El crecimiento de la palma en Indonesia se presenta como un milagro económico, pero hay otra versión de la historia: tratos encubiertos, asociaciones turbias, destrucción de bosques y más.
Esta es la primera entrega de Indonesia en Venta, una saga en profundidad sobre la corrupción detrás de la crisis de deforestación y derechos de la tierra en Indonesia, una colaboración entre Mongabay y The Gecko Project.
Este reportaje es una colaboración entre Mongabay y The Gecko Project, una iniciativa de Earthsight, organización sin ánimo de lucro de Reino Unido.
El 29 de noviembre de 2007, en la décima planta de un bloque de oficinas revestido de mármol en Yakarta, el descendiente de una de las familias más ricas de Indonesia se reunió con un visitante de la isla de Borneo.
Arif Rachmat, de treinta y pocos años, era el heredero de un imperio empresarial y una fortuna inmensa que le colocaría entre las personas más ricas del mundo. Su padre ascendió como jefe de la industria bajo la dictadura de 32 años del presidente Suharto. Después de que una crisis financiera regional forzase al dictador a dimitir, el padre de Arif fundó un extenso conglomerado, el Grupo Triputra, con negocios que van desde la minería hasta la fabricación.
Arif alcanzó la mayoría de edad como uno de los más privilegiados miembros de la generación posterior a Suharto, estudió en una de las universidades más importantes de los Estados Unidos y se curtió en una gran corporación estadounidense. Había regresado recientemente a su país para unirse a la empresa familiar, para tomar el control de la sección de la agroindustria de Triputra. Ahora su intención era posicionar la empresa como operador dominante en la industria en auge del aceite de palma de Indonesia.
La visita de Arif ese jueves fue Ahmad Ruswandi, un joven gordito con gafas y tendencia sonreír y reírse de forma nerviosa. Contemporáneo de su anfitrión Arif a la edad de 30 años, Ruswandi venía de otro sitio, pero podía ser perdonado por pensar que su fortuna estaba al alza mientras subía en el ascensor en la Torre Kadin.
El padre de Ruswandi, Darwan Ali, era el jefe de un distrito en la región Indonesia de Borneo llamado Seruyan, lo que le pone a la vanguardia de un nuevo amanecer de la democracia en Indonesia. Darwan estaba entre los primeros políticos que eligieron, localmente, dirigir distritos por toda la nación, después de tres décadas en las que Suharto había mantenido a todo el país bajo un estricto control. A estos políticos, conocidos como bupatis (jefes de distrito), se les dieron enormes poderes nuevos, como la capacidad de arrendar casi todas las tierras dentro de sus jurisdicciones a quienquiera que considerasen apto para desarrollar dichas tierras.
Los bupatis tenían una opción. Podían intentar dar paso al desarrollo económico a la vez que salvaguardaban los derechos de la población que representaban; o podían repetir los pecados de Suharto, que había saqueado los recursos de Indonesia en una orgía de capitalismo clientelista.
La escena en la Torre Kadin proporcionaría alguna indicación sobre la dirección que había tomado Darwan. Mientras caía la hora punta de la tarde sobre la capital, su hijo Ruswandi vendía a Triputra una empresa fantasma con un único activo, una licencia para crear una enorme finca de aceite de palma en Seruyan. La licencia había sido emitida por el mismo Darwan, que estaba ahora en medio de una cara campaña de reelección. No era la primera empresa fantasma que Ruswandi había vendido y no era el único miembro de la familia que ganaría dinero con los activos de Seruyan.
Durante los últimos nueve meses, The Gecko Project y Mongabay han investigado las operaciones de los terrenos que se realizaron en Seruyan durante su transición a la democracia. Seguimos los rastros de papel y de dinero, localizamos a las personas implicadas y hablamos con aquellos afectados por las acciones de Darwan. Fue un viaje que nos llevó de los bufetes de abogados en Yakarta a una prisión en Borneo, de las legislaturas estancadas a las aldeas que permanecen como islas en medio de un mar de aceite de palma.
Estas operaciones jugaron una parte en una de las mayores explosiones de la agricultura industrial que el mundo ha visto nunca. En unos pocos años después de que Darwan y docenas de otros bupatis asumieran la autoridad, las plantaciones se multiplicaron por todo el archipiélago. La consiguiente destrucción de las selvas tropicales de Indonesia catapultó al país a la cabeza de la lista de países que contribuyen al cambio climático.
Habitualmente, este auge agrícola se presenta como un milagro económico, que lleva rápidamente ingresos y modernidad a regiones subdesarrolladas. En esta narrativa, la expansión fue planeada, controlada y regulada. El daño al medio ambiente fue un efecto secundario desafortunado del imperativo moral del desarrollo.
Pero hay otra versión de la historia, una que se llevó a cabo a través de tratos encubiertos y asociaciones turbias. En esta historia, los políticos irresponsables repartieron las tierras de otras personas y las vendieron a los hijos de multimillonarios. Las granjas que alimentaban a la empobrecida población rural fueron destruidas para que las multinacionales pudiesen producir alimentos destinados a la exportación. Los intentos de meter en cintura a los bupatis fueron minados gracias a su capacidad de comprar elecciones con el dinero del aceite de palma y llegaron a ser conocidos, en un guiño a Suharto, como “reyecitos”.
Las operaciones de Darwan en Seruyan, aunque inmensas, representan una fracción del total. Su importancia reside en qué nos dicen sobre cómo había sido arreglado el sistema para permitir a los jefes de distrito explotar los recursos naturales, subvertir la democracia y convertir el estado en una fuerza que actúa contra la población rural. Al ahondar es su historia, exponemos el mecanismo interno de un sistema que puede ser visto en funcionamiento por todo el país.
Hoy en día, las acciones de los bupatis como Darwan resuenan por toda Indonesia, al continuar los conflictos y la deforestación en tierras que cedieron a empresas. Entender la corrupción que tuvo lugar en ese delicado momento puede ser la clave para acabar con la crisis.
Primera parte: Indonesia renacida
Cientos de personas murieron durante las protestas violentas que arrasaron Yakarta en mayo de 1998. Fotografía vía Wikimedia Commons.
Ruswandi, el hijo de Darwan, era un estudiante universitario de 21 años cuando los manifestantes ocuparon la Cámara de Representantes en 1998 para exigir la dimisión del envejecido Suharto. Una crisis financiera regional resultó en la caída en picado de la rupia, lo que privó al dictador de su capacidad para tapar las profundas desigualdades. El crecimiento económico, así como una disposición a usar al ejército para imponer un control violento, ha servido como el cimiento de su régimen. Pero con el colapso de la economía, la desaparición de los suministros alimentarios y los manifestantes que llenaban las calles de todo el país, fue abandonado por sus aliados y, finalmente, dimitió.
Durante tres décadas Suharto había colocado sectores enteros de la economía en las manos de sus familiares y compinches. Fue acusado formalmente de malversación de cientos de millones de dólares de fondos públicos a través de una red de organizaciones benéficas, aunque defendió con éxito estar demasiado enfermo para ser juzgado. Una investigación de la revista Time estimó que la familia había amasado una fortuna de 15 mil millones de dólares. Transparencia Internacional le clasificó como el líder más corrupto del mundo.
En el vacío de liderazgo que siguió a su dimisión, el país amenazó con partirse. Indonesia, un inverosímil estado-nación compuesto de una multitud de personas diversas étnica y lingüísticamente que viven a lo largo de miles de islas, se ha mantenido unida gracias a un poder forzado por el ejército altamente centralizado. La burocracia había estado dominada por los javaneses, personas de una isla densamente poblada que proporcionó al estado su identidad cultural de facto. Al ir erosionándose su dominio, las identidades que habían sido reprimidas durante mucho tiempo resurgieron como fuerzas potentes. Sin el fuerte centro de gravedad que Suharto había fijado en Yakarta, las regiones empezaron a salirse de su órbita de control.
La competencia por remplazar la autoridad del régimen de Suharto catalizó la violencia sectaria por todo el archipiélago. Las insurgencias separatistas ganaron ímpetu en Aceh y Papúa. Cristianos y musulmanes se mataron los unos a los otros en las Islas Molucas. En Kalimantan, la parte indonesia de Borneo, la noción de que los indígenas Dayaks habían sido pisoteados fue usada para fomentar la violencia contra los inmigrantes en la ciudad de Sampit. Por todas partes, el objetivo era controlar los recursos.
El premio a la vista para aquellos que podrían escalar su camino a la cima era una porción del botín de la inmensa riqueza natural de Indonesia. Sus islas se sentaban encima de metales preciosos y combustibles fósiles y estaban recubiertas con selvas tropicales repletas de maderas valiosas. Durante tres décadas, todos habían observado, impotentes, como los ingresos procedentes de la explotación de esos recursos salían de las islas, a Yakarta y las cuentas personales de la familia de Suharto y sus compinches. Ahora estaban disponibles.
En este ambiente turbulento, Darwan Ali emergió como una fuerza política. Darwan habían crecido en una aldea firmemente musulmana en las orillas del Sembuluh, un extenso lago en el centro del distrito de Kotawaringin Este, en Kalimantan Central, la mayor provincia en la región indonesia de Borneo. Sus orígenes siguen siendo un misterio incluso para aquellos que han estudiado la zona, pero un anciano de la misma comunidad nos dijo que había nacido a principios de los años 50 en una familia normal. Sus padres eran sastres que también cultivaban una pequeña parcela de caucho y llamaron a sus otros hijos Dardi, Darlen, Darhod y Darwis. Para los años 90, Darwan estaba operando en la capital del distrito, Sampit, en una época en la que la economía local era abrumadoramente dependiente de la tala. Maderas nobles valiosas eran extraídas de las selvas que una vez habían cubierto toda la isla. La madera era flotada río abajo a Sampit para ser procesada y exportada.
La tala se extendió mucho más allá de lo que se podía cosechar legal o sosteniblemente. Floreció una economía sumergida basada en dinero en efectivo que llegaba a raudales del comercio de madera que no había autorizado —pero respaldaba tácitamente— el gobierno local. Darwan se movía en este mundo, primero como constructor de proyectos de infraestructura, luego como miembro de un grupo de presión del Partido Democrático Indonesio de la Lucha o PDIP.
Las comparecencias puntuales de Darwin en los periódicos locales en esa época trazan su ascenso como representante de la comunidad empresarial, alguien que presionaba contra cualquier esfuerzo por regularla o reducir sus peores excesos. Protesta la prohibición a las empresas de pujar por proyectos gubernamentales debido a la corrupción; se cubre en polémica por ganar un contrato que no había sido licitado para suministrar mobiliario a las escuelas; se queja de los impuestos al sector forestal, destinados a prevenir la tala ilegal. “La impresión general es de un típico hombre de negocios de la frontera de Borneo que gana mucho dinero en la economía sumergida”, nos dijo Gerry van Klinken, profesor de la Universidad de Ámsterdam que sigue atentamente las políticas de Kalimantan.
