- Cerca de los campamentos mineros en la zona de amortiguamiento de la Reserva Nacional de Tambopata, un grupo de hombres y mujeres ha resistido las amenazas durante años. Estos son sus testimonios.
Madre de Dios es una de las regiones más amenazadas por la minería ilegal en el Perú. Desde hace 30 años, la minería aurífera ha acabado con más de 100 mil hectáreas de bosque en esa región. El impacto no ha sido solo ambiental. La ilegalidad llegó acompañada de mafias criminales, invasores de terrenos, trata de mujeres, corrupción y muerte.
Al lado de los campamentos mineros, en la zona de amortiguamiento de la Reserva Nacional de Tambopata, existe un grupo de personas, hombres y mujeres, que durante años han resitido las amenazas de la minería y tala ilegal. De hecho, uno de ellos fue asesinado hace tres años. La ‘Operación Mercurio 2019’, desplegada hace una semana por el gobierno peruano para erradicar la extracción ilegal de oro, aumentó el hostigamiento contra este grupo de defensores ambientales.
Mongabay Latam estuvo en la zona y recogió sus preocupantes testimonios.
Ana: “¡Esconde a tu hijo, lo están buscando para matarlo!”
La última vez que Ana* pidió una intervención para sacar de su terreno a los ilegales, llegaron 40 agentes policiales y le pidieron que alguien de su familia los acompañe. Vistieron de policía a su hijo mayor, para que sirva de guía, y encontraron 14 motores operando. Cada uno de ellos fue destruido. A la salida, en un descuido, el hijo de Ana se sacó el casco policial y uno de los mineros lo identificó. Lo que vino después fue un infierno.
Tiempo después, la enfermera de la posta llegó corriendo a la casa de Ana: “¡Esconde a tu hijo, lo están buscando para matarlo!”. La enfermera habia visto llegar a dos hombres armados a la posta preguntando por él.
“A veces no quiero recordar todo esto, pero debo contarlo”, dice Ana y se quiebra al final de la frase. “Nunca hubiera querido saber qué siente una madre cuando buscan a su hijo para matarlo. A veces pienso ¿hasta dónde soportaré?”.
Su hijo tuvo que salir de Madre de Dios por unos años. Pero cuando volvió, ideó un plan para vengarse del minero que lo delató. Buscó a su primo y le pidió que se infiltre como minero ilegal en La Pampa para encontrar las pruebas que lo ayuden a denunciar al sujeto. A las pocas semanas de ingresar fue interrogado por los miembros de seguridad de los mineros, quienes por las dudas lo mataron. Un balazo certero. Hoy el hijo de Ana se dedica a cosechar legumbres y, sobre todo, a pasar desapercibido.
Sin embargo, las amenazas a Ana no terminaron con ese episodio. Días antes de la ‘Operación Mercurio 2019’, ante el aviso de la llegada de la Policía y de las Fuerzas Armadas, los ilegales reaccionaron buscando lugares seguros para esconder las maquinarias y motores que usan para extraer el oro.
Ana estaba en la cocina, abstraída en el ir y venir de los carros que recorren la carretera Interoceánica hacia La Pampa. De pronto, una voz desconocida irrumpió en la tranquilidad de su casa. “Ana, buenos días. He venido a pedirte un favor” —le dijo una mujer— “He venido a buscarte para que me guardes unas máquinas”.
“Ahorita mismo te doy 500 soles (US$150) y te puedo volver a dar luego”. Ana se armó de valor y dijo que no. “¿Y por qué no, si te voy a pagar? Tú eres de los ‘soplones’, ¿no?”, le respondió molesta la desconocida.
—No, mi esposo no está y no tomo esas decisiones sola.
—Está bien, Ana. Volveré pronto, entonces, le dijo la mujer en tono amenazante.
Esa noche, una vez más, ni Ana ni su familia pudieron dormir.
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Esteban: “¡En dos días vas a desaparecer!”
En junio del 2018, Esteban* conoció por primera vez lo real que puede volverse una amenaza. Ese día un hombre a bordo de una motocicleta se estacionó frente a su terreno y se acercó a su esposa para preguntarle por él.
—¿Quién lo busca? —le dijo ella, con la puerta entreabierta.
—Quiero conversar con él.
—No está —respondió, y cerró.
Ese día Esteban sí estaba en la casa, no se sentía bien y aprovechó para descansar con sus hijas y nietos. Vio a su esposa entrar, temerosa, mientras le hacía una señal de silencio con el dedo. Se asomaron por la ventana y no era una sola motocicleta, eran seis.
—¿Ustedes quiénes se creen? No pueden denunciarnos y pensar que nada va a pasar. ¡En dos días vas a desaparecer! —gritó el hombre de la primera moto.
Durante una semana, nadie salió de la casa. Ese fue el último evento que los convenció de abandonar su hogar por un buen tiempo.
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Demetrio: “El Estado no garantiza nuestra seguridad”
Demetrio Pacheco es el vicepresidente del Comité de Gestión de Tambopata y presidente de la Asociación de Concesiones Forestales de Reforestación de Madre de Dios. Su deseo por conservar el ambiente lo ha expuesto a muchos peligros, sobre todo a las amenazas de invasores y taladores ilegales. Las autoridades insisten en que denuncien lo que están viviendo, pero es más fácil decirlo que hacerlo.
“Las autoridades nos demandan que denunciemos, pero nos piden nombres, algo que no siempre sabemos”, explica. Pero cuando logran identificar a su agresor y hacen la denuncia, cuenta el dirigente, el victimario —muchas veces por actos de corrupción— termina enterándose de quién fue el ‘soplón’.
