- En la caleta de Lebu, las mujeres realizan el encarnado de espineles, un arte de pesca fundamental para el éxito de la pesca artesanal de reineta, merluza, congrio y bacalao de la región de Biobío.
- Aunque las encarnadoras trabajan largas horas colocando carnadas en anzuelos, consideran que su labor ha sido históricamente invisibilizada, tanto por los hombres del sector como por el Estado chileno.
- Marcia Castro Martínez, presidenta de la Agrupación de Mujeres Encarnadoras de Lebu, defiende el uso del espinel como un método más selectivo y sostenible.
- También plantea que su fortalecimiento representa una oportunidad laboral para las mujeres costeras, además de una forma de enfrentar los impactos del cambio climático y la pesca industrial.
En la caleta de Lebu, un grupo de mujeres sostiene una labor clave para la pesca artesanal: el encarnado de espineles. Ya sea de día o de noche, trabajan por largas horas en los patios de sus casas colocando a mano, una por una, las carnadas en cientos de anzuelos atados a largas líneas de nailon. Lo hacen con rapidez y precisión porque de su destreza depende el éxito de las faenas en el mar de la región del Biobío, Chile. A pesar de su rol fundamental, consideran que su trabajo ha pasado desapercibido históricamente. “Hemos sido invisibilizadas siempre”, dice Marcia Castro Martínez, una de ellas.
“Si nosotras no preparamos este arte, los pescadores artesanales no pueden salir a pescar. Se deben al trabajo que hacemos nosotras para poder ir por el pescado. Ellos nos ven como una necesidad y no como una actividad que forma parte de la cadena de la pesca”, agrega Castro Martínez, presidenta de la Agrupación Comunal de Mujeres Encarnadoras, Pescadoras Artesanales y Actividades Conexas al Mar de Lebu.

“Ojalá todas las pesquerías más cercanas a los bordes costeros fueran exclusivamente sacadas con espinel, porque para nosotras significa una oportunidad de trabajo”, agrega la encarnadora también integrante del Consejo Nacional de Pesca. “Además, es más selectiva, porque se saca un pescado por anzuelo: nuestro trabajo es preparar verticales con reinales y anzuelos para poder ir a la pesquería de reineta, merluza, congrio y bacalao”.
Mongabay Latam conversó con Castro Martínez sobre los desafíos que enfrentan las mujeres en la pesca artesanal chilena y su lucha por el reconocimiento de su labor dentro del sector, así como sobre los efectos del cambio climático y el avance de la pesca industrial en la región.

—¿Qué representa para ustedes la Agrupación Comunal de Mujeres Encarnadoras, Pescadoras Artesanales y Actividades Conexas al Mar de Lebu?
—Esta organización la integran muchas mujeres con una misma visión: somos seis organizaciones las que formamos parte y nos agrupamos buscando que nos valoraran y nos pagaran justamente por el trabajo que realizamos. Como somos parte de una cadena familiar del trabajo de la pesca artesanal, fuimos minimizadas en el precio que se pagaba por hora. No había nada que nos respaldara, más que la buena voluntad: si traían pescado, te pagaban; si no, no te pagaban.
El tiempo nos llevó a organizarnos para dignificar nuestro trabajo. De ahí en adelante nos hemos dedicado a trabajar para fortalecernos y visibilizarnos respecto a la labor que realizamos como mujeres encarnadoras.
Soy presidenta de la agrupación desde hace más de 28 años —ya tendré que retirarme porque son muchos años siendo dirigenta—, por eso estamos preparando mujeres más jóvenes. Queremos que haya un cambio en la dirigencia, que vayan teniendo la visión, se vayan preparando, capacitándose y obteniendo más herramientas que a nosotras nos costó bastante tener.
La idea es poder sumar para que seamos una actividad realmente reconocida en la pesca artesanal, porque somos parte, pero a medias todavía. Nuestro objetivo es que nos valoren como una actividad más del sector pesquero artesanal y que no digan que andamos detrás de algo o quitándole algo a alguien, sino que nos validen por lo que realmente hacemos y por cómo vamos participando.