Al reducirse la hegemonía de Yakarta, y al disiparse el agarre del círculo de Suharto en los recursos naturales, la economía sumergida y los personajes que lo controlaban salieron a la luz. Una mafia de la madera entró en las zonas protegidas. El Parque Nacional Tanjung Puting, un bosque pantanoso lleno de orangutanes, leopardos y cocodrilos, era un objetivo prioritario por sus ramines y palo fierros. Quemaron las oficinas de una agencia gubernamental local que intentó detener el flujo de troncos. Cuando un periodista informó sobre la tala ilegal del parque, fue atacado, le cortaron con machetes y le dejaron por muerto en una zanja. Sobrevivió por poco, paralizado y desfigurado.
A principios de 1999, Indonesia se embarcó en un ambicioso programa de descentralización, que transfería una amplia gama de poderes de Yakarta a las burocracias locales en la esperanza de atajar los impulsos separatistas y hacer al gobierno más responsable. Se concedió a los jefes de distrito, los bupatis, autoridad para promulgar sus propias regulaciones, siempre y cuando no entraran en conflicto con las leyes vigentes. Ejercieron su autoridad generosamente. Una de las primeras decisiones de la administración de Kotawaringin Este fue empezar a gravar cargamentos de troncos ilegales y así respaldar tácitamente la economía sumergida en vez de hacerle frente.
En 2002 Seruyan, nombrado por el río que corre por él, fue separado de Kotawaringin Este como un nuevo distrito. El año siguiente Darwan, que para entonces era el jefe del partido PDIP en Kotawaringin Este, se convirtió en el primer bupati de Seruyan. Su jurisdicción se extendía unos 300 kilómetros desde el mar de Java hasta las remotas junglas apenas pobladas por los indígenas Dayaks. Su extremo occidental abarcaba parte del Parque Nacional Tanjung Puting. Estaba dominado por las tierras bajas entre el parque y Sampit, con el lago Sembuluh en el centro. Con el cambio de milenio, más de dos terceras partes del distrito seguían estando cubiertas de bosques. Aunque estaba reducido por la tala, albergaba una riqueza de fauna silvestre que podría competir con la mayoría de los paisajes del planeta.
La primera generación de bupatis con poder fue elegida por los miembros del parlamento del distrito. El ascenso de Darwan sorprendió a algunos observadores, que lo veían como un político novato. Se dijo que había expresado que cualquier burócrata que respaldase su candidatura ascendería en rango del escalón uno al dos, o del escalón dos al tres y así sucesivamente, sin entender que, en realidad, esto constituiría un descenso de categoría. Pero también era visto como un putra daerah, un “hijo de la tierra”, que lucharía por su gente. Fue galardonado con un mandato de cinco años, media década para transformar las fortunas de su patria, antes de enfrentarse a sus constituyentes en las urnas.
Para 2003 la economía del distrito estaba estancada. El comercio de la madera se estaba colapsando bajo el peso de sus propios excesos. El lago Sembuluh había sido un centro de construcción naval que, en su punto álgido, atrajo a artesanos de otras islas. Pero las embarcaciones eran manufacturadas con madera noble y para su transporte, y la industria murió al agotarse la madera comercial. Con los árboles más valiosos de los bosques ya talados, Darwan estaba tomando las riendas de un distrito cuyo apogeo como centro de la madera, su principal fuente de ingresos, se estaba aproximando a su final.
Las plantaciones, sobre todo del aceite de palma, eran el sustituto más evidente. La fruta del árbol del aceite de palma produce una grasa comestible usada en todo desde chocolate hasta el detergente de ropa y el biocombustible. El producto estaba en creciente demanda globalmente y se consideraba que la región al sur del lago Sembuluh tenía un gran potencial para el desarrollo a gran escala del cultivo comercial. Aunque carecía de infraestructura, estaba cerca de las ciudades portuarias de Pangkalanbun y Sampit. Los funcionarios de distrito imaginaron esta última como una vibrante ciudad de tránsito para los obreros que llegan para trabajar las plantaciones y el aceite de palma que sale para los mercados globales. Darwan anunció planes para invitar a inversores de Hong Kong y Malasia. Prometió un nuevo puerto para facilitar las exportaciones y una relajación de las regulaciones.
Marianto Sumarto, el dueño de un aserradero local que se había unido al equipo de campaña de Darwan en 2003, dijo que la toma de poder de un hijo de la tierra generó esperanza. “Hizo a la gente sentirse orgullosa”, nos dijo. “No sabían que entre bastidores, Darwan estaba jugando un partido más importante”.
Segunda Parte: El auge de las plantaciones
Una carretera sin asfaltar atraviesa una finca de aceite de palma en Seruyan, 2017.
El puñado de empresas de plantaciones presentes en Seruyan había avivado un resentimiento latente antes de la aparición de Darwan. Los habitantes afirmaban que la primera vez que supieron que sus tierras estaban dentro de una licencia otorgada a PT Agro Indomas, cerca del lago Sembuluh, fue cuando sus granjas fueron quemadas o arrasadas. Propiedad de un par de multimillonarios de Sri Lanka, la empresa profanó sus cementerios, lo que impulsó a los habitantes a destruir un puente dentro de la concesión.
Un hombre cuyas tierras fueron ocupadas por una empresa llamada PT Mustika Sembuluh le dijo a una ONG que la gente no había recibido otra opción que no fuera la aceptación de la compensación según las condiciones de la empresa en lo que se percibió como una transferencia de tierras “forzosa”. “Si nos resistíamos, nos enfrentábamos al aparato de seguridad traído para proteger las operaciones de la empresa”, dijo. “El jefe de nuestra aldea nos dijo entonces que si alguien se negaba a renunciar a sus tierras la empresa procedería a despejar esas tierras porque tenían el permiso y porque nuestras tierras son tierras estatales”.
Las plantaciones contaminaron el lago y los ríos hasta el punto de que el agua potable en algunas áreas tenía que ser llevada con camión cisterna. También agotaron la industria de la pesca, que junto con el colapso de la construcción naval impulsó una “emigración enorme” de hombres, dijo Gregory Acciaioli, un profesor de la Universidad de Australia Occidental que realizó un trabajo de campo en el distrito. “Había un enorme número de mujeres cabezas de familia que estaban trabajando, que rellenaban bolsas de plástico con tierra y semillas para las plantaciones de aceite de palma”, nos dijo. “Apenas podían sobrevivir”. Añadió, “Era una situación muy deprimente”.
A pesar de estas experiencias, al principio en el reinado de Darwan, había un nuevo optimismo sobre las grandes plantaciones, según Mashudi Noorsalim, investigador que ha estudiado el crecimiento de la industria del aceite de palma en Seruyan. Cuando Darwan tomó posesión de su cargo, algunos eran optimistas sobre la perspectiva de trabajo o de ganar contratos para transportar el fruto de la palma o construir carreteras de acceso. Noorsalim nos dijo que muchos residentes creían que las cosas mejorarían porque Darwan, el hombre que lideraba una nueva ola de inversión, era un hijo de la tierra. “Algunos creían que haría que las plantaciones nos ayudasen”, dijo.
Como bupati, Darwan podía dar licencias a quien quisiese, sin consulta pública o licitación. Teóricamente, el Ministerio de Silvicultura ejercía el control sobre una etapa más avanzada del proceso de permisos en áreas de tierras que estaban dentro de su extensa jurisdicción. Pero por toda la provincia de Kalimantan Central el ministerio era principalmente ignorado, al eliminar el control final sobre los poderes de otorgar permisos de los bupatis. En Seruyan, esto llevó a un auge en las licencias de plantaciones que excedió casi todos los otros distritos en Indonesia.
Nuestro análisis de permisos de las bases de datos gubernamentales y otras fuentes muestra que, entre 1998 y 2003, solo tres licencias fueron otorgadas a empresas de aceite de palma en Seruyan. En 2004 y 2005, Darwan emitió 37, que, colectivamente, cubren un área de casi medio millón de hectáreas, más de 80 veces del tamaño de Manhattan. Esto se corresponde con un patrón similar por todo Kalimantan, si bien a mayor escala, al aprovechar los bupatis su control sobre las transacciones de tierras, con la distribución de una oleada de licencias que llevó a una explosión en la deforestación.
Entre los primeros que consiguieron una licencia de Darwan estaba el Grupo BEST, una empresa propiedad privada de los hermanos indonesios Tjajadi. En una descarada indiferencia hacia la ley, Darwan les dio una licencia que se solapaba con el Parque Nacional Tanjung Puting. El parque había recibido una prórroga en 2003, cuando Yakarta finalmente tomó medidas contra la tala ilegal que devastaba su interior. Las fuerzas de seguridad descendieron sobre el parque en una muestra de poder con la intención de señalar que el apogeo de la extracción de la madera descontrolada se había acabado.
El Ministerio de Silvicultura presionó a Darwan para que revocase el permiso. Pero señalando de dónde yacía el poder real en este nuevo amanecer, el bupati se mantuvo firme, y BEST metió sus excavadoras en el bosque protegido.
Entre los primeros promotores había algunas de las familias más ricas del sudeste de Asia. Para cuando Darwan tomó posesión de su cargo en 2003, Robert Kuok, que por entonces era el segundo hombre más rico de Malasia, tenía un derecho creíble a ser el mayor terrateniente del distrito. Su cartera de plantaciones en Seruyan más tarde se fusionaría con otra empresa dentro del extenso negocio familiar para formar Wilmar International, posiblemente la mayor empresa de aceite de palma del mundo.
En 2005, Arif Rachmat se convirtió en el director general de la sección de la agroindustria de su familia, Triputra Agro Persada, y el desmonte empezó en uno de sus primeros proyectos, una concesión enorme al sur del lago Sembuluh. Dos de las familias más ricas de Indonesia se aliaron bajo la estructura corporativa que poseía las plantaciones de su empresa en Seruyan.
Los bosques de Borneo retenían cantidades inmensas de carbono que fueron liberadas cuando fueron talados para hacer sitio a las plantaciones. En los tramos al sur de la isla gran parte de esta jungla creció en turberas, estaba compuesta de profundas capas de materia orgánica acumuladas durante miles de años. Para plantar en turba, los productores de aceite de palma excavaron enormes zanjas para drenar el agua. Esto las hizo descomponerse rápidamente, lo que liberó potentes gases de efecto invernadero a la atmósfera. La turba seca también era altamente inflamable. Tanto empresas como agricultores tenían la costumbre de utilizar el fuego para limpiar la tierra para la agricultura. En 2006, Indonesia vivió una de las peores temporadas de incendios que se recuerdan, cuando el humo de los incendios por toda Sumatra y Kalimantan desencadenó una bomba de carbono y cubrió la región en una bruma visible desde el espacio. Bajo el mandato de Darwan, Seruyan estaba entre las zonas afectadas más negativamente.
En un documental de 2007 sobre el impacto del aceite de palma en Seruyan, un habitante señala a unos pocos árboles altos que quedaron intactos en un paisaje despojado. En la cima de uno de los árboles se sienta un orangután inmenso. Los primates dependen de la expansión del bosque que se extiende por toda la parte sur del Seruyan para su hábitat. Podrían sobrevivir a la pérdida de algunos de los árboles más grandes, pero no el completo aplanamiento de su hogar en favor de las plantaciones.
