- Marcelo Mena fue ministro de Ambiente de Chile (2014-2018), es ingeniero bioquímico y posee una maestría y un doctorado en Ingeniería Ambiental por la Universidad de Iowa.
- Centra su investigación en la estimación de las externalidades de los biocombustibles, la generación de energía, el transporte y la calefacción residencial.
- En diálogo con Mongabay Latam, analiza los 10 años del Acuerdo de París y la previa a la COP30, próxima cumbre climática global.
- Además, profundiza sobre el rol de las renovables y las empresas de carbón, petróleo y gas; el liderazgo de Lula da Silva y de Latinoamérica frente al calentamiento global.
Marcelo Mena es ingeniero bioquímico y posee una maestría y un doctorado en Ingeniería Ambiental por la Universidad de Iowa. Es profesor de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y exministro de Medio Ambiente de Chile durante el gobierno de Michelle Bachelet (2014-2018).
Como funcionario, lideró la elaboración de un acuerdo para la eliminación gradual de la generación de energía a carbón y promovió los primeros impuestos al carbono en América del Sur, entre otras medidas.
Mena también fue gerente de Prácticas en el Banco Mundial, donde dirigió el equipo que creó la Coalición de Ministros de Finanzas para la Acción Climática.
Actualmente, es CEO de Global Methane Hub, una ONG que busca acelerar la acción de los gobiernos, la sociedad civil, los investigadores, los inversores y el sector privado para desarrollar e implementar estrategias que reduzcan las emisiones de metano en los sectores de la energía, la agricultura y los residuos.
En diálogo con Mongabay Latam, Mena reconoce que resta mucho por hacer pero hace un balance positivo ante el aniversario número 10 del Acuerdo de París, el tratado internacional sobre el cambio climático jurídicamente vinculante, adoptado por las 196 Partes en la COP21 (cumbre climática global) en París, el 12 de diciembre de 2015.
El objetivo de este acuerdo es limitar el calentamiento mundial a 1.5° C, en comparación con los niveles preindustriales. Para alcanzar este objetivo de temperatura a largo plazo, los países se proponen reducir las emisiones de gases de efecto invernadero lo antes posible para lograr un planeta con clima neutro para mediados del siglo XXI.
Además, Mena resalta el liderazgo de Brasil, aunque reconociendo las contradicciones del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, pero poniendo sobre relieve su rol como líder climático en la región y el mundo, camino a la próxima cumbre climática global en la Amazonía brasileña en noviembre.

—Este año se cumple una década de la firma del Acuerdo de París. ¿Qué balance hace después de diez años?
—Creo que hay dos cosas reales que han pasado. El calentamiento global de la temperatura ha ido más rápido de lo que se anticipaba. No se esperaba que estuviéramos rozando 1.5° C a diez años del Acuerdo de París. Eso está claro. Y por lo tanto, el tema es urgente.
Pero, por otro lado, el desarrollo de energías renovables en su costo disponible en baterías, el avance de la electromovilidad, todo se ha adelantado en costos por lo menos una década. Es decir, estamos llegando a niveles y costos que esperamos para la próxima década. La inversión en temas de acción climática supera el trillón de dólares y por lo tanto es mucho más grande de lo que pensábamos que iba a ocurrir a esta altura. Sabemos que es necesario aún más.
Tercero: se ha internalizado en el sistema financiero, bastante significativamente, la Declaración de Riesgos Climáticos. Está en la red constituida por gran parte de los bancos centrales del mundo, incluyendo a China, incluyendo hasta hace poco a Estados Unidos. Están trabajando para poder evaluar los riesgos climáticos, están obligando a las empresas a que declaren sus riesgos climáticos. En el caso de Chile tenemos una ley.
Gran parte de los países tienen compromisos climáticos de carbono neutralidad, que se mantienen firmes y, por tanto, todas esas cosas me hacen pensar que si bien queda mucho por delante con respecto a eso, hay elementos que nos permiten decir que el Acuerdo de París cambió el curso de la trayectoria del cambio climático, evitando los efectos más extremos que se pudieran presentar.
Entonces, no se puede decir que no ha logrado nada. Hay que hacer más cosas, pero hemos tenido que llevar dos elecciones importantes de Estados Unidos, que se salió del Acuerdo de París, y eso hace mucho más difícil mantener el impulso a pesar de que el mundo sigue adelante. Y este año, con toda seguridad va a ser nuevamente un año récord de inversiones en tecnología limpia.

