- La introducción del paiche genera ingresos económicos y contribuye a disminuir la presión sobre los recursos naturales.
- Más del 90 % de la ingesta proteica de la población indígena de la cuenca amazónica proviene del consumo de peces de ríos y lagunas.
Marineros sin carta de navegación, los descendientes de los paiches (Arapaima gigas) que se escaparon de criaderos construidos en los lagos Sandoval y Valencia, en Madre de Dios (Perú), a mediados de los años sesenta, están a punto de generar una revolución productiva en la Cuenca Amazónica Boliviana. Su adaptación en los ríos de los departamentos de Beni, Pando y Santa Cruz ha sido milagrosa. Los beneficios económicos entre la población rural del norte del país también.
En Bolivia, pese a las mejoras observadas en los últimos años por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), los índices de pobreza e indigencia siguen siendo muy elevados. Según los reportes del organismo internacional, los pobres del quinto país más extenso en tamaño de Sudamérica viven en sus áreas rurales.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
En el puerto fluvial de Riberalta, en el departamento de Beni, y en los mercados de Trinidad, Santa Cruz y Cochabamba, las ciudades más pobladas del norte boliviano, son cada vez más los pescadores dedicados a comercializar con éxito la carne y los “cueros” de una especie invasora —o introducida— que contribuye en la actualidad con más del 80 % a los desembarques de pescado de la Amazonía boliviana.
Los embajadores silenciosos llegados desde el Perú se han convertido en un activo económico para cientos de familias bolivianas. Y si se manejan de manera apropiada sus pesquerías podrían convertirse también en un antídoto poderoso para frenar la deforestación y el cambio de uso de la tierra, dos problemas asociados que aquejan al país.
En Bolivia, según cifras proporcionadas por el Centro de Documentación e Información de Bolivia (CEDIB), una organización independiente con sede en Cochabamba, se deforestan 350 mil hectáreas de bosques cada año como consecuencia de la transformación —legal o ilegal— de sus coberturas boscosas en tierras agrícolas, habilitadas principalmente para la producción de monocultivos tan cuestionados como el de la soya.
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Un gigante apacible
Depredador insaciable, el paiche habita lagunas con abundante vegetación flotante y ríos de corrientes lentas donde el oxígeno es por lo general escaso y la provisión de alimentos no ofrece mayor competencia. En las cochas y en las llanuras inundadas por las crecientes, el paiche, un omnívoro pertinaz y omnipresente, se distingue de los demás peces por su talla descomunal y el color pardo oscuro de su cabeza y dorso.
Considerado el pez con escamas más grande que recorre las aguas continentales del planeta, el paiche es un prodigio de la evolución. Sus branquias, pequeñas en comparación a su anatomía, se han adaptado para excretar el dióxido de carbono y las demás sustancias que existen en los ecosistemas que habita.
La especie, por tanto, debe valerse del aire atmosférico para proveerse del oxígeno que necesita. El paiche, debido a eso, boquea, es decir, saca la testa del agua para proveerse de aire. Eso lo saben muy bien los pescadores de Brasil, Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela, el área donde se distribuye la especie y donde ha sido cazado con alevosía por más de tres siglos.
El primer avistamiento de paiche en territorio boliviano se produjo en 1976. Hasta el momento de su introducción a través del río Madre de Dios no se tenía registro de su presencia en Bolivia. Las barreras naturales que imponen las cascadas o cachuelas que existen en el río Madera, el curso fluvial donde van a parar el 99 % de las aguas de los ríos bolivianos, se constituyeron en un impedimento infranqueable para su ingreso a la cuenca amazónica de Bolivia.
Una selva desconocida
Resulta un contrasentido seguir tipificando a Bolivia como un país estrictamente altiplánico. El 65,7 % de su territorio es amazónico. O mejor dicho, se encuentra en la Cuenca Amazónica Boliviana (CAB), un territorio de más de 700 mil km2 cuya superficie es dos veces más grande que Alemania. Una región inmensa habitada desde tiempos inmemoriales por hombres y mujeres pertenecientes a 34 pueblos indígenas reconocidos en la actualidad por el Estado.
En esas selvas espléndidas se encuentran la mayoría de las áreas protegidas del país. Y gran parte de su abundante riqueza natural. Bolivia, no hay que olvidarlo, es un país megadiverso.
Para los especialistas en flora y fauna boliviana, la gran biodiversidad que existe en la cuenca amazónica del país se explica por la elevada heterogeneidad de sus hábitats, sobre todo acuáticos, y el aislamiento histórico al que ha sido sometido su territorio debido a la presencia de los mencionados rápidos o cachuelas en su zona fronteriza.