El mismo año que Seruyan fue consumido por las llamas, un informe encargado por el gobierno británico atrajo la atención hacia la escala de las emisiones de la deforestación global, que se habían vuelto más significativas incluso que los combustibles fósiles que engullen el sector del transporte. En 2007, el Banco Mundial llegó a una conclusión sorprendente, que debido a la destrucción de sus junglas y turberas, Indonesia estaba produciendo más emisiones de gases de efecto invernadero que cualquier otra nación excepto los EE.UU. y China.
La deforestación y los cambios en el uso de la tierra —un eufemismo del avance de las plantaciones— representaban un 85 % de las emisiones de Indonesia. Globalmente, el país representaba más de una tercera parte de las emisiones dentro de esta categoría, ahora reconocida como una de las principales impulsoras del cambio climático.
La mayoría de la pérdida forestal en el archipiélago tuvo lugar en las islas de Sumatra y Borneo, que soportaron la mayor carga del crecimiento de la plantación. Pero incluso allí, la destrucción estaba concentrada en solo dos provincias: Riau en la costa este de Sumatra y Kalimantan Central, la tierra natal de Darwan Ali. La región se había convertido en el epicentro de una crisis global, y Seruyan tenía su propio papel.
Tercera Parte: Denunciantes
Marianto Sumarto
Un día a principios de 2007, un coche se presentó delante de la casa de Marianto Sumarto, el dueño de un aserradero que había ayudado a Darwan a ser elegido. Vivía en Kuala Pembuang, una pequeña ciudad costera que es la capital de Seruyan. Marianto reconoció al hombre detrás del volante como un funcionario gubernamental cuando bajó la ventanilla del coche para entregarle un legajo.
“Échales un vistazo —hay algunas cuestiones—”, dijo el hombre rotundamente, antes de irse.
Cuando Marianto examinó el expediente, encontró copias de los permisos de las plantaciones que Darwan había dado a un puñado de empresas, con una lista de directores y direcciones de empresas. Reconoció inmediatamente los nombres de algunos de los parientes de Darwan. Entre las direcciones, vio la dirección de la casa del hermano de Darwan en Kuala Pembuang.
“No sé por qué me trajo esa información”, nos dijo Marianto el año pasado, mientras se sentaba delante de la misma casa donde se había reunido con el denunciante. “Quizás le importaba el Seruyan y quería enderezar el rumbo. Quizás se sentía decepcionado con cómo iban las cosas y pensó que yo sería suficientemente valiente como para hacer algo al respecto”.
Un emigrante de la isla de Java, Marianto había llegado a Kalimantan en 1985, se unió a la empresa naviera de un amigo antes de cambiar a una organización maderera administrada por malasios. Aprendió sobre la marcha, finalmente aventurándose por su cuenta como un “leñador ilegal”, como él dijo.
Cuando se formó el Seruyan, Marianto se convirtió en el líder del partido PDIP dentro del nuevo distrito, al mismo tiempo que Darwan era el líder del partido en el vecino Kotawaringin Este. Se unió a su campaña para convertirse en bupati, en 2003, y su cuñado se convirtió en el primer adjunto de Darwan. Pero para cuando se reunió con el denunciante, Marianto se había amargado con el gobierno de Darwan. Sentía que había traicionado la esperanza de que Seruyan fuese desarrollado para el beneficio de su población. Las plantaciones que había permitido afluir estaban teniendo el efecto contrario. “Eso es lo que vi”, nos dio Marianto. “Quizás soy la persona más crítica en este distrito”.
Delgado y alto, Marianto estaba calvo, tenía una voz áspera y una sonrisa que se curvaba hacia arriba. Cuando nos conocimos, dos de sus dedos estaban envueltos en gasa; se los había dañado en un accidente de coche unos días antes y perdió ambas uñas. Su alias, Codot —que significa “murciélago”— era una reminiscencia de su época en una banda de rock de aficionados en los años 80. “Prácticamente conozco a todo el mundo en Seruyan”, declaró. “Y todo el mundo me conoce a mí”.
Unos días después de la filtración, Marianto y un amigo hicieron el viaje en automóvil de cuatro horas hasta Sampit, para comprobar varias de las otras direcciones en los documentos. Reconoció la primera como la casa del hijo de Darwan, Ahmad Ruswandi. Habían organizado reuniones de campaña en la casa en el período previo a su elección como bupati. Una o dos veces Marianto se había quedado a pasar la noche. También conocía la siguiente. Pertenecía al sastre de Darwan, que había confeccionado las camisas para su partido PDID.
“El caso es, nuestro país es un país corrupto”, nos dijo Marianto. “Muchos funcionarios no querían traer vida a Seruyan. Solo querían succionarlo hasta secarlo”.
***
The Gecko Project y Mongabay reconstruyeron la historia detrás de la borrachera de licencias de Darwan en base a los documentos de la bolsa de valores, las bases de datos de permisos gubernamentales y las escrituras de las empresas. Marianto y un activista local llamado Nordin Abah, que investigó a Darwan por su cuenta al mismo tiempo que Marianto, proporcionaron más información y declaraciones. Corroboramos nuestras conclusiones a través de entrevistas con personas involucradas en varias de las empresas.
La imagen que emerge es un plan elaborado y coordinado para establecer empresas fantasma en nombre de los parientes y compinches de Darwan, dotándoles con licencias de miles de hectáreas de tierras y para luego venderlas a alguno de los mayores conglomerados de la región. Aquellos involucrados podrían salir ganando cientos de miles, posiblemente millones, de dólares. Si el plan era llevado hasta el final, transformaría casi la totalidad de la franja sur del distrito, debajo del interior montañoso, en una gigantesca plantación de aceite de palma. Si Darwan se salía con la suya sería posible conducir 75 kilómetros de este a oeste y 220 kilómetros de sur a norte a través de un mar de palma.
El plan involucraba a un elenco de más de 20 personas que aparecían como directores o accionistas en las empresas fantasma. Entre ellos había miembros de la familia de Darwan, socios de su época como jefe de una asociación de constructores, miembros de su equipo de campaña electoral y al menos una persona dijo que su nombre había sido usado como tapadera.
La mujer de Darwan, Nina Rosita, era accionista en una de ellas. Su hija Iswanti, que luego serviría como política provincial, era directora y accionista en una de las empresas, accionista en otra y directora en otra. Su hija Rohana también era directora. Su hijo Ruswandi tenía un papel más destacado como director de varias empresas y accionista en, al menos, otra empresa. Su hermano mayor Darlen tenía dos empresas, su hermano pequeño Darwis tenía una. Se extendía hasta su familia no inmediata, a través del sobrino de Darwan y el marido de su sobrina.
En total, identificamos 18 empresas conectadas con Darwan. Tres fueron incorporadas varios años antes de que llegase a ser bupati. Lo que muestra que su interés en el aceite de palma a gran escala precedía a su carrera política, pero que se había estancado: las empresas permanecieron inactivas hasta después de asumir su cargo. Dos más fueron fundadas en 2004, cuando llevaba un año en su cargo, y a principios de 2005 empezó la verdadera actividad febril.
Cinco empresas surgieron en un periodo de dos días a finales de enero; otra apareció dos semanas más tarde. Pudimos establecer quiénes eran los directores de todas las empresas, y los accionistas de todas las empresas excepto seis.
Prácticamente en todas las empresas había al menos un miembro de la familia de Darwan como accionista. Su nombre no aparecía en ninguna de ellas, pero Marianto llegó a la conclusión de que él estaba coordinando la operación. “Son como peones en un tablero de ajedrez”, dijo. “Darwan mueve las piezas”.
***
La mayoría de los nombres se usaron con moderación. Pero algunos afloraban más a menudo que otros y estos brindarían importantes pistas sobre cómo funcionaba la operación. El primero fue Vino Oktaviano, que fue nombrado como accionista en tres empresas establecidas el mismo día y director en una de ellas.
Se dio la casualidad que Nordin Abah, el activista local que llevó a cabo su propia investigación de Darwan, conoce bien a Vino; sus hijos iban al mismo colegio y a veces quedaban para tomar un café. Tras el escándalo alrededor del Grupo BEST y el parque nacional, Nordin buscó los nombres detrás de la juerga de permisos de Darwan. Cuando encontró el nombre de Vino, le preguntó sobre ello. Vino le dijo a Nordin que Darwan había usado su nombre, y que, en realidad, no tenía ninguna función en las empresas.
“Pensó que era normal, que no ocurriría nada”, nos dijo Nordin en la oficina de su ONG, Save Our Borneo, en Palangkaraya. “No quería asumir ninguna responsabilidad”.
Vino trabajaba como constructor, obtenía trabajos de la administración de Darwan y era sobrino de la mujer de este. El nombre de su jefe, confidente de Darwan de su época en una asociación comercial, también figuraba en los documentos de la empresa.
“Vino, si esto explota, vas a ir a la cárcel” recuerda Nordin que le dijo. “Me hicieron hacerlo, Din”. Constestó Vino. “Me engañaron”.
Mientras que Marianto era informador político, una persona influyente en el juego de la tala que se había desilusionado con el hombre que una vez consideró un aliado, Nordin era un activista que acosaba a las empresas de aceite de palma que devastaban Seruyan. También tenía fuertes conexiones con el distrito y dentro de este. Su tío había ocupado el cargo de secretario regional, la posición más alta en la administración pública. Para seguir la pista de Darwan, procedió a poner escuchas a sus propios familiares en la burocracia para obtener pistas. Había logrado descubrir la mayoría de los nombres implicados, se dio cuenta, como Marianto, de que muchas de las direcciones en las que estaban registradas las empresas eran o bien falsas o bien propiedad del bupati o su familia.
Nordin observó que una empresa de plantación necesitaría operar una fábrica para moler la fruta, y Vino “ni siguiera podría llevar una fábrica de tofu”. Insistió que otras personas habían sido usadas de la misma manera. “Tú podrías ser profesor, periodista, contratista —de ninguna manera alguien así puede conseguir un permiso para una plantación—”, explicó Nordin. “No sabes cómo explotar una empresa de aceite de palma. Y no tienes el dinero. Es solo para venderla. La historia es, uso tu nombre para obtener un permiso para venderlo a otra persona”.
El nombre de Ambrin M Yusuf aparecía como director de una de las empresas. Nordin lo identificó como un confidente de Darwan de su etapa en la asociación de constructores de Kotawaringin Este. Le encontramos en su casa en Kuala Pembuang, a donde había regresado hacia poco después de cumplir una condena de cárcel por su papel como hombre de la bolsa que entregaba el dinero en un escándalo de soborno local.
Admitió ser aliado político de Darwan, y dijo que intermediarios le habían pedido poner su nombre a la empresa. Pero, de manera inverosímil, afirmó que los había rechazado y que la persona nombrada en los documentos era otro hombre con su mismo nombre. Sin embargo, admitió que era “normal” que un bupati le diera permisos a un miembro de la familia.