—En su rol dentro del Consejo Nacional de Pesca, ¿cómo ha logrado posicionar las voces de las mujeres?
—Ha sido muy difícil, porque la única función que tiene este Consejo es la de participar como un consejo consultivo. Nosotras queremos estar en toda la toma de decisiones de las políticas pesqueras del país, pero es súper difícil cuando solo estás ahí para que te consulten y des tu opinión, pero no tienes una mayor injerencia. Nosotras somos actividades conexas y no reconocidas todavía por el mismo sector, por eso cuesta mucho que estos temas tengan un mayor impacto.
Pero estamos ahí y vamos a ir pasando la responsabilidad a otras generaciones para que vayan peleando. Si bien el Consejo Nacional es una oportunidad, las actividades conexas no estamos siendo registradas ni certificadas en nuestra experiencia de encarnado. Ha sido difícil poder pelear para que seamos incluidas en la toma de decisiones o cosas importantes, tenemos que dar diez vueltas más que nuestros compañeros hombres en la pesca artesanal.
—¿Qué importancia tiene la organización femenina en la defensa del mar y de los oficios tradicionales en Lebu y la región del Biobío?
—Para nosotras es súper importante porque las mujeres somos visionarias del futuro. Tenemos una mayor responsabilidad, ya que somos quienes educamos. Al tener esa responsabilidad, creo que tenemos un rol súper importante al momento de participar, sobre todo, en nuestra función de pesca artesanal ya que cada día hay menos conciencia del daño que se le hace a nuestros océanos.

—El encarnado de espineles es un trabajo manual, delicado y muchas veces realizado desde los hogares. ¿Qué implicancias tiene esto para el reconocimiento legal y laboral de estas trabajadoras?
—Nosotras ya hemos hecho la transformación. Hemos llegado a modificar leyes, hemos llegado al Parlamento para exigir los espacios que nos corresponden por derecho y no porque hemos llegado a entrometernos en algo. Lo que queremos es que simplemente se hagan cargo de lo que han abandonado históricamente, que es el rol de las mujeres en el sector pesquero artesanal.
Siempre se habla de “pescadores” y cuando las mujeres venimos a reclamar el derecho del que hemos sido parte siempre, vemos que incluso todavía les cuesta decir “pescadores y pescadoras”. Creo que estamos nada más que reivindicando un derecho y una deuda que el Estado tiene con nosotras las mujeres en el sector pesquero, que estamos desde niñas insertas en esto.

—¿Cuáles han sido los mayores logros de la Agrupación Comunal de Mujeres?
—Modificar el cuerpo legal de una ley, donde nos reconocen como parte de la pesca artesanal: la Ley 21.370, que viene a reconocer las actividades conexas con sus nombres, como las encarnadoras, las desconchadoras, las ahumadoras, las rederas, las carapacheras y las charqueadoras. Eso hace que nosotras tengamos algo que nos respalda legalmente, pero todavía falta mucho, porque el Estado no ha querido cumplir el rol que le corresponde al no implementar las políticas que ellos mismos tienen para que el reconocimiento se pueda aplicar como corresponde.
Hay que hacer un reglamento y luego catastrar a estas mujeres para que puedan tener una acreditación, para que así como actualmente yo puedo tener un carnet de pescadora artesanal, ellas puedan tener un carnet de actividades conexas para que las instituciones relacionadas al fomento de la pesca artesanal puedan ir apoyando a estas mujeres en su desarrollo económico y en la cadena de valor.
Cuando hoy se modifica una ley de igualdad de género en participación y en toma de decisiones en las políticas pesqueras, no se nos garantiza nada, porque no implementan la ley. Estamos avanzando a medias y creemos que el rol del Estado ha sido diminuto en este trabajo que hemos ido haciendo las organizaciones, porque nosotras hemos llegado al Parlamento.
Hemos estado a medias desde 2023, porque ya deberíamos tener un catastro real de las actividades conexas que se realizan a lo largo del país. Nosotras no venimos de ninguna escuela que nos enseñe: somos una cultura ancestral que hacemos vinculadas a nuestra historia y a nuestro territorio. Dependiendo de dónde nos encontremos, es la actividad conexa de la pesca artesanal que vamos realizando las mujeres.