“Estamos contribuyendo con el Estado a la protección de los bosques, pero el Estado no garantiza nuestra seguridad”, añade.
Los funcionarios: “Todo el que se opone a la minería ilegal en Madre de Dios es amenazado tarde o temprano”
Los fiscales ambientales que trabajan en Madre de Dios también corren peligro.“Nosotros mismos somos amenazados, tanto que los once fiscales en materia ambiental hemos optado por no tener a nuestras familias en Puerto Maldonado”, sostiene Karina Garay, fiscal especializada en Materia Ambiental de Madre de Dios.
Garay reconoce que la situación para los defensores ambientales es complicada. Por la falta de personal para investigar, se ven obligados a solicitarles toda la información posible a las víctimas y esto los expone.
La fiscal cree que una de las salidas, por ahora, es activar la Unidad Central de Asistencia de Víctimas y Testigos para los casos de amenazas a defensores ambientales. Solo así se les podrá dar las garantías para brindar información segura.
En el primer día de la Operación Mercurio en Madre de Dios se rescataron 44 víctimas de trata y se detuvieron a 38 personas. Además se intervinieron 55 puestos de venta ilegal de oro y combustible. Se instalarán bases militares. Video: Mongabay Latam.
Otra entidad que recibe constantemente denuncias ambientales y por amenazas en Madre de Dios es la Defensoría del Pueblo. Guimo Loaiza, representante del defensor del Pueblo en esta región, señala que la principal demanda de los defensores ambientales es que se controlen las invasiones, la minería y tala ilegales, que se fiscalice a las personas que realizan cambio de uso del suelo, todo eso por encima de su propia protección.
“Desde hace seis años nos piden que exijamos al Ministerio Público y a la Policía que aceleren las diligencias. Lo que buscan es que se sancione al que comete el delito ambiental. Resolver las amenazas que reciben pasa a segundo plano. Ellos cuentan que cuando tramitan las garantías personales, estas no se concretan porque las personas que los amenazan no son fáciles de identificar o no tienen domicilio estable”, indica Loaiza
“Todo el que se opone a la minería ilegal en Madre de Dios es amenazado tarde o temprano”, cuenta el funcionario de la defensoría.
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Aurelio: el testimonio de un infiltrado
Es la hora de la cena en la casa de Aurelio*. La tele está prendida en el canal de siempre, ese en el que ven los programas de animales, una tradición familiar. Aurelio sorbe una cucharada de sopa, mientras observa atento un documental sobre tigres en una selva muy distante a la suya. “Alguna vez fue así por aquí”, dice Aurelio y vuelve el silencio a la sala.
Ese cambio drástico en la selva llevó a Aurelio a tomar una decisión arriesgada: infiltrarse en el corazón de la ilegalidad para aportar información valiosa al Comité de Gestión de Tambopata.
Empezó por buscar pequeños trabajos que le permitieran averiguar la siguiente zona que tomarían los mineros ilegales. También se enteraba de quienes venían con los datos de las próximas interdicciones de la policía. Los mineros empezaron a confiar en él, a veces le pedían que les tome fotos con sus nuevas maquinarias. Mientras tanto, Aurelio tenía que disimular la ira de ser testigo de cómo iban destrozando a su paso más tierras, de cómo sin importarles las llenaban de mercurio, de ver los ríos cada vez más contaminados. Sin embargo, gracias a su trabajo, se pudo establecer que los ilegales operan como una organización criminal.
La seguridad armada de los mineros está muy bien planificada. Cada trabajador, ya sea dentro de las pozas mineras o incluso en los puestos de venta de gasolina y oro, paga una cuota para que gente armada con pistolas y escopetas lo resguarde. La violencia de la que escapó 19 años atrás, volvía al hogar de Aurelio, eso sentía cada vez que veía a tanta gente armada alrededor. Eligió a Madre de Dios como refugio, pero la región parecía castigarlo.
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Alfredo Vracko: la búsqueda de justicia
Alfredo Vracko Neuenschwander asumió el cargo de presidente de la Federación de Concesionarios de Forestación y Reforestación de Madre de Dios con todo el riesgo que ello implicaba. Quiso enfrentar a los mineros y taladores ilegales, pero lo mataron. Lo mataron el 19 de noviembre del 2015.
Su asesino lo siguió hasta el segundo piso de su casa. Ese día iba a llegar un contingente policial y fiscal para desalojar a los mineros ilegales que habían invadido su predio, a la altura del kilómetro 98 de la Interoceánica. Estaba harto de las amenazas de muerte, ese día la iba a pelear. Lo mataron de tres disparos.
Freddy Vracko, su hijo, no ha parado de buscar justicia. “El caso aún sigue en la fiscalía de Mazuco, que no se dan abasto”, comenta a Mongabay Latam. Freddy cuenta que en el transcurso de estos tres años solo ha habido obstáculos, como la negativa para trasladar el caso a una fiscalía más cercana a la familia o el que la policía no quiera ingresar a la zona de la investigación sin Freddy. “Ellos quieren que los acompañe cuando es inseguro”, señala.
Incluso Edwin Méndez Quea, uno de los testigos que reveló el indicio más grande que tiene la fiscalía para llegar al asesino, falleció a fines del año pasado de cinco balazos. “Hay muchas pistas para terminar la investigación, pero no se avanza”, cuenta Freddy.
* Por la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran y a pedido de ellos, Mongabay Latam ha decidido ocultar las identidades de algunos entrevistados. En esos casos se ha optado por solo usar nombres y no apellidos. Sin embargo, este medio cuenta con los nombres completos y las grabaciones de las entrevistas.
El reportaje completo se puede leer aquí.
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