinos intenten matarlo como forma de venganza.
Según Cerquera, las familias campesinas asociadas a Asecady registraban cerca de 10 ataques del jaguar al ganado cada año y, desde que se implementaron las medidas antidepredatorias, no se ha registrado siquiera uno. “Hemos demostrado en un 100 % que las fincas que están implementando las herramientas no han recibido ningún ataque. Tenemos evidencia de que el jaguar sigue en el territorio, lo vemos en huellas, en fotos, en rasguños, pero no está atacando a los predios que ya están cercados y con sus potreros divididos”.

La restauración de los bosques con árboles de más de 100 especies nativas propagadas en viveros comunitarios ha sido otra de las estrategias para ayudar a las poblaciones de jaguar. “Con esta restauración lo que hacemos es sembrar especies 100 % nativas de nuestro territorio. Ahora estamos intentando restaurar cerca a las fuentes hídricas que es donde más deforestación tenemos y hacer túneles verdes para que los animales que están en los potreros encuentren mucho sombrío”, asegura Cerquera.
El PNUD asegura que en la zona de las sabanas del Yarí se desarrolló un paisaje productivo y sostenible que recuperó conectividad en más de 62 000 hectáreas. Esto gracias al esfuerzo conjunto de diversas organizaciones como la Asociación Ambiental de Mujeres Trabajadoras por el Desarrollo del Yarí (AAMPY), que ha establecido un vivero en donde se han propagado más de 72 000 árboles nativos que luego fueron sembrados en 329 hectáreas. En este momento hay 48 fincas que están haciendo restauración y tres viveros liderados por mujeres.
Además de que los ataques de jaguar se redujeron a cero, entre 2019 y 2022 los productores de la región aumentaron en un 30 % sus ingresos. Organizaciones como PNUD aseguran que esto es una prueba de que la convivencia con el felino también puede traducirse en bienestar económico.
Un pacto con la selva

Cada dos años, en noviembre, las comunidades de Llanos del Yarí participan en el Festival del Jaguar con arengas, bailes y representaciones artísticas. Por ejemplo, en su edición 2023 el evento contó con la participación de más de 1000 personas y no solo tuvo como propósito sensibilizar sobre la importancia de preservar a esta especie sombrilla —cuya protección implica, al mismo tiempo, la conservación de muchas otras especies que comparten su hábitat— y de promover la coexistencia armoniosa con los humanos, sino también de reafirmar el compromiso con el Acuerdo Intergeneracional por la Conservación del Jaguar, que se firmó el 19 de noviembre de 2019.
El 5 y 6 de noviembre de este año también se celebrará al gran jaguar en los Llanos del Yarí y se espera una gran participación de instituciones educativas, entidades de los gobiernos locales, regionales y nacional, así como de cooperación internacional y medios de comunicación.
Mauricio Vargas Perdomo, exsecretario general de Asecady, asegura que con el acuerdo intergeneracional, que se elaboró en formato libro, no solo se quiere evitar que se siga deforestando la Amazonía sino también “reconocer que tenemos una deuda histórica con el territorio”. Según dice, quieren educar a sus niños y además pedirles perdón por maltratar el territorio, su casa común.
“Con este acuerdo confirmamos nuestro compromiso con la conservación del jaguar y de toda la naturaleza de la que este animal depende, como camino para cuidar nuestro territorio, a partir del diálogo intergeneracional entre los niños, niñas, jóvenes, adultos, docentes, la rectoría de la Institución Educativa Rural (IER) San José de Caquetania, otras instituciones educativas, líderes, lideresas de las organizaciones sociales”, se afirma en el libro que registra firmas de adultos, niños, representantes de organizaciones e incluso la de la exministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible Susana Muhamad.

Durante el Festival del Jaguar, además de muestras artísticas se hace una revisión y rendición de cuentas de los adultos a los niños. Por ejemplo, en 2023 Cerquera le contó a los asistentes que habían empezado proyectos productivos y que estaban vendiendo productos amazónicos. “Hemos tenido áreas para el aprovechamiento sostenible del bosque y una ganadería que convive con el jaguar. Ese aprovechamiento y la venta de productos amazónicos nos han demostrado que sí se puede generar un ingreso adicional a nuestro territorio”, afirma Cerquera.
La siembra y el aprovechamiento de frutos amazónicos como el asaí ha fortalecido la seguridad alimentaria de las familias y, al mismo tiempo, se perfila como una alternativa económica sostenible que contribuye a la sustitución de cultivos de uso ilícito que durante años han persistido en la zona. Cerquera cuenta que hace poco vendieron dos toneladas de asaí, después de hacer una prueba piloto para ver si el producto era rentable. “Esto le demostró a todos en el territorio que los frutos amazónicos sí tienen salida, porque mucha gente cree que no sirven, que no los compran”, asegura.
Entre la paz y el jaguar
La implementación de proyectos de conservación de especies genera resistencia en algunas personas de la comunidad que ven amenazadas sus costumbres. Cerquera comenta: “Cuando empezamos con el corredor del jaguar y con el pacto intergeneracional mucha gente nos preguntaba porque estábamos haciendo eso. Yo respondía que el problema más grande que teníamos era ese animal [el jaguar)]porque él se estaba comiendo nuestra ganadería”. Para ella, el reto ha sido explicarle a la gente que ellos fueron los que invadieron el territorio del animal. “Los que debemos organizar nuestros predios para cuidar al jaguar somos nosotros”.
A esto se suma que Llanos del Yarí fue, durante varios años, uno de los núcleos del conflicto armado en Colombia y actualmente es una de las zonas de operación del frente séptimo de las disidencias de las FARC.

Jimena Puyana reconoce al conflicto armado como uno de los mayores desafíos: “El reto fundamental es que la paz sea una realidad en estos territorios, que se exprese en que las organizaciones y familias puedan desarrollar sus iniciativas con tranquilidad y en acuerdo con las instituciones del Estado para revitalizar la selva y conservar su biodiversidad”, asegura.
Pese a las dificultades, ya son muchos los niños, y en especial niñas, que quieren ser promotores campesinos y proteger al jaguar como hoy en día lo hace Yudis Cerquera. “En la vereda ya hay muchas niñas que se están empezando a formar y están muy pendientes de lo que yo hago para cuidar al jaguar. Me alegra ser un ejemplo, no solamente para mi familia sino también para los niños, porque siempre hemos manejado estos temas junto a ellos”.
Por su parte, Puyana sostiene que el turismo de naturaleza y el aprovechamiento sostenible de los frutos del bosque, liderados por las comunidades de los Llanos del Yarí, son un reflejo de paz territorial y ambiental. “Es una economía local que une la producción sostenible con la protección de áreas de importancia ecológica y de manejo forestal”, concluye.
Imagen principal: habitantes de los Llanos del Yarí firmaron el Acuerdo Intergeneracional por la Conservación del Jaguar, un compromiso comunitario que une a niños, jóvenes y adultos en la protección del territorio. Foto: cortesía Sergio Alejandro Melgarejo García / @alejovisuals