Las historias de Yusuf y Vino sugerían que se usaba a los compinches como fachadas, posiblemente para mantener fuera de los documentos de la empresa el nombre de otra persona —el verdadero beneficiario—. Nordin y Marianto creían que otras personas cuyos nombres figuraban en los documentos eran más cómplices. Ambos señalaron a un hombre llamado Khaeruddin Hamdat como figura central.
Khaeruddin aparecía como director de tres de las empresas, aunque nunca como accionista. Marianto, Nordin y otros lo identificaron como el “ayudante” de Darwan. Es un término comúnmente utilizado en Indonesia para referirse a la persona que ejerce a un tiempo las funciones de consejero, hombre de confianza y enlace de los políticos importantes. Conocido como Daeng, un término afectuoso para referirse a un hombre de su isla natal de Sulawesi, Khaeruddin estaba cerca de los 35 años cuando se formaron las empresas. Nordin lo describió de maneras diversas como el “jefe en Yakarta” y el guardián de Darwan, en una reunión con ejecutivos del aceite de palma en un hotel elegante en la capital. (Khaeruddin rehusó comentar para este artículo).
“Como Darwan tiene que protegerse a sí mismo”, dijo Nordin. “De ninguna manera utiliza su propio nombre para cerrar un trato”.
La mayor parte de los involucrados en la operación demostraron ser elusivos o rehusaron comentar cuando se dieron cuenta de lo que les estábamos preguntando. Pero una de las pocas personas que sabíamos seguro donde encontrar era Hamidhan Ijuh Biring. Había sido encarcelado por otro escándalo de corrupción, y lo encontramos en una prisión en una avenida principal en Palangkaraya, la capital de la provincial.
El nombre de Hamidhan aparecía como un director y accionista de una de las 18 empresas. También estaba casado con la sobrina de Darwan. Nos dijo que había fundado la empresa y recibido una licencia de Darwan, pero que carecía del capital para explotar una plantación. Darwan le animó a vender la empresa a un aliado político en Yakarta que también ocupaba el cargo de director de una empresa de plantación existente en el distrito. Después de que se aprobara el acuerdo, Hamidhan recibió una parte del pago pero el segundo, descubrió más tarde, fue directamente a Darwan. “Resulta que Darwan estaba dentro y le decía, ‘No hace falta pagar a Hamidhan’”, dijo amargamente.
Antes de que su relación con Darwan se agriase, Hamidhan era una persona de su círculo, que hacía campaña con él antes de su reelección en 2008. Corroboró el argumento de Nordin y Marianto de que Khaeruddin Hamdat desempeñaba el cargo de ayudante de Darwan. Dijo que siempre que se reunió con el bupati, Khaeruddin estaba con él.
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La secuencia de eventos después de que se formasen las empresas fantasma nos dicen dos cosas. En primer lugar, que nunca fue la intención que los fundadores explotasen las plantaciones ellos mismos. Entre diciembre 2004 y mayo de 2005, Darwan dio permisos para plantaciones a 16 de las empresas. Para finales de 2005, al menos nueve de ellas habían sido vendidas a importantes empresas del aceite de palma por cientos de miles de dólares. Parece improbable que una serie de personas interconectadas, en muchos casos miembros de una familia, formasen empresas simultáneamente solo para decidir que les faltaba capacidad para gestionarlas. La única explicación es que eran fundadas para ser vendidas, dotadas de activos por Darwan.
En segundo lugar, nos dice que había un fuerte grado de cooperación en las formas en las que las empresas eran tanto fundadas como vendidas. La mayoría de las empresas fueron fundadas en un corto espacio de tiempo, muchas de ellas solo con unos días de diferencia. Varias también fueron vendidas en un corto espacio de tiempo unos meses más tarde.
Ocho de las empresas fantasma fueron compradas por Kuoks a finales de 2005. Finalmente, la familia de Darwan y sus compinches obtuvieron algo menos de un millón de dólares de los acuerdos con los multimillonarios malayos. En este contexto, fue una miseria, una fracción de lo que Kuoks ganaría si las plantaciones fuesen explotadas. Pero en estos acuerdos, los accionistas vinculados a Darwan también se quedaron con una participación del 5 % en cada una de las empresas, lo que podría convertir a cada uno de ellos en multimillonarios por derecho propio.
Las pruebas que obtuvo Nordin de la conexión entre la familia de Darwan y las empresas vendidas a Kuoks fueron descubiertas primeramente en un informe de una ONG internacional en junio de 2007. Fue solo dos semanas antes de que dos empresas de la familia Kuok se fusionasen bajo el nombre Wilmar International, y se crease lo que ahora es, probablemente la mayor empresa de aceite de palma del mundo. Wilmar ya estaba atrayendo críticas por una letanía de ilegalidades y abusos ambientales por todas sus plantaciones. El mismo año, un consorcio de ONG presentó una queja ante el defensor del pueblo del Banco Mundial, en la que aportaban pruebas, más tarde respaldadas, de que la institución había infringido sus propias garantías al financiar la controvertida empresa.
Aunque las acusaciones respecto a los permisos de Darwan solo recibieron una breve mención en el informe de la ONG, el tufo de un escándalo de corrupción podría haber sido demasiado. En un correo electrónico en el que respondía a preguntas para este artículo, Wilmar nos dijo que había decidido paralizar las empresas emitidas por Darwan después de entablar relaciones con ONG. Rehusó mencionar cuando se había tomado la decisión y continuó enumerando las empresas en sus informes anuales tan recientes como 2010.
Triputra Agro Persada, bajo la presidencia de un joven Arif Rachmat, compró siete empresas de la familia del bupati. (Triputra declinó varias peticiones para una entrevista, dirigidas a Arif Rachmat, aunque respondieron a algunas preguntas por correo electrónico). Más tarde se paralizó la actividad de cuatro de esas empresas, pero las otras tres, que fueron desarrolladas, estaban vinculadas directamente al hijo de Darwan, Ruswandi. Para finales de 2007, dos de esas empresas habían empezado a talar inmensas extensiones de bosque, turberas y tierras agrícolas. Triputra emergería como una de las peores empresas de aceite de palma en Seruyan para la población y el ambiente, en un campo abarrotado.
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Marianto estaba seguro de que Darwan había traicionado a sus constituyentes. Para cuando se reunió con el denunciante a principios de 2007, el auge de las plantaciones estaba totalmente en marcha, aun así el residente medio de Seruyan seguía estando peor que en la época de la tala. Ahora, la única opción para muchos agricultores era ganar un lamentable sueldo como obrero en una de las plantaciones. Estaban perdiendo sus tierras, la destrucción de los bosques les privaba de alimento y otros recursos y la pesca era cada vez más difícil en aguas contaminadas. Sobre todo, la promesa de que las grandes plantaciones se acompañarían de pequeñas explotaciones para los agricultores y de este modo se les incluiría en el botín, fue incumplida.
Marianto culpó a Darwan de los problemas que estaban surgiendo. El bupati tenía la potestad de revocar licencias así como de emitirlas; si estuviese motivado a hacerlo, sin duda podría forzar a las empresas a producir resultados a favor de la población de Seruyan. La filtración confirmó que sus motivos estaban en otro lugar.
La Comisión para la Erradicación de la Corrupción de Indonesia, la KPK, nació después de la caída de Suharto, estaba emergiendo como una nueva fuerza en la lucha contra la corrupción de los funcionarios. En junio de 2007, mientras Indonesia adelantaba a Malasia para convertirse en el mayor productor de aceite de palma del mundo, Marianto empaquetó sus conclusiones y viajó a Yakarta para entregarlas a la agencia en persona.
Hacia el final de 2007, delegados de todo el mundo, llegaron a la isla indonesia de Bali para celebrar la 13ª conferencia anual sobre el cambio climático de la ONU. El destino de los bosques de la tierra estaba firmemente recogido en la agenda. Pero en los altos edificios de Yakarta se estaba tramando un juego diferente. Cuatro días antes de empezar la cumbre de la ONU, mientras Darwan Ali preparaba su campaña para su primera elección directa su hijo Ruswandi entró en la Torre Kadin para reunirse con Arif Rachmat, para alcanzar otro acuerdo con Triputra.
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Después de dimitir Suharto se pensó con optimismo que el gran hurto de su régimen remitiría. Se esperaba que la rápida descentralización de la autoridad transfiriera la responsabilidad de las decisiones políticas más cerca de las personas afectadas por dichas decisiones. Pero en 2008, el año del primer voto directo para elegir bupati en Seruyan, era cada vez más evidente que la corrupción sencillamente se había desplazado hacia abajo por el sistema.
En un libro de próxima publicación titulado Democracy for Sale (Democracia en venta), los politólogos Ward Berenschot y Edward Aspinall escriben que los distritos de Indonesia pasaron a ser dominados por “un inframundo de relaciones políticas personalizadas y conexiones, pactos secretos, intercambios de favores, corrupción y una multitud de otras prácticas informales y sombrías”.
Las elecciones eran una piedra angular de este juego. Se habían convertido en asuntos extremadamente caros, con el coste proporcional a la cantidad de poder sobre los lucrativos proyectos o recursos naturales que el ganador podía repartir entre sus colaboradores. Los bupatis que gobiernan las tierras, y distritos ricos en bosques, habitualmente llegan a los millones de dólares. Berenschot, Aspinall y otros académicos que han estudiado las elecciones en Indonesia durante las dos últimas décadas han identificado un proceso uniforme y sistemático por el que los candidatos gastan su dinero.
Primero, pagan a los funcionarios en su partido político para asegurarse su selección como candidato. Después, contratan a un extenso grupo de activistas políticos y figuras influyentes para que se unan a su “equipo de éxito”. Luego aportan efectivo para que el equipo de éxito compre el apoyo de los grupos de poder locales —los jefes de aldea, los líderes religiosos y los jefes de los clubs de deporte que disfrutan de una extensa influencia en algunos lugares—. A su vez, estos individuos solicitan el apoyo de las personas dentro de sus propias áreas de influencia.
Los candidatos organizan mítines y conciertos caros, pagan a cantantes populares para que actúen y distribuyen comidas gratuitas. Finalmente, participan en lo que se refiere generalmente como “ataque al amanecer”, organizan a docenas de simpatizantes para que salgan a las calles y llamen a las puertas, para distribuir dinero directamente a los votantes a cambio de su apoyo. Esto, nos dijo Berenschot, es la parte más costosa para los candidatos. Estimaba que el precio de presentarse a bupati está entre 1,2 y 6 millones dólares.
Los fondos proceden de empresarios locales y contratistas con la expectativa de recompensas si el candidato triunfa. “Después de las elecciones, es tiempo de amortización, y los donantes de campaña y trabajadores pueden esperar ser recompensados por los candidatos ganadores con trabajos, contratos, crédito, proyectos y otros beneficios”, escriben Berenschot y Aspinall. Pero también notan que los titulares empiezan desde una posición de ventaja, al haber construido un “cofre de guerra, normalmente a través de la participación en varias formas de corrupción”, para las siguientes elecciones. “El intercambio de favores y beneficios materiales en cada fase del ciclo electoral es tan generalizado que es apto pensar que la democracia en Indonesia está en venta”.