—¿Qué tan receptivas han sido las autoridades y organismos públicos a las demandas del trabajo femenino en el sector pesquero artesanal? ¿Hay avances concretos en reconocimiento o regulación?
—No ha habido avances concretos, todavía estamos en espera y es lamentable. El Estado está ausente cuando crea políticas, instancias o modifica leyes, no las implementa al 100 % y son ellos mismos quienes siguen postergando el desarrollo porque no exigen a sus departamentos la aplicación de estas. Tenemos que ser nosotras mismas, las mujeres del sector, quienes fiscalicemos.
Es decir, pedimos, somos parte, y encima fiscalizamos y evaluamos que esto vaya ocurriendo, y no se ha visto el cambio. Todavía estamos en las mismas. Simplemente tienen una buena intención, pero a las autoridades les falta. Y lamentablemente tenemos que andar cada vez golpeando las puertas más fuerte para que puedan actuar y decirles: “Aquí está la ley, les corresponde hacer la pega”.

—En materia ambiental, ¿qué impactos ha observado en la pesca artesanal y en las comunidades costeras debido a la pesca de arrastre, particularmente en la captura de reineta?
—El impacto ha sido tremendo. Siempre he dicho que la reineta debe ser pescada única y exclusivamente con espinel, y eliminar todo tipo de redes de la pesquería que está cercana a la costa, porque se ha notado un impacto. Además, con el cambio climático, la no responsabilidad de nuestros pescadores artesanales en temas de trabajar los recursos, la no responsabilidad del Estado por no tener comités de manejo para los ciclos de desarrollo en las pesquerías se ha notado más.
Ya no tenemos pescado en los territorios como teníamos antes, ahora hay que salir a buscar a distintos lados. Hay escasez, hay poca consciencia, se ha notado que no tenemos las pesquerías cerca, incluso el tema de los pescados que salían siempre, ya sea de roca, de alga, no están. Eso ha sido consecuencia del no manejo de cada uno de los artes pesqueros.
Nosotras no somos científicas pero sí nos damos cuenta porque hay escasez de recursos. Decimos: ¿qué está pasando en el mar? ¿Por qué se van los pescados? ¿Por qué ya no tenemos esto? Y ha sido también por la forma en la que se ha hecho daño a nuestro ecosistema con la contaminación.
Todo tiene que ver y nunca nos han preguntado nuestra opinión como mujeres del sector. Lo hemos visto porque llevábamos más de un año sin trabajar masivamente en la pesca, hay una escasez tremenda de recursos en nuestra zona. Esto es por el acto humano, porque no hay una consecuencia [legal] al momento de extraer recursos o de botar cosas al mar.

—¿Cómo afecta esto específicamente a las mujeres que trabajan en actividades conexas de la pesca artesanal?
—A nosotras nos afecta mucho porque llevamos mucho tiempo sin poder trabajar como se hacía antes. Antes trabajaban todos, hoy andamos desesperados buscando pega porque de verdad hay una crisis de pesquería de reineta en la zona y no tenemos embarcaciones para salir a buscarla.
Están muy lejos los pescados, se han corrido muy al sur de Chile, estamos sin trabajo, nadie nos ve, nadie nos cuantifica porque no hay registro.
—¿Qué futuro espera construir para las nuevas generaciones de mujeres en la pesca artesanal y qué mensaje le daría a las jóvenes que hoy están comenzando a vincularse con estos oficios?
—Nunca es tarde para tomar conciencia, actuar y remediar. Pero creo que la pesca artesanal, así como vamos, se va a extinguir a muy corto plazo si no actuamos. Esto se nos va a complicar y lamentablemente las generaciones futuras no van a poder comer el pescado que nosotros disfrutamos actualmente. No hay, de parte de nuestros pescadores o familias pesqueras, la responsabilidad de cuidar nuestro mar.
Creo que es importante transmitir a las nuevas generaciones de la pesca artesanal que somos los únicos responsables de estar en las condiciones que estamos y que nunca es tarde para poder cambiar las formas. Es la mayor reflexión: el mar nos ha dado todo, pero también nos está diciendo que hay que cuidarlo, porque lo estamos exterminando.
Por lo tanto, la conciencia del cuidado hay que transmitirla a las nuevas generaciones. Creo que son las únicas que hoy podrían tener una conciencia de autocuidado de nuestro sector, de nuestras formas de pescar, de nuestros productos, porque creo que las generaciones que estamos actualmente ya no la tomamos. Son las nuevas generaciones las llamadas a cuidar lo que tenemos, lo poco que les estamos dejando.

*Imagen principal: En la Caleta de Lebu es común ver mujeres y familias completas encarnando espineles en el patio de sus casas. Foto: Francisco Velásquez