Pese a los índices de deforestación señalados, la cuenca boliviana ha permanecido relativamente intacta en comparación a los territorios amazónicos de los países que comportan el bioma. Por ello la presencia del coloso fue recibida en un primer momento con natural desconfianza por la comunidad científica. Para los ictiólogos bolivianos, el paiche del Perú suponía un riesgo para la salud de la Cuenca Amazónica Boliviana.
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Conviviendo con el invasor
Hay consenso entre los especialistas sobre la ruta seguida por un invasor que encontró en los arroyos y lagunas de Bolivia condiciones ecológicas para su reproducción y eventual dispersión por el interior del país.
Franz Pérez, un pescador tacana de Trinidacito, una aldea incrustada en el corazón del Territorio Indígena Originario Campesino (TIOC) TIM II, en el departamento de Pando, nos refirió cómo llegó el pez misterioso a su comunidad. Los TIOCs son los territorios que los pueblos indígenas poseen en propiedad de acuerdo al mandato de la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia promulgada el año 2009.
Franz tenía quince años cuando vio por primera vez un paiche. Los pescadores de Trinidad —una comunidad habitada mayoritariamente por indígenas esse ejjas, tacanas y cavineños— lo habían capturado en las aguas más calmas de la laguna El Mentiroso y no salían de su asombro: “Pensábamos que era un monstruo, nunca habíamos visto un animal tan grande”.
Por entonces todas las familias de su pueblo se dedicaban por entero a la recolección de castañas (Bertholletia excelsa), un recurso muy estimado por las poblaciones de la Amazonía boliviana y, en menor medida, a la pesca de surubí (Pseudoplatystoma fasciatum), pacú (Colossoma macropomum), tambaquí (Piaractus brachypomus) y otros peces nativos que comerciaban con dificultad en la ciudad de Riberalta, a siete horas en bote de su comunidad.
Franz, que ahora tiene 47 años y preside la Asociación de Pescadores de Trinidacito, se siente orgulloso de haber criado y educado a sus diez hijos con la venta de la carne y la piel escamosa de un pez que capturan de acuerdo a un plan de manejo aprobado en asamblea comunal en las lagunas de El Mentiroso, El Cedrillo, El Mentirosito y demás cuerpos de agua de su territorio.
“Si no nos hubiéramos tropezado con esta especie seguiríamos siendo pobres”, comentó sin reparos a los asistentes al Primer Congreso Boliviano de Ictiología, una reunión científica llevada a cabo en Cochabamba en octubre pasado precisamente para discutir, entre otros temas sectoriales, el papel de las pesquerías de paiche en el país.
La asociación que preside cuenta ahora con un vehículo motorizado que les permite acopiar el producto de sus faenas diarias y enviarlo debidamente refrigerado a Riberalta. Como ellos, otras comunidades indígenas se están incorporando a una actividad económica en evidente crecimiento. “Los pescadores de las cinco comunidades de nuestra asociación, termina su relato, capturamos más de siete mil kilos de pesca por campaña”.
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Seguridad alimentaria y pesquerías
La caza de animales silvestres en los bosques de las comunidades indígenas del norte amazónico, se puede leer en un trabajo publicado por el Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras (MDRyT), provee hasta el 2 % de la ingesta proteica de la p0blación rural en los llanos bolivianos.
El resto de la proteína consumida por los indígenas y campesinos es obtenida de los peces que capturan en su territorio. Por ello las especies nativas son de vital importancia para el autoconsumo y la subsistencia en una zona del país donde la agricultura y la ganadería no prosperan como en otras debido a las constantes inundaciones. Su carne es una fuente permanente de proteína animal de alta calidad para la población rural.
Ahora bien, el paiche rara vez es consumido en la mesa familiar, su valor para las poblaciones indígenas radica en el potencial comercial que tiene si es que se llega a comercializar fuera de sus territorios.
De allí precisamente la insistencia de los colectivos indígenas, la comunidad científica y el Estado por conocer los impactos negativos que pudiera estar ocasionando la “multiplicación de los paiches” en las especies locales de los TIOCs y el resto de la Cuenca Amazónica Boliviana (CAB).
Según lo señalado en un estudio realizado en siete comunidades rurales del Territorio Indígena Originario Campesino (TIOC) TIM II, una de ellas Trinidacito, el 75 % de la población boliviana vive en la cuenca amazónica. De los seis millones de habitantes que podría estar alojando la CAB, si seguimos el trabajo mencionado, dos millones viven en pequeñas comunidades indígenas y campesinas ubicadas cerca de ríos o lagunas de donde obtienen la proteína que los sostiene.