Reconocido por él mismo, Hamidhan Ijuh Biring, el marido de la sobrina de Darwan que obtuvo una licencia del bupati, desempeñó un papel de ese tipo en la campaña de 2008. Hamidhan nos dijo que, en ese momento, él ya creía que Darwan le había estafado. Pero que aun así podía ser recompensado si el candidato titular retenía su posición y él estaba en el boleto ganador.
Hamidhan nos dijo que contribuyó con 50 000 dólares a la campaña de Darwan antes de las elecciones. Entendió que se estaba uniendo a un elenco de personajes que se habían beneficiado personalmente del patrocinio del bupati; constructores a los que Darwan había otorgado proyectos lucrativos sin licitación pública, que entonces era legal; jefes de plantaciones que podían instruir a sus trabajadores, muchos de ellos inmigrantes de otras islas, para que votasen por el candidato titular. En un ataque al amanecer, dijo, se engancharían de 10 a 25 dólares en la parte de atrás de paquetes de fideos instantáneos y se distribuirían entre los votantes.
En febrero de 2008, Darwan ganó las elecciones y retomó su posición como bupati de Seruyan por un segundo mandato de cinco años. Para celebrarlo, su hermano Darlen organizó un concierto cerca del lago, en el que actuó el cantante Rhoma Irama, conocido como el Rey de Dangdut. Nadie había tenido ninguna posibilidad de presentar un desafío significativo a Darwan dada la ventaja de gasto proporcionada por su posición en la silla del bupati. Prevaleció a pesar de una tormenta que se estaba gestando, al ir creciendo el resentimiento en torno a las plantaciones. Las consecuencias de los negocios de tierras sobre los que él presidió pronto serían totalmente aparentes para la gente de su distrito.
Cuarta Parte: Resistencia
James Watt, agricultor de Seruyan, en un principio confió en Darwan.
Una noche durante el segundo mandato de Darwan, un agricultor llamado Marjuansyah, que vivía en la aldea en la que había crecido el bupati, tuvo un encuentro inquietante con la policía. Durante dos años había atendido una pequeña parcela de aceite de palma al este del lago Sembuluh y cientos de árboles pequeños estaban ahora a punto de dar fruto. Pero sus tierras también se encuentran en una zona bajo la licencia de una de las empresas que el hijo de Darwan, Ruswandi, había vendido a Triputra.
La policía le dijo a Marjuansyah que habían venido por asuntos de la empresa. Triputra, dijeron, le pagaría 5 millones de rupias, unos 550 dólares, por cada una de sus nueve hectáreas. El dinero no duraría mucho, mientras que las palmas que había cultivado podían proveerle de un ingreso durante el resto de su vida, una red de seguridad cuando entrase en la vejez. No quería vender, pero se sentía incómodo al tener que rechazar a una empresa cuyo acercamiento se había realizado a través de la policía. Con la esperanza de sacarlos de ese sendero, más tarde les dijo que no podía aceptar menos del doble de lo que ofrecían.
En cambio, nos dijo, Triputra encontró a otras personas para que presentasen reclamaciones falsas sobre sus tierras y les pagaron por ello. Funcionarios locales fáciles de manejar avalaron la transacción. La empresa pasó excavadoras por su granja —los árboles de aceite de palma del pequeño productor son, normalmente, inferiores a los árboles cultivados por corporaciones— y derribaron una cabaña que había construido. “Lo denuncié a la policía”, nos dijo Marjuansyah en la casa de un amigo en la aldea, mientras estrujaba una foto borrosa de su antigua vivienda. “Pero no hubo ninguna reacción”.
Un destino similar sacudió a muchos de los habitantes de Seruyan al avanzar las empresas de plantación por sus tierras de labranza y los bosques de los alrededores. No era raro que las empresas les ofreciesen algo de dinero por sus tierras, supuestamente con la esperanza de reducir la resistencia. Pero, como descubrió Marjuansyah, no era una negociación y había muy poca posibilidad de negarse.
Los agricultores estaban en desventaja porque el estado no reconocía sus derechos de propiedad. Algunos tenían certificados emitidos por los jefes de aldeas pero estos eran precarios legalmente comparados con las licencias de las empresas aprobadas por el estado. Como Marjuansyah también descubrió, podían ser falsificados o manipulados. Muchos reclamos de tierras se superponían, una situación que no había preocupado a la vida de la aldea cuando no había ninguna presión comercial sobre las tierras, y podían ser resueltos a través de la ley tradicional. Cuando llegaron las empresas, avivaron y explotaron estas disputas al comprar las tierras de cualquiera que las vendiera primero.
La presencia de la policía en las negociaciones con Marjuansyah no fue un incidente aislado. En otros casos, tomaron una posición clara y parcial en la protección de los intereses de las empresas. Un agricultor llamado Wardian bin Junaidi nos dijo como la misma subsidiaria de Triputra derribó sus árboles frutales de rambután y durián. Sus peticiones a la empresa fueron ignoradas.
“Me harté de llamarles continuamente”, dijo. “Así que un día fui y recolecté yo mismo parte de esa fruta de la palma”. Fue arrestado y encarcelado durante varios meses. “Fui acusado de robo. En realidad, ellos son los ladrones. Pero la ley es selectiva. No es para nosotros los pobres. Son las empresas quienes tienen el dinero”.
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Desde el principio de la industria del aceite de palma en Indonesia, el gobierno había intentado lograr un equilibrio entre la cesión de tierras a grandes empresas capaces de desarrollar plantaciones viables y asegurar un beneficio para las comunidades cercanas. Durante las décadas de los 80 y los 90 experimentó con varios modelos, con participación tanto del estado como del sector privado. Más frecuentemente, las empresas estaban obligadas a dotar a los agricultores locales con minifundios plantados con aceite de palma. Un par de hectáreas de árboles maduros podían transformar las vidas de una familia empobrecida en la Indonesia rural.
La proporción de tierras que las empresas tenían que proveer variaba. Si se cedía demasiado a las empresas, comunidades no se beneficiarían; demasiado poco y la inversión sería menos atractiva. Para 2002 la normativa vigente era ambigua en cuanto a cómo tenían que ayudar las empresas a los agricultores locales, pero clara en que tenían que hacerlo. Esta era la normativa que dio a los bupatis el poder sobre las licencias y también la autoridad para revocar los permisos si las empresas no lograban “crecer y desarrollar” las comunidades locales. En 2007 las normas se volvieron más concretas al exigir a las empresas que proporcionasen, plantasen y entregasen un área de minifundios equivalente a una quinta parte de su licencia.
Todas las empresas aprobadas por Darwan estaban vinculadas por estas normas, pero incumplieron las medidas de forma generalizada. Desde el momento en que Kuoks y Rachmats llegaron al distrito, a principios de la década de los 2000, habían prometido minifundios. Durante el segundo mandato de Darwan, su falta de resultado causó un creciente malestar.
Si las primeras expropiaciones de tierras fueron un duro golpe frío, la escasez de minifundios era una picadura que no se iba. Sin ellos las comunidades fueron excluidas de las riquezas generadas por las plantaciones, que se concentraban en las manos de los multimillonarios que se habían convertido en los mayores terratenientes del distrito. Los habitantes de las aldeas habían perdido sus granjas, los ríos habían sido contaminados, los mejores puestos de trabajo en las plantaciones fueron asignados a forasteros que se veían como más capacitados y no se pagaba lo suficiente a los jornaleros que recogían fruta como para vivir con dignidad.
A la vez que las protestas de los residentes cayeron en saco roto, se hizo cada vez más evidente que Darwan no solo estaba representando los intereses de las empresas sino que también ejercía control sobre el estado en apoyo a las empresas. Cuando Triputra desencadenó la alarma con un plan para construir una instalación de procesamiento río arriba del lago Sembuluh, los residentes que protestaron se encontraron con amenazas por parte del mismo bupati.
“En 2010, vino a nuestra aldea a un evento religioso y dijo, ‘nadie debería oponerse a la fábrica o habrá problemas’”, le dijo un residente de la aldea a una ONG. “‘Si trabajas para el gobierno o en las plantaciones, entonces serás despedido’”. Presuntamente, Darwan colocó jefes nuevos en las aldeas que se opusieron a las plantaciones para mermar la posible resistencia a través de las instituciones formales.
Al principio del segundo mandato de Darwan, un hombre fuerte sin pelos en la lengua llamado Budiardi fue elegido a la legislatura del distrito con, como él lo describió, “un mandato para luchar por los derechos de la población contra la empresa”. Budiardi venía del subdistrito Hanau, donde el Grupo BEST se había establecido en el parque nacional y las aldeas de los alrededores. Aunque pronto llegó a la conclusión de que era inútil intentar cambiar el sistema desde dentro. El partido de Darwan dominaba el parlamento; el portavoz era su sobrino. “Era inútil oponerse a las políticas de Darwan”, nos dijo Budiardi. “El bupati controlaba el parlamento”.
James Watt, un agricultor estoico de la aldea Bangkla situada al lado del lago, había creído la promesa de Darwan de hacer funcionar las plantaciones para la población, antes de que sus tierras fueran tomadas por el Grupo Sinar Mas, un conglomerado de Indonesia fundado por la multimillonaria familia Widjaja. “Todo lo que obtuvimos fue opresión”, nos dijo James. “El desmonte de nuestras tierras, el vertido de residuos en nuestros ríos. Nunca imaginamos que sería así”. Mientras las empresas seguían presionando, Darwan no movió un dedo. “Sus promesas siempre eran vacías. Creo que entendió la posición de bupati como su oportunidad de hacer tanto dinero como fuese posible”.
Cuando los agricultores de Seruyan cayeron en la cuenta de la inutilidad de la oposición a través del estado —instituciones de los pueblos, policía, parlamento y bupati—, empezaron a tomar medidas directas. A principios de 2011, un hombre llamado Sadarsyah que afirmaba que sus tierras habían sido acaparadas por Triputra se convirtió en un símbolo de los conflictos sin resolver e impulsó a los habitantes de la aldea a bloquear una carretera de la empresa durante días. Triputra le acusó de fraude y denunció a los manifestantes ante la policía.
Mientras tanto en una subsidiaria de Wilmar, cientos de residentes locales cerraron el paso de una carretera principal a la concesión, donde los vertidos de la fábrica seguían contaminando los suministros de agua locales. Para entonces la policía antidisturbios podía ser vista con frecuencia en la plantación. Cuando un equipo de una ONG realizó un viaje de investigación a una de las plantaciones de Wilmar en 2012, una de las primeras cosas que vieron fue un soldado con un rifle de asalto M-16.
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La posibilidad de un procesamiento por la KPK planeaba sobre Darwan. La agencia anticorrupción visitó Seruyan en 2008 tras el informe de Marianto solo después de que el bupati se asegurase un segundo mandato. Registraron las oficinas gubernamentales en la búsqueda de información sobre varios viajes a Kuala Pembuang, la capital a la orilla del mar del distrito, según Marianto. (La KPK rehusó comentar sobre el caso de Darwan).