—¿Cuál es la principal cuestión pendiente en esta última década?
—Tiene que ver con reconocer qué modelo seguir, qué se puede replicar y qué puede escalar. El mundo tiene dos formas de ver esto. Esto se logra a través de un gasto fiscal inmenso, a través de proyectos como el Green Deal o como el IRA [Inflation Reduction Act, ley que impulsa la inversión en energías renovables y busca reducir las emisiones de gases de efecto invernadero] de Estados Unidos. O se puede hacer a través de un modelo de negocio que permita que esto se haga a través de la inversión privada.
Ese es el gran cambio que creo que nos va faltando, porque en la práctica, el mundo en desarrollo sigue llorando por un financiamiento climático de países desarrollados, que con toda seguridad no va a llegar porque los países tienen deudas, tienen compromisos, tienen presiones de gasto altas. Por lo tanto, la salida, es cuando tú eres capaz de poder generar condiciones para que el sector privado invierta, para que no sea necesario un modelo de subsidios.
La acción climática trae muchos beneficios locales que permiten dejar de importar combustibles fósiles, acceder a inversión, crecimiento, creación de empleo y bajar el costo energético asociado a la energía renovable. Y ese ejemplo, ese aprendizaje todavía no ha calado, porque en la práctica tenemos condiciones que impiden eso, como empresas estatales corruptas que impiden las inversiones en renovables para ir quitando espacio al carbón. Eso se replica en muchos lugares del mundo donde la barrera no es económica, sino que más bien institucional.

—Habló del rol de las empresas e intereses del carbón. ¿Cómo evalúa el rol de los países y empresas latinoamericanos petroleros y gasíferos y de sus empresas?
-Creo que es extremadamente irresponsable, no solamente en lo moral, sino en lo económico, invertir en activos que perfectamente pueden quedar obsoletos. Los sueños de expansión de producción [de petróleo y gas] de Argentina, de Brasil, de Perú, de Estados Unidos, de Australia, de Canadá no se condice con la demanda real que se proyecta de gas natural y de petróleo, y por lo tanto alguien va a perder.
¿Y quiénes van a perder? Aquellos que tienen los costos de producción más altos y por lo tanto esto va a generar una dependencia de su sistema económico, de sus impuestos, de su recaudación fiscal, su gasto, su subsidio a través del petróleo, sabiendo que esto va a terminar. Van a quedar expuestos a tener inversiones que no van a generar utilidades ni empleos correctamente reacondicionados a otros fines. V a ser pan para hoy, hambre para mañana. Quizás va a poder servir para el mercado interno, pero francamente no va a ser tan prometedor para el mercado externo, especialmente sabiendo que Latinoamérica tiene más renovables que el resto del mundo, llegando al 70 % de renovables este año, y que estamos pisando los talones a los países desarrollados en temas de electromovilidad.

—Falta cada vez menos para la próxima cumbre climática, la COP30, en la Amazonía brasileña, donde se reunirán los líderes mundiales, expertos y científicos con la misión de combatir el cambio climático. ¿Qué expectativas tiene?
—Uno escucha la aspiración incluso del país sede, Brasil, de querer producir más gas natural y petróleo. Eso no se condice con la ambición que uno quisiera. Pero por otro lado, yo creo que siendo la COP latinoamericana, después de haber pasado una seguidilla de cumbres climáticas en países petroleros, esta es la primera cumbre climática en mucho tiempo que nos va a encontrar con otro estilo, con una sociedad civil muy potente, que ha sido vital para lograr cambios.
Creo que se va a poder demostrar al mundo que Latinoamérica sí tiene un modelo que se puede replicar, que siendo una de las regiones más vulnerables y más desiguales que tiene el planeta al cambio climático también es una región que se ha beneficiado significativamente con mayor energías renovables, que la electromovilidad está avanzando y permitiendo reducir los costos en transporte público en la región.
Tengo la esperanza de que Latinoamérica va a estar apoyando a la presidencia de la COP para que sea una cumbre que reconozca que quedan muchas cosas por delante, pero que al mismo tiempo reconozca que hay avances para bien. Y en este contexto yo creo que Brasil va a tener una gran oportunidad. Brasil va a mostrar que tiene la chance de poder liderar los cambios en torno a otros contaminantes que tienen que ver con el desarrollo de los países, como el metano, en donde tiene metas que son importantes para mitigar metano en ganadería, en residuos.