La presión sobre los recursos silvestres es evidente. Cuidarlos representa un asunto de seguridad nacional. Si no se actúa con propiedad, de manera planificada, la fuente de proteína animal silvestre que existe en los bosques amazónicos puede ser insuficiente para proveer la demanda mínima de las poblaciones rurales.
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Guardianes del bosque
Para el biólogo Paul Van Damme, director de Asociación Faunagua, una ONG dedicada desde el año 2004 a la investigación y manejo de los recursos hidrobiológicos y los humedales de Bolivia, es posible desarrollar una pesquería de Arapaima gigas sin comprometer o destruir la riqueza natural de la región. Obviamente, siempre y cuando esta pesquería se realice de acuerdo a un manejo técnico y participativo apropiado.
Los pescadores entrevistados por su institución corroboran lo que nos mencionaron los especialistas en la ictiofauna local durante el cónclave científico: las capturas de paiches en el norte boliviano están permitiendo que las especies nativas mantengan un nivel poblacional adecuado.
“Somos los equilibristas de los ríos y lagunas”, afirma Selín Trujillo, pescador de Riberalta y presidente de una federación que agrupa a catorce asociaciones de pescadores de los ríos Madre de Dios, Beni, Orton y Mamoré. “Si dejamos de pescar paiches los peces nativos desaparecerían, los paiches se los comerían”. Selín representa a 750 familias de las 1300 que se dedican a la pesca en la cuenca de los ríos mencionados. Los pescadores de su federación suelen capturar 28 000 kilos de paiche cada mes.
La opinión consensuada de los especialistas consultados por Mongabay Latam para la realización de este reportaje tuvo un lugar común: para todos la amenaza más visible para los peces y las pesquerías de la Cuenca Amazónica Boliviana está representada por los proyectos de construcción de represas hidroeléctricas en la frontera con Brasil y los embalses que ya se construyeron en el sector brasileño de la cuenca del río Madera.
Pesquerías indígenas
Con la aparición del paiche en las lagunas de los TIOCs del norte amazónico los pescadores indígenas han empezado a priorizar la pesca en esos ambientes, muchos de los cuales se encuentran dentro de sus territorios ancestrales.
Franz Pérez nos había referido que los pescadores de Trinidacito, conscientes de la fragilidad de los bosques y lagunas del Territorio Indígena Originario Campesino (TIOC) que habitan, están utilizando los recursos pesqueros con mucho mayor cuidado, de acuerdo a planes de manejo consensuados por toda la comunidad. “En nuestras lagunas no usamos mallones o redes agalleras de gran tamaño, nuestras capturas las hacemos a punta de anzuelo o espinel”, artes de pesca, por cierto, menos destructivas e invasivas que las utilizadas por las pesca industrial.
Desde que se popularizó su pesca, comenta Van Damme, la explotación de los recursos pesqueros en los ríos se ha reducido a un mínimo. Menos presión sobre el bosque y los cuerpos de agua, mayores posibilidades de aprovechar adecuadamente los recursos naturales.
El empoderamiento de las organizaciones comunitarias es tan fuerte en el norte boliviano que son las autoridades de las propias comunidades las que autorizan o no el ingreso de pescadores mestizos a los cuerpos de agua donde se encuentran los recursos.
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Paiches para todos los gustos
Los estudios de Van Damme y Faunagua estiman que hasta el 2010 la producción pesquera global en la Cuenca Amazónica Boliviana había alcanzado las 3080 toneladas por año. Según sus reportes el 17 % de ese volumen correspondía a capturas de paiche.
Si el invasor silencioso prosiguiera su avance al ritmo actual —a razón de 20-30 km por año— y llegara a colonizar el resto de la cuenca, la pesca de paiche podría rozar dentro de veinte años las 2000 toneladas anuales.
Aprovechamos un alto en el congreso de ictiología para preguntarle al biólogo Jaime Sarmiento, reconocido estudioso de los peces bolivianos, sobre los estimados que se empiezan a manejar sobre las capturas de paiche a futuro.
Para el responsable de la sección peces del Museo Nacional de Historia Natural de Bolivia, la introducción en los ríos y llanuras inundadas de “un predador gigantesco” como el paiche supone grandes riesgos para las comunidades de peces locales que hay que seguir evaluando científicamente, “aunque también —agregó— el paiche podría convertirse en un escudo para ellos”. La pesca de estos intrusos supuso una disminución de la presión sobre las especies nativas.