En un momento dado, se reunieron con el ayudante de Darwan y un grupo de figuras locales, incluido Marianto. “No solo vengáis y echéis un vistazo” recuerda haberles instado Marianto. “Esperamos que la KPK pueda lograr el resultado deseado por la población”. Pero según transcurría el segundo mandato, la investigación parecía no ir a ninguna parte.
Nordin Abah, el activista que realizó su propia investigación de Darwan, también le denunció a la KPK. Estuvo en contacto con el liderazgo de la agencia durante todo su segundo mandato, pero un caso nunca transcendió. Nordin tenía la opción de denunciarle por corrupción a la policía o a la oficina del fiscal general, además de a la KPK. Pero nos dijo que hubiese sido “inútil” —eran tan corruptos como Darwan—.
Nordin también temía que podría haber sido “criminalizado”: arrestado por un delito que no hubiese cometido. Dijo que recibió una amenaza contra sus hijos, enviada a su teléfono. “Nordin, si vuelves otra vez, si te quedas en Seruyan, mejor reflexiona sobre tu hijo pequeño”, nos dijo, mientras adoptaba la voz de sus intimidadores. “Eso me afectó, esas amenazas a mi hijo. Si es solo sobre mí no pasa nada, pero si es sobre mi hijo, me preocupo”. Nordin falleció de hipertensión en junio de 2017, a los 47 años.
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Hacia finales de julio de 2011, las tensiones en Seruyan llegaron a un punto crítico. Miles de residentes de todo el distrito descendieron sobre la sede de la administración de Darwan en Kuala Pembuang, desmontaron sus tiendas de campaña delante del edificio del parlamento y exigieron una audiencia con el bupati. Los manifestantes representaban a 27 aldeas y habían venido a exponer su doble queja de la expropiación de las tierras y el incumplimiento de proveer minifundios. Uno de los coordinadores era James Watt, el agricultor de Bangkal que había perdido sus tierras a favor del Grupo Sinar Mas. Estaban acompañados por miembros simpatizantes del parlamento local, incluido Budiardi. Los manifestantes desplegaron sus pancartas, montaron una cocina general y declararon su intención de no moverse hasta que Darwan saliera a reunirse con ellos.
Días más tarde, finalmente Darwan salió por la puerta del edificio del parlamento. Se situó en una terraza elevada, miró despectivamente a los manifestantes que lo rodeaban. Tenía profundas papadas y una sonrisa asimétrica que le daba una expresión sarcástica. Llevaba una camisa oscura de botones de bupati y un peci negro, un gorro musulmán. Estaba acompañado por un séquito de ayudantes y otras figuras gubernamentales, incluido el jefe de la policía local.
James Watt y otros líderes de la protesta usaron un megáfono para recitar sus demandas. Querían que el bupati usase su autoridad para forzar a las empresas a resolver los conflictos sobre las tierras y proporcionar una quinta parte de sus tierras para plantaciones comunitarias. Darwan escuchó y dijo que apreciaba la llegada de la gente e intentaría transmitir sus aspiraciones a las empresas. Pero dijo que sería imposible que las empresas proporcionasen minifundios dentro de sus plantaciones, ya que no estaban jurídicamente obligados a hacerlo. James recuerda que le abuchearon, le gritaron que era un mentiroso. Darwan levantó la mano para intentar callarles pero siguieron gritando.
“Le avergonzó”, dijo James. “Decidió que no quería hablar más, así que dio la vuelta, entró en el edificio y salió por la parte de atrás”.
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La protesta tuvo lugar durante un agudo aumento de los conflictos sobre las tierras por toda Indonesia. El mes siguiente, un turbio conflicto en Mesuji, al sur de Sumatra, se convirtió en el centro de la atención nacional después de que un general retirado proyectara un vídeo durante una audiencia parlamentaria en Yakarta, que supuestamente mostraba evidencias de que los guardias de seguridad de una empresa de aceite de palma habían decapitado a agricultores.
Unos pocos meses más tarde, cientos de aldeanos ocuparon un puerto en la isla de Sumbawa en desafío de una licencia minera emitida a una empresa australiana. Después de cinco días, la policía antidisturbios abrió fuego contra el bloqueo y mató a dos adolescentes. El mismo mes, 28 agricultores de una isla cerca de la costa de Sumatra se cosieron las bocas para protestar una licencia de plantación que cubría más de una tercera parte de su isla. Para finales de año, al menos 22 personas habían muerto en cientos de acciones por todo el país.
Los expertos reprendieron a los manifestantes por “ignorar su derecho democrático a llevar sus quejas ante sus representantes electos” en favor del “poder de la calle”, como lo expresó un editorial del Jakarta Post. Budiardi, el miembro del parlamento local de Seruyan, lo vio de manera diferente. “Intentamos comunicarnos con ellos para resolver los conflictos de la tierras y crear asociaciones con las personas”, nos dijo. “Pero creo que no podemos hacer nada si al bupati no le importa lo que quiere la gente”.
Ese diciembre, 11 personas del sub-distrito de Hanau, donde Budiardi tiene su casa, entraron en una plantación del Grupo BEST para cometer su propio acto de vandalismo. Hartos después de años de solicitudes a la empresa, usaron un camión y una cuerda y arrancaron varios de sus árboles de palma de raíz. Todos los que participaron fueron encarcelados durante varios meses. Budiardi no estaba allí, pero había organizado protestas delante de la oficina de la empresa y ahora era calificado como un “provocador”. Se emitió una orden para su arresto. Budiarti ignoró la citación y viajó a Yakarta con una delegación de habitantes de Hanau para asistir una audiencia en el parlamento nacional. Después de alrededor de un mes como “fugitivo”, también Budiardi fue arrestado. Fue juzgado y sentenciado a cuatro meses en prisión.
Para Budiardi, fue la gota que colmó el vaso. Después de cumplir su sentencia y regresar a su hogar, vació su archivador, llevó copias de los permisos que Darwan había emitido y otros documentos detrás de su casa y los quemó. “Perdí la voluntad de seguir con esta lucha”, nos dijo. “No quería tener nada más que ver con ello”.
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Mientras que hacer frente a las plantaciones dejó a Budiardi resignado a la derrota, reforzó la determinación de James Watt. La necesitaría, porque el candidato favorito a reemplazar a Darwan al final de su segundo y último mandato no era otro que el propio hijo del bupati, Ahmad Ruswandi.
En el momento de las elecciones en Seruyan, en abril de 2013, la era post-Suharto se estaba replegando bajo el peso de los líderes locales que habían perfeccionado la manipulación de la democracia hasta convertirlo en un fino arte. Clanes enteros irrumpieron en los pasillos gubernamentales cuando los jefes de distrito buscaban continuar su reino más allá de los límites de mandato con la colocación de cónyuges, hermanos, primos e hijos en cargos políticos. Más tarde en 2013, el arresto del máximo juez de Indonesia por aceptar sobornos para resolver conflictos electorales impulsaría la cuestión de la política dinástica al foco nacional. Pero cuando Ruswandi se presentó a bupati, ya era una preocupación apremiante para aquellos en Seruyan que apenas podían digerir la idea de otros cinco años bajo el dominio de la familia de Darwan.
“Para la gente era como cambiar la funda de tu teléfono”, dijo Wardian, el agricultor que había sido encarcelado por robar fruta de palma en represalia por la expropiación de sus tierras por parte de la empresa. “Por debajo, es la misma máquina”.
Basándose en las normas habituales del juego, Ruswandi parecía ser el favorito. Cada uno de los 12 partidos con un escaño en el parlamento local se había posicionado a su favor. Su principal rival había sido forzado a dejar la carrera cuando uno de los partidos le retiró su apoyo y respaldó a Ruswandi en el último momento. El jefe de su cabildo en Seruyan expresó confusión con la decisión, que había sido tomada a nivel provincial.
Ward Berenschot, uno de los autores de Democracy for Sale (Democracia en venta), dijo que, de manera rutinaria, el dinero entra en juego cuando los candidatos están buscando el respaldo de los partidos políticos, de los que necesitan una medida de apoyo para poder presentarse a las elecciones. Los partidos pueden exigir hasta mil millones de rupias, aproximadamente equivalente a 75 000 dólares, por cada escaño que tienen en el parlamento. Ambrin M Yusuf el hombre que afirmaba que había evitado por poco ser involucrado en la operación de las licencias, estaba en el equipo de campaña de Ruswandi. Nos dijo que el mismo Darwan había amañado el apoyo a favor de Ruswandi. “Haji Darwan se llevó todos los partidos”, dijo, que usaba un honorífico como una señal de respeto. “Se compró y se pagó en la provincia”.
Se decía que Darwan estaba tan seguro de la victoria de su hijo que alardeaba de que si un orangután fuese su compañero de papeleta, no cambiaría nada. Pero cuando Ruswandi fue hacer campaña por las aldeas que habían experimentado la forma de desarrollo de su padre durante una década, podría haber visto motivos para reflexionar. Cara a cara con Wardian, oyó que su camino hacia la victoria podría no estar tan claro como anticipaba. “No puedes contar con tu dinero para ganar”, le advirtió el amargado agricultor.
La confianza de Darwan resultó ser infundada. Un movimiento comunitario proliferó detrás del único rival, Sudarsono. Sin el respaldo de ningún partido, tuvo que presentarse como independiente, lo que requería recolectar miles de firmas para poder presentarse. Sudarsono era miembro del parlamento provincial, mientras que su candidato para vicebupati, Yulhaidir, había acompañado a los manifestantes en la inmensa manifestación de 2011 como miembro del parlamento de Seruyan. Figuras clave del evento, como James Watt, respaldaron la campaña y establecieron puestos voluntarios en sus hogares desde donde organizarse.
Los independientes se presentaron en una plataforma dirigida directamente a la industria del aceite de palma, firmaron un compromiso por el que si eran elegidos, empujarían a las plantaciones a resolver los conflictos de las tierras y proporcionar los minifundios. La idea resonó con los votantes que se sentían traicionados por el hombre en quien, una vez, habían depositado su fe. Sudarsono y Yulhaidir fueron anunciados como los ganadores, obtuvieron el 53,7 % de los votos frente al 46,4 % de Ruswandi, convirtiéndose así en los primeros candidatos en Kalimantan Central en ganar unas elecciones a bupati como independientes. Ruswandi acusó a los ganadores de hacer trampas, pero perdió su recurso en el Tribunal Constitucional.
La era de Darwan Ali había llegado a su fin. Aunque la devastación que sus negocios de las tierras ya había provocado continuaría, había perdido su poder de seguir haciendo daño. Al menos por ahora.
Quinta Parte: Corrupción
Darwan Ali Street en Sembuluh I, la aldea en la que creció.
Para el puñado de observadores que eran conscientes de lo que había hecho Darwan, era evidente que había abusado de su cargo para hacer dinero para su familia, a la vez que infligía un daño considerable a las personas que le habían elegido para representarlas. Los investigadores de la KRK circundaron el caso durante años, así que ¿por qué no se lanzaron?