Aun sin Estados Unidos, el mundo sigue comprometido con el Acuerdo de París y no solo por un imperativo moral, sino económico. Así que el contexto va a poder convocar a China, va a poder convocar a otros liderazgos para mostrar que el mundo sigue adelante, sigue comprometido, sigue avanzando en esto, estrechamente arraigado en los beneficios económicos de los países de descarbonizarse.
—Habló del liderazgo de Brasil, pero Lula da Silva promueve la extensión de la frontera hidrocarburífera en la Amazonía, como también resaltó. ¿Cree que Lula va a poder mantener su liderazgo climático con esa posición? ¿Puede dar el ejemplo?
—Yo creo que esa es una contradicción que no representa una gran parte de sus emisiones. Es claramente una contradicción, pero todos los países tienen contradicciones. China puede ser el país que más construye energía renovable, al mismo tiempo que más sigue avanzando con el carbón. Estados Unidos tuvo la contradicción, incluso con [Joe] Biden, de que se transformó en la primera potencia de producción de petróleo y gas del mundo, al mismo tiempo que estaba avanzando más que nunca en temas de cambio climático.
Entonces, en el fondo todos tenemos contradicciones. Es importante tener ese liderazgo porque peor sería no tener nada. Las contradicciones de los países nunca deben ser una excusa para que el resto de los países no tengan que hacer lo que es correcto.

—¿Ve otro liderazgo latinoamericano en términos de ambiente y climáticos además de Lula?
—Hay dos que son importantes. Uruguay, que tiene el mayor desarrollo de renovables de la región, de renovables no convencionales. Y también Chile, el país número uno en energía solar en relación a su matriz y número cuatro en baterías de almacenamiento. Colombia también ha avanzado mucho, a pesar de que es importante que los compromisos continúen durante el próximo gobierno, y uno espera que México también retome algún liderazgo porque sus compromisos son, por el momento, bastante inadecuados con respecto a lo que se requiere.
—Los expertos recalcan que es muy difícil que Latinoamérica vaya con un proyecto común, con una postura común a la COP porque está muy dividida políticamente. Pero si hay un grupo de países más comprometidos, como Chile, Uruguay, Brasil, Colombia… ¿Qué deberían ir a plantear a la COP?
—La mirada política que deberían llevar los países es por qué seguimos produciendo y buscando producir más petróleo si no es compatible con el clima y tampoco es compatible con la misma economía. O sea, los países están arriesgando su futuro al invertir en cosas que no van a tener retorno necesariamente. Es un riesgo importante.

Va a ser importante hacia adelante que dejemos que el factor económico vaya determinando esas decisiones. Al clima no le importa quien gobierna, lo que en el fondo necesitamos es que bajen las emisiones.
—La falsa dicotomía entre políticas climáticas y desarrollo económico…
—Sí. En Chile, teníamos estudios que avalaban que el crecimiento económico que lográbamos con la descarbonización era mucho mayor quela dependencia al carbón: perdemos 20 % de nuestro crecimiento económico por la acción climática a 2050 o lo aumentamos en casi un 5 % por los beneficios de tener mayor inversión en tecnología y mayor resiliencia.
—Las energías renovables también están generando impactos ambientales en la región y es un debate instalado: litio, agua, deforestación. ¿Estamos preparados en Latinoamérica para hacer una transición energética justa?
—Creo que hay un tema que es importante: nosotros no medimos las tecnologías limpias con la misma vara del status quo. Al status quo no le pedimos análisis del ciclo de vida. Se está debatiendo si un vehículo eléctrico consume 50 kilogramos de litio, pero un automóvil a gasolina consume 2000 litros de gasolina cada año, generando un consumo de por lo menos 4000 litros de agua cada año. Y por lo tanto creo que no hay blanco ni negro, bueno ni malo. Pero efectivamente comparamos las cosas con el contrafactual. La inacción es mucho mayor en costos.
Las tecnologías actuales son mucho más contaminantes. Actualmente, el mundo tiene más de 7 millones de muertos por combustible sucio. Todo esto se puede abordar con tecnología limpia. Actualmente, la tecnología limpia de extracción de litio es mejorable y hay extracción de litio directa que permite bajar significativamente el consumo de agua. Entonces no podemos decir que un parque solar es una zona de sacrificio. Es una falta de respeto a la gente que vive en zonas de sacrificio: si un parque solar es una zona de sacrificio, entonces todo puede ser zona de sacrificio. Y al final desvirtuamos el término.
Imagen principal: Marcelo Mena, junto a una delegación china, en el marco del análisis de la descarbonización de Chile. Foto: cortesía Marcelo Mena