La lucha contra la pobreza y la inseguridad alimentaria se ha convertido en una las preocupaciones más latentes del gobierno boliviano. De allí que la administración del presidente Evo Morales aprobara en mayo pasado la Ley de Pesca y Acuicultura Sostenibles, el marco legal que de acuerdo a las previsiones del Ministro de Desarrollo Rural y Tierras (MDRyT), César Cocarico, contribuirá decisivamente a lograr “la seguridad y soberanía alimentaria en condiciones de inocuidad y calidad para el vivir bien de las bolivianas y los bolivianos en el marco de la economía plural”.
Según los datos presentados por Van Damme en el congreso cochabambino, el consumo de pescado en el país apenas alcanza en la actualidad los 3,3 – 3,7 kg/persona/año, muy por debajo de lo que se consume en las comunidades del norte amazónico. Muy por debajo también de las metas que se ha propuesto cumplir el MDRyT.
Sin embargo, los trabajos realizados por un equipo de investigadores conformado por Alison Macnaughton, del departamento de Geografía de la Universidad de Victoria, Canadá y los especialistas bolivianos Selva Montellano y Fernando Carvajal en cuatro TIOCs del norte amazónico de Bolivia: Chácobo-Pacahuara, Cavineño, Tacana-Cavineño y Territorio Indígena Multiétnico II (TIM II), indican lo contrario: el consumo de pescado dentro de las comunidades indígenas supera los 40 kg anuales, un promedio muy por encima de los 12 kg recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Se trata de una realidad que debe mensurarse en su real dimensión para actuar con cautela. En el norte boliviano las pesquerías locales generan beneficios indudables para su población; pero a pesar de ello, como lo mencionó el biólogo Sarmiento, el aumento desmedido de las actividades humanas en las tres cuencas hidrográficas de Bolivia (la amazónica, la de río de la Plata y la del Titicaca) ha empezado a poner en riesgo la salud de los ecosistemas donde se encuentra la riqueza natural del país.
¿Qué hacer?
Para Joachim Carolsfeld, directivo del proyecto Peces para la Vida, iniciativa que intenta mejorar la contribución del pescado a la seguridad alimentaria y a la reducción de la pobreza en Bolivia, resulta indispensable optimizar la pesca del paiche para que su comercialización beneficie de verdad a las comunidades locales sin alterar el ambiente.
“Hay que promover la pesca de esta especie pero de manera planificada, sostenible, con controles establecidos que minimicen los impactos” comentó para Mongabay Latam.
Caroslfeld y un grupo muy importante de ictiólogos e instituciones bolivianas consorciadas desde hace seis años en el proyecto están tratando de conseguir mejores condiciones para la comercialización del recurso. Los precios de la carne de paiche son manejados por acopiadores urbanos que imponen sus condiciones en perjuicio de los productores locales y las vías de comunicación no siempre son las apropiados.
Sin duda, la pesca del “invasor exitoso” que llegó desde el Perú está produciendo en Bolivia rendimientos más altos de los previstos. Los ejemplares de Arapaima gigas capturados generan mayores cantidades de carne, piel y escamas que las especies tradicionales. Según las pesquisas del equipo de Macnaughton en las lagunas de los cuatro TIOCs evaluados la densidad promedio de paiches es seis veces mayor que las observadas en las cochas de la Reserva Nacional Pacaya Samiria, en Perú.
Si a esto le añadimos la gran demanda que tiene el nuevo recurso en los mercados regionales, transfronterizos, por su carne —no hay que olvidar que la especie se encuentra protegida en el Apéndice II Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) debido a la explotación desmedida a la que estuvo sometido el recurso a partir del siglo XVIII—, el éxito de su explotación comercial pareciera estar asegurado.
¿Qué se debe hacer para que la revolución pesquera dinamice el norte amazónico de Bolivia y se disminuya la presión humana sobre el bosque y los recursos naturales de la región?
Para los especialistas que asistieron al I Congreso Boliviano de Ictiología la hoja de ruta es clara: es necesario conjugar esfuerzos entre todos los actores —pescadores, comercializadores, científicos, autoridades— para generar los insumos sociales y ambientales que permitan optimizar la pesca del recurso de cara a su adecuada gestión.
“Sin ordenamiento pesquero y políticas públicas sensatas”, comentó Paul Van Damme, de la asociación Faunagua, “es poco lo que se puede avanzar”. “El reto del siglo XXI, dijo Jaime Sarmiento al inicio del evento científico, es conservar las riquezas naturales que tenemos en un escenario de desarrollo tan acelerado”.
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