Los investigadores involucrados, que ya todos han dejado la agencia, no querían o no podían comentar para este artículo. Buscamos respuestas a través de entrevistas con funcionarios actuales de la KPK, ONG y académicos centrados en los esfuerzos anticorrupción en Indonesia y nuestra propia investigación de otros casos de la KPK.
La manera más fácil de procesar a un funcionario corrupto ante la ley de Indonesia es descubrirlos mientras aceptan un soborno, normalmente después de poner escuchas en sus teléfonos, que la KPK puede hacer sin una orden judicial. En 2012, la agencia interceptó un pago a un bupati en la isla de Sulawesi. El dinero procedía de una empresaria que buscaba un permiso para el aceite de palma. En un principio, la mujer afirmó que era una “donación” y luego que había sido extorsionada.
Tanto el bupati como la empresaria fueron encarcelados, pero es una de las pocas licencias fraudulentas que la KPK ha procesado. Tama Langkun, investigador del Indonesia Corruption Watch (ICW), ONG con sede en Yakarta que ayudó a Nordin Abah a perseguir a Darwan, estableció una comparación con Seruyan. “En mi opinión es lo mismo”, nos dijo. “La diferencia es que [en Sulawesi] les atraparon en el momento de cometer el delito”.
Seruyan supuso una estratagema más compleja. En vez de exigir dinero a cambio de los permisos, los amigos y parientes de Darwan crearon empresas fantasma que servían como vehículos para ganar dinero de las empresas de aceite de palma. Esto evitaba la infracción más evidente de soborno. Pero la legislación indonesia incluye una definición más amplia de la corrupción, siempre y cuando el caso pueda satisfacer tres criterios. Primero, el sospechoso debe de haber abusado de su poder. Segundo, deben de haberlo hecho con la intención de “enriquecerse” ellos mismos o alguna otra persona. Tercero, deben de haber causado “perdidas estatales”, es decir, se puede determinar un coste monetario para el gobierno.
Parecía evidente que Darwan había actuado con la intención de enriquecer a su familia y a sus compinches. Había obtenido más de un millón de dólares por adelantado de permisos que les había proporcionado. Asimismo, parece haber un caso claro de abuso de poder. Los permisos que Triputra compró a su hijo eran un buen ejemplo; hay evidencias de que podrían haber violado una variedad de leyes durante el curso de sus operaciones, como consecuencia del régimen regulador laxo de Darwan.
El tercer criterio, pérdidas estatales, podría resultar un escollo. En materia de extraer dinero de presupuestos y contratos, es fácil calcular el desgaste de las arcas públicas. De hecho, precisamente es este tipo de crimen por el que la mayoría de los bupatis son arrestados. Por otro lado, las pérdidas procedentes de la emisión deshonesta de un permiso para talar un bosque, plantar palma aceitera o extraer carbón son más difíciles de medir. Si las empresas pagan impuestos, no hay un coste evidente para el estado. “Este es el problema básico de por qué el número de casos de corrupción de los recursos naturales procesados por el orden público es tan pequeño”, dijo Lais Abid, otro investigador del ICW.
Había otro obstáculo al enjuiciamiento no relacionado con la ley. Sobrecargada y falta de personal, la acumulación de denuncias de la KPK superó las 16 000 en 2008, un año después de que Marianto se reuniese con el denunciante en Kuala Pembuang. En 2007, finalizó las investigaciones de solo 19 casos. También es atacada constantemente por instituciones rivales. En 2009, mientras Nordin hablaba con la plana mayor de la KPK sobre Darwan, la agencia estaba envuelta en una disputa con la policía nacional y la oficina del fiscal general, que acabó con su presidente y dos de sus adjuntos culpados de asesinato, extorsión y soborno. Dimas Hartono, activista que vive en Palangkaraya y trabajaba con Nordin, afirmó que la campaña para debilitar a la KPK desvió la atención del caso de Darwan.
La KPK es la institución que más confianza genera en Indonesia, y la más temida —nunca ha perdido un caso que haya llevado a los tribunales—. Pero la agencia valora mucho el misticismo creado por su perfecto registro, lo que la hace reacia a proceder con cualquier caso en el que una condena sea incierta. Tampoco puede dejar una investigación una vez que ha empezado, una cláusula integrada en la ley para evitar que los acusados paguen para escapar de sus problemas. Pero Langkun del ICW cree que la norma ha tenido el perverso efecto de hacer huir a la agencia de los casos más complejos.
En los últimos años, el ICW ha presentado 18 casos que “se asemejan a Seruyan” que cree que no fueron tramitados por falta de un claro soborno a los funcionarios involucrados. “Honestamente, estamos decepcionados”, dijo Langkun. “Nos lo ha puesto muy difícil”.
También puede ser que viesen a Darwan como un objetivo demasiado pequeño para merecer los recursos que se necesitarían para derrotarlo. La KPK se centra más en “los peces gordos” en la capital que en los bupatis de las islas más alejadas. Si decidió reducir el nivel de prioridad del caso porque no era un pez lo suficientemente gordo o porque las pérdidas estatales no eran lo suficientemente claras, se resalta un agujero enorme en la capacidad de la agencia para evitar precisamente el tipo de corrupción que tiene los mayores impactos en los bosques de Indonesia y sus millones de habitantes en las zonas rurales.
En teoría, existe una vía alternativa: Darwan podría haber sido denunciado por nepotismo. La definición de nepotismo es muy parecida a la corrupción, pero un caso viable no necesita pruebas de pérdidas estatales. La flagrante salvedad es que el crimen este bajo la jurisdicción de la policía y la oficina del fiscal general, quien Nordim creía que había pedido dinero a Darwan para abandonar el caso. Jimly Asshiddiqie, el juez presidente fundador del Tribunal Constitucional de Indonesia, coincidió con esta opinión. “En la práctica, tenemos un problema con estas instituciones tradicionales”, nos dijo. “No están haciendo cumplir las leyes; en realidad, están protegiendo a las empresas”.
Jeffrey Winters, un profesor de la Universidad Northwestern que estudia oligarquías en Indonesia y en otros lugares, comparó el sistema legal fuera de la KPK con “un interruptor de luz que puede ser encendido o apagado” por aquellos con dinero o influencia política. Si todo el sistema funcionase como la agencia anticorrupción, dijo, el país estaría tan libre de corrupción como Singapur. “La KPK tiene una capacidad y mandato anticorrupción relativamente limitado”, dijo. “Una gran parte del espectro de la corrupción está fuera del ámbito de la KPK. Y esa parte del espectro no está siendo perseguida efectivamente”.
Cualquiera que sea la combinación de fallos que permitió a Darwan burlar la red, el hecho de que lo hiciera es sintomático de un problema que se extendía más allá de los límites de Seruyan. Por todo el archipiélago, el control de la oficina del bupati sobre los recursos naturales, combinado con la opción de usar representantes y empresas fantasma con fines nefastos, ha atraído a políticos con la intención de consolidar su poder y riqueza a costa de su población.
“Es un vacío”, dijo Grahat Nagara, un investigador con Auriga, una ONG que trabaja estrechamente con la KPK. “Así es como han hecho su dinero todas las dinastías en Indonesia”.
Sexta Parte: Dinastías
Ahmad Ruswandi en su casa en Sampit.
A pesar de la derrota de su hijo en las elecciones de 2013, la familia de Darwan siguió integrada en la clase política tanto en Seruyan como en la provincia de Kalimantan Central. Darwan se unió a un nuevo partido político, que ahora preside a nivel provincial. Es una posición influente para comerciar el apoyo en las elecciones. El año pasado, lo usó para respaldar al actual gobernador, el sobrino de un barón de la madera que expolió el Parque Nacional Tanjung Puting, para un segundo mandato.
Darwan no respondió a múltiples solicitudes de entrevistas, entregadas vía mensajes de texto y llamadas a un número proporcionado por la oficina de su partido en la Cámara de Representantes en Yakarta. En un momento dado, contestó el teléfono y prometió mandarnos su correo electrónico en un mensaje de texto para así poder enviarle nuestras preguntas, pero nunca lo hizo. Tampoco contestó a una carta que contenía nuestros resultados e incluía una serie de preguntas detalladas, entregada a las oficinas centrales de su partido en Kalimantan Central.
Sin embargo, el año pasado, en una tarde de abril, localizamos a su hijo Ruswandi en una inmensa casa en Sampit donde pasa sus fines de semana. Miembros de la familia ocupan varias posiciones de poder en el distrito y la provincia. Después de perder las elecciones a bupati, el premio de consolación de Ruswandi fue reemplazar a su primo como jefe del parlamento de Seruyan.
Nos reunimos con él en el patio de una casa baja, detrás de una verja blanca atendida por una guardia, en una serie de bancos de madera en la sombra. Nos flanqueaban un par de vehículos todoterreno hechos a medida con el logo de Harley Davidson. En el garaje había otro cuatro por cuatro, un regalo de su padre. Ruswandi sonreía mientras salpicaba su habla nasal con jerga derivada de los anglicismos, como “efektif efisien” —efectivo y eficiente—. Pequeño y rechoncho, llevaba gafas de pasta negra, pero renunció al gorro peci con el que es a menudo fotografiado.
Estaba de buen humor, desinhibido por la crisis social a la que se enfrentaba su distrito, en el que quizás era ahora el segundo político más influyente. De hecho, no reconocía una crisis, ya que en su opinión el cambio hacia las plantaciones había beneficiado al Seruyan. “Si no hubiese aceite de palma, nadie sabría qué hacer, porque los recursos naturales se han acabado”, dijo. “Por eso es por lo que, como yo lo veo, las cosas van muy bien”.
Reconoció que había habido “puntos a favor y en contra” de la rápida expansión de las plantaciones, pero la única desventaja que podía identificar era que las vías fluviales del distrito “no eran como antes”. No obstante, exoneró a las empresas de alrededor del lago Sembuluh de aumentar su contaminación. Su novedosa explicación era que la gente “se baña y defeca en el lago”. “Aunque no hubiese empresas, el lago todavía estaría sucio”, dijo.
En un principio, afirmó que la industria del aceite de palma había creado puestos de trabajo para los habitantes locales. Luego cambió de idea y afirmó que el problema era que la población local no quería trabajar en las plantaciones. En la época de la tala, se habían acostumbrado al dinero fácil de la madera. Ahora estaban “malcriados”, mientras que los trabajadores inmigrantes estaban mejor “cualificados” para lo que llamaba “el sistema de las condiciones de vida duras”.
Con un pequeño empujón, admitió que sería difícil para las comunidades beneficiarse de las plantaciones sin los minifundios. “Con suerte, habrá minifundios”, dijo. “Porque es una pena para la población”. Pero no rebosaba con ideas de cómo lograr ese objetivo. Un miembro del parlamento con quien nos reunimos, de un partido político rival, había sido categórico al afirmar que el gobierno debería amenazar con revocar los permisos de las empresas que denieguen los minifundios. Lo mejor que Ruswandi podía ofrecer eran trivialidades sobre “la sinergia”.
Ruswandi admitió abiertamente que él mismo había sido el propietario de tres empresas vendidas a Triputra que luego esta había desarrollado. Cuando se mencionó el tema, nombró las subsidiarias voluntariamente. Pero hiló una narrativa falsa en un intento de disociar a su familia de la red de corrupción que habían creado. Afirmaba que las empresas fueron creadas antes de que su padre tomase posesión de su cargo y que Darwan nunca les dio licencias.
Los documentos de la empresa y una base de datos de permisos del gobierno muestran que esto no es cierto. Pero Ruswandi se agarró a esta mentira rápidamente. Estaba interesado en crear la idea de que había trazado una línea roja entre su propio papel como un funcionario público y los negocios, una línea que, de hecho, volvió irremediablemente difusa debido al comercio de permisos de su familia.
“Como representante de la población, soy como un árbitro”, explicó con una gran sonrisa. “Si soy el árbitro y también juego, eso no es justo. Así que hago negocios fuera de Seruyan. En Seruyan, no tengo ningún negocio. Simplemente, soy representante de la población”.
Insistió que todas las licencias emitidas por su padre eran limpias. Como prueba, citó el hecho de que nunca había sido atrapado.
“Si no fuesen limpias, ¿No habrían sido suspendidas por las fuerzas de seguridad?”.
***
A principios del año pasado, las noticias indicaban que Triputra había empezado a distribuir minifundios en algunas comunidades que los habían esperado durante años. Sudarsono, el actual bupati, habló en una ceremonia de entrega en la aldea de Baung. “Sé cuánto tiempo la gente ha estado luchando por sus minifundios, y ahora esa lucha está finalmente dando sus frutos”, dijo en el evento. “La población debería estar orgullosa y agradecida”. Un grupo de funcionarios gubernamentales posaron para las cámaras con sus pulgares en alto. Allí estaba Ahmad Ruswandi, en su capacidad como jefe del parlamento de Seruyan.
Baung se encuentra en el río Seruyan, que se comprime a través de una estrecha franja de tierra entre los gigantescos estados de Triputra y un área protegida en los límites del Parque Nacional Tanjung Puting. Las plantaciones dejan a la aldea con unos pocos cientos de metros de tierra al este del río; el oeste está fuera de los límites.
En un atardecer caliente y polvoriento, nos sentamos con Damun, un miembro del gobierno de la aldea. Pintó un panorama sombrío de la vida en la era de las plantaciones. Los habitantes locales ya no podían extraer madera sin ser arrestados por tala ilegal. Las pesquerías habían colapsado por la suciedad de los ríos. La mayoría de sus tierras de labranza habían sido cedidas a las empresas. Los mejores puestos de trabajo en las empresas fueron a gente de fuera que eran vistos como más capacitados, mientras que los lamentables salarios pagados a los obreros no cualificados apenas eran suficiente para sobrevivir. Aun así, nos dijo, “aquí todos dependen de las plantaciones”. Eran la única alternativa.
Hace tres años, los residentes de Baung y otras aldeas bloquearon la carretera a una de las concesiones de Triputra, exigían que resolviesen las apropiaciones de tierras que llevan teniendo lugar diez años. Ahora Damun sentía que, finalmente, estaba en la antesala de conseguir una tajada del pastel del aceite de palma. Triputra había asignado unas 3000 hectáreas de minifundios en cuatro aldeas.
Pero el anuncio de Sudarsono había sido algo prematuro. La mayor parte de las tierras que la empresa había programado para las comunidades estaba en zonas en las que el Ministerio de Silvicultura no permitía plantaciones. La realidad de la oportunidad de salir en la foto de Triputra era que los minifundios todavía estaban estancados. Solo una pequeña porción había sido plantada
“Hemos esperado siete años”, nos imploró Damun. “Esta es nuestra última esperanza. Dios mediante, la empresa puede ayudarnos”.
Mientras los agricultores de Seruyan esperan sus minifundios, Arif Rachmat, el director general de Triputra Agro Persada, fomenta una imagen de su empresa que, cada vez más, se aparta de la realidad. Se anuncia a sí mismo como un joven magnate dinámico y progresivo. En enero del año pasado viajó a Davos, Suiza, para asistir al Foro Económico Mundial, donde fue elegido como un Joven Líder Global, uniéndose a una comunidad de triunfadores que se describe a sí misma como “la voz del futuro y la esperanza de la siguiente generación”. Vestido con un abrigo de invierno, le dijo a un equipo de televisión, “una de mis pasiones es cómo mejorar la productividad y el sustento de los agricultores así como la sostenibilidad alimentaria”.
Uno de los subordinados de Arif nos dijo en un correo electrónico que Triputra se adhiere a las regulaciones que exigen a las empresas que proporcionen minifundios equivalentes a una quinta parte de sus plantaciones. Esto no es cierto en Seruyan, y hay pruebas de que el malestar social causado por la empresa se propaga por todas sus tierras, hacia otros distritos en Kalimantan.
Hoy en día, el aceite de palma cubre más de una quinta parte de la tierra de Seruyan. El noventa y seis por ciento de esa tierra pertenece a los súper ricos, incluidas las familias Kuok, Rachmat, Tjajadi y Widjaja. Los beneficios se van a las capitales de Yakarta, Singapur y Kuala Lumpur. Solo una fracción de los impuestos recaudados por el estado vuelven a Seruyan.
El aceite de palma está concentrado en la mitad sur del distrito, donde vive la mayor parte de la población. El acceso de los habitantes a las tierras está fuertemente limitado por las grandes plantaciones. El lago Sembuluh y sus aldeas frente al agua están casi totalmente rodeados. Sus orillas al sur están reclamadas en su totalidad por Triputra, cuyas fincas también se extienden a lo largo del río Seruyan y confina a las aldeas a lo largo del camino.
En una respuesta escrita a nuestras preguntas para este artículo, Wilmar nos dijo que estaba intentando proveer minifundios en Seruyan y ya lo había logrado en otras áreas. Pero también dijo que sus esfuerzos se habían estancado porque no quedaban tierras. Esto es en lo que se ha convertido una visión del desarrollo impulsado por el sector privado que, de alguna manera, habría beneficiado a los pobres: no hay tierras para los agricultores, porque los multimillonarios las tienen todas.
Sudarsono, la gran esperanza de Seruyan, se ha ganado la decepción de aquellos que lucharon por su victoria en las urnas, y que siguen excluidos de las riquezas del aceite de palma. Pero ha logrado promocionar Seruyan como piloto para una nueva idea surgida en el mundo de la sostenibilidad corporativa, catalogada como “certificación jurisdiccional”.
Después de dos décadas de abusos de los derechos de la tierra y una deforestación guiada por la plantación, la propuesta es que todo el aceite de palma del distrito sea declarado “sostenible”. Seruyan serviría, como dijo un funcionario, como “modelo para otros distritos, no solo en Kalimantan Central sino también en Indonesia, para el desarrollo sostenible del aceite de palma”. El gigante de los bienes de consumo, Unilever, el mayor usuario de aceite de palma del mundo, se abastecería, preferentemente, del distrito.
En 2015, Sudarsono dijo en una reunión de empresas de aceite de palma y ONG que cuando las empresas se abasteciesen del Seruyan, podían estar seguros de que estaban comprando aceite de palma producido “sin causar deforestación”. Añadió: “También sabrán que no hubo quemas cuando se limpiaron las tierras o incautaciones de tierras indígenas”.
El programa incluye algunas ideas progresistas, como asegurar que los pequeños productores tengan una ruta al mercado y resolver los conflictos de las tierras. Pero por ahora es en su mayor parte premio y muy poco castigo. Se ofrece a las empresas del aceite de palma de Seruyan un camino a la redención pero no tienen que hacer frente a las consecuencias de sus infracciones previas.
La idea refleja un deseo entre los ejecutivos corporativos y algunos políticos de trazar una línea bajo el pasado y tratar el presente como el día cero de una nueva era de sostenibilidad. Los pecados de ayer están olvidados y las plantaciones en tierras que eran bosque hace unos pocos años pueden ser consideradas “sostenibles”. En respuesta a nuestras preguntas, por ejemplo, el portavoz de Wilmar, Iris Chan, dijo que la empresa debería ser juzgada por lo que hace hoy en día. “No creemos que plantear cuestiones de hace más de diez años sea significativo”, escribió.
El problema para la población de Seruyan es que siguen con el legado de las decisiones tomadas hace una década. Pero la KPK no comparte la noción de que acciones llevadas a cabo entonces son inviolables. La agencia anticorrupción es pionera en un enfoque más proactivo hacia la corrupción en el sector, que examina el cumplimiento legal de las empresas de plantación por todo el país. Un enfoque parecido en el sector de la minería, que empezó en 2014, produjo la cancelación de cientos de licencias.
El potencial para este tipo de enfoque es limitado en Seruyan, ya que las tierras hace tiempo que han sido despejadas y plantadas. Pero un gran número de licencias latentes y todavía sin explotar pesan sobre bosques y tierras indígenas por toda Indonesia, sobre todo en las islas al este de Borneo, donde la industria se está expandiendo muy rápidamente. Se ha aplicado muy poco escrutinio a las circunstancias en las que fueron emitidas. Un creciente conjunto de pruebas —entre ellas las próximas historias en la serie Indonesia for Sale (Indonesia en venta) — sugiere que por debajo de la mayoría de estos permisos hay una masa bulliciosa de confabulación. En esos casos, la revocación podría evitar, en primer lugar, que tuviese lugar la orgía de destrucción y explotación.
Pero aunque puede proporcionar un respiro para los bosques de Indonesia, solamente con la revocación de las licencias ya existentes, no solucionará el problema. La lección de Seruyan, y el modelo que representa para otros distritos, es cuánto daño puede producirse cuando se permite a los funcionarios gubernamentales actuar en un vacío de responsabilidad y escrutinio. El sistema paralelo que permitió a Darwan Ali prosperar sigue igual. No ha habido un gran esfuerzo por romper el vínculo entre el dinero y la política. Es este vínculo que permite a los bupatis financiar elecciones e infligir daño a las personas que les han elegido para servirlas, en favor de llenarse los bolsillos.
El juego continua en los distritos fronterizos por todo el archipiélago. Hay indicios de que las lecciones de Seruyan ya están siendo aplicados en otras partes, aunque no para bien. Khaeruddin Hamdat, la mano derecha de Darwan, ha reaparecido en Donggala, un distrito altamente forestal en la isla de Sulawesi, al este de Borneo, donde los conflictos entre la población y las empresas de aceite de palma están emergiendo. Fotos en Facebook le muestran analizando un mapa de la concesión y de cena con el bupati, que se presentará a la reelección el año que viene.
En junio de 2018, más de 100 distritos volverán a las urnas para elegir a los nuevos, o quizás a los actuales, bupatis. Entre ellos está Seruyan. La hija de Darwan, Iswanti, será la próxima de la familia en lanzarse a por la posición principal. Se registró como candidata en mayo.
“Como ‘hija de la tierra’”, dijo a periodistas, “Me siento llamada a servir y desarrollar Seruyan”.
Ilustración principal de Corey Brickley, todas las otras ilustraciones de Sophie Standing. Fotografías de Leo Plunkett, Sandy Watt, Tom Johnson y Sam Lawson.
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